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Filosofía desde la trinchera

            La democracia, qué bella palabra y qué manoseada, prostituida y arrasada. Cuando escucho a los políticos lo que me gustaría es que no fuesen necesarios, pero lo que no me explico es cómo pueden seguir en el poder. A tal grado de estupidez ha llegado el ciudadano, cómo han conseguido fabricar tanto borrego de encefalograma plano. Lo siento, no es una falta de respeto a la ciudadanía, si las democracias están corruptas no es porque los políticos sean incompetentes y corruptos, solamente, sino por la connivencia de los ciudadanos. Lo que ocurre en mi localidad no es más que un reflejo esperpéntico de lo que ocurre a todos los niveles de la política. En política se ha socavado la esencia misma de la democracia para instaurar un autoritarismo a través de diversos mecanismos, por un lado, la desinformación y, por otro lado, las propias instituciones. En mi localidad existe un movimiento de resistencia civil que a pesar de múltiples defectos, a mi modo de ver, desde el punto de vista de la participación democrática, es ejemplar, en el que al principio participé de modo activo; pero por diferentes motivos que no vienen al caso pasé a un segundo plano. Este movimiento civil cuajó en una agrupación de ciudadanos con representantes en el ayuntamiento. Si la lucha durante cinco años nos ha mostrado el déficit democrático en el que vivimos –como señalé en varios artículos e intervenciones públicas al comienzo del movimiento- y que es generalizable, la participación directa en la política activa nos demuestra las pasiones más bajas a las que el poder lleva a los hombres y, sobre todo, cuando existen políticos profesionales, de los que, por supuesto, dependen montones de cargos públicos. Estos políticos profesionales no tienen donde caerse muertos, no tienen oficio ni beneficio. Viven de la política, no para la política. Esto ya de entrada es corrupción. Han hecho de la política su modus vivendi y esto los esclaviza a una serie de intereses de poder (partido) que en otras circunstancias no defenderían. Porque no lo olvidemos nunca, los representantes de las democracias parlamentarias, que son los partidos, no son ellos mismos democráticos, con lo que los fundamentos de la democracia quedan minados desde sus bases. Si dentro del partido no hay ni diálogo ni debate, cuanto menos lo habrá con otros grupos políticos. Nos encontramos aquí entonces en una situación contradictoria en la propia democracia. La base de la democracia es el diálogo, los representantes de nuestra democracia no utilizan el diálogo, sino el poder para gobernar. La discusión con la oposición es también una discusión por el poder. Les da lo mismo defender A que no A el caso es la lucha por el poder. No se busca la justicia ni el bien de la polis, porque el político no vive para la política (gobernar la ciudad, administrar el poder que emana de la voluntad general del pueblo) sino que vive de la política y del partido, ese es su horizonte y su límite. Sus ideas son creencias con las que comulga obedientemente, no las discute, no admite la más mínima sombra de dudas, el que duda, o piensa, pierde, como decía el grupo cómico frente a la dictadura en la Argentina, Les Lutiers. Así nuestra democracia está corrupta desde la base o desde su esencia. No existe el diálogo, ni se permite, no se abre el campo desde las instituciones para que se produzca el diálogo. En estos años he llegado a escuchar cosas muy graves, casi de juzgado de guardia, por inconstitucionales. He escuchado, por ejemplo, que el pueblo elije a sus gobernantes y que a partir de ahí el único foro de debate es el parlamente que representa al pueblo, esto es un atentado contra los principios básicos de la constitución. El único motivo es el autoritario, callar a un movimiento civil que se atreve valientemente a decirles las cosas claras al poder. Ponerles un espejo delante suya, hacerles ver su imagen grotesca y deformada y, de paso, recordarles que quien manda es el pueblo, aunque el problema es que la democracia neoliberal, aunque sea de izquierda socialista (pseudoizquierda) ha transformado al pueblo en masa homogénea, indiferente y obediente, egoísta y narcisista, sin ningún interés por la cosa pública, la política. También he escuchado que el partido del poder debatirá cuando se acaben las concentraciones en la plaza pública. Esto es otra violación de los principios fundamentales de la democracia, la libertad de pensamiento de conciencia y de expresión. Como digo, de juzgado de guardia. El problema es que la pasión del poder ciega y para aferrarse a él ni se sabe lo que se dice, sólo se obedecen consignas. Y cuando la mayoría es absoluta y repetida, el poder del partido tiende al absolutismo. Recuerden aquello de Felipe González de lo de la gobernabilidad, se refería con ello que para poder gobernar bien hace falta una mayoría absoluta. Valiente barbaridad antidemocrática. Para gobernar hace falta consensuar, dialogar y pactar y para ello hace falta pluralidad representativa del pueblo.

 

            En fin, he seguido los plenos de mi localidad (me considero cosmopolita, lo de mi localidad no es más que un azar) desde que empezó el movimiento y, particularmente, desde que entró en juego el grupo político de Ciudadanos de Villafranca. El año pasado tenía un programa de radio “Filosofía desde la trinchera” en el mismo medio público del poder y aprovechaba para hacer de cronista y analista político tras los plenos mensuales que se celebraban en la ciudad. Pero lo que siempre expresaba era mi bochorno. A pesar de que uno en la teoría o filosofía política conoce el mal funcionamiento de la democracia, verlo en vivo y en directo encarnado en personajes con los que te cruzas casi a diario por las calles te llena de tristeza y vergüenza. Otra de las cosas que se nos dice desde el poder es que en democracia hay que respetar las instituciones. Claro, faltaría más. Precisamente el gran invento de las democracias, o uno de ellos, es el de las instituciones que son el vehiculo para hacer realidad la voluntad del pueblo. Ahora bien, aunque las instituciones en si mismas son una estructura abstracta, cobran sentido y dinamismo en la medida en la que se mueven por la voluntad de las personas. Y es aquí precisamente donde reside el problema que quiero señalar y que tiene que ver con la corrupción. En democracia todos los ciudadanos debemos respetar las instituciones, pero los primeros que deben respetarlas son las personas que las representan. Todos los ejemplos que he puesto más arriba eran afirmaciones de políticos que están ejerciendo en este momento el poder ejecutivo, salvo González, de los otros no he citado nombres, todos los conocemos, con lo que esto nos lleva directamente a la corrupción de las instituciones. Cuando desde la institución que salvaguarda la democracia se niega la esencia de la misma, el diálogo, se corrompe la propia institución. Cuando desde el propio poder ejecutivo se controlan los medios de información y se desinforma, se corrompe nuevamente la esencia misma de la democracia. Cuando se dice que una decisión política está tomada y se niega el debate, simplemente se está cayendo en el autoritarismo, rozando casi el totalitarismo. Vivimos, a todos los niveles, desde lo mundial a lo local un déficit democrático severo que está trasformando las democracias en partitcracias oligárquicas en las que el pueblo cada vez tiene menos que ver y que decir, sólo obedecer. Y es a través de la voluntad política de los que representan las instituciones como esto se ha conseguido. Es decir, que son nuestros propios gobernantes los que han corrompido la democracia y las instituciones que las salvaguardan, utilizando a éstas como mecanismos para catapultarse y afianzarse en el poder, en primer lugar, y, en segundo lugar, ninguneando al pueblo, eliminando su autonomía y libertad, haciéndolos vivir en un mundo de apariencias pseudodemocráticas en las que se confunde la libertad con el consumo, el diálogo racional con el respeto de las opiniones más peregrinas y el triunfo del todo vale. Vivimos un esperpento de democracia. Estamos dentro del callejón del gato valleinclaniano. Habría que hacer un esfuerzo ímprobo para salir de él. El movimiento civil del que venimos hablando, para salir de ahí, lo está haciendo de forma heroica, y el grupo de ciudadanos de Villafranca, con sus representantes a la cabeza, son un grupo de valientes enfrentándose contra molinos de viento, el poder semiabsoluto establecido. Hacen falta más Quijotes en el mundo. La lucha primera es la lucha por la dignidad humana, una conquista de la humanidad, que nace de la ilustración y que germina en la democracia, pero que hemos ido perdiendo en los últimos cuarenta años. Y nuestro caso local no es más que la imagen de lo mismo. Es una pena que la gente haya tenido que salir a luchar cuando han visto perjudicados sus intereses particulares. Si fuésemos un pueblo bien educado en la ilustración, el principio de dignidad de las personas, no hubiésemos llegado a esta situación, pues nos preocuparía la polis, la justicia, como valor prioritario antes que nuestros intereses particulares. Habríamos denunciado las injusticias y el déficit democrático desde siempre, cada uno en nuestro lugar y con nuestros votos.

 

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