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Filosofía desde la trinchera

                                   21 de octubre de 2009

 

Muy distintas son las muertes de Jesús y Sócrates. Dos modelos distintos de vida. A pesar de las coincidencias y de que la tradición los ha querido acercar, son distintos. Sócrates es el modelo de la vida filosófica comprometida con la polis. Con la búsqueda del conocimiento y la virtud que da la sabiduría y la serenidad. Y que esta búsqueda tiene lugar en la polis, en relación con los demás. La de Sócrates es una muerte serena, aceptada. Todo se le ha dado en la vida. Ha alcanzado la sabiduría, ya nada tiene que temer, es digno, feliz y dichoso. La muerte sólo es el final de esa plenitud para extinguirse en la nada. La vida ha sido plena. La muerte le es ajena al sabio, como diría Spinoza, en nada piensa menos el sabio que en la muerte. Y también dice Platón que, filosofar es prepararse para morir; esto es, una vez que estamos preparados, ya no nos importa. Pero, en cambio, la muerte de Jesús es un sacrificio, una pasión, incluso está la duda al final, dios mío por qué me has abandonado. En lugar de la serenidad encontramos el dolor, el sufrimiento y, al final, la resignación. El valor que transmite aquí el cristianismo es el de la resignación. En definitiva es una negación de la vida. El filósofo, el sabio, afirma la vida siempre que merezca la pena ser vivida: la vida virtuosa, en definitiva.

 

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