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Filosofía desde la trinchera

                        04 de noviembre de 2009

 

            El debate sobre la obligatoriedad de la enseñanza hasta los 18 años se recrudece. La amenaza es seria y ahora se nos quiere hacer comulgar con ruedas de molino y se nos dice que en las sociedades desarrolladas en las que vivimos los ciudadanos deben de tener una alta calificación o formación. Lógicamente que esto es así, pero esto no se resuelve por la obligatoriedad, sino por la calidad de la enseñanza. Y siempre existirán trabajos no cualificados, y además está la libertad del individuo, a cuenta de que tiene que estar alguien forzosamente encerrado dentro de una institución. Las ideas de Foucoult se confirman. La enseñanza es un sistema de represión, yo considero que es un sistema de control y de adoctrinamiento, pero también lo es de represión totalitaria y gratuita en la medida en la que se viola la libertad de los individuos y de los padres en nombre de la comunidad o la sociedad; esto es, como mínimo, autoritarismo. En España la cuestión es más compleja, lo que en realidad se pretende es encubrir las cifras del fracaso escolar. Si el 30 por ciento fracasa en la ESO pues aumentamos la obligatoriedad hasta los 18 con esto matamos dos pájaros de un tiro, por un lado eliminamos el fracaso escolar en la ESO, por otro lado, nos ahorramos al menos 300.000 parados, más unos 30.000 puestos de trabajos más en la enseñanza. La verdad es que la política es vergonzosa. ¿Qué beneficio sacaremos de esto?, ninguno. Insisto, lo que hay que hacer es mejorar la enseñanza y dar cauce hacia la formación profesional y de oficios desde los 14 años, y esto por el propio bien de los alumnos, serán más felices, tendrán menos frustraciones y estarán menos aburridos, con lo que serán menos violentos. Y, a la larga, será un bien para la sociedad. Tendremos a una clase amplia media formada en las profesiones inferiores para las cuáles se requiere mano de obra. Y estos trabajos no son menos dignos que los más cualificados. Lo que hay que hacer es abrir estos canales en la enseñanza y, por otro lado, dentro de la ESO y el Bachillerato fomentar la excelencia lo que nos llevará a una ciudadanía altamente formada profesionalmente y moralmente crítica.

 

            Pero me temo que las cosas van por otro camino. La violencia en los centros de enseñanzas medias es cada vez mayor, existe una violencia que suelen llamar de baja intensidad, pero que es violencia en toda regla, contra compañeros y contra profesores. El sistema es culpable de que se haya llegado a esta situación. En los claustros ya hace años que no se discuten estas cuestiones desde la teoría, ni hay capacidad, ni conocimiento para ello. Han adoctrinado al profesorado de tal manera que está en una situación de postración y resignación. Lo que se plantea en los claustro es cómo resolver cuestiones concretas de disciplina, todos defendiéndose y, a su vez dándose golpes de pecho. Cuando en realidad esta situación nos ha venido impuesta y hemos sido tan calzonazos que no nos hemos rebelado. Somos los guardianes del sistema, los carceleros del sistema de represión, pero, curiosamente, ni siquiera se nos da la autoridad. La violencia es una bomba de relojería que estallará en las escuelas tarde o temprano, la violencia leve está ya generalizada. Lo que les interesa a la administración, a la institución, a las directivas, son las apariencias, los papeles, los planes de refuerzos, de mejora, los contenidos mínimos, las pruebas extraordinarias, los criterios de evaluación. Todo escrito y bien escrito en los papales, para no pillarse las manos. Tenemos miedo a cualquier indocumentado que nos reclame y nos diga que nos falta no sé qué criterio de evaluación en la programación y por ese motivo la inspección lo aprobará. Pues que le den por culo, allá él. En el pecado va la penitencia, en realidad no ha aprobado ni ha pasado el sistema. La sociedad, la administración y la institución en su conjunto desconfía del profesor. Se nos agobia y atemoriza con la necesidad de tener papeles para todo. A nosotros también se nos reprime para extirpar el más mínimo espíritu de rebeldía. Hablar de educación es llorar…

 

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