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Filosofía desde la trinchera

 

                                    10 de noviembre de 2009

 

            He terminado de leer el libro de mi amigo Esteban Mira. Ya lo he comentado al hilo de éste ramillete de pensamientos. Me parece magnifico, es valiente, perfectamente documentado y bien argumentado. Comparto sus tesis. Además coinciden con mi pensamiento sobre la historia y sobre el género humano. Esteban se dirige de los juicios universales a los particulares y de éstos a los primeros. Sopesa las distintas argumentaciones, baraja todo tipo de fuentes, enfrenta unos argumentos y posturas contrarias con toda su fuerza, no tergiversa. Es un ejemplo de honestidad intelectual. Pero como ya he dicho no es sólo un gran historiador y en su obra nos lo muestra; sino que su metodología me sugiere que le anima una actitud ética admirable. Su metodología se hace desde la actualidad, sin excluir los juicios de valor. El pasado debe ser juzgado para que no estemos condenados a repetirlo. La historia, a mi modo de ver, y así lo hace Esteban debe ser una escuela moral, ética y política. La historia del hombre es una historia de lucha, guerra y exterminio del hombre por el hombre. No es que caigamos aquí en la tesis darviniana de la lucha por la existencia. Esto es un darwuinismo a lo Spencer que no es más que una mala interpretación de la teoría de la evolución y que sirvió como justificante para la ultraderecha y la guerra de razas y la teoría de la identidad. Todas estas ideologías son el cemento con el que se aunó las consciencias que nos llevaron a la guerra total en el siglo XX. El siglo del exterminio. Pero, como decía, no queremos caer en esta tesis, la historia es maestra y nos enseña que el hombre conquista ciertos valores universales, que quizás, no tengan ninguna existencia sustancial, salvo en la capacidad cognitivo afectiva del hombre, y estos valores son los que nos han permitido convivir. Son conquistas de la humanidad, a un pié de perderse. En la historia toda conquista ético-política es provisional. Esto es algo de lo que deben ser conscientes nuestros alumnos, así como los no tan jóvenes entre los que se encuentran los políticos. La pérdida de los derechos procede del olvido, la historia es el camino de acceso al recuerdo y a la clarificación del pasado que nos hace más diáfano el presente. Si queremos aprender, saber quienes somos debemos acceder con veracidad a nuestro pasado y eso nos permitirá un juicio moral sobre la historia y, esto es decir, sobre nosotros mismos, que, a su vez, nos hará posible una propuesta de futuro. El libro de Esteban es una buena muestra de todo esto. La tesis central de la obra la expuse en su momento, pero hay algunas cosas que quería comentar.

 

            En primer lugar, si bien reconocemos junto con el autor el genocidio y el etnocidio que se produjo en la conquista de América por parte de los españoles, también hay que reconocer, como nos sugiere el autor, que la metrópolis fue capaz de crear unas leyes, todo un sistema legal como cobertura para la protección del indio. Ninguna nación imperial hizo esto. Es lo que llama el único aspecto glorioso de la conquista. Es muy interesante este episodio de la historia porque para mi representa un avance ético político y legal de la humanidad, además de decir mucho de la calidad moral de aquellos, con fray Bartolomé de las Casas a la cabeza, que lo hicieron posible. La discusión es de hondo calado filosófico y moral, pero, a su vez, dada su contextualización histórica está cuajada de intereses que van desde lo económico hasta el poder religioso. Quiero señalar aquí sólo una idea. La posibilidad de considerar al indio, igual que después se hiciera con el negro, como persona pasaba directamente por la doctrina evangélica. Al indio no se le consideraba persona porque era un idólatra, no era un infiel, como los judíos o los musulmanes. En tanto que idólatras eran seres salvajes de los que se podía disponer. De ahí que se cometiesen tremendos abusos en nombre de la evangelización, cuando en realidad lo que se buscaba era sus riquezas. Ahora bien, los que defendían a los indios se basaban en los evangelios, pero para ello se requería primero el artilugio legal de declararlos vasallos de la corona; es decir, miembros de Castilla. Y esto es lo que pretendían las leyes de Burgos. Pero, además de este avance legal de la historia, este aspecto glorioso de la conquista, lo que está a la base es la conquista de un concepto moral importantísimo para la modernidad que es la base de la ilustración y de las democracias modernas. Me estoy refiriendo al concepto de dignidad. Si todas las criaturas son hijas de dios y, por tanto son el prójimo y como tal deben ser considerados, lo que se está poniendo sobre la mesa es que todos somos iguales –no hay distinción entre el samaritano, el gentil, el judío, el cristiano, el musulmán- todos somos hijos de dios y como tales participamos de su divinidad. No se puede atentar contra las criaturas que son hechas a imagen y semejanza de dios. Todos somos iguales y hermanos, este es el concepto de fraternidad universal que emana del cristianismos apoyándose en el estoicismo. Recordemos el sentido del cosmopolitismo. El cosmopolita es el que considera que el hombre es universal y que las culturas y etnias son particulares. Que el valor fundamental es el universal. Estamos entonces asistiendo, con la legislación del imperio español, apoyadas en el pensamiento de los lacassianos –que son muchos, como nos demuestra Esteban- al nacimiento del concepto de dignidad que acabara de cuajar en la revolución francesa con la proclamación de los derechos del hombre y del ciudadano. Y en la revolución americana. Por supuesto que quedaba mucho camino por recorrer, mucho proceso de secularización hasta culminar en la separación de los poderes. Era necesario también el nacimiento de la nueva ciencia, el desarrollo de la razón frente a la superstición, el surgimiento del liberalismo político con Locke, en fin, una larga historia de las ideas de la humanidad que constituyen una gran conquista ético-política. Pero lo que es innengable es que en el pensamiento de los lacassianos y en las leyes de Burgos para la protección de los indios y la eliminación de las encomiendas encontramos un gran paso y el germen ético filosófico. Curiosamente, y valga esto como reflexión a parte, el cristianismo que había sojuzgado a occidente y que es utilizado como ideología para el exterminio del indio y con ello esquilmar su riqueza, guardaba el tesoro ético de la fraternidad y la igualdad. El cristianismo, a su manera, lo quieran o no los ateos indocumentados y progres, tuvo mucho que ver con el surgimiento de los derechos humanos. De todas formas esto era algo común a otras grandes religiones como el budismo o el taoísmo. Digamos que son esos universales éticos que, poco a poco, se han ido expresando a lo largo de la historia.

 

            Otro punto que quería tratar es lo que me parece más débil de la argumentación de Esteban, aunque, por supuesto, su argumentación es absolutamente verosímil. Muchos de los que son contrarios a la tesis del exterminio vienen a decir que la causa del mismo no fueron los españoles sino las infecciones. Los porcentajes de fallecimientos por viruela, gripe,…son impresionantes, llegando incluso al 80% y al 90% en algunas zonas. Desde luego que podríamos decir que sería la primera gran “guerra” biológica de la humanidad, no lo fue, porque no fue intencionada. La defensa que hace Esteban es doble. Efectivamente que la mayor causa de muerte de los indios fue por las enfermedades que contraen de los españoles, pero hay una cosa importante. Si no hubiesen sido desarraigados, esclavizados y obligados a trabajar jornadas interminables prácticamente sin comida la mortalidad hubiese sido menor. Por otro lado, el genocidio y etnocidio, como bien documenta nuestro historiador está perfectamente constatado con documentos y hechos que él expone minuciosamente. Para mí es el punto más débil de la argumentación en la medida en que no podems saber el alcance que hubiese tenido por sí sólo la muerte de los indios por los microbios. Quizás su civilización se hubiese hundido de igual manera. Pero desde luego, una cosa sí es cierta, si hubiese sido sólo a causa de las infecciones no hubiese habido genocidio y nos hubiésemos ahorrado esta barbarie de la historia de España que no podemos separar de la expulsión de los moriscos, los judíos y de la contrarreforma. Obviamente, hay que estar de acuerdo con Esteban y sostener que la historia se explica multicausalmente, que existen diversos factores que intervienen  y que además, pienso yo, las explicaciones son inagotables. Pero de ninguna manera existe una explicación causal unívoca en la historia, esto sería un reduccionismo y, por tanto, un falseamiento de la realidad. Genocidio y exterminio hubo, y a voluntad, y se amparaban en la doctrina de la expansión del cristianismo y del reino de Castilla como reserva espiritual del auténtico cristianismo, los microbios ayudaron, y mucho, pero no son la única causa.

 

            Y el último punto que quería tratar es el de la discusión sobre el determinismo o no de la historia. El autor en la conclusión se plantea este tema y se pregunta si la historia podía haber sido de otra manera. He abordado en otros escritos el tema del determinismo histórico y a ellos me remito, aquí sólo quiero hacer alguna precisión. A toro pasado la idea del determinismo se nos cuela como un prejuicio en nuestra imaginación, es un sofisma un error de argumentación. Cuando conseguimos explicar algún acontecimiento histórico y lo legramos entender, tenemos la sensación de que no pudo ser de otra manera, pero esto no es más que eso, una sensación que unimos inmediatamente a una idea metafísica que es la del determinismo. Una idea consoladora donde las haya porque en definitiva lo que hace es eliminar la libertad del hombre y, con ella, su responsabilidad. De ninguna manera las cosas son así, esto no es más que una ideología y un error de percepción. La historia tiene múltiples bifurcaciones, diferentes senderos que recorrer. Y escoger entre unos u otros depende de la sabia o ignorante decisión del hombre. De ahí que, uniendo nuestro discurso con el principio, la historia es la gran maestra ética y política de la humanidad. Y aunque fuésemos seres biológicamente determinados nuestra experiencia vital es la de la libertad y la responsabilidad que lleva aparejada es ineludible. En definitiva, la lección de la historia es que el hombre debe luchar por la igualdad, la libertad y la justicia universal. Tenemos que perseguir el ideal cosmopolita ético, la globalización de la justicia. En este desorden de mundo en el que vivimos éste debe ser nuestro imperativo ético político. El futuro es borrascoso, pero el hombre es un ser de esperanzas, de ahí que construyese religiones y utopías políticas, que causaron quizás más mal que bien. Nuestra esperanza ya no puede ser utópica una vez que el mundo está secularizado y desencantado, pero la idea cosmopolita, desde la esperanza, debe servirnos como guía de la acción ético-política.

 

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