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Filosofía desde la trinchera

24 de febrero de 2010

El realismo político.

 

El principio del realismo político lo introduce Maquiasvelo y marca lo que será la filosofía política moderna o, más bien, la política moderna. El problema planteado era el de la legitimación del poder político. Una vez que ha desaparecido el orden feudal y se introduce el secularismo, separación del estado y la iglesia, entonces la garantía que legitima al poder no reside en dios que es la verdad y la justicia. Hay que buscar qué es lo que legitima el poder.

            Lo que hará Maquiavelo es separar, ya para toda la modernidad, la ética de la política. Y eso es lo que traerá consigo el principio del realismo político. El gobernante, el príncipe, tiene que ocuparse del bien común. Y no sólo ocuparse sino convencer a los ciudadanos de que así lo hace. El trato del príncipe con los ciudadanos debe ser exquisito, no puede ponerlos en su contra. Tiene que mostrar que todo lo que hace, todas sus decisiones las toma para el bien del pueblo, por el bien común. Pero tenemos un problema. No se puede satisfacer a todos. El principio del realismo político nos muestra un límite de la acción política. Una polis es la suma de una serie de individuos que tienen principios e intereses distintos. A veces estos intereses pueden entrar en conflicto. La acción política no satisface nunca a todo el mundo. Ése es el límite de la política. Pero si esto es así cómo legitimamos el poder político. Pues por medio de la acción. La separación entre ética y política es el principio de que en política el fin justifica los medios. Una acción política no se puede evaluar éticamente. La ética tiene que ver con la individualidad, la política con la comunidad. Esto quiere decir que las acciones políticas sólo se pueden evaluar por sus resultados. Y ahí es donde podemos ver el bien común. Que no será nunca el de todos. Por eso, lo que nos dice el realismo político es que toda acción conlleva daños a una parte de la población, pero que si el fin es bueno, entiéndase, coincide con el bien común, entonces los medios son justificables. Las acciones son los medios. Por ello los medios, que son las decisiones que se toman desde la política, el poder, no son valorables éticamente, son neutrales, exentos de valor. Por eso en la acción política está impresa el mal. Nunca el bien es para todos.

Pero hay más. Las acciones políticas quedan justificadas plenamente una vez que se llevan a la práctica. Esto es lo que se conoce modernamente como la política de hechos consumados. La política es acción. El poder político toma las decisiones que, de inmediato deben realizarse. Porque la verdad de la política está en la propia acción. Es el hecho consumado el que otorga veracidad a la decisión política tomada. De tal forma que, lo que nos viene a decir en última instancia el principio del realismo político es que la justificación y legitimación del poder está en el mismo poder. El poder se garantiza a sí mismo por medio de la propia acción. La legitimidad del poder reside en el poder que sigue el bien común. Una vez que una decisión política ha sido realizada en la praxis, siempre será juzgada buena. Además, el poder hará todo lo posible para que esto sea así. Intentará convencer al pueblo de que las medidas tomadas son por su bien. Y este principio del realismo político rige para toda la política desde Maquiavelo hasta ahora. Modernamente lo llamamos la realpolitick. Es decir, que los hechos se imponen y no son valorables. Ahora bien, si separamos totalmente la ética de la política, que el fin justifica los medios, entonces estamos rayando en el totalitarismo. El problema es el que sigue. La legitimación feudal era el poder de la iglesia que emanaba directamente de dios. Dios es lo absoluto, por tanto la garantía y legitimación del poder es total. Cuando nos quedamos sin esa legitimación tenemos que recuperar un poder fuerte si no queremos caer en el caos. Maquiavelo lo encuentra en el realismo político que justifica el poder absoluto del gobernante en el supuesto de que actúa por el bien común. El fundamento del poder no puede ir más allá del poder. Por eso el poder, para justificarse, no busca la reflexión, sino la acción.

            Hoy en día, aunque vivamos en democracia, y el poder político esté sometido a una serie de sistemas de control, se actúa también desde el principio del realismo. Y esto es así porque el realismo en política marca no sólo una forma de hacer política, sino un límite en la forma de hacer política que nunca puede ser perfecta, porque la condición humana no lo es. Ahora bien, lo que la democracia nos debe garantizar, pero la realmente existente no lo hace, es que no se produzca una escisión total entre ética y política. La ruptura total nos lleva al todo vale. Por eso hoy en día el pensamiento relativista está de moda porque se salta toda clase de ética y justifica todo tipo de acción. El poder sólo tiene que inventarse el bien común y los ciudadanos creérselo y convertirse en súbditos.

 

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