Blogia
Filosofía desde la trinchera

            03 de mayo de 2010

 

Actualidad del marxismo y el fin de la historia.

 

            El marxismo está anclado en el paradigma ilustrado de la idea de progreso. Así como también está anclado en el paradigma de las ciencias económicas que tiene como fondo esta idea de progreso. La idea de historia del marxismo es una perfecta secularización de la idea de la historia de la religión, como lo es toda buena utopía, por otro lado; a pesar de que el marxismo pretende ser científico. Pero el problema es que no puede haber una ciencia de la historia como la física. La historia y la economía son ciencias humanas. El marxismo sigue desvinculando el desarrollo económico, que al igual que el capitalismo los considera autónomos y separados del hombre y del sistema político, de los ciclos naturales. Por eso sigue creyendo en el crecimiento ilimitado. Además, este crecimiento económico, para Marx, va ligado a la liberación de la carga de trabajo del obrero. Esto es un fin éticamente respetable, pero no es real.

 

            Por otro lado, Marx, inspirado en la filosofía de Hegel, elabora una teoría de la historia lineal, con su principio y su final. La diferencia es que la historia de Marx es un desarrollo dialéctico de la materia (la infraestructura económica) que llevará a los antagonismos del sistema de producción capitalista, tras lo cual se producirá la revolución de los proletarios y, con ello, el fin de la lucha de clases y la llegada del estado comunista. Y aquí se acabaron las contradicciones y la injusticia social y la opresión del hombre por el hombre. Sería la emancipación definitiva del hombre oprimido y el fin del pensamiento. Porque el pensamiento para Marx es praxis revolucionaria que ayuda a tomar conciencia de nuestro estado de alienación o miseria y que nos anima, por tanto, a la revolución, tras la cuál, ya no tiene ningún sentido.

 

Éste, entre otros, es un error tremendo del marxismo. Pero, lo curioso, es que las teorías actuales del fin de la historia y la muerte de las ideologías tienen la misma base. Son también de origen hegeliano. La base es la misma una concepción lineal de la historia y la creencia acrítica en el progreso de la misma. Lo que sucede es que la contextualización hoy en día es distinta. Se proclama el fin de la historia y la muerte de las ideologías cuando confluyen dos factores. En primer lugar la caída del estado de bienestar y el resurgimiento del neoliberalismo desde los años setenta, tras la crisis del petróleo, que podemos considerar como la primera toma de conciencia de los límites del crecimiento. Y, en segundo lugar, la caída del muro de Berlín que representa el desmoronamiento del llamado socialismo real. Al caer éste, lo cual no supone la caída del marxismo, pero se identificó, lo que se siguió fue la idea de que sólo hay una ideología correcta: la que sustenta a las democracias neoliberales. Y si esto es así, solo existiría un pensamiento correcto. Y ésta es la teoría del pensamiento único. O lo que sería mejor, la muerte del pensamiento, porque éste necesita del diálogo para existir. Y esto es lo que hemos tenido hasta la crisis financiera del 2007, y lo que seguimos teniendo. Los partidos de la izquierda realmente existente, los que tienen capacidad de gobernar, no los de la izquierda real, ya habían renunciado al marxismo, pero tras la caída del muro de Berlín abrazan el neoliberalismo y el pensamiento único. De esto se sigue la paulatina derechización del mundo. No sólo se renuncia al marxismo, sino también a su fuerza ética y a su mensaje de justicia social. La izquierda se transforma en una derecha débil. Y, de esta manera, la derecha se hace cada vez más reaccionaria y el neoliberalismo triunfa por doquier lo que, a su vez, supone la muerte de la política a manos del poder económico. El estado ya no va a estar más que para resolverle los problemas al capitalista. Y ésta es la situación en la que nos encontramos. El triunfo de la ideología reaccionaria, el triunfo del mercado y del fuerte, la proliferación de la injusticia social, el enriquecimiento del más rico y la progresiva pauperización. Y, con ello, la persistente creencia en el crecimiento ilimitado con lo que ello conlleva para la supervivencia de la humanidad.

 

            Creo que existe una salida ideológica que se basa en la economía decreciente sostenible y que tiene, a la base, la recuperación del pensamiento ecológico, por un lado, (conciencia de los límites de la tierra y del crecimiento y vuelta a un ecocentrismo) y del socialista (redistribución de la riqueza y la intervención y regulación política y estatal del mercado económico) por otro. Lo que se ha llamado el ecosocialismo o el enfoque ecointegrador de la economía.

 

0 comentarios