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Filosofía desde la trinchera

04 de junio de 2010

 

Instantes. Jorge Luís Borges.

 

Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.

Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,
sólo de momentos; no te pierdas el ahora.

Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.

Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.

Pero ya ven, tengo 85 años...
y sé que me estoy muriendo.

 

 

            Esto si que es ser un sabio. A los 85 años, y muriéndose, todavía reconoce sus errores y volvería a empezar. Y esto último es ser vital. El problema es que la vida es un dejar. Toda elección, y eso suponiendo que sean elecciones, deja infinidad de mundos posibles en la cuneta de nuestra biografía para ser objeto de nuestra nostalgia. Borges decía que estaba más orgulloso de lo que había leído, que no fue poco, probablemente el hombre que más haya leído, que de lo que había escrito. Esta sentencia es demoledora en boca de Borges. Quién osa seguir escribiendo después de haber leído a Borges...o a cualquier otro clásico.

 

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