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Filosofía desde la trinchera

¿Qué es más noble para el alma, sufrir los golpes y las flechas de la injusta fortuna, o tomar las armas contra un mar de adversidades y oponiéndose a ella, encontrar el fin? Hamlet. Shakespeare. Éste es el dilema del ciudadano. Renunciar a la lucha y la acción para cambiar el mundo o asumir el destino. El problema es que no hay un destino marcado y fijado. La historia no tiene un sentido ni un significado. No hay leyes necesarias que la describan. No se puede predecir el futuro porque éste es siempre novedad. Claudicar ante la injusta fortuna es la resignación, la debilidad. No hay destino, aunque sí fortuna, accidente. Pero frente a la adversidad hay que crecerse heroicamente. Podemos renunciar al mundo y su vanidad y banalidad. Ésta es la opción del místico del que busca desprenderse del yo. Pero el que se conforma con la injusticia y la achaca al destino o la fortuna es participe de la ella. Los grandes genocidios de la historia no se hubiesen producido sin la connivencia de la población. El verdadero ciudadano lucha por enmendar las injusticias o, por lo menos, por desvelarlas y desenmascararlas, por salir del engaño, las apariencias y la esclavitud. Y esta tarea ennoblece su alma, como la ennoblece la retirada del místico; pero la intermedia es claudicar y consentir, envilece el alma.

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