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Filosofía desde la trinchera

Se nos puede pedir que seamos héroes, aunque no lo alcancemos. La heroicidad ética es una idea de nuestro deber ser, algo a lo que debemos aspirar y conducir nuestra acción. Y una de las características de esta heroicidad es no ser neutrales frente a la injusticia, al menos, desenmascarar los grandes engaños. Y, si hay que dar la cara frente al poder, por medio de las palabras, pues se hace. Y si es necesario la desobediencia civil, pues también. El infierno está lleno de neutrales porque en el fondo son conniventes con el poder. En las “democracias” como la nuestra tenemos la posibilidad de actuar, aunque pensemos que no es posible cambiar nada. Como decía mi amigo Jorge Riechmann, “cuando llego a un sitio y me dicen que no se puede hacer, entonces pienso que está todo por hacer.” La palabra, como vehículo del pensamiento, es un arma mortífera. Por eso a toda forma de poder le interesa un pensamiento homogéneo, plano y único.

 

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            Lo de la naturalización de la ética es algo que llevo pensado muchos años. Es largísimo… Pero sólo es necesario admitir, con todas las consecuencias, que somos animales sujetos a las leyes de la naturaleza. En ese sentido, las bases de la ética estarían marcadas por nuestra evolución en lo referente al comportamiento. Y la base de este comportamiento es que somos animales gregarios y tribales que se rigen por el principio del altruismo recíproco: “lo hago por ti para que tú lo hagas por mí.” Y esto es lo que garantiza la supervivencia. De esta manera toda ética, discurso moral, religión, etc, no son más que adaptaciones biológicas para la supervivencia de la especie. Y, si nos apuramos un poco más, para la supervivencia de los genes, que tienen 3.500 millones de años de antigüedad. Los genes son potencialmente inmortales, todas las especies e individuos son “máquinas de supervivencia” de estos genes. Todo esto es muy importante para la política, porque, igual que la ética, ésta, se basa en el antropocentrismo. Y una nueva política que pueda encarar los problemas mundiales que nos acechan tiene que ser ecocéntrica.

 

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            Ya estamos otra vez con el asunto de la libertad religiosa. Los curas y obispos se llevan las manos a la cabeza y claman al cielo pensado que vamos a desespiritualizar a occidente. La iglesia, como institución ha perdido el norte hace mucho tiempo, pero aún conservan, inexplicablemente, mucho poder. Es innegable que una de las raíces de occidente es el cristianismo. Pero, para que el cristianismo llegase a ser tal, tuvo que pasar por la filosofía griega y las religiones mistéricas. A su vez, toda la filosofía griega y sus religiones tienen sus antecedentes en Asia y África. Intentar identificar Europa con el cristianismo es falso. Es un mito de la identidad. Esto, a lo único que da lugar es a la confrontación. La ilustración, por medio del laicismo, resuelve este problema. En lo público no debe haber manifestación religiosa. El estado es aconfesional. Las religiones son privadas. Ahora bien, las religiones pueden entrar en el diálogo democrático aportando sus valores éticos, pero desde la relatividad de la democracia. Las religiones del libro no casan con la democracia porque todas pretenden ser universalmente verdaderas. Así, las propuestas del clero son un ataque frontal a una de las conquistas ético-políticas de la humanidad, que es la democracia basada en los valores de la tolerancia y el diálogo. La iglesia sostiene que fuera de la iglesia no hay salvación. Yo creo que hay que mirar más la ética de los evangelios y, junto con los teólogos de la liberación, sostengo que fuera de los pobres no hay salvación. Es el problema de la justicia social el que debe preocupar a la iglesia, no el de la dogmática, ni el de unos crucifijos acá o allá. La iglesia es la primera traidora a la verdad moral de los evangelios.

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