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Filosofía desde la trinchera

Acabo de leer una obra biográfica de Nicolás González sobre Nietzsche. Lleva como título “Nietzsche contra la democracia”. Es una obra excelentemente argumentada y documentada, abarca sólo dos décadas de la vida de Nietzsche. Su tesis principal es que toda la filosofía nietzscheana es de origen político, es todo un programa político. Esta tesis está en contra de todas las interpretaciones de Nietzsche que lo han intentado separar de su tiempo. Otra idea interesante es que a Nietzsche se lo ha identificado con el genio solitario que elabora toda su filosofía desde dentro. El autor bucea, y demuestra bien documentadamente, la actitud de lector compulsivo de Nietzsche, hasta el final de su vida consciente, incluso cuando la vista no le permitía más de dos o tres horas de lectura, se hacía leer por amigos y hermana y madre. Y en toda esta lectura (su vida nómada iba acompañada de 104 kilos de libros) encuentra el autor los autores que influyen en su pensamiento. Nietzsche está en contra del academicismo y no citaba, su estilo particular impide rastrear de forma clara y lineal sus influencias, eso es lo que ha confundido a la mayoría de los intérpretes del autor. Y como tercera tesis fundamental de la obra está la coincidencia del pensamiento político de Nietzsche con el de Platón, ambos son antidemócratas. Nietzsche siempre se ha contrapuesto a Platón, pero nuestro autor ve dos platones, el influenciado por Sócrates, el idealista y antecedente del cristianismo, y el político, el aristócrata, el defensor del estado dórico, la esparta militar y aristócrata como modelo de polis. Ahora bien, le veo un defecto a la obra, si bien es cierto que hay un Nietzsche político por debajo de toda su obra, en lo cual estoy de acuerdo, porque además todo pensamiento es una respuesta a la situación histórica en la que vive el autor, y Nietzsche, en este caso es una respuesta a la ilustración, la revolución burguesa, el surgimiento de los derechos humanos y de las democracias, hay una defensa de la democracia acrítica. Es decir, que el autor se identifica con la democracia acríticamente. En este sentido creo que hay una forma mejor, más provechosa de leer a Nietzsche, junto con Platón, Tocquevile y Ortega: como críticos de la democracia. Cuando digo críticos de la democracia, lo que quiero decir, es que nos pueden poner en guardia de los vicios en los que se puede caer en tal régimen. Defender la democracia a ultranza es un engaño. La democracia es un invento cultural, pero nuestras raíces biológicas coinciden más con el pensamiento aristócrata que con la igualdad. Somos, biológicamente, animales tribales y gregarios, la desigualdad es ontológica y responde al orden natural de la naturaleza. E, incluso, el hecho de que vivamos en democracia no elimina esto. No nos engañemos, en las democracias actuales sigue gobernando una élite. Nos parecemos más al estado platónico de lo que parece. Gobiernan los tecnócratas, el pueblo está entretenido y obedece, viviendo en un clima de aparente libertad. Los guardianes mantienen el orden mundial y vigilan al pueblo. Los gobernantes crean un lenguaje que seduce al pueblo, su opio de felicidad. Así que defender la democracia sin crítica alguna es autoengañarse.

 

            Lo que podemos aprender de Platón y de Nietzsche, es que la democracia es un gobierno de los ignorantes, de la mayoría. Porque la mayoría no son los doctos y porque al poder no les interesa que lo sean. De ahí el paulatino desinterés por el voto. El poder fomenta el individualismo, que a la postre no es más que la obediencia. Pero al poder le interesa la eliminación del pensamiento, por eso fomenta la mediocridad. Y los ámbitos de actuación son la propaganda por los medios de desinformación y por la educación. Por eso estos dos autores hicieron tanto hincapié en la propaganda, la retórica de los sofistas, en un caso, y los periódicos de la burguesía, los revolucionarios, los socialistas y demócratas, por otro; y, la educación. Ambos autores hicieron una crítica tremenda a la educación como vehículo de mediocridad y uniformización del pensamiento, y propusieron el ideal de una educación meritocrática, aristócrata y elitista.

 

            A mi modo de ver las críticas a la democracia de Platón y Nietzsche, de las que se hacen eco Tocqueville y Ortega, son irrefutables. Pero ello no implica la defensa de un estado totalitario genocida y etnocida, como ambos autores defendían. Por mi parte, considero que hay que salvaguardar la democracia formal o procedimental que conlleva la libertad de expresión de los ciudadanos, la igualdad de oportunidades, no ontológica, y la igualdad de todos ante la ley. Y la posibilidad de cambiar al gobierno, de forma no violenta, por una votación. Ahora bien, una democracia de este carácter, que es la mínima que se despacha, aunque es una gran conquista, también es una falsificación por lo que hemos dicho antes: mediocracia, gobierno de los expertos, engaño del poder… todo ello nos lleva a que la democracia, como única forma de gobierno perfectible, puede ser profundizada. Aquí estoy con los republicanos y con Aranguren, la democracia no es sólo formal, con una serie de instituciones que la protejan, sino una forma de vida. Pero el problema es que soy un poco escéptico en la capacidad que tienen los ciudadanos de asumir como ideal de vida la democracia. Permítaseme la duda. De muestra un botón, pocos se manifestaron por la congelación de sueldos y de pensiones y con la reforma laboral, pero las manifestaciones por la victoria de España en el mundial, que está muy bien, duraron una semana. Disculpen, pero estos ciudadanos no son ciudadanos comprometidos, los engañan y se autoengañan. Meten la cabeza debajo del ala y obedecen sumisos y toman su “soma” diario delante de las pantallas de la televisión y de Internet. Pero siempre nos queda la esperanza de la metamorfosis global. O, acaso, Platón y Nietzsche tenían razón, y en definitiva el hombre necesita ser gobernado por alguien superior. Si esto es así, al menos las democracias formales son totalitarismos débiles soportables, eso sí, para los que vivimos en ellas, pero el resto del mundo, al cual parasitamos para seguir nuestro desbocado nivel de vida, no pensaría como nosotros…

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