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Filosofía desde la trinchera

Vargas Llosa, Popper y el neoliberalismo.

 

            He sentido una gran alegría cuándo he conocido a quién se le otorgaba este año el premio Nobel de literatura. Me siento orgulloso de haber leído a este autor. Su prosa es magnífica y, en algunos momentos, sublime, sin dejar de tener un compromiso político que se dirige contra la opresión, los totalitarismos y la consecución de la libertad como el mayor valor humano. He leído a Vargas llosa, tanto en su obra literaria, como en su ensayo. Estos últimos, aunque, en muchos casos, ando en profundo desacuerdo con él, son demoledores, clarividentes y con un profundo compromiso por la libertad humana no exentos de una excelsa valentía.

 

            Pero mi desacuerdo viene de fondo. Dice el flamante Nobel, que la lectura de Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, lo transformó absolutamente. Algo parecido me ocurrió a mi, primero con su obra epistemológica-cosmológica y luego con la obra ético-política. La lectura y el estudio sosegado de la obra de Popper ha sido parte fundamental de mi construcción intelectual y espiritual. Pero, siento discrepar, en mí ha tenido consecuencias muy distintas las ideas y críticas popperianas que en Vargas Llosa. Para el Nobel le hizo renunciar a la izquierda y considerar que toda ella estaba montada sobre un engaño y que su praxis se transformaba en totalitarismo. Consideró que toda la izquierda era utópica y, por ello, totalitaria, pero se equivocaba. Por ello no le quedó más opción que la defensa del liberalismo, pero aquí erró. Porque el liberalismo que defendió no era tal, sino el neoliberalismo, una especie de ideología, pensamiento único, religión, utopía, que nos remitía a lo que, precisamente, Popper denuncia en su obra, el totalitarismo. Las democracias liberales, presentadas como la única alternativa política real, apoyadas, a su vez, en la doctrina del libre mercado, no son más que una visión de la historia determinista, que anula la libertad humana y el pensamiento. Precisamente todo aquello que Popper defendía. El filósofo vienés, escribe La sociedad abierta y sus enemigos como su contribución a la segunda guerra mundial. Lo que defiende es la libertad humana. Y para ello desmonta el pensamiento utópico de occidente, que tiene sus pilares en Platón, Hegel y Marx. Todas las utopías que se han dado en la historia son variaciones sobre los mismos. Pero lo característico de estos pensamientos utópicos es que consideran que la historia viene determinada por leyes. Y si conocemos las leyes podemos hacer una ingeniería social para llegar cuanto antes a la sociedad utópica prometida. Pero para ello hay que fundar un estado absoluto y es necesario eliminar al individuo, la persona. La historia, su designio, está por encima de ellos. Y, por supuesto, hay que eliminar al disidente. La historia de la humanidad, y el siglo XX en particular, está plagada de las consecuencias del pensamiento utópico. Ahora bien, lo que sucede es que el neoliberalismo en el que se instala Vargas Llosa, es un tipo de pensamiento que cumple con las características del que hemos analizado antes. Los neoliberales creen que la historia está sujeta a las leyes del mercado expresadas por la ciencia de la economía. El hombre carece de importancia y de dignidad, es mercancía, la libertad es apariencia, es sólo el nombre que se la da al mercado: libertad de mercado. Algo absurdo, como decía Popper, todo mercado está regulado. Una libertad absoluta del mercado es una contradicción. Y una determinación del mercado –y los que lo manejan- sobre la política y los ciudadanos es una forma de totalitarismo. Pensar que el desarrollo de la sociedad deviene por las propias leyes del mercado y que éste resolverá, por sí mismo, la injusticia social y nos llevará a una sociedad igualitaria y libre, no es más que pensamiento utópico y, como tal, el germen del totalitarismo. Y por eso hoy estamos asistiendo al inicio de un fascismo del mercado que pretende anular al poder político y, con él, al individuo. Vargas Llosa cae en la contradicción de defender la libertad individual y la libertad del mercado. No ha entendido bien la crítica de Popper al pensamiento utópico y ha pensado que todo pensamiento utópico es el de izquierda o el derivado de Marx. Comparto la defensa de la libertad como el mayor valor, pero ésta ha de darse desde la igualdad, la isonomía que decían los griegos. La supuesta libertad del mercado produce desigualdad y anula la dignidad de la persona convirtiendo a ésta en mera mercancía, producto de consumo y autoconsumo. En historia no hay leyes absolutas que determinen el desarrollo de la sociedad, hay tendencias. No hay progreso garantizado, sin el esfuerzo particular de los individuos y las instituciones. Todo lo conquistado en el ámbito de la política y la ética se puede venir abajo. Y la mejor manera es, como hace Vargas Llosa, la defensa de un pensamiento único, como es el neoliberalismo.

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