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Filosofía desde la trinchera

La evolución no para nunca. El ser humano no es nada especial. Vamos a ver. Desde la teoría puntual de la evolución puede haber un estado de equilibrio en el que no hay evolución. El error viene de la idea filosófica que subyace a la teoría sintética de la evolución, que consiste en pensar que hay un progreso en la evolución. La evolución, ni es progresiva, ni constante, ni tiene un sentido y, menos, una finalidad. Todas las especies existentes están perfectamente adaptadas, hasta que desaparecen por inadaptación al cambiar el medio. Pero otro error, que viene de la teoría ortodoxa, es la separación radical entres ser y medio. Todo ser vivo transforma el medio. Si no hubiese sido así, por poner un ejemplo extremo, no habría aparecido el oxígeno en la atmósfera debido a las cianobacterias, lo cual le acarrearía su propia destrucción. El hombre transforma el medio, efectivamente, pero, no puede exceder el medio. La cultura, todo aquello que excede la naturaleza, pero que procede de ella, es nuestra forma de adaptación al medio que conlleva, como en todos los seres vivos, una transformación a nuestro favor de ese medio. Las relaciones entre los seres vivos crean y producen el medio, éste debe ser incluido dentro de la evolución. Cuando hay un equilibrio, las relaciones son de simbiosis, ahora bien, puede ocurrir que las relaciones sean parasitarias. En tal caso se puede terminar con el huésped o éste, con el parásito. En el cado del homo sapiens es esto último lo que puede ocurrir. El hombre no puede acabar con la biosfera, ni aunque se lo proponga, como dice Margulis.

 

            Por otro lado, decir, que el hombre no es ninguna especie definitiva. Esto conlleva un sentido finalista de la evolución, un sustrato teológico-filosófico. El hombre es una especie más, que está aquí como resultado del azar y la necesidad y, su fin, depende de esas mismas leyes. Soy más partidario del equilibrio puntuado que del neodarwinismo, por los problemas filosóficos y científicos que se le plantean a éste. Los cambios siguen existiendo, pero hay que tener en cuenta que los cambios, por ejemplo, en el cerebro no tienen que tener un aspecto morfológico. Por ejemplo, existe una tesis, la de los monstruos comportamentales, según la cual, un cambio adaptativo tiene que ver con la conducta, con la forma de actuar del ser vivo. En tal caso, podemos entender a los superdotados como avanzadillas de la evolución. Siempre, por supuesto, teniendo en cuenta que no hay ni tendencia ni sentido.

 

            Por otro lado, hay que hacer notar también, que en el homo sapiens hay que contar con lo que podemos llamar tecnoevolución. Nuestro conocimiento científico está sirviendo para transformarnos. Hay dos vías abiertas que se retroalimentan: la cibernética con la cual se podrán incrementar nuestras capacidades generando ciborgs, organismos biológicos y cibernéticos (simplemente tener un marcapasos es el inicio de un ciborg) y, por otro lado, la ingeniería genética en sus dos aplicaciones. Una eliminar desde el inicio las malformaciones y enfermedades de origen genético y, por otro, la potencialización de nuestras facultades y defensas. Todo esto abre un nuevo camino de la evolución humana. Ahora bien, en este caso sí seria finalista, porque estaría dirigida por las intenciones del hombre. Y aquí es donde podría surgir un debate ético-político.

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