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Filosofía desde la trinchera

Estimada Judit, quizás tenga usted razón, y todo sea cuestión de terminología. Pero yo no lo creo así. Los psicólogos y pedagogos han creído encontrar en la noción de inteligencia emocional una panacea para la educación. Yo, lo que he dicho es que lo de la inteligencia emocional es una cosa sabida y aplicada desde siempre e, insisto, no ha sido refutado. Cuando usted dice que no existen programas de educación emocional o psicoafectiva, que me da igual, en las escuelas, pues, probablmente esté en lo cierto. Pero ese no es el problema del fracaso educativo. Sino que éste tiene un origen político. Y no sé porqué usted me dice continuamente que no hago mención de la política, si es lo único que he hecho realmente en este blog desde el principio. La raíz del problema es política, pero se apoya en una pseudociencia que es la psicopedagía. Y la base de ésta se encuentra en ciertos modelos científicos que son obsoletos y en ciertas epistemologías caducas. Y esto ya se ha analizado aquí, como le dije, pormenorizadamente. Puede que como dice usted coincidamos en los males, pero no en los remedios. No creo que una educación psicoafectiva solucione nada. Primero, cambiemos la ley, después, el modelo psicopedagógico en el que se apoya y, más tarde, ya hablaremos. Es más, su propuesta no es otra cosa que añadir, más de lo mismo, de lo que ya tenemos con el asunto de la dinamización, motivación y demás. Mi apuesta, como le digo, tiene que ver con la virtud y ésta, insisto, es fuerza y se consigue por medio del esfuerzo, el ejercicio y la autoridad. Todo ello, con una base emocional, sintiente, psicoafectiva, lo que sea, pero es imposible abandonar la autoridad, la disciplina y el conocimiento y todo ello desde la perspectiva del texto de Aristóteles que le cité. Y sí hay una discrepancia importante aquí, igual que hay un desconocimiento absoluto, por su parte, y no es retórica filosófica, como usted dice, de nuestra tradición occidental. Tradición que ha dado lugar a la ciencia, la técnica, el arte, la jurisprudencia, la ética, la política, la filosofía, la democracia y los totalitarismos. Entender esta tradición es entendernos a nosotros mismos. Ser críticos con ella, aprender de ella, reconocerla en nuestra actualidad. No se descubren mediterráneos tan fácilmente, casi no hay nada nuevo bajo el sol. Cuando uno estudia su tradición, en nuestro caso una tradición con tintes universales, se da cuenta de donde vive y desenmascara la ingenuidad juvenil, cosa que le ocurre a la psicopedagogía, que se cree descubrir mundos ya archiconocidos. Disculpe, pero creo que eso de la educación emocional no es más que otra muestra del pensamiento débil posmoderno. Por cierto, esto del pensamiento débil es filosofía, muy mala, eso sí, y muy peligrosa, pero omnipresente, y hay que conocerla para saber donde hunden sus raíces nuestras ideas, valores y programas políticos. Y eso es lo que pretendemos hacer, desenmascarar las apariencias. Y como todo pensamiento débil, la educación emocional no es más que darnos gato por liebre.

 

            Y, por último, insisto en lo de la política. Al poder le interesa la sumisión, de ahí el sistema de enseñanza que tenemos y de ahí que todo poder político y económico se preocupe por él. La preocupación fundamental del poder es la de la adaptabilidad y eso es lo que se pretende con la actual ley. Y, si por una desgracia, se pone en marcha eso de la educación emocional, no será para buscar la virtud y la excelencia, sino para clonar. Y los alumnos, futuros “ciudadanos” se comportarán obedientes y sumisos y se adaptarán perfectamente al mundo que se les ofrece que no es más que el desierto de lo real. Creo que coincidimos en las metas, pero discrepamos en los análisis y los caminos. Un saludo y gracias por su atención.

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