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Filosofía desde la trinchera

Saramago. In Memoriam.

Por Juan Pedro Viñuela

 

En este 2010 ha fallecido el insigne escritor portugués y Nobel de literatura, José Saramago. Sirvan estas breves palabras y algunos de sus pensamientos como recordatorio del que fue un escritor que nunca separó, pues no puede ser de otro modo, la estética de la ética. Un escritor comprometido con la humanidad. Un hombre pesimista sobre la condición humana, pero lleno de vitalidad y esperanza. Saramago es el ejemplo de intelectual que aún puede sobrevivir en nuestro tiempo. Cuando se dice, interesadamente, porque se pretende mantener el relativismo posmoderno, la comodidad, la indiferencia y la falta de sensibilidad, que los intelectuales han dejado de tener un lugar en el mundo. No es cierto, y la muerte de Saramago es un ejemplo de la pérdida de un intelectual. Un hombre de ideas y sentimientos. Un hombre de compromiso universal. Su horizonte es la humanidad y su meta la justicia social. Un hombre que no está subordinado a ningún tipo de poder, que es crítico con el poder en cuanto tal. Un pensador y artista que pretende cambiar el mundo con sus palabras. Que las palabras, piensa, tienen un sentido revolucionario. Y que la revolución es un pequeño cambio y que empieza por la toma de conciencia. Saramago es todo esto y mucho más. Por eso es un intelectual. Un hombre incómodo para el poder. Un hombre, coherente y consistente. Sin medias tintas, ni tibiezas. Un hombre que se arriesgaba con sus palabras, que, incluso, pudiendo estar equivocado, a veces, pero siempre abierto al aprender. Un hombre de sorprendente imaginación y creatividad que las pone al servicio de la humanidad. Porque el artista, el intelectual, digo yo, se debe al pueblo. No es el pueblo el que le debe a él. Su sentido y su existencia están abocados a la humanidad. La actividad intelectual y artística, cuando pierde este norte se convierte en narcisista, en vanidad de vanidades y, en última instancia, en bagatelas.

 

            Saramago nos sorprendió con sus grandes noveleas, con sus ensayos y declaraciones. Con su compromiso político inquebrantable. Muestra de una honestidad y honradez fuera de toda duda. Cuando todos huyen, Saramago se mantiene en pie, incombustible, haciendo gala de una entereza radical. Sigue siendo comunista, cuando cae el muro de Berlín, y veinte años después. Cuando toda la izquierda cobarde ha dimitido. Saramago supo aunar la impronta ética del marxismo, su ideal de justicia, libertad e igualdad, con los ideales éticos de la democracia. Y son esos ideales, que proceden de una izquierda radical, no extrema, que eso es otra cosa, los que le permiten criticar la democracia realmente existente. Una democracia que no es más que una fantasmada, una ceguera, como nos viene a decir en Ensayo sobre la ceguera. Una farsa en la que los políticos engañan al pueblo, mientras bailan al son de los mercados. Por eso, el intelectual es una voz crítica, una voz ética, dirigida a la conciencia del pueblo. Una voz que intenta desenmascarar los engaños del poder. Saramago sabe todo esto. Y sabe que la democracia ha perdido sus valores éticos que proceden de la ilustración, que el único valor es el del dinero y el éxito, la lucha egoísta de todos contra todos. Pero, al no renunciar al discurso de izquierda radical, a su impronta ética, aquel legado del Manifiesto comunista de Marx, revitaliza la democracia con esos ideales éticos que la izquierda realmente existente, al claudicar frente al neoliberalismo y al pensamiento único, han tirado por la borda.

 

            Su discurso se dirige contra los mitos que el poder ha ido formando para dominar al pueblo, ya sean religiosos o políticos. Su crítica a la religión es inmisericorde, como lo es a la política. No debemos olvidar esa magnífica obra que es el Evangelio según Jesucristo, en el que se nos muestra a un Jesús de Nazaret humano, demasiado humano. Una obra que desmitifica al cristianismo, pero que acerca a la humanidad. Jesús deja de ser un mito y se hace humano. Lo importante es la ética, no la dogmática. Igual sucede en su penúltima obra, Caín: una burla irónica de la verdad de las escrituras.

 

            Mi primer encuentro con Saramago fue a través de Ensayo sobre la ceguera. Lo leí casi de un tirón. Y me dejó literalmente obnubilado. La impresión que dejó en mi alma fue para siempre. A partir de ahí me fui haciendo con su obra anterior y fui siguiendo sus nuevas publicaciones con puntualidad, hasta la última, El viaje del elefante. Todos sus escritos son grandes metáforas de la realidad social y humana. Son historias que van más allá de la trama, pretenden señalar hacia algo. Y hacia ese algo al que apuntan es donde encontramos su mirada ética y política de la realidad humana. Ensayo sobre la ceguera es una construcción que viene a simbolizar la ceguera paulatina de la población. Una ceguera sin causa que se va contagiando a todo el mundo. Es la ignorancia del pueblo frente al poder. Pero es también su impotencia. Como contrapunto escribe, pasados unos años y con diversas obras de por medio, como La caverna, La balsa de piedra, Ensayo sobre la lucidez. En esta última, de repente el pueblo reconquista la lucidez, se enfrenta al poder, pero el poder lo sitia. El final es dramático, sino trágico. El pesimismo de Saramago sobre el mundo en el que vivimos se hace notar. Aunque él no deje de luchar porque podamos construir un mundo mejor. Sería necesario alcanzar una masa crítica para poderse enfrentar al poder y producir algún cambio. Pero si la inmensa mayoría vive instalada en la ceguera que el poder ha creado para ellos, la salida es imposible. La injusticia se irá extendiendo frente a la ceguera de la población. Iremos admitiendo, sin ver, el totalitarismo que desde, la así llamada democracia, se nos impone. La caverna es una obra también apasionante. Precisamente éste lugar viene simbolizado por una gran ciudad hipermoderna, en la que tenemos todo, pero de la que somos esclavos. Una ciudad como un gran centro comercial. La libertad está fuera, en no depender en nada de esto. Pero el sentido de la historia es la eliminación del mundo exterior. Es como si nos adentrásemos por nuestro propio pie y voluntad, en la caverna. El engaño está consumado. El progreso de la humanidad fagocita otras formas de existencia, como le pasa al protagonista de esta obra. En fin, una crítica al progreso y la tecnobarbarie, ese nuevo mito de la modernidad. La obra de Saramago es imprescindible para entender este mundo en el que vivimos. Una obra hecha desde la estética, la mejor estética, pero sin perder de vista la ética, lo que debe ser un intelectual. Una obra comprometida y en diálogo con el poder. Un pensamiento dirigido contra los mitos, contra la vanidad humana, contra las miserias más humanas, pero que nos hacen humanos. Una escritura, la de Saramago, puntillista y puntillosa. Excelsa y excelente, en una palabra.

 

Pensamientos.

 

En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros. Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en Dios, no lo necesito y además soy buena persona

 

Para qué sirve el arrepentimiento, si eso no borra nada de lo que ha pasado. El arrepentimiento mejor, es sencillamente cambiar

 

Sólo si nos detenemos a pensar en las pequeñas cosas llegaremos a comprender las grandes

 

He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro

 

El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir

 

Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir.

 

Si las conociéramos, las cosas del cielo tendrían otros nombres.

 

La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva.

 

Sí, soy pesimista, pero yo no tengo la culpa de que la realidad sea la que es.

 

Me gustaría escribir un libro feliz; yo tengo todos los elementos para ser un hombre feliz; pero sencillamente no puedo. Sin embargo hay una cosa que sí me hace feliz, y es decir lo que pienso.

 

No encontró respuesta, las respuestas no llegan siempre cuando uno las necesita, muchas veces ocurre que quedarse esperando es la única respuesta posible.

 

El éxito a toda costa nos hace peor que animales.

 

Antes nos gustaba decir que la derecha era estúpida, pero hoy día no conozco nada más estúpido que la izquierda.

 

El bien y el mal no existen en si mismos, y cada uno de ellos es sólo la ausencia del otro.

 

Es mentira que el Nobel sirva para fomentar la literatura del país al que pertenece el galardonado. Para lo único que vale es para engrosar la cuenta corriente del autor.

 

La vejez empieza cuando se pierde la curiosidad.

 

Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran.

 

Cuanto más te disfraces más te parecerás a ti mismo.

 

La mejor manera de defender los secretos propios es respetando los ajenos.

 

El tiempo no es una cuerda que se pueda medir nudo a nudo, el tiempo es una superficie oblicua y ondulante que sólo la memoria es capaz de hacer que se mueva y aproxime.

El viaje no termina jamás. Solo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración... El objetivo de un viaje es solo el inicio de otro viaje.

Las tres enfermedades del hombre actual son la incomunicación, la revolución tecnológica y su vida centrada en su triunfo personal.

Soy un comunista hormonal.

El poder lo contamina todo, es tóxico. Es posible mantener la pureza de los principios mientras estás alejado del poder. Pero necesitamos llegar al poder para poner en práctica nuestras convicciones. Y ahí la cosa se derrumba, cuando nuestras convicciones se enturbian con la suciedad del poder.

¿Qué clase de mundo es éste que puede mandar máquinas a Marte y no hace nada para detener el asesinato de un ser humano?

Es un bosque que navega y se balancea sobre las olas, un bosque en donde, sin saberse cómo, comenzaron a cantar pájaros, debían de estar escondidos por ahí y de repente decidieron salir a la luz, tal vez porque la cosecha ya esté madura y es la hora de la siega...

Ahora, no hay duda de que la búsqueda incondicional del triunfo personal implica la soledad profunda. Esa soledad del agua que no se mueve.

El nombre que tenemos sustituye lo que somos: no sabemos nada del otro.

Dentro de nosotros existe algo que no tiene nombre y eso es lo que realmente somos

 

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