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Filosofía desde la trinchera

Es muy importante el dilema que planteas. Lo cierto es que, como sucede en ética y política, es un dilema, no un problema. En la ciencia tenemos problemas, y estos se resuelven. Pero en filosofía práctica nos encontramos con dilemas y estos no tienen solución definitiva. Pero aventuremos una que tenga una justificación pragmático histórica. Tanto los estados-nación, como los nacionalismos, son construcciones históricas. Su sustrato es una ideología en la que sus habitantes creen. La nación española es un invento, como lo es la catalana. Ahora bien. Los nacionalismos cerrados o excluyentes son aquellos que anulan al individuo. El hombre es un animal social, es en tanto que vive en sociedad. Pero su realidad es la kantiana, la sociable insociabilidad. Eso quiere decir, que hay un resquicio para la individualidad que se expresa en términos de autonomía y libertad, pensar y actuar por uno mismo. Toda ideología que anule al individuo y su autonomía es una forma de totalitarismo. Así podemos aceptar los ideales nacionalistas identitarios sólo en tanto formas ideológico-culturales de identificación e integración, siempre y cuando el individuo decida por encima de esos ideales. El ser humano se hace y se construye en sociedad, pero su valor está por encima de los ideales nacionales. Esa es una de las lecciones aprendidas de la ilustración y de su mayor representante, Kant. Pero eso el filósofo de Könisberg, pensaba en la idea de una sociedad cosmopolita de repúblicas libres. El ideal cosmopolita está asociado a la libertad de los individuos, el de república, a la pertenencia a un pueblo, estado o nación, la libertad liga, por un lado la libertad de los estados, sociedades abiertas, que diríamos hoy en día, y la libertad de cada uno que es en lo que reside su dignidad. De esta forma, lo único que se mantienen como fin en sí mismo, que es la base de la ética, es la persona. Las ideas de nación, no son fines en sí mismo. Si las consideramos así, nos adentramos en el fascismo-totalitarismo, ése fue e error del siglo XIX, en el que calló incluso el marxismo, a pesar de su lucha por la libertad de los oprimidos. Ésa es una de sus paradojas.

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