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Filosofía desde la trinchera

15 M y la democracia.

 

            El movimiento de los indignados del 15 M ha sido un revulsivo para nuestras anquilosadas democracias. Independientemente de lo que tengan de ingenuo y de utópico y de mezcolanza de ideología, creo que su mensaje es claro y diáfano. Nuestro sistema democrático está podrido, se ha vuelto perverso, no es representativo. Discutía con Savater precisamente este último asunto. Él mantenía que eso de que no nos representan es una tontería, pues claro que nos representan, decía. Y es cierto, pero no del todo. Nos representan porque no hay otra opción política, porque los partidos mayoritarios y los nacionalistas han secuestrado la pluralidad política y con ello la pluralidad de alternativas políticas. Esto, por un lado, como nuestras democracias son representativas y las representaciones se hacen por medio de los partidos y estos se constituyen por listas cerradas que se forman por endogamia y existe la obediencia al partido, pues de todo ello resulta que los partidos no representan a los ciudadanos, como debe ser en democracia, sino que se representan a sí mismo. De ahí que no sea democracia nuestra forma de gobierno, sino partitocracia, algo muy alejado del ideal democrático. Y no digo yo que las democracias no tengan que ser representativas, por su puesto, una democracia asamblearia es un absurdo, además de un imposible. Pero sí es posible una representatividad de la voluntad política del pueblo desde la república así como una participación del ciudadano desde la propia virtud pública y la ejemplaridad de los ciudadanos. También se dice que y se reclama desde este movimiento que se quiere una democracia real ya. Efectivamente, la consigna es una contradicción. Pero hay que saber leer entre líneas. Realmente vivimos en una democracia real, la realmente existente. Ahora bien, este modelo de democracia es insuficiente y hace aguas por todos lados, para empezar porque no representa al pueblo, fomenta la corrupción, no insta a la libertad política, por el contrario, la secuestra en el bipartidismo, el poder político ha claudicado voluntariamente al poder del capital. Ellos han sido los que han dado alas desde sus ideologías neoliberales a la creación de burbujas que al final han estallado en nuestras narices llevándose por delante al más débil…y lo que nos queda por andar.

 

            El movimiento 15M no es un movimiento revolucionario. Es un movimiento que tiene su base social fundamentalmente en jóvenes bien preparados y sin futuro, en jóvenes y menos jóvenes parados que tienen el futuro tremendamente negro. En pensionistas y futuros pensionistas que ven amenazado el futuro por el que han trabajado toda la vida. Confundir el 15M con una revolución es absurdo y tendencioso. Es, como siempre, querer demonizar al movimiento. También se les achaca que quieren terminar con el sistema fomentando la abstención (de esto hablaré después), pues no, los que han dinamitado el sistema han sido los partidos políticos, su ineficacia, su apoyo al gran capital, no olvidemos que sus ideologías inflaron las burbujas mentales que después aprovecharían los grandes inversores y especuladores. Son culpables de la corrupción del sistema, como lo son los ciudadanos, que ciegos ante lo que ocurre, sumidos en el divertimiento, en el pan y el circo del egoísmo hedonista  los han seguido votando durante décadas, y, ahora, ¿qué?

 

            El sentimiento que subyace al movimiento del 15M es un sentimiento generalizado, el de la indignación. Tal sentimiento procede del hecho de no soportar el mal que el otro hace a sabiendas y que atenta contra el bienestar y la dignidad de los ciudadanos. La indignación procede del sentimiento que un ser honrado siente ante el sin vergüenza, ante aquel que carece de ética, que actúa por propio interés, no por el de la polis. Pequeñas dosis de indignación son posibles de aguantar, porque son hasta comprensibles. Las situaciones que rodean a cada hombre determinan en mucho su comportamiento. Pero la indignación surge como un resorte, en el hombre éticamente sano, cuando se da cuenta de que el poder actúa a sus espaldas, que se burla de él, que actúa para su propio beneficio, que, en definitiva, atenta contra la dignidad de los ciudadanos. Ahora bien, esta indignación no puede llegar a la ira y la cólera porque entonces se transforma en una pasión destructiva. La indignación debe ser el sentimiento que nos lleve a la acción a través de la reacción. La indignación nos hace tomar conciencia de nuestro estado de instrumentos, de la falaz democracia en la que estamos instalados, del gran engaño que se urde sobre nuestras mentes. El 15 M ha despertado todo esto es decir nos ha ayudado a tomar conciencia de que el orden social establecido no es el mejor posible, es más que está corrupto y pervertido. Pero el movimiento de los indignados, que debería ser el de toda la ciudadanía, por muy plural que fuese, no es, como decía un movimiento revolucionario, sino un movimiento continuista. Es decir, reclaman lo que supuestamente tenemos, democracia, y las armas que utilizan son las de la democracia: concentraciones, manifestaciones y diálogo. Es un movimiento totalmente socializado, nada contestatario, yo diría acomodado en la medida en la que son los hijos de ciudadanos acomodados y han aprendido su valores. Y, lo que reclaman no es ni más ni menos, que vivir como sus padres, tanto desde el punto de vista político como económico.

 

            Efectivamente, la democracia representativa es la democracia real, pero no es la verdadera democracia. También hay que decir que no existe una democracia verdadera, porque ésta es siempre inacabada y perfectible. Pero creo que sería necesario ir un poco a los orígenes para entender algo más sobre la democracia. La democracia que surge en Grecia tiene varias características. En primer lugar la isonomía que significa la igualdad ante la ley. La democracia supone que el hombre libre es dueño de sí mismo y puede por ello darse a sí mismo la ley. Pues la democracia consiste en que el pueblo, como libre se da a sí mismo la ley y que todos están bajo el imperio de la misma, en este sentido son iguales. Pero no es esto lo que ocurre en nuestras democracias. No hay igualdad ante la ley, sólo en el papel…esto crea un gran malestar e indignación entre los ciudadanos. Otra característica de la democracia originaria es lo que se llamó isegoría, todo el mundo tiene el derecho de poder hacer un uso público de su palabra en el ágora. Es lo que modernamente llamamos libertad de expresión. Pues bien, no hay isegoría. Y esto es así porque resulta que la libertad de expresión se ha convertido hoy en día en libertad de decir lo que uno quiera pero que no será escuchado por nadie. Es decir, que hay libertad de expresión, pero está vacía, pero lo que no hay es libertad política y esto último es debido al sistema de representación que tenemos. En lo que los indignados han dejado de tener confianza es  en las instituciones que salvaguardan la misma democracia. Los partidos políticos son máquinas de conquistar y preservar el poder, no de representación del demos. De tal manera que los partidos políticos, de ahí la tendencia al bipartidismo, con el agravante en nuestro caso, de los partidos nacionalistas que obtienen representación en el parlamento del estado, han absorbido la libertad política. Y esto es así porque la alternativa que plantean es prácticamente la misma. Lo que cambia es un poco la forma. De ahí el clamor de los indignados de que no nos representan, efectivamente, se representan a ellos mismos. La clase política se ha constituido en una casta, al transformarse en una profesión de la que vivir. El pueblo ya no confía en el político porque éste se ha hecho profesional y se ha alejado del pueblo. Y por ello reclaman que los políticos son ellos, los ciudadanos. No en vano en griego político era el habitante de la polis, todo hombre libre con posibilidad de dirigirse y tomar decisiones en la asamblea. Por otro lado, los medios de comunicación de masas se han convertido en medios de propagando y de creación de opinión. Pero no hay que olvidar que estos ya no son un cuarto poder que se pueda enfrentar a los otros tres. No, ya están comprados por el poder económico y político, tienen dueño. Y si los medios de comunicación de masas son los que crean la opinión mayoritaria de la ciudadanía, simplemente, no hay libertad de opinión, lo que hay es repetición como un papapgalo amaestrado.

 

            La situación de crisis Terminal en la que nos encontramos, la quiebra del capitalismo global, la necesidad de un cambio de paradigma económico y político exigen un cambio de las viejas formas. La democracia tal y como la conoemos hoy en día ha fracasado, está en manos de los mercados. O bien salvamos la democracia por la vía del republicanismo y la ejemplaridad pública, asociada a una política del decrecimiento o, por el contrario, nos asomamos a la barbarie del dominio de los mercados y el fin de la política. Es el dominio de los mercados unido, por su puesto, al dominio militar que pueda custodiar los escasos recursos. El panorama es sombrío. Creo, por mi parte, que desde la indignación de todos los ciudadanos, sólo una abstención masiva daría lugar a la posibilidad in extremis de un replanteamiento de la democracia, no sólo a nivel estatal sino mundial.

 

 

                                   Juan Pedro Viñuela.

 

                                   05 de octubre de 2011

 

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