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Filosofía desde la trinchera

Está bien, pero, para ser más exactos, la esperanza es una virtud teologal y el optimismo un estado de ánimo debido a la interacción de nuestro carácter y temperamento. Por tanto, ni la esperanza (don divino), ni el optimismo dependen de nuestra voluntad. De ahí que la felicidad, como vengo manteniendo desde hace muchos años (entendiendo felicidad por satisfacción, alegría de vivir, no algo más profundo, que lo es), es algo muy accidental y que depende mucho de nuestra lotería genética y de las circunstancias. En este estrecho margen se mueve la libertad o voluntad, que cosiste en estar por encima de las circunstancias. El hecho de que ya no se suela ser creyente no excluye lo de la virtud teologal. ¿Por qué? Porque la esperanza es una creencia cuyo mecanismo biológico adaptativo es el engaño. No podemos tener esperanza ante lo desconocido, eso es creencia, por eso, los sabios cristianos llamaron a la esperanza virtud teologal, algo que dios puede o no darte.
    Frente a esto lo que nos queda es la libertad y la dignidad de la conciencia de seres limitados, pero con capacidad de superación y que a pesar de conocer que somos limitados no conocemos los nuestros. Por eso la dignidad y la capacidad de lucha son fundamentales. De ahí lo de las circunstancias. Yo soy yo y mis circunstancias, si no salvo a éstas no me salvo a mí mismo. Y es en esto último donde está la libertad y la dignidad que son caras de una misma moneda. Y esta libertad y dignidad son las que salvaguardan nuestra vida y nuestra muerte. Dan sentido a la existencia.

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