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Filosofía desde la trinchera

¿Todo se va al garete?

Más o menos. A menos que se produzca una tercera revolución industrial como defienden algunos autores (Rifkin). Pero, aunque así fuese, que la humanidad se salve, ello no implica que la miseria, la guerra, el hambre y los genocidios por los recursos, mientras tanto, se darán. De hecho se están dando hace tiempo. Además, esa es la historia de la humanidad. El ángel de la historia (Poul Klee) mira espantado los cadáveres que el progreso ha ido dejando en las cunetas. (En la introducción a mi “Una mirada ética al progreso y la tecnociencia”, hago una reflexión sobre el cuadro de Poul Klee) La diferencia es que hoy en día el colapso seria civilizatorio. El progreso tecnicocientífico no garantiza el progreso de la humanidad en su sentid ético-político. Éste es un espejismo con el que se nos ha engañado desde el poder. Lo vio muy claro Rousseau en el siglo de la Ilustración, el siglo del progreso. El progreso ético-moral es independiente y contingente. Lo mismo que hemos conquistado parcialmente la autonomía, la libertad, la igualdad, la justicia, la podemos perder, de hecho lo estamos haciendo, sin darnos ni cuenta hasta que la miseria llegue a nuestras puertas.

 

    Hay un filósofo, desaparecido ya, que escribió una obra importantísima en el siglo XX, “El principio de responsabilidad” y que tiene que ver con lo que tú mencionas. Consideraba que la ética necesitaba de una reforma radical. La ética se basa en las acciones que tienen repercusión sobre los demás (cercanos), por tanto de las que soy responsable y las que te afectan a ti mismo. Lo que sugiere Jonas, padre de la ética ecológica, a la que a mí me gusta llamar biocéntrica, es que la responsabilidad de mis actos, que es de lo que se trata en la ética; libertad es responsabilidad, debe extenderse al que está más allá en el espacio que es el absolutamente otro, absolutamente desconocido, pero, al encontrarnos en un mundo interrelacionado mis acciones repercuten en él aunque no lo sospeche y extenderse también al no nacido. Es decir, a las generaciones venideras y a las que están comenzando a vivir. He defendido esto en mis escritos, clases y conferencias. La última trataba sobre la posibilidad de una ética cosmopolita y que se encuentra en mi “Escritos sobre la disidencia” Creo que éste principio es la base, apoyado en un biocentrismo, el centro de la posibilidad de la vida es la biosfera y no el hombre, y estructurado en una jurisprudencia internacional. Si no conseguimos este cambio ético-político y jurídico, unido a una tercera revolución industrial que sea capaz de sustituir los recursos fósiles por otro tipo de energías (que, por su puesto, nunca generarán el ritmo de vida que ha producido el petróleo, que en cien años ha multiplicado por seis la población mundial) la humanidad se va al garete por un colapso civilizatorio y los efectos del cambio climático. Estamos en un gran atolladero, apliquemos también el principio esperanza. El hombre como todo ser pretende persistir en su existencia, esperemos que lo consigamos al menor coste posible.

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