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Filosofía desde la trinchera

Mercedes, se agradece tu comentario. Muchas de tus preguntas son retóricas, yo contestaría que sí. Otras, sobre todo las que tienen un tono personal, pues no contestaría o diría que no. De todas formas como son tantas las preguntas expongo brevemente mi argumentación que está repartida en toda mi obra. Antes de empezar lo que tengo que decir es que mi discurso, aunque parezca anticlerical e incendiario, no lo es, eso son sólo las formas. Digamos que hay que exagerar un poco para que el resto dé el tono justo. Para empezar considero que no debería haber clases de religión en los centros públicos, de ninguna confesión. Sí el estudio del hecho religioso desde sus diferentes dimensiones como un discurso que ha sido determinante en la construcción de la civilización occidental. El anticlerical quiere eliminar a la iglesia o las iglesias. Éste no es el caso del laico o del laicismo, sin el cual no hay democracia. Las distintas confesiones tienen cabida dentro de la libertad de pensamiento, conciencia y religiosa, en un estado de derecho, siempre y cuando estén dentro de los límites del derecho. Por eso la libertad consiste muchas veces en prohibir.

Considero que la enseñanza religiosa ha de ser privada en sus propios centros o iglesias. Ahora bien, las diferentes religiones tienen voz en el debate público en pie de igualdad, no como pensaría el anticlerical, que yo no soy. Por otro lado, para que ese diálogo sea posible la religión tiene que renunciar a una de sus esencias, ser poseedora de la verdad absoluta. Esto es algo, y lo quiero matizar porque mi discurso va más contra la institución que contra los pocos creyentes y menos practicantes, imprescindible. Si en un diálogo en el que la verdad es fruto del consenso, aunque objetiva, porque se basa en la razón, alguien se alza con la voz de la verdad absoluta rompe las reglas del juego democrático y ocupa el espacio de la ciudadanía. Y eso es lo que le ocurre a la institución de la iglesia. Desgraciadamente en los dos últimos papados hemos ido hacia una iglesia dogmática y no hacia una iglesia de praxis ética. Lo que le interesa a la institución es el dogma, esto es claro porque si no empezaría el proceso de autodisolución. El problema es que su praxis y su dogma están en contra de la ética evangélica. Y esto sin entrar en la verdad de los evangelios y del nuevo testamento, como testamento histórico, que esto es otra cosa, no menos importante. En cuanto a los que enseñan religión, pues habrá de todo, yo hice un juicio general porque creo que es el que predomina. Pero es que además, las supuestas verdades de la religión no son más que un conjunto de mitos, diferentes en cada una de las religiones y que existen porque son el mejor mecanismo adaptativo (dentro de la evolución de la cultura) que encontró el Homo sapiens para sobrevivir. De todas formas esto tiene su base neurofisiológica. Ver, p.e. Francisco Rubia, Francisco Mora y Llinás. Aquí encontrarás argumentos empíricos muy interesantes y propuestas de investigación más interesantes todavía. Las creencias son delirios, quizás delirios necesarios (como diría Castilla del Pino), pero delirios. Lo que sucede es que son colectivos y se han ido formando evolutivamente. Las sectas nos pueden ayudar a pensar el cómo se puede llegar a estos delirios colectivos. Pero de lo que yo hablo tiene un fundamento neurofisiológico detrás.

En cuanto a la ética evangélica yo me refiero a dos discursos: el discurso de la montaña (ética social) y la parábola del buen samaritano (ética individual con proyección social) Éstas éticas son fundamento de la ética laica de la ilustración. Pues bien, este discurso es el que ha seguido la teología de la liberación que, por cierto, me he encargado de estudiar un poco, y son el fundamento de una ética cosmopolita, a mi modo de ver. Pero la teología de la liberación está perseguida por la iglesia. Hay un libro de Jon Sobrino, un jesuita teólogo de la liberación que se titula “Fuera de los pobres no hay salvación” Y es un título como respuesta al dogma eclesiástico que dice: “fuera de la iglesia no hay salvación”. Sé que la mayoría de los creyentes está más cerca de esto, por tanto más cerca de mí, que soy un ateo recalcitrante que se ha hecho a sí mismo después de mucha reflexión, lectura y, desgarro, que de la postura oficial de la iglesia. Y, si eso es así, algo anda mal en la iglesia.

Para terminar una sola cosa. A pesar de mi ateismo, considero que uno de los males de nuestro tiempo ha sido la pérdida de espiritualidad que la inmensa de la mayoría encontraba en las religiones tradicionales y que ha sustituido por bagatelas y hedonismo. No todo el mundo es capaz de resistir la intemperie en la que se ve obligado a vivir el ateo (el que está convencido hasta el tuétano de la inexistencia de dios y del sin sentido del mundo) Un saludo y gracias.

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