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Filosofía desde la trinchera

Carta a una alumna desencantada.

               "Que no es una ciencia productiva resulta evidente ya desde los primeros que filosofaron; en efecto, los hombres -ahora y desde el principio- comenzaron a filosofar al quedarse maravillados ante algo, maravillándose en un primer momento ante lo que comúnmente causa extrañeza y después, al progresar poco a poco, sintiéndose perplejos también ante cosas de mayor importancia...Ahora bien, el que se siente perplejo y maravillado reconoce que no sabe...Así pues, si filosofaron por huir de la ignorancia, es obvio que perseguían el afán de conocimiento y no por utilidad alguna." Aristóteles.

Nuestro conocimiento es necesariamente finito, mientras que nuestra ignorancia es necesariamente infinita. Karl Popper.

Cuando una teoría aparezca ante ti como la única posible, toma esto como una señal de que no has entendido ni la teoría ni el problema el cual ella debería resolver. Karl Popper.

 

 

Dentro de las excelentes jornadas sobre la ciencia en secundaria, en su XVII edición, que han tenido lugar en el colegio San José de Villafranca de los Barros, tuvo lugar una mesa redonda que tenía como tema de debate las relaciones entre la ciencia y la fe. Creo que, como todas las jornadas, la mesa redonda fue un éxito, al menos eso comentaba el público, yo era parte implicada y no puedo juzgar. El caso es que, como se suele decir ahora, el debate produjo un daño colateral de calado que a todos los participantes de la mesa nos sorprendió y nos apenó. Por eso es mi intención hablar sobre ello aquí, para hacer unas matizaciones y animar al cultivo del conocimiento, el saber, la ciencia y la filosofía que parece que quedó un poco en entredicho.

Entro sin más preámbulos en el asunto. En el turno de preguntas una alumna dijo que se había estado hablando mucho tiempo y haciendo mucho hincapié en la falibilidad de la ciencia, que la ciencia no era la verdad, que era conjetura, etc. Y que eso a ella le producía una desazón tremenda, pues pensaba que la ciencia es la verdad. Y eso le hacía perder el sentido de todo lo que había pensado hasta entonces y el sentido de la ciencia misma y de aquello a lo que ella se quería dedicar. La verdad es que fue desolador y todos nos sentimos de alguna manera culpables por haber producido tal sentimiento que, en realidad, no queríamos transmitir. Pero todo tiene su explicación y yo intentaré dar un poco de luz sobre ello y animar a esta alumna y a todos a que se dediquen al estudio de la ciencia, tanto naturales como sociales, así como al estudio de la filosofía como un saber integrador y crítico.

Pues bien, en primer lugar, los tres científicos que componían la mesa eran científicos fundamentales, es decir, dedicados durante toda su vida a la investigación básica, cada uno en su campo respectivo. Y la investigación básica se encuentra en el límite del conocimiento es por donde se va aumentando nuestro saber. Por tanto, el científico parte del no saber y llega al no saber, pero sabiendo un poco más. Sobre todo, cómo las cosas no son y cómo podrían ser. Y eso último es el carácter hipotético de la ciencia. Claro que avanzamos en el conocimiento, pero hipotéticamente. Las verdades en ciencia son provisionales, no hay verdad absoluta. En realidad es que esto último no existe. Por otro lado, un servidor, en tanto que filósofo de la ciencia, presenté la tesis popperiana de la ciencia como falibilidad. Es decir, en ciencia se avanza deductivamente pero a través de hipótesis. El progreso científico es un alejamiento del error para acercarse asintóticamente a la verdad, la cual nos es, por límites lógicos que ahora comentaré, inaccesible. Es decir, que cada vez sabemos más del cosmos, en todos sus órdenes, pero nuestro saber es provisional. Por eso la ciencia sigue avanzando, pero siempre conjeturalmente. La tarea del científico es la de encontrar hipótesis audaces que expliquen los fenómenos y que, mientras no se refuten, se considerarán verdaderas. Pero, incluso, una vez refutadas, como ocurre con la física clásica, que lo fue por parte de la teoría de la relatividad de Einstein y la mecánica cuántica, sigue siendo una verdad parcial y utilizable técnicamente. Pero, ¿dónde están estos límites? Pues me voy a referir sólo a tres. El primero viene de la propia matemática y es el teorema de Göedel. Es el teorema de incompletud, que viene a decir, grosso modo, que no podemos tener un teorema de la matemática y de la lógica demostrado en todas sus proposiciones. Siempre se podrán derivar proposiciones nuevas (de ahí la incompletud) impredecibles en principio que pueden poden en duda el teorema. Después tenemos el límite lógico. La ciencia no procede de la inducción, como generalmente se enseña en los libros de textos científicos. Es decir, que la ciencia no procede de la experiencia y a partir de ahí induce leyes generales. Esto no es cierto. En primer lugar, la inducción no te permite saber con certeza la verdad de una ley o teoría, porque la inducción se basa en la experiencia y, del futuro, no hay experiencia. Si decimos, “todos los días sale el sol”, no podemos estar seguros de que saldrá mañana, porque de momento no tenemos experiencia de ello. Por eso la inducción no nos lleva a la verdad. Pero es que, además, la ciencia procede por deducción y no comienza en la experiencia, sino en las hipótesis. De ahí que su método sea el hipotético-deductivo. Lanzamos hipótesis de las que deducimos teorías que después, por medio de la experimentación, no la experiencia, intentamos contrastar. Mientras que el experimento no nos contradiga la hipótesis, vamos bien, cuando lo contradiga, pues a buscar otra hipótesis. Por eso la ciencia es una búsqueda sin término. Y el tercer límite que quería comentar es de carácter biológico. Lo que hace posible el conocimiento, su condición de posibilidad, es el cerebro. Es nuestro cerebro el que construye la ciencia, que a su vez es un producto de la evolución biológica. Pero nuestro cerebro es, a su vez, particular y concreto, tiene unas formas concretas de pensar y tener sensaciones. Pues esas formas concretas de pensar, que son los conceptos, y que están en nuestro cerebro, algunas desde que nacemos, otras como condición de posibilidad que después la experiencia cerrará, son, a su vez, el límite del conocimiento. No podemos pensar más allá de esos conceptos, porque, simplemente, pensamos con esos conceptos. Y, además, esos conceptos, residentes en diferentes redes neuronales, son producto de la evolución. Es decir, que podríamos haber evolucionado de otra manera y con otro sistema conceptual y esto nos llevaría a especulaciones curiosas, pero no vamos a entrar en ello.

Por último quiero decir que es el modelo de enseñanza de la ciencia el que da lugar a la falsa creencia de que la ciencia es la verdad. Ese modelo es el perteneciente al llamado neopositivismo que venía a decir que la ciencia es el discurso verdadero y que se basaba en la experiencia y la verificación, más allá de la ciencia todo era oscuridad y falsedad. Pues nada de eso. Los discursos no científicos también tienen sentido, como la ética, la jurisprudencia, la filosofía, el arte. Y la ciencia no es, entre otras cosas, la verdad, sino la búsqueda de la verdad y el empeño del hombre, el científico, por encontrar un pedazo de ella que ilumine un fragmento del universo. El resto del horizonte es lo desconocido. Pero hacia eso desconocido nos encaminamos desde nuestra humilde y reconocida ignorancia.

Lo más incomprensible del Universo es que sea comprensible. Albert Einstein.

La Ciencia es una tentativa en el sentido de lograr que la caótica diversidad de nuestras experiencias sensoriales corresponda a un sistema de pensamiento lógicamente ordenado. Albert Einsteisn

 

 

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