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Filosofía desde la trinchera

                Enseñar y adoctrinar.

                No para uno de sorprenderse de la cara dura que tienen estos políticos, ni de su supina ignorancia. Ahora resulta que el profesorado puede ser acusado por los alumnos de ser adoctrinados en clase, vaya por dios. ¡Cómo si fuesen pocos los males ya en la enseñanza! Primero, pero quién es un alumno para saber si se le adoctrinas o no, si es un ignorante en la materia, cómo diferenciar la educación y la enseñanza de cierto adoctrinamiento y, tres, para adoctrinamiento el de la nueva ley que pone la asignatura de religión católica evaluable, optativa a la ética o valores éticos.

                El alumno no puede percibir, ni ser juez de adoctrinamiento. Su ignorancia se lo impide. Yo creo que lo que hay detrás de esto, de esta ocurrencia de café, copa y puro, una chapuaza, vamos, es darle un escarmiento a aquellos profesores díscolos con la nueva ley y con el sistema de enseñanza en general, que pretenden criticar el quehacer del gobierno en materia educativa. Y es muy distinto, si no lo contrario, ejercer la crítica a adoctrinar. Mientras que adoctrinar es introducir una serie de creencias de las que no se puede dudar y en las que hay que tener fe, por un lado y, además, si se critican se es tachado de hereje y disidente y se es castigado. Por el contrario, la crítica lleva consigo el adoctrinamiento, es decir, el alumno, que se nos presenta como ignorante, tiene que aprender una serie de doctrinas, teorías y conceptos, que le servirán después como instrumento de aprendizaje, de profundización y de valoración que le irán permitiendo, a lo largo del tiempo, toda la vida, si se me permite, ir perfilando. Y no es lo mismo el concepto utilizado en las asignaturas de ciencia que en las de humanidades. La ciencia necesita del conocimiento de un cuerpo doctrinal o teórico, la tarea crítica e investigadora es muy posterior. Como diría Khun, primero hay que aprender la ciencia normal, después, si tenemos la ocasión, haremos ciencia extraordinaria, y ahí la crítica es fundamental. Porque mientras la ciencia normal se aprende dogmáticamente, la extraordinaria requiere de la imaginación, la creatividad, la disidencia y la crítica. En cambio, en las llamadas, que no soy partidario de ello, ciencias humanas y en las sociales, sobre todo en las primeras, la doctrina, en tanto que teoría es fundamental. Pero lo que sucede en las humanidades, que por cierto, punto de mira del ministerio de educación, es que las teorías interpretativas de la realidad de la que se ocupan, a pesar de ser objetivas, basadas en hechos y producto de la argumentación, son menos definitivas que en las ciencias duras. Y esto es precisamente por la naturaleza de su objeto. Pero es que resulta que en las humanidades estamos tratando a un objeto que se está construyendo y que es irrepetible, por eso no existen experimentos en las humanidades. Y claro, la exposición de las teorías en las humanidades da lugar a la discusión, pero también, por parte del poder –y por medio del vehículo de los planes de educación- da lugar al adoctrinamiento. Es decir, que el adoctrinamiento no viene precisamente del profesor, éste es el que desenmascara el adoctrinamiento impuesto por el poder. Y esto es lo que al poder no le interesa. Por el contrario, la exposición de las humanidades da lugar al sano diálogo en el que la razón es lo común, a la controversia, en el que la guía es la argumentación y no la demagogia y el interés privado. La doctrina, como cuerpo teórico, como conjunto de conocimientos, es necesaria, pero es discutible desde la razón. Y, sobre todo, lo que es importante es que no podemos admitir –y es lo que el profesor enseña y debe enseñar- es el adoctrinamiento por parte del poder. La máscara y la farsa del poder que se transmite por medio del vehículo de la educación. Toda educación está cargada doctrinal e ideológicamente y el humanista, el filósofo, como ejemplo de virtud pública ha de hacer un uso público de la razón y desenmascarar al poder, venga de donde venga. Otra cosa es que tendrá que obedecer, puesto que es un funcionario, pero aquí también existen sus límites.

                Lo que no es de recibo, es demencial, es dar patente de corso al alumnado para que denuncie a un profesor porque supuestamente lo está adoctrinando. Pues bien, aquí tienen a un adoctrinador, que es el oficio que ha hecho desde que empezó a enseñar. Un adoctrinador que enseña que no existen verdades con mayúsculas, que el poder enmascara la realidad, que la tarea del profesor y del alumno es desenmascarar esa realidad. Que lo importante no es adaptarse al mundo que nos ofrecen, máxime cuando éste es una auténtica miseria fruto de la guerra del fuerte contra el débil, sino transformarlo. Un adoctrinador de la docta ignorancia, del sólo sé que no sé nada. Un luchador contra la farsa y el gran teatro del mundo. Alguien que cree que la educación, aún sirve para algo, además de crear empleados. Alguien que no puede hacer callar su razón, porque la razón es razón universal, es la forma de entendernos y se enfrenta a las opiniones, creencias, dogmas, doctrinas cerradas y fanáticas. En eso consiste mi adoctrinamiento y el de todo verdadero, humanista, científico y profesor. El resto, lo que pretenden, no es sólo adoctrinar, sino aborregar, instrumentalizar y eliminar la dignidad humana que se alcanza por el libre uso de la razón.

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