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Filosofía desde la trinchera

Nuestras últimas argumentaciones son un pelín peligrosas. Lógicamente son elitistas, pero eso no es ningún problema, siempre que el elitismo esté basado en la meritocracia. Algo que en este país ha dejado de existir y más en la educación, que sería su lugar natural. Se confunde meritocracia con totalitarismo y autoritarismo. Platón lo vio claro, la democracia es el gobierno de los ignorantes. Esto significa que es el gobierno de los que no saben de lo público. Y lo público tiene un vértice que es la justicia. Y la justicia en lo social es la equidad, no la igualdad aritmética, cosa que se confunde demasiadas veces. Ahora bien, si el pueblo es ignorante busca y persigue su interés privado y por ello desaparece la justicia. La única forma de conseguir una democracia “justa” pasaría por la educación del pueblo. Y yendo a la alegoría platónica consistiría en sacarlos de la caverna. Pero el caso es que no quieren, es más, se burlan incluso del que ha salido y si pueden (alusión a la muerte de Sócrates en manos del poder democrático) lo intentarán matar. Y esto lo vio también La Boétie cuando escribió su obra “La servidumbre humana voluntaria” y lo sintetizó mucho más lúcidamente Kant en su librito “¿Qué es la ilustración?” El hombre es autoculpable de su minoría de edad, de no ser libre, que es lo mismo. La mayoría de edad es la libertad y la autonomía, es decir, el pensar por sí mismo. Pero el hombre ha sido autoculpable de esa minoría de edad y esa autoculpabilidad consiste en que prefiere mantenerse en su estado de sumisión y servidumbre por pereza y cobardía. Para pensar por uno mismo y ser por tanto libre es necesario ser valiente: salirse del rebaño, enfrentarse a la soledad y al poder. Y es necesario superar la pereza porque es más fácil que otro piense por ti y obedecer.

                Si aceptamos todo esto se nos plantea un problema, ¿es posible la democracia? Ahora bien, la alternativa a la democracia es el totalitarismo. Pienso que sí es posible, pero no se puede separar, inevitablemente, de la meritocracia. Y todo esto viene por el asunto de la lectura y la imposibilidad de que muchos accedan a ella por falta de sensibilidad estética. También hay falta de sensibilidad ética y política, pero ello no debe justificar el totalitarismo. La educación debe ir encaminada a educar estas sensibilidades, aunque por la propia naturaleza humana, es imposible conseguirlo en todos. Por eso decía que nuestro argumento es peligroso porque puede caer en una pendiente resbaladiza y llevarnos desde una meritocracia a un totalitarismo.

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