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Filosofía desde la trinchera

No respondes para nada a mi cuestión, porque además he dicho que coincidimos técnicamente en que es un golpe de estado, luego he puesto un pero. O sea que en parte estamos de acuerdo. Después tú utilizas un argumento que es una falacia, la falacia de la pendiente resbaladiza. Es decir, si admitimos esto, luego admitiremos lo otro y así sucesivamente y nos resbalaremos hacia el abismo. Esto es, que lo admitiremos todo, incluso el golpe de estado del 36, que por cierto, algunos no lo consideran tal e inician la guerra en el 34, ya sé que tú y yo no lo admitimos, pero ahí está. Esto es sólo una falacia porque el argumento vale sólo para cada caso particular, como luego sostienes de la ONU.

Y cuando digo que ha pasado el tiempo de la política y de la democracia como la venimos viviendo, luego digo que hace falta una refundación, no digo que los partidos se han terminado, tu temor te ciega. Los partidos políticos son absolutamente necesarios en esa refundación de la democracia y del sistema, que luego hablaremos. Los partidos políticos son los referentes ideológicos y del pensamiento de cómo debe estar estructurada una sociedad y deben plasmar la alternancia de pensamiento y praxis política en una democracia. Así como deben marcar lo que es la derecha y lo que es la izquierda. Además los partidos de izquierda deben expresar la verdad de la lucha de clases que ha existido siempre, pero la hemos olvidado, y la izquierda realmente existente (la que tiene capacidad de gobierno, el PSOE, en nuestro caso) lo ha ocultado. Pero resulta que la ciudadanía en su conjunto, a través de los llamados movimientos sociales también tiene lugar en esa refundación de la democracia. Es más, es la que está poniendo el dedo en la llaga y la que está exigiendo, de alguna manera, ciertos cambios en ciertos partidos. Porque no habrá refundación de la democracia sin refundación de los partidos políticos.

En cuanto a lo del sistema pues son palabras mayores. Esto no es una crisis más del sistema capitalista. Es la quiebra del sistema capitalista, del que conocemos desde el XIX. Porque capitalismo en sentido amplio de intercambio de mercancía a través de moneda ha existido siempre y existirá siempre. La última fase conocida del capitalismo es el capitalismo de los consumidores acompañado del capitalismo financiero. Aquí hemos llegado a la quiebra porque el principio rector del capitalismo, desde sus inicios, es el crecimiento ilimitado, pero esto choca con los propios límites del planeta. Y, en definitiva, a lo que estamos asistiendo es al colapso de este sistema, que durará décadas en las que el mundo goestratégicamente, comercialmente y políticamente cambiará revolucionariamente. Para mí la única alternativa, como sabes, es el famoso socialismo o barbarie, algunos lo que le hemos añadido es el discurso ecológico y decimos ecosocialismo o barbarie. Y la apuesta por el socialismo o ecosocialismo, que es más amplio e incluye factores no analizados por el socialismo ortodoxo, pasa por una democracia o república (estoy hablando genéricamente, no en España sólo) real, no ficticia. En el que el poder resida en el pueblo y se exprese a través de las instituciones, que es el gran invento de la democracia, porque despersonaliza el poder y hace abstracción de él. Ahora bien, lo que ocurre ahora es que el poder esconde su ineficacia, o su interés particular o incluso su corrupción detrás de las instituciones. Es curioso como el poder se intenta absolutizar a través de las instituciones en lugar de utilizar éstas como vía de la expresión de la voluntad general del pueblo.

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                Efectivamente, ésa es la vía, la del laicismo. Pero no existe ni laicismo ni aconfesionalidad, que es lo mismo, en el estado español. Lo que hay es una confusión y ambigüedad en la constitución, sobre todo en el artículo 16.3 que da lugar a saltarse a la torera la aconfesionalidad del estado. Porque mientras que en el título general se hace una declaración de aconfesionalidad, en el 16.3 se ofrece un trato de favor a la iglesia católica. Esto no es ya una ambigüedad, sino una contradicción. Y luego tenemos los acuerdos con el Estado del Vaticano, acuerdos que deberían ser derogados unilateralmente porque chocan contra la aconfesionalidad de nuestra constitución y así lo mantienen la mayoría de los profesores de derecho constitucional en España, y eso que en derecho suelen ser bastante conservadores, pero es una situación tan evidente que rompe la legalidad por las cuatro costuras. La financiación de la iglesia debe venir sólo por la vía de los creyentes y para ello, ni siquiera sería necesario el IRPF, aunque es una manera muy práctica. Lo mismo digo de los partidos políticos, las ONGs y los sindicatos. Claro, esto requeriría una refundación de nuestra democracia, de la constitución y de la ley de partidos.

El estado no debe participar en la financiación de la iglesia por ninguna otra vía, salvo, una vez considerado patrimonio del estado sus iglesias y catedrales, pues tendría la obligación, con el dinero de todos, de financiar su conservación siendo la iglesia, meramente custodio de ella en cuanto que tiene estas posesiones, que son de todos, en usufructo. Pero claro esto implica que el estado no debe subvencionar indirectamente a la iglesia. Por ello no debe pagar ni subvencionar ningún colegio privado-concertado religioso y, el caso es que son más del 90% en el Estado. Que esto supone un gasto para el Estado, pues claro. Y no se ha hecho precisamente por ello lo cual viola nuevamente la aconfesionalidad. Debe eliminar absolutamente la asignatura de religión de los centros públicos, no de los privados, si son no concertados, en su caso. Y mientras exista, como ahora, la asignatura debería ser religión, no religión católica y debería ser dada por los especialistas en ello: historiadores, filósofos y teólogos laicos. Así mismo eliminar la subvención indirecta, como con los profesores de religión, a través de los curas castrenses, los hospitales privados religiosos. Esto último vuelve a ser un coste para el Estado, pero es un deber de un estado laico y hay que pagarlo. Igual que la sanidad pública y universal cuesta, la educación pública y universal cuesta, las carreteras cuestan, el sistema judicial cuesta, pues todo hay que pagarlo entre todos equitativamente. Aquí entraría una reforma fiscal, pero éste es otro tema.

La iglesia en España debe ocupar un lugar privado, pero con voz pública. Es decir, puede y debe intervenir en la comunidad de hablantes que constituyen la democracia a la hora de la toma de decisiones, pero su voz es una más. Lo contrario es una perversión de la democracia. Y, en España ya hemos tenido bastante teocracia. De hecho todavía la tenemos en la tradición.

Por cierto, médicos del mundo, médicos sin frontera, amnistía internacional…, ayudan a todos los que pueden, no al que ha pagado la cuota de socio. Mucho más la iglesia que anuncia la caridad. Antiguamente el lema era que “fuera de la iglesia no había salvación”. Los teólogos de la liberación, concretamente el jesuita Jon Sobrino, al que es un auténtico placer leer y escuchar, dice que “fuera de los pobres no hay salvación.” Ése es el ejemplo vivo del mensaje ético de los evangelios.

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