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Filosofía desde la trinchera

La felicidad y la amistad II

 

Vivo sin vivir en mí
Y tan alta vida espero
Que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,
Después que muero de amor;
Porque vivo en el Señor,
Que me quiso para sí:
Cuando el corazón le di
Puso en él este letrero,
Que muero porque no muero. Santa Teresa de Ávila.
 

 

 

¿Y la amistad entre hombre y mujer es posible sin mediación sexual, o está sometida a éste interés particular? Difícil y apasionante tema del que cada cual tendrá su propia experiencia.

Ante todo, para intentar un acercamiento a una respuesta, imposible, por otro lado, hay que tener en cuenta que el amor es una cuestión cultural. Que forma parte de nuestra segunda naturaleza y que emerge estrictamente de lo biológico que tiene como fin la reproducción. Pero, claro, sobre esta base biológica surge el amor y también la amistad como formas culturales. Por eso existen múltiples formas de amor a lo largo del tiempo y las culturas. Si nos vamos a nuestros orígenes griegos tenemos la referencia fundamental de Platón en sus dos obras, El Banquete o del amor y Fedro o de la belleza. Las dos hablan del amor-amistad sólo que desde diferentes perspectivas, el primero desde lo que le ocurre al sujeto y el segundo desde cuál es el objeto del amor. Y en ambos casos se presenta de forma dialéctica. Es decir, el amor  entendido como un proceso que va desde lo particular a lo universal. Por eso el primer discurso de El Banquete está basado en un mito. Eros, el dios del amor, arrebata la conciencia del enamorado, de ahí la ceguera de éste, su estado de locura y alienación. Como nos dice después Ortega. Y el último discurso es el de Sócrates, que asume los anteriores discursos en lo universal. En definitiva el amor es identificado con el deseo. Y el deseo es siempre de algo que no se tiene. Si lo tenemos no hay amor. Ahora bien, también queremos no perderlo. El amor en tanto que carencia busca realizarse en la posesión de lo que no tiene. Y lo que le falta al amor, que ya no es un dios, es precisamente: la verdad, la belleza, el bien y la justicia. Por eso entre los griegos el amor es entendido como búsqueda de la belleza que unifica todo lo demás. El amor es la tensión que sentimos cuando buscamos “engendrar en la belleza”: buscamos y encontramos la belleza en un cuerpo, después en todos los cuerpos, más tarde, en la naturaleza, posteriormente en la ciencia (las leyes que rigen la naturaleza: la verdad) y, por último, en la justicia: las leyes que rigen la ciudad. Y todo esto en su totalidad nos lleva a la belleza en sí. La amistad entre hombre y mujer, entendida desde esta perspectiva del amor, se puede considerar, perfectamente, como una búsqueda de la belleza y la verdad. Pero, claro, y aquí está la cuestión, en el mundo griego, para empezar, este amor-amistad se da entre los varones acomodados que tienen tiempo para la filosofía y el arte. Y, para seguir, la sexualidad no es un tabú, sino algo natural. De aquí la homosexualidad griega. Por ello, para ellos nuestra pregunta carece de sentido. Los griegos amaban el cuerpo. Aunque en Platón está el germen del dualismo cuerpo-alma, persiste el espíritu dionisiaco, aunque bastante extirpado ya, como denuncia Nietzsche. Pero, claro, nuestra civilización tiene tres patas: la griega, la cristiana y la romana. Y es el cristianismo, de la mano fundamentalmente de Agustín de Hipona, interpretando a Platón, “el cristianismo es platonismo para el pueblo”, decía Nieztsche, el que va a considerar el cuerpo como el origen del mal, sobre todo en lo que a la sexualidad se refiere. Y la mujer va a ser la parte que más pierde en todo esto; porque nos vamos a encontrar toda una fundamentación mitológico religiosa del patriarcado que durante siglos aplastará a la mujer y cuya visión aún permanece. La sexualidad sigue siendo tabú, el espíritu dionisiaco fue aplastado definitivamente hasta que es recuperado por Nietzsche y el romanticismo y pensado por Freud. Y es en éste último en el que nos vamos a fijar. Freud lo reduce todo al instinto o pulsión del placer y al de muerte. De tal forma que toda relación, desde la infancia a la muerte, viene mediada por el principio del placer. El principio del placer abarca la sexualidad, no se reduce a ella. Es decir, que no tiene como objetivo la procreación. Y, desde aquí sí podemos aventurar una respuesta. La relación de amistad entre hombre y mujer viene mediatizada por el principio del placer, pero como toda relación. Puede ser que haya más carga sexual en esta amistad, lógicamente, por imperativo biológico. Por eso la amistad entre hombre y mujer es más inquietante, estimuladora, se dan más la confidencia y los silencios, es más impulsiva y menos serena, porque en el fondo siempre está esa sexualidad del principio del placer acechando. Y el tabú de la sexualidad heredado del cristianismo, cristalizado en forma de represión, guiando nuestros impulsos.

En fin, la filosofía ha tenido como temas fundamentales el amor y la muerte. Ahora son también objeto de la ciencia. Pero, por mi parte, creo, que es el arte: la literatura, la pintura y la música, el que nos abre las puertas al “entendimiento” de todo esto. Pero el arte muestra, no demuestra nada, ni falta que le hace. Y muestra lo inefable. Y el amor, la amistad, la muerte forman parte de lo inefable.

 

 

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