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Filosofía desde la trinchera

En torno a la última obra de Rifkin. “La sociedad de coste marginal cero.”

He leído un par de libros y muchos artículos en prensa del señor Rifkin. No he leído su última obra, sólo varias reseñas y una larga entrevista, de modo que mi análisis no es totalmente riguroso. Creo que peca de un excesivo optimismo. Del optimismo de la Ilustración. Aquel que creía en el progreso de la humanidad a partir del progreso de la ciencia y la técnica. Pero ya el mismo Rousseau puso en duda esto. Y todos quedamos avisados de que el desarrollo tecnológico tiene su lado oscuro y nos dimos cuenta definitivamente en la segunda guerra mundial. Igual que nos dimos cuenta de que los estados no  se pueden organizar basándose sólo en la razón. Que las utopías nos llevaban a los totalitarismos. Fue una gran lección de la que aprendimos mal. Porque lo que surgió fue el posmodernismo y con ello la ausencia de la razón que generó la situación actual.

Pero coincido en cosas de las que dice. En principio es necesario un cambio de paradigma. Efectivamente y se dará por el fin del capitalismo. Y, una de las características de la nueva economía y organización social será la de la colaboración. Efectivamente, la de los bienes comunales, que han existido desde siempre. Pero no sólo ese es el cambio. Tiene que haber un cambio ético y político, además de estar vertebrado jurídicamente. Rifkin comete el error de lo que se llama “Imperativo tecnológico”, un tecnicismo filosófico que viene a decir lo siguiente. El desarrollo de la historia y de las sociedades (su organización interna) viene determinado por el desarrollo tecnológico. Eso no es cierto. En mi libro “Una mirada ética a la tecnociencia y el progreso” intento demostrarlo. Eso significaría la eliminación de la libertad y el determinismo tecnológico. La sustitución de la ética y la política por la economía y la tecnociencia. Por eso el autor no habla ni de ética ni de política. Ni le interesan los grandes retos a los que la humanidad se enfrenta. Está cegado por el poder de la tecnología y de lo que se podrá hacer con ella. Pero en su discurso no yace la idea de justicia y equidad. Por otro lado, tampoco le preocupan los grandes problemas mundiales en lo que se refiere a los enfrentamientos de un mundo que se ha vuelto multipolar en el que la guerra es un hecho y la guerra total un peligro demasiado cercano. Como él piensa que la tecnología lo resuelve todo, pues no habla de esto. Es decir, que sigue pensando desde un antiguo paradigma en el que el mundo se divide en dos, el de los ricos (en el que quizás su pronóstico, no sé cómo llamarlo, se cumpla) y un mundo de pobres cada vez más pobres y desiguales. Porque la tecnología no sólo cambiará nuestro entorno, sino que nos cambiara a nosotros mismos, una especie de ciborgs o algo así. Y eso es algo que ya ha empezado y la investigación está muy avanzada. Acabo de terminar un libro de un físico, Michio Kaku, que se titula “El futuro de nuestra mente” y te quedas totalmente asombrado de lo que quizás dentro de unas décadas o un siglo pueda hacerse con nuestro cerebro. Y no es ciencia ficción, no admite nada que sobrepase las leyes de la física.

Y, por último, la idea de una predicción histórica no la comparto. La historia no es una ciencia natural. Incluso hay ciencias naturales como la medicina cuyas predicciones son muy inseguras. Porque, como se suele decir, no hay enfermedades, sino enfermos (digamos que esto es el límite). Hay comportamientos muy diferentes aunque pueda haber un patrón general. Pues a ese patrón general es al que en historia le podemos llamar tendencias racionales con evidencias empíricas de por dónde puede ir la cosa. Pero el más mínimo accidente (teoría del caos) puede cambiar absolutamente el curso de la historia; que, por otro lado, no tiene que ser un progreso siempre hacia mejor. Eso no ha existido nunca en la historia. La caída del imperio romano dio lugar a un retroceso de ocho siglos. La expulsión de los árabes y judíos de España tuvo como consecuencia un retroceso, cultural: científico y filosófico, del que no nos hemos recuperado, por cierto, de al menos cinco o seis siglos. Y, en la actualidad, realmente se va a producir un cambio de paradigma. Pero hay dos opciones: o tomamos las riendas desde la ética, la política y el derecho de ese cambio, o se produce un colapso civilizatorio, como ha ocurrido en todas las grandes civilizaciones que nos llevaría a una nueva edad media. De momento todo apunta a que estamos entrando en esa nueva edad media. Salvo el señor Rifkin y toda una clase privilegiada que podrán seguir viviendo en su burbuja tecnológica, su feudo.

 

 

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