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Filosofía desde la trinchera

En relación con la noticia del suicidio que has puesto en tu muro tengo que decir que la depresión, como la angustia son enfermedades eminentemente sociales, por supuesto que hay predisponibilidad genética. Y una característica importante es que los que, a causa de esta enfermedad, llegan al suicidio son los más sensibles e inteligentes ante el mal en el mundo y, paradójicamente, los que más aman la vida. Estoy harto del discurso cristianoide que acusa al suicida de alguien que es un cobarde, que no tiene fuerza de voluntad, que no tiene paciencia, que la vida es bella. No señor, el único acto absolutamente libre es el del suicidio, sino hay patología detrás, y además es valiente y una afirmación de la vida, pero no de ésta, porque esta no es bella, es injusta y si eres sensible, insufrible. Ahora, si eres un inconsciente, pues vives egoístamente. Es una pena que esta sociedad dé lugar a tantos suicidios. Eso significa que la sociedad está enferma. Y la postura en contra te niega la potestad sobre tu única propiedad, tu vida. Ni siquiera la eutanasia y el suicidio asistido están legalizados. Dios está en el lenguaje, por lo tanto en las leyes, la moral, los sentimientos, las costumbres, la política…

¿Quién está enfermo, el individuo o la sociedad que hemos construido? La sociedad enferma al individuo. El mal es social, y cuando el mal social se echa encima de un hombre inteligente, sensible y amante de la vida acaba tomando la ancha puerta de la muerte, pero no por negación de la vida, sino por afirmación de la vida justa.

 

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