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Filosofía desde la trinchera

Leo un magnífico diálogo entre Saramago y Ramonet en Le monde Diplomatique. Fantástico, excelente lucidez. Lo malo es que esa lucidez nos lleva al escepticismo. A plantearnos si realmente se puede hacer algo desde la sociedad civil frente al poder. El problema es el poder. Y la democracia es una farsa, otra forma de poder. Vivimos en formas totalitarias de gobiernos pero sin darnos cuenta de ello. Algunos se dan cuenta, pero el problema es que quizás no podamos hacer nada. Ese es el mayor pesimismo. Las cosas, se nos dice, están bien, pero no es cierto, porque podrían estar mucho mejor. Lo que sucede es que el pensamiento hegemónico ha eliminado la posibilidad de crítica. El control sobre las conciencias es absoluto, la ausencia de crítica apabullante. ¿Qué podemos hacer? De momento, lo único que sé es que podemos tomar conciencia de la realidad enmascarada que nos rodea. Pero lo que no sé es si podemos luchar contra el poder. El poder, a través del pensamiento único, que Saramago –y yo coincido- llama pensamiento cero (porque en realidad no es ningún tipo de pensamiento) lo que hace es idiotizar a la población, convertirla, con mil perdones, en autómatas estúpidos, que encima se creen libres. La denuncia y la crítica, la toma de conciencia es el primer paso…pero, ¿queda lugar para la acción verdadera? Creo que la situación en la que estamos viviendo es la del nihilismo de los ciudadanos y esta situación de valores no se supera si no hay una acción contra el poder.

El poder ha elaborado un pensamiento único desde la caída del muro de Berlín, que se ha convertido en ideología y creencia. Como dice Saramago, ese pensamiento único del poder, se transforma en la sociedad civil en pensamiento cero. El ciudadano no piensa, está idiotizado, obedece consignas, ve programas absurdos y estúpidos, y los índices de audiencia de estos son astronómicos. Los informativos no son más que propaganda de la ideología del sistema. Los informativos se han transformado casi en un espectáculo para entretener a la ciudadanía. Es paradójico que en la autoproclamada sociedad de la información lo que menos hay es información, mucho menos conocimiento y, de la sabiduría, mejor ni hablamos. La cosa tiene delito, porque las pocas voces críticas que existen no llegan a los ciudadanos. Además, estos, adoctrinados prefieren la tranquilidad del no pensar. Ya decía Kant que la causa de la autoculpable minoría de edad es la comodidad y la pereza. Y esta es nuestra condición, preferimos obedecer órdenes. O, como dice Hume, en su paradoja de la libertad. El hombre nada valora más que su libertad, pero prefiere obedecer a actuar por sí mismo y pronto delega en otro su libertad. Es el miedo a la libertad, también de Fronm. Este conocimiento lo tiene el poder y desde esta perspectiva el fascismo y el totalitarismo nunca se ha ejercido mejor que ahora. Porque el engaño ahora es el de la libertad y el bienestar. Se nos dice que somos libres y vivimos bien. Falso, pero aún peor, nuestro bienestar es a costa de dos terceras partes de la población mundial y de un ecocidio generalizado. El engaño funciona, y, además, sin violencia, sobre nosotros, claro, sobre el que pasa hambre, no diría lo mismo. Saramago dice que ha llegado a una conclusión terrible. Sugiere que el hombre sólo muestra lo mejor de sí mismo en momentos de crisis; mientras tanto vive en la desidia y el abandono, obedeciendo sumiso. Creo que anda en lo cierto, por lo que hemos dicho antes de Kant y de Hume, pero me temo que el engaño hoy en día está tan bien urdido, que la población no tomará conciencia hasta que sea demasiado tarde, cuando hayamos superado todos los límites y la escasez y la miseria llegue a nuestras puertas. Pero entonces la civilización y gran parte de la biosfera puede ser que estén ya condenadas. Ojala me equivoque y sea posible una concienciación mundial progresiva que permita una lucha contra el poder. Pero hay otro problema añadido que tenemos y es que el totalitarismo en el que vivimos es difuso, ¿quién es el enemigo? El mercado. Pero, ¿quién es el mercado? Y ¿quién está en el poder político si decimos que vivimos en democracias? Estas democracias como formas de totalitarismos encubiertas se han convertido en mera fachada. Detrás de las democracias y las instituciones está la nada, el vacío. La democracia es una forma de vida, las instituciones son armatrostes de la absurda burocracia y los ciudadanos se han convertido en crisálidas.

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