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Filosofía desde la trinchera

Creo que es importante señalar que gran parte del malestar en la enseñanza la tenemos los propios profesores. Esto es lo mismo que ocurre en la sociedad en su conjunto. Los males sociales tienen mucho que ver con la connivencia de los ciudadanos, sobre todo, cuando estamos en democracia, en la que la participación del ciudadano se le supone. No es así el caso en las tiranías en las que es necesaria una revuelta violenta y sangrienta para cambiar el orden. El problema reside en nuestra propia naturaleza. La clave está en la obra de La Boête, La servidumbre humana voluntaria. Renunciamos a nuestra libertad por la seguridad, o, como decía Kant, preferimos la obediencia a pensar por nosotros mismos y actuar en consecuencia, por pereza y comodidad. Pensaba que el camino del conocimiento nos llevaba a la libertad de pensamiento y de acción. Pero esta unión, fruto del optimismo ilustrado, después de doscientos años, no está tan clara. Por naturaleza somos animales gregarios y actuamos como tales. La democracia y sus valores éticos son conquistas históricas, pero no eliminan la naturaleza humana. Bastante es que podemos gozar de un estado de derecho, precario, pero estado de derecho, sin participar para nada. Es curioso que quizás hacia esto se dirija la democracia. Probablemente ésta esté desapareciendo. Su transición, o bien es hacia un fascismo y tiranía o hacia una forma de estado de derecho en el que la relación entre los gobernantes y los ciudadanos sea inexistente. Ya ocurre algo parecido. La democracia como forma de gobierno ha tenido su principio, y tendrá su final. Si, al menos, conservamos los valores éticos que porta la democracia, estaríamos bien, pero me temo que la degeneración de la democracia nos puede llevar más fácilmente al fascismo.

 

            Y todo esto lo vengo a decir porque es propio de nuestra naturaleza humana el optar por la servidumbre, son siempre unos pocos los que optan por la libertad. Y según las circunstancias serán héroes, mártires, solitarios, marginados, raros,…en fin todo depende del mundo que les toque vivir. Por eso tampoco es menester darse tantos golpes de pecho, esto me suena a cristianismo. Como decía Nietszche, no nos veremos libres de dios mientras no nos veamos libres de la gramática. Dios, y todo lo que significa está en nuestro lenguaje y nuestra cultura. El sentimiento de culpabilidad es una de las herencias cristianas que más daño han producido y más esclavitud y dominación. La sumisión, la cobardía, la comodidad, la servidumbre, todo ello es propio de nuestra naturaleza, también la rebeldía y el heroísmo, pero lo que no se puede es caer en el sentimiento de culpabilidad que al final nos frustra e impide la acción. Es necesario despertar las conciencias, hacer un uso público de la razón, todo está bien. Pero siempre habrá siervos y señores. Y, también, espectadores.

 

            En cuanto a lo que sucede en filosofía, pues nada nuevo con respecto a lo de otras asignaturas, igualmente desvirtuadas. Y lo hemos aceptado, por lo mismo, inconciencia, comodidad, cobardía… Pero sí veo algo mucho más grave en la filosofía. Gran parte de la filosofía actual es posmoderna y fundadora de los valores del posmodernismo. Los profesores han transmitido estos valores, los filósofos más importantes los han canalizado socialmente y han servido de ideólogos del poder. Los filósofos son tremendamente responsables de la situación de penuria actual del pensamiento. Son creadores y propagandistas del pensamiento débil, relativista y posmoderno. Y de resultas de todo éste “pensamiento” tenemos la enseñanza que tenemos. Porque el fondo ideológico es el posmodernismo. Urge, pues, la recuperación de un pensamiento fuerte, la recuperación de los grandes relatos de la humanidad, de la civilización occidental, de Europa, en última instancia. Urge la recuperación del Logos, la razón crítica, los valores clásicos de la democracia ateniense: isonomía, isegoría y meritocracia y los de la revolución ilustrada. La profunda crisis a la que asistimos es una crisis del pensamiento que hunde sus raíces al final de la segunda guerra mundial. Todos los que nos dedicamos al ejercicio de la razón, del pensamiento, tenemos la responsabilidad de recuperar este uso crítico de la razón, poner orden y cordura en el desaguisado posmoderno que hemos ayudado a crear.

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