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Filosofía desde la trinchera

No sé, mi discurso es muy pesimista. Sólo ofrezco al final una tabla de náufrago a la que llamo el proyecto ético de la humanidad. Un proyecto que es fragmentario y provisional pero que se basa en la universalidad y la objetividad, pero esto no es absoluto. No existen los absolutos. Cada vez que se han intentado establecer se ha acabado en barbarie.

 

            Lo del movimiento del 15 M para mí es más que nada un símbolo y una señal, e, incluso, un toque de advertencia. De lo que se debería tomar nota de este movimiento es que hay que enfrentarse al poder porque en el fondo el poder tiene el poder que nosotros les hemos dado, y ahora lo tienen casi todo. Es decir, que podemos recuperar el poder y en eso consiste la libertad política. Nosotros estamos más o menos bien, aunque no sabemos por cuanto tiempo, muchos están mal, y me refiero al primer mundo. El capitalismo que empieza su andadura y su mundialización desde el renacimiento para acá lo que ha producido es pobreza masiva a partir de la riqueza de unos pocos. En dos sentido. A nivel mundial, somos unos dos mil millones los que vivimos bien frente a más de cuatro mil que viven mal y de esos dos mil millones se mueren de hambre. El sistema capitalista es un sistema genocida y, lo malo, el pensamiento único, es que se nos dice que es el único posible. Mentira cochina y envenenada. Por otro lado tenemos la diferencia entre ricos y pobres en las sociedades capitalistas que se llaman “desarrolladas” (creo que el único desarrollo es el tecnocientífico, pero no el ético político, y el primero no lleva al segundo como el mito del progreso nos quiere hacer ver), en este tipo de sociedades cada vez se acrecienta más la diferencia ente los muy ricos y los muy pobres. Y, además, en la sociedad actual se cumple la predicción marxista de que cada vez habrá menos ricos más ricos y más pobres más pobres. Esto es algo que resolvió el keynesianismo creando el New Deal y el estado del bienestar europeo o la llamada socialdemocracia. Pero desde hace cuarenta años esta organización del sistema productivo en la que el capital estaba domesticado o en manos del poder político, que somos, o deberíamos ser los ciudadanos, pues ha caído en crisis desde la crisis del petróleo de principio de los setenta del siglo pasado. Y la solución a la crisis vino por la liberalización del mercado o el capital y esto es lo que nos ha llevado a la situación en la que estamos. En verdad, nunca se ha crecido tanto, pero esto es un veneno, nuestro crecimiento se ha hecho a partir de los pobres del mundo y de los recursos energéticos y alimenticios del planeta. Esto es, superando ampliamente la capacidad de la sostenibilidad de la supervivencia del hombre. El panorama es dantesco. Estamos asistiendo a lo que el recientemente fallecido (al que conocí en Villafranca porque se me brindó la presentación de uno de sus libros: El fin de la era trágica del petróleo) Ramón Fernández Durán, la quiebra del capitalismo global. Por tanto, unos pocos hemos crecido, y dentro de esos pocos una élite, han aumentado su renta per cápita exponencialmente, que no su bienestar, eso es otra cosa, a costa de una hipoteca impagable por la sencilla razón de que no han contado con los límites del crecimiento. Es decir los límites de la tierra. Más llanamente, con el principio de entropía.

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