A MODO DE APUNTES.
Pareciera que algo se está moviendo a nivel de consciencia. Pero nuestro problema es el autoengaño y la autocomplacencia. Esto, por un lado, por otro está el de aquellos negativistas recalcitrantes, pesimistas antropológicos, que afirman que no podemos hacer nada, un juicio autojustificativo para no hacer nada, no cambiar su estado de consciencia, porque el hacer viene después. En este caso, al pensamiento del cambio se le acusa de utópico. Yo no creo que lo sea, al menos en mi caso, soy lo suficientemente escéptico y realista como para caer en la trampa de las falsas esperanzas, digamos que me muevo en el ámbito de un escepticismo esperanzado. Pero, el caso es que cuando se afirma eso, no se dan cuenta de que estamos viviendo una DISTOPIA, esto es, una utopía negativa, que es la utopía del capitalismo hiperdesarrollado, o del mercantilismo que está produciendo un genocidio y un ecocidio delante de nuestras narices y con nuestro consentimiento. Esta distopía está tan bien preparada por los poderes mundiales que hace el efecto del cuento de la rana que si la echas en el agua hirviendo salta y se salva, pero si la pones en agua y la calientas poco a poco, muere cocida. Pues ese último es nuestro caso. Eso son los efectos del psicopoder y la sociedad del entretenimiento, no ya del consumo, porque ya no se consume por tener, sino que el consumo lo que hace es entretenernos, porque si no consumimos nos enfrentamos a nuestro propio vacío. (El caso más de actualidad es el del turismo de masas, el viajar por el mero hecho de que si no se viaja, qué se hace) Esto es, se nos ha vaciado de contenido al eliminar todas nuestras dimensiones, menos la del valor mercantil, que cuando no consumimos, no podemos soportar la existencia porque no recordamos que tenemos otras dimensiones.
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No existen los hechos puros; es decir, los hechos no interpretados. Toda nuestra vida es una interpretación, un “delirio necesario”, que diría Castilla del Pino, una forma de ver las cosas desde nuestra perspectiva. Y esa perspectiva depende de cómo nos hemos ido construyendo, de nuestras creencias que son las que han creado un estado mental y emocional, lo cual nos lleva a una forma de actuar.
Si cambiamos nuestras creencias, que han sido absorbidas desde el útero materno hasta ahora mismo, cambiaremos esa perspectiva y ello implica un cambio en lo profundo de nuestro ser. Como siempre la clave de esta alquimia del cuerpo y el alma es el valor, la valentía, sin él no podremos cambiar. De ahí esa creencia establecida de que no podemos cambiar, porque nos falta el valor para hacerlo. Ésta es la clave, ni más ni menos, del “Conócete a ti mismo” y no hay nada más. Éste autoconocimiento (deconstrucción de todo lo que creo ser y pensar) es la clave de todo, esto es Despertar y reconectar con el que realmente eres. Conectar contigo mismo y conectar con los demás y con todos los seres de la tierra y del universo. Y, no olvidemos al viejo Platón, que nos decía que conocer es recordar. Pues eso, en definitiva, nuestro autoconocimiento, en definitiva, es un recordar, conectar con la profundidad de nuestro verdadero ser. Pero, insisto, para ello es necesario desapegarse de todo ese conjunto de mentiras que nos construyen y que utilizamos como autojustificación de nuestra pereza.
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Lo normal es vivir automáticamente. Con el piloto automático, como si dijéramos. Es decir, con algo de consciencia, pero sin autoconsciencia. Por eso nos dejamos arrastrar por la corriente de nuestros pensamientos y de nuestras emociones y por eso somos esclavos de nuestras creencias adquiridas, acríticamente, desde la más tierna infancia. Por eso el primer paso es “darse cuenta” o “caer en la cuenta”. Tomar consciencia de uno mismo. Tomar consciencia de que respiramos, tomar consciencia de nuestras sensaciones, de nuestras ideas, sentimientos y emociones. Y, cuando tomamos consciencia lo hacemos como observador, eso es la autoconsciencia. Pero al ser el observador no estamos implicados y estamos en una posición de una gran ventaja, estamos fuera de la línea temporal. Estamos en el aquí y el ahora, que no es un momento en el tiempo, sino la ausencia del tiempo. La Presencia.
Y esto es “caer en la cuenta” porque, inmediatamente el mundo interpretado deja de ser interpretado y juzgado, sino que hay como un “parar” frente a mi construcción y sentido de la realidad, mis creencias, mis ideas, emociones y sentimientos. Al caer en la cuenta lo que hacemos es, ni más ni menos, que liberarnos de la tiranía de la automaticidad de los pensamientos y emociones, de las creencias infundadas y limitantes. Es un primer Despertar. Es, si seguimos a Platón, el momento en el que el esclavo se deshace de sus cadenas y toma consciencia de que todo lo que veía no eran más que apariencias, sombras. Este primer Despertar es el primer paso del camino de la liberación y de la autoconsciencia. Y aquí autoconsciencia es consciencia ampliada. Y, por supuesto, conocimiento, ser y acción van unidos, no existe separación. Ese dualismo entre el conocimiento y la acción (lo que viene llamándose la práctica) es una falsa creencia occidental instalada desde la intelectualización de la filosofía, cuando la filosofía dejó de ser un modo de vida y pasó a ser erudición. Pero la erudición no es conocimiento. El conocimiento a la vez que conocer y conocerse es praxis revolucionaria como consecuencia de ese conocimiento. Si el conocimiento no nos cambia no es más que pedantería y vanidad.
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Hay que tener cuidado con la fe en ideas, personas, religión...si uno se identifica con ellas no es la Consciencia, sino el ego. Cuando uno reclama el respeto por las opiniones propias puede ser que esté apegado a su sistema de creencias. Las ideas, religiones, personas, son como escaleras que nos sirven para ascender. Una vez que asciendes en tu estado de Consciencia, entonces no necesitas ni de personas (maestros,…), religión, ideas, política… Nuestro maestro es el maestro interior. El Ser mismo.
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El dolor y el sufrimiento con el que nos toca bregar son nuestros maestros. Mientras que nos identifiquemos con ellos y nos sintamos las víctimas de todo lo que nos rodea, o de la mala suerte, sólo alimentaremos nuestra tristeza e incapacidad de ser. En cambio, si no nos identificamos con lo que nos toca vivir, no nos sentiremos víctimas, ni pobres desgraciados, sino que buscaremos la forma de realizar nuestro Ser trascendiendo ese sufrimiento. No es que dejen de existir el dolor, la injusticia,...pero nosotros no nos identificamos con ellas, ya no interpretamos el papel de víctima, ni el de verdugo, que surge de la envidia y la tristeza, sino que podremos transmutar por la alquimia de la ACEPTACIÓN el sentimiento de desgracia e impotencia en el de realización y creatividad.
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La vida es sufrimiento. nacemos, vivimos, sufrimos, enfermamos, morimos, perdemos a los seres queridos, hay guerras, hambre, acabamos con otros seres igual de sintientes que nosotros…todo es sufrimiento y muerte. Ninguno nos quedaremos aquí, no sabemos cómo enfermaremos, ni cómo moriremos, ni tampoco nuestros seres queridos. Hemos sufrido en el pasado, en la infancia, en la adolescencia. Todo eso es cierto, pero en cierto modo también es ficticio, porque todo esto pertenece al pasado y al futuro. Hay una forma de salir de ese estado de sufrimiento, angustia, dolor. Todo es VIDA, todo está relacionado con todo, yo no soy yo, sino que soy un conjunto de relaciones que me relacionan con todo el universo, empezando por mi madre de la que nací y de los hijos que tengo hasta los primeros átomos del universo. Pero es necesario tomar consciencia de ese aquí y ahora y hay una vía fácil y sencilla para buscar mi Paz interior, mi calma, mi sosiego; y es la respiración. Ser consciente de mi respiración, de mi inhalación y exhalación. Este acto me trae al eterno presente y me inunda de felicidad y me reconcilia con mi cuerpo, con mi Ser, con todo lo que me relaciono y, entonces me disuelvo, rompo las barreras de la falsa creencia de ser un yo separado, porque realmente ese yo es relación, no existe ni sólo ni separado. Me viene al presente el dolor del pasado y lo abrazo, me reconcilio conmigo mismo, no me juzgo, me acepto, no lucho, me dejo llevar. El universo funciona solo, yo no tengo nada que hacer, no tengo tampoco que resistirme para dejarme ser en el universo. Todo es fluir e interrelación, no hay fronteras, solo el universo que respira por mí y a través de mí, yo soy, respirando, el universo y el universo se expresa a través de mi respiración. Así, tomando contacto con mi respiración permanezco en la Unidad y en la relación. Se me presentan las penas y tristezas del pasado, pero ya no me identifico con ellas, si no que las acepto y las comprendo, se me presentan los temores del futuro, pero ya no los temo porque sé que todo ocurrirá como ha de ocurrir y más allá de todo ello está el latir profundo de la VIDA, de algo que nunca desaparecerá, porque es el Ser y eso es lo que se me muestra en el acto de respirar conscientemente. Así permanezco en el aquí y el ahora.
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El compartir es una necesidad en tanto que somos seres en relación. La equivocación de occidente es la cosificación. El yo no es una cosa, es una relación. En definitiva cada uno de nosotros albergamos toda la humanidad, incluso, toda la humanidad que ha sido. Tomar consciencia de ello alivia nuestro sufrimiento, pero también activa nuestra compasión, porque hay mucho dolor debido a las injusticias y la ignorancia, como decía Buda, los tres venenos: la ignorancia, el deseo y la agresividad. Tomar consciencia de que somos la humanidad es tomar consciencia de ese dolor y, por ello es despertar la compasión y comprensión. A la vez que descargamos nuestros hombros del peso del egocentrismo nos hacemos uno con el dolor de todos y ello nos lleva a la compasión y ésta debe actuar eliminando la ignorancia, la agresividad y el deseo que son los venenos que producen el sufrimiento de la humanidad.
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Pues no sé qué pensar. Ni uno es una especie de adivino ni nada por el estilo. Además de que el futuro se recrea dentro de múltiples futuros posibles. Por eso no hay adivinación, sino oráculos.
Pero a lo que me quería referir es que si los dirigentes mundiales, es decir, los altos políticos y las grandes corporaciones económicas, no toman consciencia de que el planeta Tierra es un gran ser vivo y nosotros formamos parte de él, que no somos sus señores, pues, el resultado inevitable es el fin de la civilización y especie humana, con casi toda probabilidad, como un invento fallido de la evolución. En la inmensidad del cosmos esto carece de importancia, por eso, no sólo hay que tener una consciencia ecocéntrica, sino también cosmocéntrica y, de paso, así nos unimos en nuestra raíz con la divinidad, el cosmos, el Ser, lo que es. Y también aprendemos a aceptar la impermanencia de todo lo que es.
Esta mañana observaba en mi paseo meditativo por el campo cómo las máquinas arrancaban el fruto a la tierra, cómo ya no hay, prácticamente, contacto entre el hombre y lo que la tierra produce, todo está mediatizado. Y eso me trajo a la memoria a los agricultores valencianos arrancando los naranjos porque es más rentable traer las naranjas de miles de kms. Eso es una locura, no cabe en la cabeza de nadie, salvo en la cabeza de alfiler de un economista, que te dirá que es más rentable. Pero, ¿qué es ser más rentable? ¿qué valores se barajan en la ecuación de la rentabilidad? Esta es la monstruosidad de la matematización de la economía, cuando la economía pertenecía a la filosofía moral, de donde nunca debió salir.
El caso es que se me vino a la mente esta cantinela de mi buen amigo el filósofo, matemático y poeta Riechmann que habla de la hybris humana. El hombre es un ser doble, bifronte, que alberga un monstruo en su interior. Y ese monstruo, su demonio, su obscuridad, su sombra lo devora a la par que intenta devorar, de forma fallida a su madre, la tierra. Ese demonio es el de la avaricia, el orgullo, la vanidad, el poder, la envidia, la competitividad. En cada hombre y en la humanidad en su conjunto hay la lucha de esos demonios contra sus ángeles opuestos: generosidad, amor, magnanimidad, fraternidad, valor…Es la lucha entre la luz y la sombra. La lucha que se representa en el héroe trágico, porque la vida y la historia es una tragedia que no tendrá un final feliz, podrá ser más o menos malo, pero no feliz, así son las cosas. Todos en este momento llevamos una doble lucha heroica, la que tenemos como individuos y la que hemos heredado históricamente. Depende de si somos capaces de transmutar alquímicamente esos demonios y, aceptar nuestra propia naturaleza y, de esa manera tener dominio sobre ella, por un lado, y, por otro que a través de ello alcancemos una ampliación de consciencia en la que nos sintamos uno con la tierra, las estrellas y el cosmos, el que nos podamos salvar como especie, no hablo de civilización, ahí reside el mal…y lo que se está haciendo es parchearla.
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No solemos fijarnos en que ha habido una evolución en nuestra consciencia. Muy bien lo describe Ken Wilber. Desde la consciencia primal en la que no nos sentíamos diferenciados de la naturaleza que nos rodeaba, no había, ego, por tanto, a la consciencia egoico, mítica y de pertenencia, que es en la que nos encontramos hoy en día. Aunque bien es verdad que muchos han trascendido esta consciencia al nivel transpersonal, es decir, han transcendido lo egoico y el nosotros, incluida la Tierra, es su estado de consciencia a lo largo de la historia; algunos de ellos son los grandes maestros de la humanidad. Incluso algunos han llegado a los estados sutiles de consciencia de no dualidad. Esto quiere decir que el ser humano puede llegar a ese nivel de consciencia. Y en ese nivel de consciencia no hay competencia, no hay diferencias, porque nos reconocemos en el otro, el amor personal se transforma en compasión, sentir con el otro, pero no ya desde un ego, sino desde un nosotros. Lo que surge es una consciencia global, o la participación en la consciencia colectiva humana y, más allá aún, terrenal y cósmica. Es este cambio evolutivo el que necesitamos dar si queremos salir del embrollo en el que el ego-mítico nos ha metido. Y no es que el ego sea el malo de la peli, no, es que ya hay que trascenderlo, jugó un papel muy importante y tuvo grandes conquistas, como la de las virtudes, la democracia, la libertad, el valor, la igualdad de los hombres y su dignidad y autonomía….pero ahora se ha pervertido, o se ha gastado, por eso ya no es un mecanismo de adaptación y desarrollo sino que se ha convertido en el mayor factor de autodestrucción. El ego es el padre también del egoísmo y éste del miedo y de ahí surgen todos los vicios: la guerra y violencia arbitraria, la venganza, la injusticia, la soberbia, la vanidad, la desigualdad, la escisión…y, con todo ello estamos acabando con nuestra propia existencia. Por ello es necesario dar el salto evolutivo hacia lo transpersonal.
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El silencio es el alimento del espíritu. Demasiada algarabía es la que nos rodea. Todos hablan, todos informan, todos opinan, todos quieren ser escuchados. Es la forma de sentirse alguien y no sentir el vacío interior. El silencio es el camino hacia nuestro interior, el camino para reencontrarnos con el Ser que somos. Pero nos empeñamos en el decir y, a través del decir, mostrar nuestro yo. No hay nada que decir, sólo mostrar. O hablar con uno mismo siendo ese sí mismo el Ser eterno innombrable que somos.
Seguimos, equivocadamente, el camino del exterior, hablamos, nos entretenemos, pasamos el rato, el día, la vida. Y, al final, todo es un tremendo vacío. Las palabras, el ruido que hemos montado y en el que nos hemos sumergido era un sinsentido, ruido que se lleva el viento, nada. El verdadero camino está hacia nuestro interior. Es recorrer el camino de vuelta a casa. Un día salimos de ese Hogar y nos perdimos en la banalidad y vanidad, quisimos ser algo por medio de lo que no es, las apariencias, pero no hay nada. Sólo la Presencia que es el Hogar, el Ser, nuestra mismidad. Parloteamos, discutimos, conversamos intranscendentemente para pasar el rato. El lenguaje fue, nos cuentan biólogos, antropólogos…muy importante en la evolución. No digo que no, pero de no haber existido ese paso evolutivo no hubiese pasado nada, todo permanecería igual. El problema es que miramos al Ser desde el ser, o, dicho de otra manera, antropomórfica y antropocéntricamente. Y por eso le damos tanta importancia y sobredimensionamos al hombre y a nosotros mismos en particular. La vía del silencio es la de la humildad, el desprendimiento (desapego) de todo, de todo lo material y de lo intelectual: creencias, ideas, prejuicios y aceptamos nuestras emociones, las dejamos ser… la del desasimiento. No más de lo uno que de lo otro, que decían los filósofos escépticos griegos. En el silencio brotan las palabras de la Soledad, del Ser. Y entonces estamos en casa, reconfortados, sin necesidad de juzgar, sin necesidad de saber, sin necesidad, en fin, descansando del recorrido del camino de vuelta (el camino del héroe) y de sus tremendas dificultades. Sin lastre que soltar, soltamos amarras y nos dejamos llevar adentrándonos y fundiéndonos en la inmensidad infinita del Ser. Por eso, al sabio le gusto ocultarse.
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Los sistemas de pensamientos, las ideas, ya sean científicas, humanistas, filosóficas, religiosas o políticas, las creencias, son sólo, o, ni más ni menos, que guías en el camino de la vida. Si nos aferramos a alguna de ellas, perdemos la verdad que anida en las demás. Además de que fomentamos una actitud dogmática y fanática que, en algunos casos, llega incluso a la violencia. Por el contrario, es necesario practicar el desapego o desasimiento de nuestras ideas, verlas desde la distancia, entonces llegaremos a aquello de sólo sé que no sé nada Sócratico, (o al dicho del budismos zen "Si te encuentras con el Buda, mátalo"), pero no retóricamente, sino de una forma vivencial y nos sentiremos en el vacío, pero libres. Y es en esa posición en la que podemos iniciar el diálogo, porque no nos sentimos poseedores de ninguna verdad y, por medio del diálogo pretendemos llegar a acuerdos comunes, no a la verdad. La Verdad está en otro nivel que el de las ideas o creencias. En un nivel experiencial en el que no hay razón, sino intuición. Pero ese nivel no es del que podemos hablar es sólo mostrable e inefable. En cuanto a las ideas, religiones, creencias vitales y políticas y demás, son ayudas en el camino que hay que saber usar. Uno no es sus ideas, cuando creemos en nuestras ideas nos identificamos con ellas y nos reducimos a ellas. Eso es el apego y la reducción del yo. Esa postura es ético-políticamente muy peligrosa, nos lleva incluso al genocidio, pero a pequeña escala, símplemente, no nos permite hablar y dialogar y, espiritualmente, nos cierra el camino hacia la autotrascendencia, que necesita del desasimiento o desapego.
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La gran aportación de los griegos a la civilización occidental y a la humanidad ha sido el Logos, la Razón y, por encima de ella, el Nous. Lo malo es que todo lo humano está cargado de su luz y sus tinieblas. Y las tinieblas de la razón, el espíritu prometeico, conquistador, dominador avasallador, manipulador ha triunfado y nos está llevando a nuestro propio exterminio. La salvación está en el mismo regalo, en la luz de la razón, no en sus tinieblas. En definitiva, en la condición humana y su estado de consciencia. Pero no es el Logos en sí, porque el Logos es la propia luz, sino la naturaleza humana. El hombre es el animal autoconsciente que, como tal, tiene una naturaleza especial, siente la carencia. Y esa carencia le impulsa a la completud, pero esa completud ya la tiene como parte del Ser. El Ser habita en él, pero su naturaleza caída consiste en la ignorancia de esta verdad. Por eso la historia de la humanidad es la andadura del hombre en pos de su complementariedad, de su infinitud y ahí es donde encuentra múltiples caminos, pero ha escogido, entre todos ellos, el de su propia autodestrucción. Por eso, no es el propio Logos, o la Razón, sino ésta cuando se encarna en el hombre, que es el caso en el que estamos, la que, desde la naturaleza ignorante, violenta y pasional del hombre la que le da fuerza y dirección. Por eso la tarea es la de erradicar, no la Razón, el Logos, sino los tres venenos que empozoñan la naturaleza humana: la ignorancia, la violencia y el deseo.
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El nihilismo y la angustia ante el vacío. La pérdida de los grandes relatos.
La gente está muy perdida porque el miedo y la cobardía es lo que nos domina. Quieren soluciones rápidas, no quieren el más mínimo dolor, ni físico ni anímico. Han olvidado la primera noble Verdad: la vida es sufrimiento. Ahora bien, se conoce la causa del sufrimiento y se puede eliminar en lo que tiene de superfluo, mientras estemos vivos, por muy despiertos que estemos siempre habrá sufrimiento o, al menos, dolor, porque es una de las características de la carne.
Al vaciarse la cultura de todos los grandes relatos filosóficos, míticos, religiosos, políticos…pues el hombre queda suspendido en el vacío. Y lo peor que puede pasarle a alguien es estar suspendido en el vacío sin saber a qué atenerse, qué hacer, a dónde agarrarse para sujetarse y no caer. Entonces, nuestra sociedad, el sistema en el que vivimos y todos mantenemos y hemos fabricado, porque lo demás sería pensar en una teoría conspiratoria de la historia y yo prefiero, aunque lo haga mal, la libertad, a ser un borrego, aprovecha sus propios engranajes y nos vende, en forma de consumo todo lo que haya que vender, incluida la espiritualidad. Por eso la espiritualidad es un producto de consumo que prescinde de la ética. Y, sin ética, individual y social (política) no vamos a ninguna parte. La ética ha sido sustituida por el discurso de “todo vale”, que se basa, a su vez, en el relativismo constructivista, de que todos los discursos son equivalentes; esto es, no hay verdad, sino verdades. Pero cuando esto sucede, en nuestro sistema, no triunfa la verdad de la mayoría, ni la más útil para lo que sea: la economía, los pobres, la tierra,… sino la del más fuerte. Y fuerte en nuestro sistema es fortaleza económica que conlleva, claro, fortaleza industrial-militar-tecnocientífica.
De tal forma que el individuo hoy en día, hipercomunicado, está más sólo que nunca y necesita consumir comunicación: la ideología del poder, claro, con la que comulga ignorantemente. En definitiva, se está alimentando el miedo a la soledad y, curiosamente, ese miedo a la soledad provoca que el individuo, aparentemente, esté menos sólo porque está más comunicado, pero está más solo aún. Está viviendo una situación angustiosa. Por eso la angustia, salvo casos concretos, no es más que una enfermedad social. Cuando la prioridad es buscar qué comer no hay angustia patológica, hay angustia adaptativa: o como y doy de comer a mis hijos o nos morimos, y el imperativo biológico me lleva a buscar comida. La angustia que se padece es la del miedo a la nada. Y es curioso porque nuestra naturaleza, como la de todo es la “eterna impermanencia” todo es impermanente, es decir la nada o vacuidad. Todo está relacionado con todo y depende de todo, no hay ser, sino interser o relación. Pero el propio lenguaje crea las cosas, que no son más que objetos mentales, no realidades externas, la realidad no es ni externa, somos en la realidad. Pero al hombre le da miedo ver su vacío, está apegado a su cuerpo físico, a su biografía, su familia, su yo, es decir, la construcción que se ha hecho de sí mismo, la idea que tiene de sí mismo como un objeto. Pero eso es un objeto mental, no existe como realidad última, sí como realidad mental, claro, pero, la confusión, es identificarnos con ese yo que abarca todas nuestras dimensiones, fundamentalmente la física, de la que tenemos más consciencia. Y, entonces, cuando todo esto queda suspenso en el vacío, nos agarramos a cualquier cosa para sobrevivir. Y, en una sociedad de depredadores y genocidas que es la que hemos ido construyendo, y teniendo en cuenta nuestro estado de consciencia evolutivo que se corresponde con el egoico-mítico y de pertenencia a un grupo, por tanto, excluyente de los demás, pues el individuo intenta sobrevivir eliminando cualquier obstáculo. Y si nos hemos quedado sin ética y sin los valores fundamentales: igualdad, libertad, fraternidad (que graciosamente ahora lo llaman en la neolengua del poder: empatía) pues el individuo-isla, nihilista-egoico, pisará a quien se le ponga por delante para sobrevivir. Incluso se autoexplotará, a eso lo llaman ser emprendedor (es curioso que sólo se piensa en emprendedor en el que es rentable económicamente, no al que escriba un libro sobre la ética de Spinoza, por ejemplo, o de Aristóteles, por irnos más a los orígenes olvidados, perdidos y enterrados) En esta situación estamos asistiendo a la guerra de todos contra todos, a nivel de los estados y las supuestas naciones y a nivel de los individuos. Todos luchan con todos. Es aquello de Hobbes: “La guerra de todos contra todos” y es curioso como se coincide con Hobbes, porque este autor también decía que el origen de esa guerra permanente de todos contra todos es el miedo. Así pues, el nihilismo de la sociedad actual ha producido a un individuo que se siente vacío y con miedo y, como no tiene dónde agarrarse pues se aferra a cualquier cosa. Pero, cualquier cosa se le ofrece como objeto de consumo y el consumo es lo único que construye o da sentido a su existencia, de tal manera que el consumo es compulsivo. Y, mientras más consumimos, más nos consumimos.
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Nada nuevo bajo el sol
Definitivamente vivimos en la sociedad del entretenimiento y el cansancio: la sociedad nihilista. Hasta lo supuestamente más serio no es más que un entretenimiento. Ayer me asomé, no más de diez minutos a la prensa, llevo años desconectado de las comunicaciones, incluidas las redes sociales, aquí, símplemente, pongo lo que siento y pienso y comento lo que me sugieren, no suelo navegar por la red social, salvo caso excepcionales y esporádicamente porque me salen en mi muro, comento algo de lo que ponen amigos o conocidos. Pero, aún así, es inevitable enterarse de muchas cosas, como por ejemplo que vamos de nuevo a elecciones, de las anteriores me enteré porque me tocó una mesa electoral. Considerarán ustedes que esto es una falta de responsabilidad, pero no lo es, es higiene intelectual y lealtad ética para no caer en discursos victimistas ni vengador, no caer en la agresividad, la violencia, el juicio y culpabilización del otro y demás. Si no hiciésemos caso al teatro que se representa en los medios de comunicación toda la clase política carecería de sentido, en realidad no hacen nada, puesto que ya no hay ideologías, salvo obedecer las leyes del mercado, de las que se dice que son inamovibles (un mito, claro) Ello no implica que no me interesen los grandes problemas de la humanidad. Todo lo contrario, son lo prioritario en mi vida junto con mi familia, aunque, dadas las circunstancias de crisis final o colapso civilizatorio, preocuparse de lo uno es preocuparse u ocuparse de lo otro. En fin, el caso es que busqué a un autor que solía leer antes con asiduidad y me di cuenta que, en años, no había cambiado de discurso, que seguía con los mismos moldes para entender la realidad, que en el fondo no ha cambiado, porque sigue igual solo que peor. Y de ahí me fui, accidentalmente, a un autor que desconocía, pero que el título de su columna u artículo me interesó porque es algo que me preocupa. ¿Por qué no se moviliza la gente en la calle? Y me encontré con lamentos, eso sí, primero se loaba las últimas movilizaciones de unos y de otros, la convocatoria de huelga por el clima y así…pero luego el autor caía en el paletismo y hablaba de que el pueblo español, como si hubiese diferencias entre humanos (eso es conciencia mítica-egoica y de pertenencia) no se manifestase con la cantidad de corrupción que hay, con la poca eficacia de la justicia, con los privilegios de unos y de otros, con la marcha de los partidos y sus giros para obtener más poder. En fin, más de lo mismo. El psicopoder, la sociedad del cansancio y del consumo, la desinformación masiva y control de los medios de supuesta comunicación e información…todo ello, junto con la propia naturaleza humana, la servidumbre humana voluntaria de La Boétie, o la pereza y cobardía de la que nos hablaba Kant lo explica muy bien.
Es decir, que el personal lee los periódicos deportivos masivamente, luego ve la Tv y sus series y concursos y algunos leen los periódicos y de los que los leen, pues una minoría leen las páginas de opinión. Pues el caso es que todo, incluido leer las páginas de opinión, no es más que echar el rato para, si acaso, comentarlo en un breve instante con alguien y olvidar todo rápidamente, porque la información se acumula, es masiva. Es una de las estrategias de la desinformación, ahogar con supuesta información, que no es tal. De tal manera que, incluso las páginas de opinión, donde se deberían barajar las ideas que creen conciencia de lo que es uno y dónde está, no son más que puro entretenimiento. Yo creo, que salvo la excepción de algún artículo, no son más que páginas de revistas del corazón y su objetivo ya no es el diálogo sino el mero entretenimiento. Y los medios de desinformación lo saben y saben también que la opinión es un bien de consumo y contrata en sus filas a aquellos que tienen más tirón de lectores. En fin, una forma de autofinanciarse. Resulta que el día anterior, el domingo, dediqué la mañana a leer el Evangelio según San Mateos, y pude ver y sentir la naturaleza humana en carne viva y el mejor instrumento para analizar la sociedad de hoy en día, en muy pocas frases estamos todos fotografiados, da lo mismo que allí hablase al pueblo judío, porque en el fondo se habla al Hombre. Y lo bueno es que se le ofrece un camino a seguir para acabar con el mal, la oscuridad, nuestros demonios y miedos y los de la sociedad. Consejos de carácter imperativo, que son perennes.
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No existe el gobierno. Las instituciones de poder están vacías. El gobierno o el poder se han hecho ubicuos. Está en cada móvil, en cada aplicación cibernética. Funciona en red. Absorbe al ciudadano y éste deja de serlo, pensando que es más ciudadano que nunca, que elige a sus representantes y que vive en democracia. No hay democracia. El poder ya no está fuera del individuo, sino que el propio individuo se está autogobernando según la evolución del estado social. La evolución de la sociedad por sus propias leyes engulle al ciudadano y lo convierte en un ciborg del ciberpoder cibernético. Las redes sociales no producen ninguna revolución, ni la aceleran, lo que producen es control o autocontrol cibernético. El individuo se hace transparente en la red, a la par que se disuelve en la uniformidad de la infinita información. El fondo de la caverna es la creencia de que somos algo y comunicamos algo a través de las redes sociales. No, el poder disuelto en la cibernética nos conoce y maneja a través de nuestra publicación, pública o privada, en las diferentes redes sociales. Y todos estamos en las redes sociales, ya sean de mera comunicación, o laborales. Todos decimos quiénes somos en la gran red en la que se ha convertido el poder. Los parlamentos ya no tienen poder, son lugares vacíos donde se representa una pantomima. El ciberpoder se ha mimetizado y, claro, expresa lo que queremos, a la vez que nos hace querer lo que expresamos. ¿Cómo salir de este bucle infernal? Y, todo esto que acabo de decir es como la paradoja de Epiménides el cretense.
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Ha existido una evolución desde el inicio de la humanidad, o si queremos del universo y resulta que de esa evolución surgimos nosotros. Y el homo sapiens sapiens se va haciendo consciente y autocosnciente de sí mismo. Lo cual significa que el universo a través del hombre, seguro que otros seres también, se hace autoconsciente de sí mismo. Ahora bien, el recorrido de esa autoconsciencia es largo y es a lo que llamamos la evolución de la consciencia humana. El salto que debemos dar ahora y los que hemos ido dando, no han sido sólo por imperativo biológico, sino por la propia voluntad y finalidad del hombre. Por un propósito, como humanidad y como individuo, que, en el fondo, es el propósito del universo, porque no hemos de olvidar que somos el universo o que estamos formados de las partículas que se produjeron en el inicio de los tiempos.
Pero, hasta ahora toda organización política y social ha sido jerárquica y esa jerarquía nos ha escindido de nuestra propia naturaleza y de la Tierra de la que formamos parte. La cuestión ahora es ser capaz de tomar consciencia de quiénes somos, somos un trozo de Tierra que respira, piensa, siente, come…y una vez que hayamos tomado consciencia de quiénes somos podremos actuar en la Tierra. Pero esa autoconsciencia dará lugar a una forma de actuar en IGUALDAD con los demás seres y con la misma Tierra. De tal forma que todo ha de cambiar, desde las formas de producción, agricultura, economía, política, educación, justicia, sanidad,… hacia una forma de autoorganización en Red, como un gran organismo en el que la inteligencia está en cada nodo de la red y en la red en su conjunto. Ya se funciona así en parte a partir de lo que se ha llamado la globalización económica, pero ésta no es la red de la que yo hablo, porque esa es una red perteneciente a un poder jerárquico que quiere someter. Una red basada en la antigua consciencia de dominación. La nueva consciencia es no dual y, por ello, integradora sin jerarquía, en igualdad, libertad y fraternidad. Pero, si no cambia la conciencia de los hombres no se producirá el cambio en la tierra. La nueva consciencia planetaria surgirá de la nueva consciencia, no dual, de cada uno de nosotros, una consciencia no egoica, sino transpersonal.
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“La sabiduría sirve de freno a la juventud, de consuelo a los viejos, de riqueza a los pobres y de adorno a los ricos”. Diógenes el perro.
La juventud es osada, desconoce el mundo y se desconoce a sí mismo, es atrevida e imprudente, es necia. Cree que lo puede todo, que está por encima de la ley natural, que es eterna e imperecedera. La juventud es petulante y vanidosa. Está llena de vicios tremendos que acarrean grandes desgracias, no quiere decir que no tenga virtudes, que las tiene, claro: el valor, la fuerza, la decisión, el coraje, la claridad, la nobleza… Pero la sabiduría es inalcanzable para la juventud; es más, la pone en su sitio. Y es interesante esta reflexión de hace más de dos mil años para nosotros que vivimos en una sociedad epidérmica, una sociedad de las apariencias que elogia, alaba y ensalza la juventud como una virtud en sí misma, cuando, realmente, la juventud, lo que tiene de bueno, es que es un estado pasajero, porque la juventud, por su imprudencia es un estado muy inconsciente. En cambio, la sabiduría, que está en la arruga, aunque no en todas, es consciencia y, a más sabiduría, más amplitud de consciencia.
A los pobres les sirve de riqueza. La riqueza no es posesión de cosas, sino una forma de estar en el mundo en el que se da la aceptación de lo que es, en la que no hay ni lucha ni escisión. Hay pobres porque hay ricos. Es decir, porque hay desigualdad, poder y propiedad. Pero la sabiduría no es una propiedad por eso es la auténtica riqueza del pobre. Pero tampoco nos solemos encontrar pobres sabios, ni jóvenes, ni viejos, ni ricos. La sabiduría es un bien escaso, raro.
Por su parte, la sabiduría es consuelo para el viejo. Evidentemente, el que haya vivido rectamente y conforme a la virtud se hará sabio con el tiempo, en la vejez, precisamente, cuando ya se han acabado las prisas, cuando lo esencial se ha hecho, cuando sólo queda la aceptación.Ahora bien, el que no vive conforme a la virtud y va aceptando los ciclos propios de la vida llega a la vejez desesperado, renegado y lleno de miedo. Y, la vejez, es deterioro y merma de nuestro ser físico. La sabiduría nos enseña, si hemos ido aprendiéndolo, poco a poco, que todo es perecedero, que la vida es impermanencia, que existe la vejez, la enfermedad y la muerte. En ese sentido, la sabiduría es la más profunda aceptación.
Y, claro, la riqueza es una forma de corrupción. La riqueza se interpone entre lo que pensamos de nosotros y nuestro verdadero ser. Por eso, la sabiduría, en el rico, no es ya sabiduría, es mero artilugio, un adorno más, una posesión, cuando, realmente, la sabiduría no es un objeto que se posee, sino una forma de habitar en el mundo, de ser en el mundo y con el mundo.
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El hecho de que haya habido una movilización mundial por el clima es una muestra, en principio, de que ha habido una consciencia, no global, sino planetaria. Pero esa consciencia no debe concebir al hombre y la tierra como objetos separados, sino como un mismo ser dentro del universo, con el que formamos también un mismo Ser. La consciencia planetaria es la consciencia del equilibrio entre todo lo que hay en el universo y, en particular, en la tierra. Es esencial que esta concepción parta de la eliminación de cualquier vestigio de antropocentrismo y de ideología del progreso (explotación, crecimiento económico,…) y de la sustitución de estas falsas ideas y creencias que nos han llevado a las puertas de nuestra extinción, además de la extinción de cientos de miles de especies, por las de el ser humano como un ser en relación. En realidad, no hay seres, sino relaciones, los seres, incluido el humano, es porque existe en relación con lo que le rodea. La existencia de cualquier ser es viable en la medida en la que está en relación con todo lo demás. Por eso esa relación debe ser una relación de equilibrio, si se da un desequilibrio, ese “ser” muere. Y ése es el caso del ser humano. Desde esta humildad, otro gran golpe a nuestra vanidad, desde que se nos sacó del centro del universo, es desde la que hay que ver la relación con la tierra y con los demás seres que la habitan. Somos parte de este gran ser que llamamos tierra y que, a su vez, está en relación con lo que le rodea. Esta concepción del ser humano como ser en relación con la tierra, los seres que la habitan y los demás seres es la que nos puede llevar a la idea de unidad. Somos Uno con la tierra en la medida en la que estamos en relación con todo y todo está en relación con nosotros. Mantener el equilibrio de esta relación compleja es mantener una relación horizontal, en lugar de vertical y de poder y dominación, como hasta ahora hemos tenido.
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Libertad frente a miedo e hipocresía.
“¿Por qué la gente da dinero a los mendigos y a los filósofos no? (Le preguntaron a Diógenes) Porque piensan que algún día pueden llegar a ser mendigos pero, filósofos, jamás.” Diógenes el cínico.
Hay que contextualizar un poco esta frase. En primer lugar, Diógenes vivía en la absoluta indigencia, no tenía posesiones, salvo su bastón y su escudilla, ésta última la tiró viendo que un niño comía con las manos y dijo: “un niño me ha superado en sencillez”. Ésta era la vida de Diógenes, un filósofo admirado, tanto que, incluso el emperador Alejandro Magno fue a visitarlo para aprender de su filosofía a cambio de todas las riquezas; a lo que el filósofo respondió, lo único que quiero es que te apartes para que pueda darme el sol. Diógenes vive desapegado de toda riqueza, por un lado, nos muestra esto y que éste es el camino de la sabiduría y la libertad y, por otro, nos muestra su valor y coraje, frente al hombre más poderoso del mundo, no es que se amedrante, o le rinda pleitesía; sino que, muy seguro de sí mismo, le dice que se aparte para poder seguir tomando el sol. Alejandro Magno y todo lo que simboliza (que, entre otras cosas es lo que ha triunfado en Occidente) son prescindibles para el filósofo, porque éste, al prescindir de todo, al no necesitar de nada, al carecer de deseos, es LIBRE. La liberación es el no deseo, la ausencia de apegos. Encontramos aquí toda una línea común a toda la sabiduría perenne. Vemos que esta enseñanza, ya en Sócrates y Pitágoras, es la base y el centro del Budismo, así como del Taoísmo, el Hinduismo advaíta y la mística: Cristiana y Musulmana.
Por otro lado, en aquel tiempo, los filósofos eran personas de prestigio, muy valoradas (filósofo era el que sabía y vivía conforme a su saber, no había diferencia de especialidades, ni de teoría y práctica) que vivían muy bien bajo el amparo y la protección de los más ricos que demandaban su enseñanza. Diógenes, como muchos otros, pues elige, para alcanzar la sabiduría, el camino de la vida sencilla, sin mortificaciones, vivir con lo necesario y lo natural, lo más cercano a la naturaleza, como un perro, de ahí lo de cínico. Pues bien, en su frase, Diógenes muestra algo muy importante para la vida del filósofo, y muy difícil, por lo cual casi nadie puede llegar a serlo, pero por nuestra consustancial falta de coraje, miedo e hipocresía. Lo que nos muestra es el desapego de todo. La gente da limosna a los mendigos y no a los filósofos, ¿por qué?, pues porque cuando se da limosna no se es caritativo, ni se ejerce la fraternidad, (en términos generales, claro) sino que se actúa bajo otra emoción o sentimiento más inconfesable y éste es: el egoísmo. ¿Por qué? Pues porque se da limosna, se hacen campañas solidarias y demás, no por resolver los problemas, sino por el miedo que tenemos a vernos en esa situación. Tenemos miedo de caer en la indigencia y, por eso hacemos con el otro lo que un día el otro queremos que haga con nosotros. (Damos limosna, cuidamos a los enfermos, a los ancianos, a nuestros progenitores y familiares, generalmente renegando, o porque es lo que hay que hacer, lo que está establecido y lo que espero que hagan conmigo un día) Actuamos por egoísmo, no por desprendimiento o por amor incondicional. Y, de ahí, que el filósofo, en este caso representado por Diógenes, que vive en la más absoluta indigencia, no se le de limosna, porque, en el fondo, al filósofo se le teme. Porque el filósofo es indigente porque quiere; es decir, es libre y, sobre todo, no tiene miedo. Y, al no tener miedo está totalmente al margen y es el espejo de nuestro propio egoísmo, esclavitud, ignorancia e hipocresía. El filósofo, si ha conseguido el desapego, vivir conforme a la naturaleza, en la sencillez de satisfacer lo que la naturaleza nos demanda y ya está, más allá del poder, sin necesidad de pedir, entonces es libre y virtuoso. Y, en la libertad (individual y política) reside su felicidad. Y esto es lo realmente difícil, conquistar la libertad y, su libertad, que todos tememos, es su posición privilegiada y que le permite ser a la vez el Testigo y el espejo de la humanidad. Lástima que la humanidad no siguió el ejemplo vital de los primeros filósofos, sino el de los guerreros, los ricos y los políticos y ello nos ha llevado a una historia de degeneración, no de progreso. Pero aún siguen estos filósofos y los grandes sabios y místicos de la historia alumbrando como lumbreras perennes el camino de la libertad y sabiduría. Camino que es necesario recuperar en esta encrucijada civilizatoria final en la que nos encontramos todos.
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Hay tres papeles fundamentales que representamos en nuestras vidas: el de salvador, el de verdugo y el de víctima. Los tres están íntimamente ligados. Lo que sucede es que el que aparece más ante nuestros ojos y el que nos creemos, porque los otros no queremos confesarlos, es el de víctima. Nos consideramos víctimas de todo lo que nos sucede. Pero, al hacerlo, actuamos como verdugos y justicieros de los otros. Y al ser los justicieros juzgamos sin piedad e, indicamos, cómo hay que ser; es decir, adoptamos al papel de salvador. Como digo, los tres, independientemente de los biográficos particulares: soy padre, soy filósofo, soy mujer,...se representan a la vez, pero sólo nos gusta reconocer el de víctimas por comodidad y cobardía.
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Educación, democracia y totalitarismo.
La universalización de la enseñanza y, sobre todo, su obligatoriedad, no es más que la universalización de la ignorancia para producir, literalmente, como mercancía, mano de obra para el sistema capitalista. La Ilustración, sin intención, ignorantemente, puso las bases de esta tropelía que convirtió el sistema educativo en un sistema de producir mano de obra para el mercado laboral. Y, eso, requería, la universalización de la ignorancia. Es decir, la transmutación de la educación en la búsqueda del saber y la conquista de la libertad por medio del conocimiento que nos hace autónomos, en universalización de la ignorancia, en el relativismo del todo vale, en el constructivismo del conocimiento... El centro de la educación, ya no es el conocimiento y la libertad, siendo el maestro o el profesor, el vehículo o mero transmisor de este legado de milenios y la posibilidad de aumentar dicho legado, sino el alumno. Éste se convierte en el centro del proyecto nihilista de aprender a aprender. ¿Cómo se puede aprender a aprender si no hay unos contenidos desde los que lanzarse a ese aprender? Dela Nada, Nada sale. Es la mayor farsa educativa que se ha producido y que el sistema educativo, vigilado por políticos y el propio mercado, han hecho cumplir desde la Segunda Guerra Mundial para mantener el orden del nuevo mundo llamado socialdemocracia o estado de bienestar que no es más que el estado de ignorancia de la inmensa mayoría para ser mano de obra disponible para el mercado. Mano de obra sumisa y obediente. ¡Qué lejos nos queda el ideal de la Ilustración y aquel sapere aude (atrévete a saber por ti mismo) kantiano! El engaño ha sido perpetrado y la educación, en nombre de la democracia ha instaurado un totalitarismo en el que estamos inmersos y del que la inmensa mayoría es ignorante, se encuentra dentro de la caverna. Como nos lo dice admirablemente Sánchez Tortosa:
“La libertad ciudadana que la Ilustración soñó y que acabó siendo el reconocimiento jurídico de una ciudadanía con la que proletarizar a los sujetos productivos, materializada por la Revolución Industrial, se convirtió, en materia educativa, en una libertad escolar, también soñada, que no resultó ser sino la extensión del radio de acción del Estado sobre lo que antes quedaba al margen, medida con la que producir analfabetos por medio del sutil recurso de escolarización universalizando la ignorancia. Esta es la sentencia imparable coronada en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, y, en España, con las leyes de 1970 (Villar Palasí) y de 1990 (Logse).” Sánchez Tortosa. “El culto pedagógico”, p. 107
Dicho más llanamente. La educación es una forma de domesticación, una forma totalitaria de mantenernos en la ignorancia y disponibles para la producción, el consumo y entretenidos. De ahí la idea de educación para toda la vida. Como si eso fuese algo nuevo, como si los grandes sabios de la historia no hubiesen estado estudiando hasta su último aliento. Eso sí, no pagando "masters", que te acrediten como apto para un trabajo.
Lo grave de todo esto es que asistimos a una sociedad del cansancio, nihilista y que opta, por salir de su vacío existencial, psicológico y ontológico, por el entretenimiento. Y el entretenimiento está basado en el consumo. Y el consumo es una forma de auto devorarse. La paradoja de todo esto es que se nos enseña que estamos en sociedades democráticas, en las que hay un estado de derecho y todo es una farsa. La educación, que es el eje sobre el que debe pivotar la formación de individuos libres y, por ende, democráticos, es una forma de totalitarismo. Una forma de vehículo de transmisión de la ideología del poder, pero, no sólo del gobierno, sino del Estado. Cuando el Estado se hace cargo de la educación, es el educador del pueblo, como es el caso, estamos ante una forma de totalitarismo brutal. El estado transmite el status quo social, que en este caso es el neoliberalismo, el gobierno transmite su ideología, que no se distingue, en lo esencial, de la del Estado y de la globalizada y el mercado impone su regla de transformarlo todo en mercancía. Por tanto, estamos ante una Plutocracia, Partitocracia y Mercantilismo. Y estos sistemas de ideas totalitarias son los que rigen la educación, desde la cuna hasta la tumba, todo está controlado y el Gran Hermano nos vigila. Resulta ya un poco grosero seguir llamando a esto democracia: el poder reside en el pueblo. Pero, qué poder y qué pueblo. Todo es un baile de máscaras y hasta que no aprendamos a desenmascarar no conquistaremos nuestra libertad. Pero tenemos miedo a la libertad, porque el suelo de la libertad es el vacío. De ahí que ya señalara Kant, que no somos mayores de edad, es decir libres, por pereza y cobardía.
De modo que asistimos impertérritos a la farsa que durante años representan nuestros políticos y, sorprendentemente, les seguimos el juego y votamos. Y nos creemos el cuento de que no hay nada que hacer, que no hay alternativa y que el sistema capitalista es el único posible, como si hubiese existido siempre…y, en fin, así todo. Vivimos en una sociedad absolutamente enferma. Lo cual significa que, no sólo los dinamismos sociales están enfermos, sino los nodos de esas redes. Y esos nodos somos nosotros. Y la cura de nuestra enfermedad es salir del veneno de la ignorancia. Pero la ignorancia no es no saber, no, la ignorancia es algo mucho más profundo y hasta inmensamente peligroso. Es no saber que no se sabe. El ignorante, al no saber que no sabe se resiste a salir de su ignorancia y replica sus creencias y hasta muere y mata por ellas. Es un fanático. Los ignorantes son creados por los sistemas totalitarios. Por eso, en una educación totalitaria, se dan todas las condiciones para bloquear cualquier insurrección, porque estará vista como un atentado a la misma democracia. Se nos ha enseñado que la sociedad se basa en los valores de la democracia, pero es una enseñanza invertida, totalitaria, como hemos visto. Lo que se nos ha enseñado es a obedecer sin ser consciente de nuestra obediencia. Se nos ha enseñado a participar del sistema y construirlo y defenderlo como propio, cuando, realmente, somos sus víctimas, porque se nos ha arrebatado la libertad.
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¿Qué somos sin pasado histórico? Probablemente sólo inconsciente y obscuridad. El conocimiento aporta la luz, es la vía de la liberación. La ausencia de conocimiento abre las puertas a la superstición, la obscuridad y la esclavitud. Y precisamente, el mal de todos los tiempos es la ignorancia. Pero, hoy, paradójicamente, que vivimos en una sociedad hipercomunicada e hiperinformada, la ignorancia sigue siendo la misma, sino más. Porque los medios de comunicación y las supuestas redes sociales liberadoras, son más un sistema de control que una forma de información y conocimiento. Además de que estamos bajo el mito de la información. Primero no hay información, sino, más bien, desinformación, y luego, la información no es lo importante, ni el fin, sino que es el material para organizar el conocimiento que es una racionalización crítica de esa información sin forma, ni sentido, o con sentido inspirado en prejuicios, porque toda información, todo dato, es un dato interpretado, no existen los hechos, ni datos puros. El conocimiento es la organización de todo ello en una visión del mundo, una visión racional, crítica y abierta. Y, más allá del conocimiento, pero del que no podemos prescindir, llegamos a la sabiduría, que es la praxis, la acción que se deriva del conocimiento organizado más nuestra intuición, una forma de saber que salta por encima de las barreras de la razón, que va a los primeros principios de todo lo que hay, que simplifica el conocimiento y lo diluye en una actitud y forma de estar en el mundo en la que se da la Paz, la Serenidad, la Armonía, el Agradecimiento…pero en nuestro mundo sólo impera la prisa, la incoherencia en el conocimiento, la ansiedad frente al vacío existencial, la pereza para utilizar nuestra razón y organizar un mundo interpretado más allá de lo que nos dicen, de las ideologías, de la superstición de todo índole, el miedo a parar, pararse y no hacer y esperar a que surja de nuestro interior, del silencio absoluto, el sonido de nuestro maestro interior, de nuestro Ser…esperar que surja la armonía oculta. Pero, para ello es menester parar, estarse quieto: físicamente y mentalmente, observar todo lo que nos pasa y lo que acontece en nuestro interior, sin implicarse, sin juzgar…dejarse llevar para encontrar la armonía. Respirar y ser consciente de nuestra respiración y, a través de ella, conectarnos con el Universo. La respiración como forma de reconocernos como parte integrante del Universo y de la armonía cósmica. Esa respiración es la Paz, pero no sólo una paz interior narcisista, sino la Paz interior que nos lleva a la Paz con los hombres y con la Naturaleza.
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Los negacionistas del origen humano del cambio climático.
Existe una campaña orquestada desde hace décadas, concretamente tiene su inicio con el famoso libro “El ecologista escéptico”, que son negacionistas del origen humano del cambio climático. Bueno, lo curioso es que cuando empezó este movimiento no se negaba la antropogénesis del cambio climático, sino que se negaba el cambio climático mismo, así como los límites de los recursos naturales (fósiles, metales, animales y vegetales). Ahora que el cambio climático se nos ha hecho evidente y nos da en la misma cara, pues van y cambian de estrategia y niegan el origen humano. Cuidado con los farsantes de turno, no actúan solos, seguro. El libraco de ”El ecologista escéptico” es infumable, está lleno de datos, tablas, estadísticas, números…, falta argumentación, y, además, las estadísticas y tablas son muy ambiguas, como sabemos, se pueden interpretar de ,muchas formas… sobre ello todo para despistar de algo que se puede decir en un breve manifiesto bien documentado científicamente. Pero como no se puede documentar científicamente esa falsedad, pues se atiborra con datos al ignorante lector que cierra el libro a las pocas páginas dándole la razón al autor por tan apabullante documentación. También a este movimiento se suman ciertos grupos de la new age que achacan el cambio climático a un fin apocalíptico del mundo, pero nada más lejos de la verdad. Esto no es más que superstición. Algo a lo que agarrase porque ya hemos perdido todo referente y nos creemos cualquier cosa porque tenemos la necesidad de creer, simplemente, porque no nos atrevemos a ser libres. Hay que dejarse de milongas y coger el toro por los cuernos y aceptar nuestra responsabilidad, sin hundirnos en el discurso de la culpabilización, que nos vuelve a hacer esclavos, y tener esperanza, no en parar lo inevitable, pero sí en en que las cosas puedan ser distintas y mejores y quizás no apocalípticas.
No es así exactamente, como dicen los negacionistas poniendo como ejemplos otros cambios climáticos de nuestra historia natural. Los cambios climáticos a los que se refieren son de origen natural. El actual, tiene dos factores fundamentales, el natural, como el último de hace 14.000-12.000 años o, más recientemente, en la edad media, la época de hielo, y, otro, perfecta e igualmente documentado, que es de origen humano porque al emitir, CO2 y Metano, fundamentalmente, a la atmósfera se produce un efecto invernadero que conlleva al cambio climático. La deriva de ese efecto invernadero es impredecible, o se produce una glaciación inminente o un calentamiento progresivo o un calentamiento brutal y rápido. A este cambio climático ayuda también las causas naturales, que son similares a las de hace entre doce y catorce mil años. Es una irresponsabilidad el eliminar al hombre, la humanidad o, mejor, el sistema de producción capitalista de desunión con la naturaleza, de competitividad, de eliminación y explotación de fauna y flora, así como de metales y recursos fósiles y la producción de una terrible desigualdad entre los hombres para poder mantener la huella ecológica que nosotros los países ricos producimos para mantener nuestro nivel de vida que requiere el de varios planetas tierras. No se trata de culpabilizarse y darse golpes de pecho. No, somos así y punto, pero también somos animales maravillosos, creadores de mundos ficticios, científicos, artísticos, sociales, políticos… Somos productores de un mundo para adaptarnos a un medio, parafraseando a Lain Entralgo y Ortega y Gasset. Y, puesto que somos creadores y reflejos del universo (La voz del universo en la fuga cósmica, que decía el entrañable astrofísico Carl Sagan) podemos actuar en la tierra y no evitar lo inevitable, que es el cambio climático, pero sí ser lo más compasivos posibles y evitar el mayor sufrimiento posible de humanos y demás seres vivos. Deseemos de corazón y actuemos con la razón impulsada por el corazón, que a todos los seres vivos les vaya bien, que sean felices y que tengan paz.
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"El mundo es nuestra cabaña(…) Todo lo que poseemos y somos constituyen dones de la totalidad de la que provenimos y a la que regresamos (…) Los atisbos de la unidad despiertan una compasión natural y un sentido de la justicia... Al despertar a la unidad, descubrimos que poseemos el mismo apellido que las montañas, los ríos, los árboles. El océano de la vida sube y baja en nuestro interior". J. Kornfield
Ésta es la idea que tiene que aparecer en nuestra consciencia. Ser parte de…habitar en…, frente a la idea de posesión, explotación, competitividad… En realidad, lo que formamos con todo el universo es una relación. Somos procesos, relaciones, cambiantes, mudables, en eterno fluir…nada permanece, pero todo es igual. Es el eterno fluir de lo mismo. Tomar consciencia de que toda acción tiene una reacción, de que nuestras acciones están retroalimentando nuestra propia vida, que vienen de vuelta como un búmeran y son inevitables; entonces, tomaríamos consciencia de que todo está entrelazado y que ese entrelazamiento es nuestra pertenencia al todo. Y que ese todo es nuestra Casa Común y que es inevitable salir de esa casa. Que es una locura, como dirían los estoicos, intentar explotar esa casa porque nosotros no somos distintos del lugar que habitamos, somos el lugar que habitamos. Ésta es la idea profunda de la Unidad de todo lo real, de la unidad de la que formamos parte. Pero la idea sola, en sí, entendida, no vale, no es suficiente. Es necesario que esa idea cree un sentimiento de pertenencia y de compasión hacia todos los seres del universo y solo a través de ese sentimiento tendremos una acción. Acción que es interna y externa, la primera de autoconocimiento y desapego de lo que creemos que son nuestras pertenencias y la segunda de organización social y política de tal forma que esa nueva estructura no sea más que una Biomímesis, que dice Riechmann, un imitar a los procesos naturales. Hasta ahora hemos hecho lo contrario. Si llegamos a sentir, interiorizar la Unidad que somos, el interser o la relación con todos los seres que nos constituye, entonces estaremos preparados para el gran cambio.
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No hay camino, hay caminantes, no hay fin, hay búsqueda que es el propio fin.
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Vivimos en una sociedad jerárquica, independientemente que se le llame sociedad democrática. Lo de la democracia no existe, ni formal, ni en contenido, ni psicológicamente. El hombre no está preparado para ser libre, necesita, aún, desgraciadamente, de un amo, quiere ser siervo. El acto de consumir es hoy en día la forma que tenemos de servidumbre y de inconsciencia de lo que verdaderamente necesitamos.
Consumimos incluso al poder. Es más, el poder político, que no es el último, existe porque nosotros estamos aquí. Porque no nos atrevemos a pensar por nosotros mismos, sino que preferimos contemplar el espectáculo, el teatro que montan para nosotros. Si no les hiciésemos caso, por ejemplo, animo a apagar los medios de desinformación y control de masas y a no votar, esto último es muy importante, no tendrían sentido. Actuarían para nadie y se darían cuenta de su tremendo ridículo, de su propia farsa. Porque ellos tampoco son conscientes de la farsa que representan, hay poderes superiores al político. Y no votar, cuidado, no significa irse de fin de semana, no, significa una abstención activa. Una toma de consciencia de que el control sobre nuestra vida lo tenemos que tomar nosotros. Que nadie puede vivir nuestra vida. Y esto nos llevaría muy lejos, porque esto implica la autonomía del individuo y la libertad en todos los ámbitos. ¿Estamos preparados para aceptar la responsabilidad de nuestra libertad? ¿O el miedo ante el abismo nos consume aún? ¿Somos capaces de soltarnos de la mano de un guía, un maestro, un gurú, un padre, una ideología, una creencia, una forma de espiritualidad, una religión…y enfrentarnos al vacío que se nos abre ante la libertad?
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No hay, en lo esencial, nada nuevo que aprender hace milenios en lo que a la sabiduría se refiere. Otra cosa es el conocimiento científico técnico, la Historia y demás, así como la erudición. Ninguna de ellas es despreciables. el conocimiento es una forma de organizar lo real, aunque lo real se nos escape, pero lo objetivamos, que no es poco. Y nos sirve de autoconocimiento. El problema es que hoy en día ya no hay conocimiento sin interés mercantil. Todos los intereses del conocimiento se han reducido al del mercado.
La sabiduría, por su parte, puede depender o no del conocimiento. El conocimiento no le es necesario, pero no le estorba, le puede venir bien o mal. La sabiduría es un conocimiento intuitivo, directo y eminentemente práctico: saber vivir.
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En cuanto al interés por la espiritualidad, la meditación, la vida después de la muerte...Me inquieta que la gente esté tan inquieta. Me pregunto, ¿Qué es lo importante: hacer el bien y que haya justicia social o persistir después de la muerte? ¿Por qué le inquieta tanto a tanta gente esto ahora? ¿Cuánto hay de espiritualidad y cuánto de narcisismo? Ya lo dice el evangelio: "El que pretende salvar su vida, la perderá..." ¿No estamos dejando en el camino la ética, nuestra libertad y responsabilidad, por nuevos mitos, nuevos salvadores?
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Estamos en la misma batalla. La autonomía. El problema es la condición humana. No hay autonomía del paciente, en este caso, porque el propio paciente no quiere. El médico, y la medicina como institución se endiosan en su status quo, y aplican el paternalismo. En el fondo hay un proceso de retroalimentación entre médico y paciente que se basa en el miedo, la vanidad y la ignorancia. Pero lo que ocurre en la medicina no es más que una muestra de lo que ocurre en todas las dimensiones humanas en general. Por eso creo que el hombre no tiene remedio. Que hemos llegado a un colapso civilizatorio por nuestra ignorancia, nuestra agresividad y nuestros deseos. Los tres venenos de los que hablaba Buda. No creo que exista una solución política a lo que se avecina o en lo que estamos, porque el mal es antropológico (filosófico y espiritual), no externo al hombre y la política es una proyección. Creo que la salida es una retirada, pero una retirada es ya una acción. En esa retirada, cada cual, desde su posición, debe intentar conectar con su propio Ser y su relación con todos los seres y difundir como pueda toda esa sabiduría. Y desengancharse, poco a poco, de la sociedad en la que estamos. Tampoco es posible salirse de ella, ni tampoco se puede volver a la naturaleza; es más, ésta nunca existió, ni hubo un ser humano idílico, esto es el romanticismo de Rousseau y sus seguidores. La naturaleza humana es una hybris y tenemos que bregar con ella. Después del colapso habrá un renacer y, como siempre, volveremos a un estado más primitivo, como ha ocurrido en todos los colapsos civilizatorios. Lo malo es que éste es el primero que es global e implica, de lleno, a la naturaleza. En fin, que la cuestión es humana y hemos de retirarnos hacia dentro, hacia nuestro interior y conquistar nuestro verdadero poder: que es nuestra autonomía y libertad.
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Quizás todo se reduzca ya a una retirada activa. A no hacer nada de tal manera que nuestro hacer no dañe más. Quizá todo se reduzca a acompañar a la naturaleza y disolver la diferencia entre nosotros y la naturaleza. Quizá toda la cuestión sea reconocernos vivos en la naturaleza viva como unos con la naturaleza. Y todo sea asumir, aceptar el cambio de todo lo que hay, el proceso de muerte y resurrección, el fin de una era, para el renacimiento de otra. Y, en este proceso sentir a la naturaleza para sentirnos nosotros con ella. Aceptar, para soltar todo nuestro ego que lo proyectamos en ella, incluso cuando queremos protegerla. El cambio, la impermanencia, es la esencia del Ser. Esto es, que el Ser es Devenir. Y el cambio es la muerte de lo que hay para que surja lo nuevo. Claro, lo difícil de asumir es que ese cambio esta vez se produce como consecuencia de nuestra acción. A lo mejor, lo mejor es una retirada, una acción sin reacción. Un estar con, pero sin intervenir, un fluir con el propio cambio. Dejar que todo fluya, que todo pase. Es el miedo y el apego a nuestro yo el que nos da una imagen de la naturaleza como algo cosificado, como una máquina, y al hombre como otra cosa, otra máquina diferente a la naturaleza. Y, ahora, que vemos el deterioro de la naturaleza por nuestra causa nos sentimos culpables e intentamos intervenir. Pero, en el fondo, es nuestro ego, lleno de sentimiento de culpabilidad el que quiere actuar y, cuando lo hace, lo pone todo peor. Debemos desapegarnos, entregarnos al fluir del río de la vida, del proceso de muerte y resurrección de la naturaleza, aceptar; que no es claudicar, ni renunciar. La aceptación es algo que se da en lo más profundo de nuestro ser y es una forma de acción, muy difícil, por cierto.
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La vida es sufrimiento, porque la vida es deseo y hasta que no aceptemos que el deseo nos hace sufrir seguiremos optando por buscar lo que deseamos. La cuestión es saber que el deseo se puede superar. Como bien dice Epicuro, o Buda, o los estoicos. Y no es utópico, lo que ocurre es que nos cuesta muchísimo, pero es que, además, no nos lo proponemos. Por eso vivimos en una insatisfacción continua y un miedo que nos aterra ver. Miedo a perder lo que tenemos: trabajo, familia, salud, vida...Pero, todo, al final, lo vamos a perder. Por eso, como bien decía Platón, filosofar es prepararse para la muerte. El desapego y la aceptación.
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El deseo como el origen del sufrimiento y la liberación del hombre.
Para Epicuro, Buda, los estoicos y muchas otras éticas, el deseo es el origen del sufrimiento. El deseo crea una dinámica en el hombre que lo hace estar en tensión. A la vez, el envés del deseo es el miedo a perder lo que se tiene, porque se sigue deseando o a no obtener lo que se desea. De ahí, también el miedo a la muerte. Por eso la muerte no es lo que nos aterra, sino que es el perder lo que tenemos, el deseo de tener es lo que fundamenta nuestra vida. Basamos la vida en la posesión, pero la posesión no es nuestro ser, es un impulso de nuestro ser que, mal dirigido, nos lleva a la esclavitud de las pasiones o deseos que no son ni naturales, ni necesarios.
Por ello, la vida puede basarse en el placer y así debe ser, pero el placer de lo natural y necesario, por un lado y los placeres del conocimiento y la contemplación de la belleza, artística o meramente natural y de la que emerge del mismo conocimiento y del acto de conocer. La propia perplejidad ante el misterio del universo es ya un placer natural, aunque no necesario, lo mismo que la curiosidad, la respuesta al por qué, la pregunta de los niños y los genios, que nos es cercenada en el proceso de educación, paradójicamente. Se nos enseña una serie de contenidos sin relacionarlos con la pregunta del por qué.
Los placeres naturales son los de la alimentación, el vestido, el cobijo y los que hacen posible la vida. Los naturales pueden ser necesarios o no, en lo que se refiere a poder vivir. Si dirigimos nuestra atención a la satisfacción de los placeres naturales y necesarios y aplicamos la moderación en ellos no caeremos en la dinámica del deseo. Por otro lado, es necesario fomentar los placeres estáticos, es decir, los del conocimiento y la contemplación. Esos placeres son los que nos producirán la máxima felicidad, además de que nos alejarán de los placeres dinámicos. Es cuestión de atención y de cultivo del alma.
Si consideramos que lo importante es profundizar en nuestra alma pues cultivaremos los placeres estáticos y la amistad, que es el mayor placer, siempre que sea entre almas nobles y puras, cuyo deseo sea, meramente el de enriquecer al otro, no el de la amistad interesada. La amistad entre hombres nobles es desinteresada. Pues bien, aún así, la máxima sabiduría está en el desapego, es decir, en no querer perder lo que se tiene, no desearlo, sino disfrutarlo en el instante presente. Lo que nos propone Epicuro es, por un lado, una vida austera, que da más felicidad que una vida llena de placeres, porque el placer dinámico y no natural esclaviza, al final uno no es el que es, sino el coche que tiene, la casa que tiene, los empleados que tiene, y así; y teme perderlo…y, por otro, el desapego de los placeres naturales y necesarios, así como de la amistad, que es lo más valorado. El desapego, no desear lo que se tiene, nos permite vivir en el presente. Esto es muy importante y nos une con toda la mística, tanto Oriental, como Occidental. El desapego nos ancla en el momento presente, es decir, fuera del tiempo. Porque el desapego, al ser, no desear, pues implica que uno no desea nada del futuro, no teme nada del futuro, porque no teme perder nada, por eso, ni siquiera a la muerte teme el sabio, puesto que la muerte no puede tocarlo, ya que la muerte es un concepto que se da en el tiempo, el sabio está instalado en la eternidad, en la Presencia, por eso, cuando la muerte está, yo no estoy, cuando yo estoy, la muerte no está, como decía Epicuro. Ni siente culpabilidad del pasado, no está atado al pasado. La culpabilidad y la falsa esperanza, es decir, la esperanza egoica, son formas de deseo y, por ello, de esclavitud. El estado del sabio es la Presencia y el disfrute y el placer que proporciona la misma. En realidad, no es que exista una felicidad positiva, sino una eliminación de todo aquello que produce infelicidad o, mejor, sufrimiento; y ello es el deseo y el temor, como la otra cara del deseo. El deseo y el miedo van unidos, son lo mismo. El miedo es miedo a perder lo que se tiene, por eso el mayor miedo es a la muerte y a no tener lo que se desea. Pero es fácil satisfacer los deseos de lo que necesitamos para vivir. Por eso esta austeridad es una alternativa a la ética del consumo y del valor mercantil que es el discurso predominante. Ahora bien, para ello es necesario un cambio de consciencia, además de una deconstrucción de nuestro yo o ego. Porque nuestro ego se compone de lo que se cree que tiene y del miedo a perder lo que se cree tener.
El ego es una construcción a partir del deseo. El ego es el deseo mismo. Y, por eso, todos los contenidos del ego son fruto del deseo. En la sociedad actual lo que se ha hecho, después de vaciar de contenido a la subjetividad y de llevarla al nihilismo, es acelerar el mecanismo del deseo y centrar el yo en el deseo. De esta manera nuestro deseo es compulsivo, patológico y somos en tanto que deseamos, porque lo que obtenemos en poco tiempo ya no nos satisface y necesitamos seguir consumiendo: ropa, viajes, casa, inmobiliario, relaciones (porque están objetualizadas), conocimientos (porque están mercantilizados) y así sucesivamente. De ahí que el vacío existencial nunca se llene y la angustia es el estado natural del sujeto de la sociedad de consumo. Pero el consumo nunca llenará el vacío del relato de su existencia y del mundo que ha perdido y que no puede recuperar. Es más, ahora, los relatos, como la espiritualidad a la carta de la new age, se le ofrece como objeto de consumo.
Pero la sabiduría perenne, está ahí, podemos alcanzar ese estado, o aproximarnos, claro, y deshacer el engranaje de esta civilización moribunda que muere matando y en esa muerte nosotros participamos mientras sigamos en la dinámica del consumo. Y esta sabiduría perenne nos ofrece un camino de liberación.
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Democracia, política y miedo.
Nos encontramos en una encrucijada universal de la humanidad. Una encrucijada que es consecuencia del fin de nuestra civilización, que no el fin de la humanidad, aunque todo pudiera ser, pero eso es fruto de la impermanencia del ser. De la propia constitución de lo que hay. Pero no es ese el tema. Esa encrucijada crea en los ciudadanos, universalmente hablando, ciudadanos del mundo, por tanto, que es lo único que realmente somos, las naciones y estados son constructos, una incertidumbre e, incluso, una angustia y vacío existencial y ese vacío ya no puede ser llenado por la política. La política se refería a los Estados, procede de la constitución de los Estados y, posteriormente, de la caída del antiguo régimen y el surgimiento de la democracia.
Pero resulta que eso de la democracia ya no hay quien se lo crea, en el fondo, aunque casi todo el mundo actúe, como sí hubiese democracia. En el fondo es un mecanismo de defensa para no aumentar nuestra sensación de vacío, caída y sinsentido. El nuevo orden del mundo, no tienen nada que ver con la política y, menos aún, con la supuesta representación de la clase política de la voluntad de los ciudadanos-vasallos. La relación entre el ciudadano y lo que se hace no tienen nada que ver con los políticos. Los políticos van a lo suyo para salvar su casta. Porque la política, desde la globalización económica, fue perdiendo poder hasta claudicar en un poder externo y superior al político que es el económico representado por multinacionales, corporaciones, la banca, los grandes ricos del mundo…Y, claro, si desaparece el poder político, pues lo que está desapareciendo es el Estado. Ya no hay Estados, o los Estados no mandan prácticamente nada. Seguimos las directrices, en nuestro caso, de la UE, pero ésta sigue las del BCE, que, a su vez sigue al FMI y al BM, que siguen el dictamen de multinacionales o el capricho de un hombre muy rico y poderoso…así de sencillo y de siniestro.
Lo grotesco y gracioso de todo esto es que los políticos montan un espectáculo para que los ciudadanos los voten. Y les hacen pensar que son muy importantes, y lo son, pero no lo saben ni toman el poder, simplemente, obedecen, de ahí lo de vasallos. Les dicen que su voto cuenta, que sin su voto puede haber una hecatombe, un apocalipsis. Infunden el miedo. Pero ese miedo que se le infunde al votante no es más que el miedo que el político tiene de perder su legitimidad y, por tanto, su subsistencia. El político existe porque lo votamos. Juega un papel de intermediario entre los ciudadanos y el poder real que mueve el mundo. Es el vehículo de transmisión de la ideología del poder, es el aceite que lubrica el antagonismo de clase para que no se produzca el choque. Es el mecanismo de acción para que los ciudadanos se sientan libres siendo esclavos, se sientan dueños, siendo vasallos, se sientan importantes, cuando realmente lo que hacen es firmar lo que el poder quiere hacer. Los políticos se juegan su existencia en cada elección. Es un momento de lucidez del político, en el que se da cuenta de que su existencia se debe al votante y, por ello, se desespera pidiendo el voto. Luego se olvida y sigue jugando el juego de la política, que no es más que medrar y seguir los dictados de los poderosos.
Pero el pueblo no es valiente, no quiere quitarse la máscara de ciudadano y tomar consciencia de que no es libre, de que es esclavo. De que la democracia no existe, pero se podría conquistar (cuidado que esto no es un discurso salvador, la democracia es imperfecta y limitada por definición) y con ello, el pueblo ser más libre y dueño de lo que quiere. Pero para ello hace falta valentía y eliminar la pereza. Hace falta descorrer el velo del miedo y saber que lo que haya que hacer, si queremos ser libres, lo tenemos que hacer nosotros, de lo contrario, lo harán por nosotros.
Y, claro, para esto es necesario un cambio, pero no externo, éste sería la consecuencia, sino interno. Hace falta una maduración intelectual: ser capaz de pensar por uno mismo, ser coherente y ser consecuente: actuar según se piensa. Y hace falta una maduración ético-espiritual, ser capaz de pensar y sentir al otro, por muy egoísta y malo que nos pueda parecer, como otro yo. Porque cada uno de nosotros, como dice el judaísmo, alberga la humanidad, o como decían los estoicos, la fraternidad, todos somos humanos, por eso todos somos cosmopolitas, ciudadanos del mundo. Y no se trata, ahora, de salvar el terruño, sino de mirar hacia la humanidad y cambiar su condición, del egoísmo, al altruismo y la fraternidad. Si no damos estos dos pasos en nuestro interior, ir a votar es seguir repitiendo la pantomima del miedo en forma de supuesta democracia.
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Dudas plausibles.
¿Lo que se ha venido en llamar la tecnoevolución es una utopía, que puede devenir en distopía, o, más bien, es un muy posible futuro de la humanidad que resolverá el problema ecosocial en el que nos hallamos? ¿No será quizá un exceso de pesimismo y falta de miras el plantearnos que no existe viabilidad para la civilización? ¿Y su la evolución tecnológica nos permitiera transformar la tierra? ¿Acaso no es la evolución un cambio y todo cambio es sustituir lo nuevo por lo viejo, un proceso de muerte y renacimiento?
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A cada poco salen noticias de que la ciencia puede explicar esto y lo otro y que con esas explicaciones pues se terminaron los problemas, o alguno de los problemas perennes de la humanidad. Las neurociencias, que son las que hoy en día parten el bacalao, vamos, que están de moda, porque meten las manos en lo más íntimo del ser humano, que es su pensamiento, creencias, emociones, sentimientos, libertad,…parecen que están cada vez más cerca de decirnos dónde reside la moral humana, o la ética, con lo que se le acabó el chollo a la religión, la filosofía y la espiritualidad.
Vamos a ver. La ciencia es un modo de acceder a la realidad. Y un modo que determina la realidad, es decir, que la cosifica o la objetualiza, convirtiendo la realidad en algo cognoscible universalmente por el ser humano, pero limitada a las categorías o conceptos del ser humano. Es decir, que el conocimiento científico condiciona la realidad de forma epistemológica, de forma psicológica y de forma social. La ciencia constituye un objeto de conocimiento que no agota la realidad. El problema reside en el reduccionismo cientificista que equipara: ciencia y realidad, pero esto es algo que ya desde hace varios siglos quedó claro que es imposible. El mismo que pone los fundamentos de la ciencia, el señor Kant, pone también sus límites. La ciencia es un saber objetivo y universal. Pero, eso, objetivo, que conoce objetos constituidos por nuestra apercepción, o nuestros sistema sensorial y neurológico, si se quiere, pero es eso, no conoce la realidad que subyace al objeto, sino una forma de manifestarse la realidad en el acto (además activo) del conocimiento. A esto se le puede sumar la cuestión psicológica y sociológica. Insisto, la ciencia no es la verdad, la ciencia es muchas cosas y, una de ellas, la búsqueda de la verdad. Eso sí, la ciencia se ha convertido, tras la muerte de Dios, en un mito y el hombre es un animal de mitos y creencias, que necesita aferrarse a cualquier cosa para soportar su existencia y donarle un sentido. La misma ciencia ha descubierto sus límites, tanto desde la física, como desde la matemática, como lenguaje formal incompleto y la teoría de la información, por señalar algunos límites. Las propias neurociencias han descubierto la complejidad de la acción humana, la ubicuidad del yo, o su ausencia, la vacuidad o impermanencia de las emociones, con lo cual, a medida que ahondamos en las ciencias nos acercamos más a lo espiritual, como decía el astrofóisico Wemberg, “cada vez el universo se parece más a un gran pensamiento”. La ciencia surge de la admiración, de maravillarse ante la realidad, de quedarse perplejo ante lo poco que conocemos, (reconocer nuestra ignorancia) no es un bálsamo de fierabrás que cure todos nuestros vacíos existenciales. Además, no está hecha para eso. Y quien busque la verdad en la ciencia se equivoca, como decía Bunge: “Hay más verdades en una guía de teléfono que en toda la ciencia junta. Y la guía de teléfonos no es ciencia.” El problema son los medios de control y desinformación de masas, una mala divulgación científica y la credibilidad humana, la incapacidad del hombre de servirse de su propia razón. Por eso el hombre necesita mitos. Para ir tirando.
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"Querido amigo, haz cuánto puedas para vivir tu vida como Quan Am Thi Kinh. Regresa a tu verdadero hogar, la isla de tu yo verdadero. Ayuda a tu familia, tus amigos, tus compañeros de trabajo a recuperar la esperanza, la alegría, la paz y la felicidad y a reconciliarse con sus familias y con la sociedad. Tengo la gran esperanza de que serás una prolongación de Buda y llevarás la luz, la práctica, la alegría y la paz a mucha gente. Siento profundamente que Buda, Jesús, Mahoma y todos nuestros maestros espirituales de muchas generaciones están detrás de ti, guiándote, y que quieren que continúes su trabajo en el futuro para el bienestar de todos los seres vivos del planeta". Tich Nath Hant. “El monje”
Sí profundizamos en nuestro verdadero Ser conectamos con la esencia de la humanidad y vemos nuestra igualdad, aceptamos nuestras grandes limitaciones y defectos, comprendemos al otro y, entonces, aportamos luz a nuestra oscuridad y a la de los demás y vemos su luz y virtud. La luz es comprensión y compasión, la oscuridad es ignorancia y egoísmo.
"Cuando usted se engaña a sí mismo creyendo que trabaja para el bien de los otros, aún lo empeora más, puesto que no debe guiarse por sus ideas de qué es bueno para otros. Una persona que sabe lo que es bueno para los demás es peligrosa" Nisargadatta.
Gran verdad. Los que creen cuál es el bien del otro están en el papel del salvador y los salvadores de la humanidad o del prójimo son muy peligrosos porque son fanáticos y violentos y al imponer sus ideas, si tiene poder, usan la fuerza y acabamos en genocidios y totalitarismo. El salvador es un tirano, un intolerante, un ignorante que no sabe que no sabe.
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El no hacer nada es la mejor forma de hacer. Cuando uno se afana en hacer lo que ocurre es que se pierde en el fin de lo que hace y no vive el momento en el que está. Y cae en una espiral de deseo. Cada vez necesita más para alimentar aquello que le puede ayudar a conseguir el fin, por muy noble y loable que sea, pero él se ha perdido en los meandros del camino. Es mejor la acción sin reacción, el wu wei. No pasa nada, todo está bien, nada importa. Confía en ti mismo y en el universo. No te afanes por el futuro, porque como decía aquel, cada día, o cada momento, tiene su afán. Vive el momento, no te atormentes por lo que ha de llegar, no lo sabes, ni lo puedes saber, vive el presente, expándete en ese presente, no lo juzgues, no te quedes anclado en el pasado, suelta las culpas y sus redes. Sé tú en este instante. Observate y salte del tiempo. Mira desde los ojos de la eternidad, no desde tus propios ojos biográficos. Relájate y húndete en la tierra y reconoce tu luz interior, eso que tienes escondido, lo mismo que tus vicios. Ábrete en el instante presente y deja emerger tu luz hacia el sol, el cielo y forma Uno con Todo.
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Esta sabiduría de siglos, que pertenece a la Sabiduría Perenne, sustituye a toda la cháchara espiritual que nos rodea. Yo recomiendo volver a los clásicos porque en ellos, si son clásicos es porque lo que dijeron permanece más allá del tiempo; luego, lo que dijeron pertenece a otro ámbito que el de las meras ocurrencias o verdades pasajeras. En realidad, gran parte, si no todo, de lo que hoy se dice que tenga importancia en la dimensión ética y espiritual y que tenga que ver también con la evolución de la consciencia de la humanidad ya ha sido dicho hace siglos e, incluso, milenios. Es ahí donde debemos ir. Beber en las mismas fuentes del saber, no en los sucedáneos. El problema de la educación, uno de los infinitos, es que ha vedado el acceso al conocimiento que no sea el meramente técnico y aplicable mercantilmente y nos quedamos fuera todo lo que tiene que ver con las otras dimensiones del ser humano sin las que no hay una evolución armoniosa. Este texto, para los que se han asomado al vacío, los que se proclaman buscadores, puede servir como una guía práctica para saberse encontrar en su existencia, saber por donde andan en su propio camino que siempre es perderse en las profundidades de uno mismo. Es un poco de luz en nuestra oscuridad y un poco de esperanza al constatar que no andábamos tan perdidos.
“¿Qué es la madurez espiritual?
1. Es cuando se deja de tratar de cambiar a los demás y nos concentramos en cambiarnos a nosotros mismos.
2. Es cuando aceptamos a las personas como son.
3. Es cuando entendemos que todos están acertados según su propia perspectiva.
4. Es cuando se aprende a "dejar ir".
5. Es cuando se es capaz de no tener "expectativas" en una relación, y damos de nosotros mismos por el placer de dar.
6. Es cuando comprendemos que lo que hacemos, lo hacemos para nuestra propia paz.
7. Es cuando uno deja de demostrar al mundo lo inteligente que se es.
8. Es cuando dejamos de buscar la aprobación de los demás.
9. Es cuando paramos de compararnos con los demás.
10. Es cuando se está en paz consigo mismo.
11. La madurez espiritual es cuando somos capaces de distinguir entre "necesidad" y "querer" y somos capaces de dejar ir ese querer.
12. Se gana la madurez espiritual cuando dejamos de anexar la "felicidad" a las cosas materiales.”
-Hz Mevlana Rumi
Sabiduría Sufí.
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La luz y la oscuridad, la guerra y la paz, el bien y el mal, la injusticia y la justicia, todo convive en un eterno fluir. No podemos desprendernos de la oscuridad si no la atravesamos y transmutamos. Nuestras desgracias, limitaciones se convierten en destructivas cuando no las aceptamos, cuando luchamos contra ellas. Ahora bien, si las aceptamos, si nos rendimos, que no resignarnos, al devenir del universo y tomamos las riendas de nuestra responsabilidad; es decir, nos atrevemos a ser libres, entonces toda esa oscuridad se convierte en un motor de impulso hacia la claridad, la lucidez, la belleza y el bien.
Nadie nace en el bien, ni ninguna existencia escapa a las vicisitudes de la enfermedad, las desgracias, el sufrimiento y, al final, la muerte. Todo ello es necesario vivirlo, pero no para quedarse ahí, sino para que nos sirva como nuestro maestro interior. El maestro interior es nuestra propia existencia y nuestra propia existencia es un vivir con, con nosotros, con los demás y con el universo. Nuestra propia existencia es una interrelación, un fluir, cambiar. Quien se resiste al cambio se anquilosa, no crece, se petrifica. Se hace duro y su dureza es la fragilidad, se rompe porque es quebradiza. En cambio, el que aprende de sus heridas las hace suyas, las acepta, las cuida y hace que brote de ellas una nueva vida. Y éste es el proceso constante de la vida, porque la Vida no es más que Aprender y aprender-enseñar, como he dicho en alguna ocasión es Amar.
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Solo Ser, dejarse Ser, no actuar, no reaccionar, Ser, no buscar, dejar que todo aparezca, descubrir a través de la observación pura. Fluir con todo, sin contradicción. Recordar lo que uno Es. Ser la Esencia que uno Es, no perderse en la accidentalidad, no correr tras de nada, todo llega, si tiene que llegar, no forzar nada, dejar que fluya de dentro de uno, que emerja la acción del propio ser. Sin propósito, sin pensar. Ser en la acción de lo cotidiano. El quehacer cotidiano contemplado desde nuestro Ser, que es la Consciencia absoluta y plena. Todo fluye y nada permanece. Nada cambia en el fondo porque el cambio es mera apariencia, es juego, Lila, es un cambio constante permanente, un eterno retorno. Permanecer en el Ser, nuestro Ser y contemplar imperturbable la impermanencia, la vacuidad…
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“El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre; una cuerda sobre un abismo.
Un peligroso pasar al otro lado, un peligroso caminar, un peligroso mirar atrás, un peligroso estremecerse y pararse.” Nietzsche. “Así habló Zaratustra”
“Tenemos ahora una clase superior global que toma todas las grandes decisiones y lo hace con total independencia de los Parlamentos y, con mayor motivo, de la voluntad de los votantes de cualquier país dado. R. Rorty (1999)
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En realidad, ya no existe ni la derecha ni la izquierda. Lo que existe es una tecnocracia económica sustentada por un pensamiento único que apoya las diferentes ideologías a su conveniencia disolviendo lo que pueda ser de izquierda y derecha. Hablar hoy en día de esto es algo trasnochado. Por un lado, hemos de trascender esta dualidad, pero, por otro, hemos de trascender el orden global, que no es que sea de derechas, ni conservador, al contrario, es muy innovador, pero errado. Y trascender este orden es mirando a nuestro interior, recuperando nuestra dimensión ética y espiritual. Ello nos hará conectarnos con nuestra naturaleza biológica, como seres del planeta Tierra, nuestra única Casa, así nuestro pensamiento se tornará ecocéntrico y abandonaremos el teocentrismo del dinero, o el capital y el antropocentrismo de considerarnos los dueños y señores de la Casa que nos acoge, que nos es prestada y que es el único legado que podemos dejar a nuestros descendientes para su supervivencia, uso, que no abuso y disfrute. Porque estar unido al planeta es estar unidos a nuestra naturaleza, estar en equilibrio y armonía, ecuanimidad. De ahí que nuestra salud física esté minada por la desconexión con la propia tierra y sus ciclos. Ello nos lleva a enfermar psíquicamente, ansiedad, depresión estrés, psicosis…, y perder y olvidar nuestra dimensión espiritual. Todo está interconectado y todo es impermanente. Y todos los ídolos tienen los pies de barro.
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Las paradojas, contradicciones, absurdos, sin sentidos de la condición humana...lo malo es que la condición humana es la de todos. Cuando en un diálogo nos situamos en un bando y nos identificamos con él deja de haber diálogo y lo que hay son dos monólogos enfrentados situados en la dualidad; en el que cada uno de los que participa cree llevar la razón y ser víctima. Por eso no hay realmente diálogo, que sería que el Logos es lo común, lo que nos une, porque es lo que tenemos en común. Así nace en Grecia, pero allí mismo muy pronto se pervierte porque es sobornado por la ambición humana, la vanidad y el ansia de poder. Entonces nos instalamos en la agresividad y ésta, en el fondo, no es más que la expresión de la ignorancia. Desde mi punto de vista ésta es una de las causas del fracaso de las democracias. Pero, aunque la democracia sea un fracaso, de momento es mejor que cualquier otro medio de gobierno. Cuidado, que, a veces, se habla de democracia y no es tal, símplemente existe la posibilidad de votar, pero un autoritarismo o totalitarismo incluso que viene de otro lado.
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DERECHA E IZQUIERDA
En realidad, ya no existe ni la derecha ni la izquierda. Lo que existe es una tecnocracia económica sustentada por un pensamiento único que apoya las diferentes ideologías a su conveniencia disolviendo lo que pueda ser de izquierda y derecha. Hablar hoy en día de esto es algo trasnochado. Por un lado, hemos de trascender esta dualidad, pero, por otro, hemos de trascender el orden global, que no es que sea de derechas, ni conservador, al contrario, es muy innovador, pero errado. Y trascender este orden es mirando a nuestro interior, recuperando nuestra dimensión ética y espiritual. Ello nos hará conectarnos con nuestra naturaleza biológica, como seres del planeta Tierra, nuestra única Casa, así nuestro pensamiento se tornará ecocéntrico y abandonaremos el teocentrismo del dinero, o el capital y el antropocentrismo de considerarnos los dueños y señores de la Casa que nos acoge, que nos es prestada y que es el único legado que podemos dejar a nuestros descendientes para su supervivencia, uso, que no abuso y disfrute. Porque estar unido al planeta es estar unidos a nuestra naturaleza, estar en equilibrio y armonía, ecuanimidad. De ahí que nuestra salud física esté minada por la desconexión con la propia tierra y sus ciclos. Ello nos lleva a enfermar psíquicamente, ansiedad, depresión estrés, psicosis…, y perder y olvidar nuestra dimensión espiritual. Todo está interconectado y todo es impermanente. Y todos los ídolos tienen los pies de barro.
Las paradojas, contradicciones, absurdos, sin sentidos de la condición humana...lo malo es que la condición humana es la de todos. Cuando en un diálogo nos situamos en un bando y nos identificamos con él deja de haber diálogo y lo que hay son dos monólogos enfrentados situados en la dualidad; en el que cada uno de los que participa cree llevar la razón y ser víctima. Por eso no hay realmente diálogo, que sería que el Logos es lo común, lo que nos une, porque es lo que tenemos en común. Así nace en Grecia, pero allí mismo muy pronto se pervierte porque es sobornado por la ambición humana, la vanidad y el ansia de poder. Entonces nos instalamos en la agresividad y ésta, en el fondo, no es más que la expresión de la ignorancia. Desde mi punto de vista ésta es una de las causas del fracaso de las democracias. Pero, aunque la democracia sea un fracaso, de momento es mejor que cualquier otro medio de gobierno. Cuidado, que, a veces, se habla de democracia y no es tal, símplemente hay la posibilidad de votar, pero es un autoritarismo o totalitarismo incluso que viene de otro lado.
La Izquierda dejó de existir desde que la propuesta marxista se vino abajo y lo hizo porque es una visión muy certera de la historia, pero, falsa, además de llena de contradicciones. Hay más cosas en común entre la economía marxista, de fondo filosófico, digo, y el liberalismo económico, que contradicciones. Los dos creen en el poder de las máquinas para realizar el trabajo, los dos quieren el crecimiento económico, los dos son partidarios de la idea, que es un mito, de progreso. Esto, por un lado. Por otro, la izquierda se desarrolla como socialismo real en forma de totalitarismo, ya sea al modo stalinista, ya sea al modo maoista o al modo actual de China. En el fondo todos capitalistas. Todos tienen en común el capitalismo y se diferencian en sus diferentes formas de totalitarismos.
De otro lado, como decía Vaclav Havel, pues tenía miedo de que cayese el muro de Berlín porque entonces sólo quedaba como alternativa el totalitarismo del capitalismo disfrazado de democracia que es lo que tenemos hoy en día. Antes, la izquierda en los países desarrollados, existía como crítica al capitalismo, inspirados, erróneamente, en los países llamados comunistas, pero había un referente. Hoy no lo hay. Por eso el estado de bienestar se viene abajo y se impone triunfalmente el neoliberalismo, porque ya no hay oposición, ya no hay un referente.
Si a eso le sumamos que ese neoliberalismo acaba con el pensamiento, por ejemplo, vía consumo, y creando nuevos ídolos: futbolistas, cocineros...pues, apaga y vámonos...si antes la diferencia entre izquierda y derecha era casi aparente y no real, porque los partidos de izquierdas ya no eran ni marxistas, pues hoy en día ya no hay diferencias. Las políticas que se llamaban de izquierdas, las políticas progres, digo, las asume la izquierda de la misma manera, además de que no son más que pensamiento políticamente correcto: igualdad, ecología...
En definitiva, pues pasa que el capitalismo es una forma de transformación económico-social que se impone aprovechando la ideología que se le ponga por delante. Hoy en día ese neoliberalismo es hegemónico, y no es ni de derechas ni de izquierda.
Eso sí, como bien dices mi corazón me traiciona. Pero lo que sucede es que mi corazón digamos que está con los desheredados y perdedores de la historia (no quiere decir que mis actos lo estén, ni mucho menos), pero eso, resulta que no es ni de izquierda ni de derecha. Eso está trasnochado. Hay que trascender la política desde el nivel egoico en el que la pensamos al nivel transpersonal.
Por eso, si tomamos el mensaje social de Jesús de Nazaret es absolutamente revolucionario. Va contra el opresor, pero eso no es ser de izquierda, eso es intentar realizar la justicia, lo que él llamaba traer el reino de los cielos a la tierra. Y el opresor podría ser religioso o político, o las dos cosas a la vez. Pero se pensaba desde el nosotros. Cuando hoy en día se habla tanto de inmigración se hace desde la dualidad, desde la política que hemos de trascender4, si nos situásemos en lo no dual, lo transpersonal, pues diríamos: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.” Evangelio Según San Mateos.
Como sabes, esto es una metáfora: el cielo es la paz, la ecuanimidad, la unidad...mientras que el infierno es la violencia, la agresividad, la escisión...
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“No deseamos lo bueno porque lo sea, sino porque lo deseamos.” Spinoza.
Las cosas nos afectan en la medida en la que las consideramos; es decir, en la medida de la idea que tengamos de ellas. No son las cosas en sí mismas las que nos afectan si no las ideas que de ellas nos hacemos. Si nos hacemos una idea adecuada pues nos alegrarán, si nos hacemos una idea inadecuada pues nos entristecen. La alegría aumenta la potencia de ser, la tristeza la disminuye. La alegría genera el amor desinteresado y las demás virtudes, la tristeza el odio y el miedo junto con el resto de los vicios.
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Una amiga me pide que por qué no soy yo el que refute a Schpenhauer, la cita que puse anteriormente. Y le respondo lo que sigue. Es un breve apunto, lo mismo me animo a escribir algo más sólido.
Es que yo no lo puedo refutar, yo soy un pesimista esperanzado. O, como decía otro: "Optimista del corazón, pesimista de la razón."
Schopenhauer heredó mucho de Kant y del Budismo, pero su ética es más de carácter budista. Para el budismo y Schopenhauer, la vida es sufrimiento, primera noble verdad de Buda, y el origen del sufrimiento es el deseo, segunda noble verdad, pero el deseo se puede moderar, por tanto se puede eliminar el sufrimiento. Claro, eliminar el sufrimiento no es la felicidad, sino la Paz y la Serenidad. Ésta es mi idea también. Pero a ello le añado algo más y es la Ética de Spinoza y cultivo (es decir me procuro, intento, pongo los medios...) la alegría. La alegría es el sentimiento, afecto o emoción, que está a la base de todas las virtudes, elimina el miedo, que es la causa de todos los vicios, el sentimiento de odio, que está a la base de todos los vicios o emociones negativas y los deseos. Quien está alegre no desea nada superfluo; está satisfecho mientras tenga sus necesidades materiales cubiertas y se deleita en la contemplación: el estudio, el conocimiento, el arte, la naturaleza y, sobre todo, la amistad.
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La cuestión de la libertad es un tanto paradógica en Spinoza. Por un lado, se nos dice que sólo hay una substancia, la substancia divina, Dios, y que se identifica con la Naturaleza o todo lo que hay; y que todo está sujeto a reglas o leyes naturales-divinas absolutamente determinadas. Sin embargo, la Ética es un libro en el que se nos muestra la liberación. La cuestión es que se habla en diversos niveles. Spinoza describe, perfectamente, cómo es la servidumbre humana a las pasiones o afectos; es decir, describe el comportamiento humano determinado por las pasiones. Y nos dice cómo salir de esa esclavitud o determinación; y es siguiendo el orden natural. Lo que nos lleva a la servidumbre es la ignorancia (nos recuerda a Sócrates y Buda), las ideas inadecuadas. Y lo que nos lleva a la liberación de esa servidumbre es el conocimiento (ideas adecuadas de las cosas y sus causas) más el deseo o la alegría de vivir y ser. Pero ésta no es la última liberación. La liberación genuina tiene lugar en el tercer grado de conocimiento, en lo que es el amor intelectual de Dios que es el reconocimiento de nuestra naturaleza divina. Amar a dios, es la beatitud y es la expresión del amor de Dios hacia sí mismo. Porque Dios, para Spinoza, es todo y está en todo.
“Por tanto, somos más libres cuanto menos constreñidos estamos por las causas exteriores y así se comprende la necesidad de unas leyes de la naturaleza que nos determinen. A continuación, la liberación de la servidumbre aumenta nuestra potencia de obrar y nuestra alegría para conducirnos,… hasta la alegría infinita de la beatitud. Inteligencia de la necesidad, liberación: así es como se puede comprender la redefinición de la libertad operada por Spinoza y, una vez más, me asombra constatar hasta qué punto esta concepción coincide con la del hinduismo y el budismo, que plantean el mismo determinismo cósmico y la misma posibilidad de alcanzar la alegría perfecta a través de un conocimiento verdadero que procura la liberación (moksha o nirvana).” Frederic Lenoir “El milagro Spinoza” P. 132
La cuestión de la libertad es un tanto paradógica en Spinoza. Por un lado, se nos dice que sólo hay una substancia, la substancia divina, Dios, y que se identifica con la Naturaleza o todo lo que hay; y que todo está sujeto a reglas o leyes naturales-divinas absolutamente determinadas. Sin embargo, la Ética es un libro en el que se nos muestra la liberación. La cuestión es que se habla en diversos niveles. Spinoza describe, perfectamente, cómo es la servidumbre humana a las pasiones o afectos; es decir, describe el comportamiento humano determinado por las pasiones. Y nos dice cómo salir de esa esclavitud o determinación; y es siguiendo el orden natural. Lo que nos lleva a la servidumbre es la ignorancia (nos recuerda a Sócrates y Buda), las ideas inadecuadas. Y lo que nos lleva a la liberación de esa servidumbre es el conocimiento (ideas adecuadas de las cosas y sus causas) más el deseo o la alegría de vivir y ser. Pero ésta no es la última liberación. La liberación genuina tiene lugar en el tercer grado de conocimiento, en lo que es el amor intelectual de Dios que es el reconocimiento de nuestra naturaleza divina. Amar a dios, es la beatitud y es la expresión del amor de Dios hacia sí mismo. Porque Dios, para Spinoza, es todo y está en todo.
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“Por tanto, somos más libres cuanto menos constreñidos estamos por las causas exteriores y así se comprende la necesidad de unas leyes de la naturaleza que nos determinen. A continuación, la liberación de la servidumbre aumenta nuestra potencia de obrar y nuestra alegría para conducirnos,… hasta la alegría infinita de la beatitud. Inteligencia de la necesidad, liberación: así es como se puede comprender la redefinición de la libertad operada por Spinoza y, una vez más, me asombra constatar hasta qué punto esta concepción coincide con la del hinduismo y el budismo, que plantean el mismo determinismo cósmico y la misma posibilidad de alcanzar la alegría perfecta a través de un conocimiento verdadero que procura la liberación (moksha o nirvana).” Frederic Lenoir “El milagro Spinoza” P. 132
“Como habrá comprendido, querido lector, amo profundamente a B. Spinoza. Ese hombre me conmueve por su autenticidad y su profunda coherencia, por su dulzura y su tolerancia, también por sus heridas y sufrimientos, que supo sublimar en su búsqueda incansable de la sabiduría, me encanta también porque es un pensador de la afirmación. Es uno de los raros filósofos modernos que no se sumergieron en el negativismo, en una visión esencialmente trágica de la vida, sino que encaró de manera positiva la existencia y propuso un camino de construcción de sí mismo que conducía a la alegría y a la beatitud. De entrada, me reconocí en ese procedimiento constructivo que no impide, sino más bien al contrario, arrojar una mirada lúcida sobre la naturaleza humana y el mundo. Amo a Spinoza porque es un pensador generoso que desea ayudar a sus semejantes con su filosofía y que se toma muy a pecho mejorar el mundo en el que se encuentra. Y lo amo, por último, y quizá por encima de todo por su valor: contra viento y marea, siguió fiel a su amor a la verdad, prefiriendo la libertad de pensar a la seguridad de la familia, de la comunidad y del conformismo intelectual. Fue víctima de las peores calumnias, los suyos renegaron de él, vivió bajo amenazas permanentes y siempre se mantuvo fiel a su línea de conducta. Fue odiado, pero no odió nunca. Fue traicionado, pero no traicionó a nadie. Se burlaron de él, pero siempre respondió con respeto. Vivió sobria y dignamente, siempre en perfecta coherencia con sus ideas, eso que casi ningún intelectual (y en esto me incluyo) es capaz de hacer. Amo a Spinoza y lo considero un amigo querido en mi búsqueda de la sabiduría.” pp. 142-143 F. Lenoir. “El milagro de Spinoza.
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Vivimos sumergidos en un presente efímero. En la ausencia de tiempo, sin perspectiva porque se nos ha robado el pasado, tanto histórico, como biográfico y nuestro futuro está diseñada sin que nosotros seamos partícipes de ello. Pero así, todo está muy bien, somos vasallos que se creen ciudadanos libres y estamos muy satisfechos de ello, no tenemos ni la carga del pasado, ni la necesidad de pensar, ni el dolor que produce el conocimiento de nuestra historia y nuestro ser y, sobre todo, estamos exentos de decidir. No somos libres, pero aparentemente lo somos. La paradoja de la realidad o el cuento, la creencia en la que vivimos.
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“Sin una ciudadanía emancipada desde el punto de vista intelectual, toda democracia tiende a la plutocracia, a la burocracia o a las distintas y más sutiles formas de totalitarismos, como ya es el caso de las actuales mercadocracias.” Joordi Jovet. “Adios a la Universidad. El eclipse de las universidades.” Galaxia Gutemberg, 2011.
Rescato este texto con el que me he tropezado leyendo también a un clásico del siglo XX, Carlos García Gual en “La luz de los lejanos faros”. Es interesante volver a recordar aquel libro que hacía una crítica a la sociedad que estábamos y seguimos construyendo, basándonos sólo en la tecnociencia, perdiendo todos los demás valores, excepto el del mercado, nos hemos vuelto esclavos, ambiciosos, codiciosos, egoístas y narcisistas-nihilistas. Hemos olvidado quiénes somos y qué hacemos aquí. Sólo estamos alumbrados por un faro imaginario de una nueva religión, la religión de la tecnociencia y el dios mercado. Vivimos instalados en el presente, en el momento, sin consciencia de nosotros, ni del otro. Todo ha ido siguiendo como un plan preestablecido, aunque no fuera así, las leyes mismas que hemos ido creando en nuestra fabulación del mundo nos han llevado a este momento de olvido de sí mismo. Probablemente, en otras épocas, quitando en la de los cazadores-recolectores, la gran regresión vino con el neolítico, la inmensa mayoría de las personas vivían así también, desconociéndose a sí mismos, sin posibilidad de salir de sí, pero existía un contacto con el otro más directo y con la naturaleza, aunque fuese como explotación, pero no industrial. Hoy estamos en el fin no ya de una civilización, sino del homo sapiens, o bien por destrucción, o bien por transformación en otro tipo de homo.
Las palabras de Jovet, como las de García Gual, como la de muchos otros, entre los que me sumo, desde mi pequeña posición, son anacrónicas. Es imposible ya la comunicación con el gran público, éste solo obedece, como un zombi, al mercado. Es la verdadera época de los zombis, todos estamos preparados para la gran catástrofe o la gran transformación, o las dos cosas a la vez, que también puede pasar; lo cual no deja de ser una catástrofe. Aunque tampoco caben juicios ni valoración. Desde dónde, con qué autoridad. Ya no hay escala de valores, ni autoridad, sólo un invento: dinero.
El pasado es olvidado, la sabiduría perenne y milenaria es ridiculizada en cuatro sloganes baratos de la new age con los que se compra el acceso a la espiritualidad e, incluso, la iluminación. La sabiduría, ni se sabe lo que es y suena a algo añejo y fuera del tiempo y de nuestras posibilidades. El conocimiento se reduce a internet, por tanto, ni hay sabiduría, ni conocimiento…todo es desinformación y, donde hay desinformación, hay control. Por eso, si el ciudadano no se libera, y ello implica liberarse de sus cadenas internas, lo cual requiere un gran esfuerzo intelectual, el totalitarismo que vivimos hoy en día (plutocracia, partitocracia, mercadocracia) será aún más fuerte y violento. Si no nos reinventamos, si no construimos otra narración que podamos soportar después de la muerte de dios, seguiremos agarrándonos al dios de la tecnociencia y el mercado como sustituto de la muerte de dios y de los demás relatos que el hombre ha forjado para darse sentido. Porque todo, en última instancia, es dar respuesta a la pregunta: ¿quién soy yo?, pero para encarar esa tarea es necesario valor, es decir, es necesario atreverse a ser libre. Pero, parafraseando a el sabio Don Quijote: “la libertad es el bien más preciado, amigo Sancho...”, pero aún siendo el bien más preciado preferimos la comodidad de la inconsciencia, del no saber, de la ignorancia, del que no sabe que no sabe.
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Nos da más miedo pensar que la propia muerte porque, en realidad, pensar es como morir; es ponerlo todo patas arriba, someterlo todo a duda, no saber a qué atenerse...es el desapego de toda idea, creencia u opinión a los que nos agarramos para mantenernos en la inconciencia de la cotidianeidad.
Y seguimos en la línea de Sócrates y Bertrand Russell. La filosofía es subversiva es un pensamiento contra el poder, contra lo establecido, pero no contra el poder político, sino contra el poder en general que se expresa de múltiples formas. el carácter beligerante de la filosofía cambia el mundo. Es absolutamente útil, lo que pasa es que su utilidad no interesa, es peligrosa para el orden establecido. Pero, la filosofía, igual que es subversiva con el mundo que nos rodea, comienza siendo un acto de rebeldía contra uno mismo, contra sus ideas, prejuicios...si uno no se libera, mal puede liberar a nadie. En tal caso, en lugar de ser un filósofo sería un demagogo. Por eso la filosofía comienza por uno mismo.
“La libertad de pensamiento que nos da la filosofía es la de poder preguntarnos sin miedo: cómo hemos llegado hasta aquí y cómo podríamos ser de otra manera.
Rebelarse no es romper con todo porque sí: es interrogarnos acerca del sentido de lo que hacemos y asumir las consecuencias de esa reflexión.”
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Sigo absolutamente lo que nos dice Víctor Bermudez Torres en su página de opinión. Sugiero que al tener miedo al pensamiento hemos dado paso a la mera opinión, a que piensen por nosotros. Pero esta democracia no es tal. Confundió, desde un inicio, el respeto a las personas con el respeto a las opiniones. Y, las opiniones, no están para ser respetadas, sino para ser debatidas. Claro, al imponerse el respeto a las opiniones pues nos hemos encontrado con un relativismo extremo. Si las opiniones son respetables, pues todas las opiniones valen. Esto es muy peligroso porque elimina de un plumazo el conocimiento y lo deja todo en manos del poder, ya sea económico, militar o por fama u honor. Nada tiene que ver con la verdad en un mundo de postverdad. Toda narración, toda opinión sirve y vence, la del más fuerte, o la del más famoso. Seguimos sin aplicar la lógica y caemos en la demagogia. por eso nuestra democracia es todo lo contrario de una democracia ilustrada, la única posible, es una mediocracia, no hay opiniones fundadas, sino creencias infundadas. Se impone la opinión del más fuerte. Y el que intenta introducir el conocimiento fundado, el análisis lógico del lenguaje es relativizado, sino, aún peor, ridiculizado, porque, no lo olvidemos en esta mediocracia, partitocrática y plutocrática el llamado pueblo está en la caverna. Claro, esto que digo, y lo que dice Víctor Bermudez Torres, pues también será relativizado y ridiculizado.
“La «celebritycracia» parece un corolario de la democracia liberal: se sigue de la idea de que en asuntos éticos y políticos nadie tiene más autoridad que nadie y cualquiera puede opinar (y votar) sin más credenciales que su particular idiosincrasia moral. Y claro, puestos a lucir personalidad, ¿qué mejor exponente que el artista o personaje que hace oficio de ello? Las celebrities representan también –pese al presunto relativismo reinante– un ideal colectivo de virtud: el del individuo que ha logrado triunfar (ser rico y famoso) merced a su propio esfuerzo. ¿Quién más apropiado que él –por tanto– como modelo y consejero moral?
La sociedad no ha cambiado en esto un ápice. Sigue necesitando –en lo más profundo de la caverna– de mitos y apariencias, de famosos que nos cuenten su vida en las revistas (incluyendo esa revista del corazón para machotes que es la prensa deportiva) o que nos la dirijan, más explícitamente, desde el púlpito mediático.” Victor Bermudez.
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R. Dennet escribió una obra fulminante que se titulaba “La peligrosa idea de Darwin” allí se señalaba el peligro de la idea de Darwin cuando se hacía extensiva al ser humano y se confirmaba la muerte de Dios y cómo todo se rige por la selección natural. Pero muchos años después, el filósofo y biólogo español, muy desconocido,Carlos Castrodeza, escribió el tercer libro de una tetralogía que es “La darwimnización del mundo”, en torno al 2010, aquí lleva la idea de Darwin al mundo ético y político, en una obra anterior “Nihilismo y Darwinismo” la había llevado a la misma ciencia, al conocimiento en general y su tesis era demoledora. Todo conocimiento, incluido el científico, es una adaptación biológica. Vamos, una narración que nos contamos, incluida la narración de la objetividad, que nos permite subsistir mejor en el medio, tanto como grupo, como, como individuo y, por tanto, reproducirnos. Y su última obra perteneciente a esa tetralogía, publicada en el 2012, póstumamente, moriría a los 67 años poco después de finalizarla, es “El flujo de la Historia y el sentido de la vida”; aquí la idea de Darwin lo permea todo y llega hasta la estética. Toda idea, todo conocimiento, todo sentimiento, creencia que se impone es porque nos permite sobrevivir, pero, en el fondo, todo lo que nos permite sobrevivir nos produce un cierto placer estético. Nos sentimos bien en ese cuento, en esas ideas y nos sentimos bien porque, en el fondo nos parecen bellas y si nos parecen bellas las admiramos y las consideramos buenas (ética y religión) y verdaderas (filosofía y ciencia). En definitiva, no hay ningún sentido, incluso la narración de que no hay sentido es una narración metafísica. Nada escapa a la metafísica; esto es, a una narración más allá de los hechos: religión, filosofía o ciencia) que intenta dar un sentido a lo que simplemente, es. Es decir que lo que hacemos es convertir en sobrenatural, lo que es natural. No hay nada más allá del universo, ni un sentido más acá del universo. Todo es lo que es. Y esto me suena a Parménides, a Heráclito, a Spinoza, Einstein y a la mística en general. La cuestión es a ver quién se atreve a vivir en ese estado. El discurso mismo es ya, metafísica. La construcción del yo, también es metafísica. Pero mucho yo (exceso de responsabilidad) nos deprime, poco yo (ausencia de un sentido con el que identificarnos) nos diluye, a no ser que lo podamos trascender por la mística y lleguemos a aquello que decía el sabio griego: “Nada importa nada”. El escepticismo hasta sus últimas consecuencias, sin que el escepticismo sea un discurso, evidentemente. Ni todo esto que Castrodeza viene diciendo, ni yo mismo. Es una ironía que después de escribir esta tetralogía muriese súbitamente.
Sí, efectivamente, los textos son literatura. Ahora bien, están los que creen en ellos como verdad trascendente y dogmática, estos caen en el dogmatismo, si no, en el fanatismo, aún peor. Y los que piensan que en los diversos escritos sagrados de todas las religiones encontramos directrices para vivir mejor: menos violencia, menos ignorancia, más fraternidad...pero, aún así, todo texto sagrado, toda filosofía e, incluso, la ciencia, no son más que narraciones o discursos para sobrevivir. Un mecanismo de supervivencia de la especie. No hay sentido, salvo el del propio universo; y, el hombre es un ser más del universo que se mueve con él. Todo discurso, incluido éste, que hagamos sobre el hombre o el cosmos es metafísica; es decir, un cuento que nos contamos a nosotros mismos y, si funciona (sobrevivimos) lo consideramos verdad. Pero eso de la verdad, la belleza, la justicia...no existen. Para eso habría que trascender el yo, en tal caso, entraríamos en el ámbito de lo transpersonal y, ahí, habita el silencio.
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Exacto, Agustín, es el juego imparable de la selección natural a nivel natural, cultural, geológico, e, incluso, cósmico. La idea de Darwin es como una descripción intrínseca del cosmos que nos elimina de un plumazo del centro del mismo. Somos una gota más en el río de la evolución cósmica. Eso sí, dentro de la adaptabilidad, cuando hablamos de ética, aunque nos pueda parecer a primera vista lo contrario, nos va mejor si nos llevamos bien con el otro. Pero, claro, como la Supervivencia no es solo a título individual, sino colectivo, pues, al final, y al principio también, pues se forman grupos que luchan entre sí. A esos grupos los podemos llamar clanes o tribus del paleolítico o estados, o naciones en la actualidad. O el grupo de los ricos frente al de los pobres. Pero, la lucha no es una lucha sin cuartel, sino que, la cosa es más compleja, todo está relacionado con todo y, entonces, los ricos existen, de alguna manera, digo, porque hay pobres. Es decir que no hay un parasitismo total, ni un mal absoluto, sino una especie de parasitismo que acaba en simbiosis. Precisamente, la intervención de Carlos Castrodeza cuando vino a Villafranca fue la del papel que jugaron las clases intelectuales, no sólo Heidegger, en el genocidio nazi, y no fue una conferencia llena de generalidades, sino, todo lo contrario, nombres y apellidos, empezando por los más conocidos del mundo de la ciencia, la ingeniería, la historia, la filosofía, a los más desconocidos. Y apoyaron la causa porque creyeron en la ideología darwiniana, o el darwinismo social y su consecuente eugenesia (extirpar políticamente el mal). Pero, claro, también esto se hacía la mayor de las veces desde la ignorancia, no siempre, claro. Alguien sabía que mentía, porque hay siempre dirigentes. Y, también, a esto se le suma la explicación de Hanna Arendt, por muy dura que nos parezca, el mal es banal en la historia. Es el Caso Eichmann. El asesino de cientos de miles o millones de judíos, el que planificó el tramado de los campos de concentración, era un hombre vulgar, más que vulgar. Un hombre de la calle, con una sensibilidad moral igual que la de cualquier ciudadano normal, pero, símplemente, su moral le ordenaba obedecer órdenes. Órdenes en las que, por supuesto, creía.
Es muy complejo, por eso, no existe la justicia en la historia, lo cual no implica que uno no tenga tendencia a compadecerse por el más débil, pero lo que nos sucede es que lo hacemos con el débil del grupo. Eso sí, quizás con el fenómeno de la globalización seamos capaz de tomar consciencia planetaria y nuestra compasión pueda dirigirse a todos los débiles de la humanidad. Pero, desengañémonos, de momento, todos barremos para casa. Bastante es el que seamos capaces de salir de la ignorancia y que esto nos lleve a no mostrar la ira contra el otro porque lo comprendemos y sabemos muy bien que el mismo mecanismo que hace funcionar al otro y que a nosotros nos parece mal, pues funciona también con nosotros, sólo hace falta que nos encontremos en situación similar. En fin, que como muy bien has dicho, ya lo decía Hume, y Castrodeza lo cita; y a mi me gusta citar a Spinoza porque también nos dice que "No queremos algo porque sea bueno, sino que decimos que es bueno porque lo deseamos", una de las frases más enigmática de la Ética. Y, para terminar, también nos dice esto: "La actividad más grande que un ser humano puede lograr es aprender para entender, porque entender es ser libre". Muchas gracias por tus intervenciones desencarnadas y por tu agudeza.
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Nuestra tendencia natural a mantenernos en la ignorancia y la inconsciencia.
“El peor pecado del hombre es la inconsciencia, pero, es consentido, piadosamente, incluso en aquellos que deberían servir a la humanidad como maestros y modelos.” C. G. Jung, en “La psique como sacramento.” John P. Dourley
La inconsciencia es el estado de ignorancia, es algo así como un estado de diversión y entretenimiento en el que nuestro ego se disuelve entre los demás, las cosas y el juego. La inconsciencia es un estado que nos negamos a abandonar y que, la mayoría no abandona en toda su vida. Porque, en el fondo, no quiere y porque, la inconsciencia nos hace feliz, en el sentido actual de la palabra, no en el noble sentido antiguo. Esa inconsciencia nos impide despertar de la ilusión en la que vivimos, de la farsa que interpretamos y con la que nos identificamos. Pero, tomar consciencia, es confrontar los opuestos; para empezar, confrontarnos con nosotros mismos, con nuestra sombra, con aquello que nos negamos a mirar, con nuestra miseria y nuestro lado oscuro. Y es esa sombra el antagonismo de nuestro Espíritu, el bien, el Sí Mismo. Nuestra vida es un proceso de ir tomando consciencia, o de autoconocimiento, o de ir abandonando la ignorancia; un proceso de integración de los opuestos. Porque no somos ni el bien, ni el mal, somos la armonía (particular e individual) de esos opuestos. Y, por eso, en ese sentido, nuestra vida es el proceso de tomar consciencia de lo que no queremos ver para integrarlo en lo que, aparentemente, nos creemos ser. Y, de esta forma irnos individualizando, creando nuestro yo-mismo; llegar a la armonía de la realidad que somos. Vamos despertando, vamos tomando consciencia y cada vez que lo hacemos vamos integrando lo otro desconocido y oscuro en nuestra luz o virtud. Nuestra integración de nuestros opuestos es dar luz, iluminar nuestra zona oscura y para eso hay que atreverse a darle luz y a mirar. De ahí que la inmensa mayoría vivan en el sueño y la oscuridad (o el interior de la caverna)
Pero esto, tampoco es nada nuevo, está en toda la filosofía taoísta, en Sócrates y muy específicamente, en Heráclito. “El mundo de los dormidos es diferente para cada cual, el mundo de los despiertos es el mismo para todos”. “La vida es un eterno fluir de los opuestos”. “La armonía no manifiesta es más real que la armonía manifiesta.”
De ahí que todo el batiburrillo del mercadillo espiritual no sea más que un engaño, un no querer mostrar al hombre su lado oscuro, lado oscuro que, por cierto, nunca lo abandonará, lo que está en nuestra mano es hacernos consciente de él, Despertar, y armonizarlo por el proceso de integración. Y, por otro lado, todos los movimientos sociales y políticos, no son más que otra manera de entretener al personal, para mantenerlo dormido y ausente. Para que, en el fondo, lleguen a la muerte sin haber nacido. Porque Despertar, tomar consciencia de que no se sabe nada (Sócrates), y esto no es retórica, es nacer. Por eso se dijo también que es necesario nacer de nuevo, pero no físicamente, sino despertar de nuestra ignorancia; ser consciente de la ignorancia que nos está consumiendo. Eso sí, una vez que uno muerde la manzana ya no tiene vuelta atrás: ha Despertado y comienza su proceso de individuación (armonía de los opuestos e integración) y de la conquista del Ser. Pero este camino, compañero, es un camino de sufrimiento, de desgarro o de desencanto, (no de espinas, porque no hay flagelación, es tranquilo, el camino de los castaños, que decía Diderot, pero arduo de recorrer) por eso es desasimiento, desapego. Y por eso se dice: el que me quiera seguir que lo deje todo. Y dejarlo todo, es dejarlo todo y mirarnos tal cuales somos, en nuestra miseria, oscuridad, impermanencia, vacuidad, inseguridad, miedo… No hay luz sin sombra. No podemos eliminar la sombra de nuestra vida, es un autoengaño. El proceso de llegar a ser es de un gran coste y de una alta dosis de sufrimiento, no es apto para casi nadie, casi todos prefieren permanecer en la Matrix, por utilizar el símil. Como nos señala sabiamente Jung: “…esta cooperación consciente para realizar la síntesis también llamada proceso de Individuación, entre lo consciente y lo inconsciente, es un esfuerzo anímico supremo.”
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¿Qué subyace al transhumanismo?
Independientemente de que muchas de las cosas que el transhumanismo vaticina se cumplan o no, a mi modo de ver, no es más que una nueva religión, procedente del cientificismo y acrítica con la idea de progreso y de Ilustración. Una nueva religión que, como todas, no hablo de espiritualidad, aunque sí la que se nos vende ahora, promete lo que todas: felicidad e inmortalidad. La diferencia es que el transhumanismo habla de que esto se podrá conseguir dentro de poco, unas décadas, un siglo a más tardar para llegar a la inmortalidad y extender nuestra inteligencia ampliada por medio de la fusión con los organismos cibernéticos. Pero, en definitiva, y no voy a hacer la crítica epistemológica al asunto, que muchos autores serios ya la han hecho, a mi modo de ver, todo esto, que ya lo estamos viviendo, por eso no dudo que, en parte, el transhumanismo se realice y el hombre deje de ser lo que es para ser otra cosa y, por tanto, los valores humanistas queden desbancados, como ya lo están siendo, por otros valores. Aquí hay casi una inevitabilidad histórica que se da entre la confluencia de la propia naturaleza humana y la autonomía, en parte, de la tecnología aliada al capitalismo que da lugar al imperativo tecnológico: todo lo que se inventa y se puede aplicar, se aplica, tarde o temprano. Y las cosas van por ahí. La tecnología no es un atributo del hombre, sino que el hombre es, esencialmente, un animal tecnológico, como ya nos dijera Ortega, y eso implica que la tecnología nos transforma, nos crea, nos construye. No se trata de tener un móvil, sino de que el móvil te tiene a ti, y no hay que escandalizarse por esto, es que es así. Un móvil va a cambiar la forma de relacionarte con los demás y contigo mismo, sin entrar en juicios de valor, simplemente es un hecho. Y lo mismo que digo del móvil lo digo del clásico ejemplo del invento del estribo, o del arado y así sucesivamente. Como ya decía Lain Entralgo: el hombre es un animal que no tiene medio, sino mundo. Es decir, creamos el mundo en el que vivimos. Pero esa creación de ese mundo es una autocreación. Por ello, todo lo que la tecnociencia pueda ir desarrollando en los campos de la biotecnogenética, IA, Cyborgs, telecomunicaciones y todos los ámbitos de la vida, pues se llevarán a cabo. Hasta el momento lo que hemos visto es que la consciencia del hombre es más plana, más superficial, más domesticable. Pero hay cierto progreso científico-técnico que nos hace la vida más fácil, más llevadera y, con las promesas del transhumanismo, probablemente, no tengamos ni esos achaques…y, claro, todo el mundo firmaría por ello. Igual que ya nadie puede prescindir del móvil, no porque no puede por falta de voluntad, sino porque su ser social está construido con ese tipo de tecnologías que se le hacen indispensable para su trabajo y relaciones sociales. Pero, en fin, esto es lo que hay y no se trata de juzgar, todos preferimos vivir en el siglo XXI, mejor que en la edad media, con el paleolítico no quiero comparar, tengo mis reservas porque, a mi modo de ver, una de las grandes mentiras de la humanidad fue el decirnos que el paso del paleolítico al neolítico (domesticación de plantas y animales) fue el mayor progreso de la historia. Y no soy partidario de la teoría rousseauniana del buen salvaje.
Pero mi atención se quiere fijar en lo esencial del hombre, en lo que llamamos nuestra naturaleza y nuestra consciencia. El hombre, el común de los hombres, el llamado hombre normal, por tanto, no enfermo, no una desviación de la personalidad, vamos, alguien que pasa por el aro, quiere la felicidad (que curiosamente identifica con bienestar y posesión, lo de la virtud, el ser, la gracia, la beatitud…eso ni lo ha escuchado) y la inmortalidad. Es decir, que nos encontramos, en lo que diría Ken Wilber, en un estado mítico egoico de consciencia. Es el yo el que predomina en nuestra consciencia, ni la racionalidad, ni la fraternidad, ni la libertad y, mucho menos, los estados sutiles de consciencia, tienen vigencia aquí. Por tanto, hay una confluencia entre nuestra naturaleza actual y la sociedad en la que estamos inmerso voluntaria e involuntariamente. Pero si cada vez se nos va dando más “soma”, más felicidad, menos autoconsciencia tendremos y querremos expandirnos hasta el infinito, espacial y temporalmente. Es el ansia de nuestro yo que es insaciable. Y todo el transhumanismo se basa en eso, en que somos un yo deseante y, lo que hace el transhumanismo, lo que se viene haciendo hace muchas décadas ya, es alimentar ese yo deseante, con lo cual disminuye el yo autoconsciente. Y esto lo digo sin hacer juicios de valor. Si el curso de la historia da lugar a esta transformación y a la extinción del homo sapiens por otro tipo de homo, pues nada. Es que nunca pasa nada. O, “nada importa nada” que decía la sabiduría griega. El hombre siempre ha perseguido la inmortalidad y la felicidad, pero, curiosamente, por ello ha cometido las mayores barbaries posibles, que son las que son y punto…qué pasará ahora, pues nada,…lo que tenga que pasar. O bien triunfa el yo, y nada cambia (escisión, violencia, separación, guerra…), o bien accedemos al ámbito transpersonal (previa conquista de la racionalidad y la libertad-fraternidad) y dejamos de ser un yo deseante y apegado, por tanto, sufriente, (aunque esto quizás también lo pueda resolver la ciencia) para pasar a ser un nosotros, una Consciencia universal, incluso cósmica. Es curiosa esta coincidencia, de alguna manera, pero muy distinta, con el transhumanismo. Por mi parte, ya hora sí me posiciono, opto por la sabiduría perenne, por la disolución del ego, la conquista de la racionalidad, la libertad, el nosotros y, por último, que sepamos, los estados no duales o sutiles de Consciencia.
Y termino con una cita del teólogo Tillich:
“La razón técnica tiende a causar patología, porque despoja a la persona de su subjetividad…Tillich…escribe:
“Esta actitud acarrea un rápido declive de la vida espiritual…En psicología y sociología, en medicina y filosofía, se ha descompuesto al hombre en los elementos que lo componen y lo determinan…el hombre se ha convertido en lo que el conocimiento controlador considera que es, una cosa entre las cosas, un engranaje en la máquina tiránica de la producción y el consumo, un objeto deshumanizado de tiranía o un objeto normalizado de las comunicaciones públicas. La deshumanización cognoscitiva ha generado la deshumanización real. “Sacado de: John P. Dourley. “La psique como sacramento. Un estudio comparativo entre la psicología de C. G. Jung y la teología de Paul Tillich.” P. 69
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A los filósofos académicos y profesionales les costará admitir que no existe una separación tan honda, en sus orígenes entre Oriente y Occidente, pero así es. Otra cosa es los derroteros que ambas filosofías hayan tomado, aquí si hay mucha diferencia, como en el resto de sus historias.
La filosofía nace como una iniciación. El poema de Parménides es una iniciación hacia la verdad. Mostrar que hay dos caminos, el de la opinión y el de la verdad. Que el primero es el de los hombres comunes y el segundo es para los elegidos y esta verdad se nos muestra como la luz y es El Ser, pero el que alcanza la verdad debe vivir entre opiniones, sigue en el mundo y debe intentar enmendar entuertos. Pero a él ya nada le afecta. Si leemos el poema de Parménides lo que vemos es una filosofía práctica, con una base metafísica, claro, una forma de vivir; que es la de vivir Despierto. La de aquel que ha salido de la caverna, Platón, ya se sabía el cuento y dramatiza, pero tiene que vivir entre los hombres. Y los hombres son una opinión cada uno, están dormidos y viven en mundos diferentes.
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Protágoras: “El hombre es la media de todas las cosas" y "Tal y como las cosas son para ti, así son, tal y como las cosas son para mí, así son, pues hombre eres tú y hombre soy yo." Representan al relativismo, a la opinión, Sócrates y, Platón a través de él, se enfrentan al relativismo. Eso intentan hacernos ver, que no todo vale. El conocimiento del Ser, de lo que es, trasciende el relativismo, que es dualidad y nos lleva a la consciencia plena. Por eso la filosofía no es mera erudición, como la han convertido, sino un camino ascético de conocimiento. Esto es común con el pensamiento Oriental.
Lo que se plantea es quién soy yo y la respuesta está en el Ser. Pero el quién soy yo implica qué son las cosas, es la multiplicidad. ¿Por qué hay multiplicidad?, ¿cómo se puede explicar? El Ser, en el caso de Platón el Uno-Bien, es la causa de todo ser singular, pero no causa eficiente, sino que del ser emanan los seres como multiplicidad. Ahora bien, el que confunde el conocimiento de los seres (opinión), con el conocimiento verdadero, está en el error. Es la doxa. Para acceder al conocimiento verdadero, el de las ideas y el de la idea de Bien, es necesario el Nous, el entendimiento puro. Y esto es semejante a lo que después sería el tercer género de conocimiento o la intuición. Y también es semejante al Conocimiento último del advaita, el conocimiento del Uno sin segundo.
Por eso la ciencia no puede llegar a las últimas preguntas, porque la ciencia es ciencia y está muy bien siendo ciencia, pero no es metafísica. Y, por otro lado, la metafísica de la que estamos hablando no es un saber intelectual, sino que seguir al “nous” y captar la idea del Bien, Ser, Uno, Dios, Tao,… implica y exige una transformación que te hará ver el mundo de la multiplicidad como realmente es y nunca más te identificarás con él. Estarás en el mundo, pero no serás del mundo.
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El mal en el mundo, el mal radical, sin sentido, arbitrario, da al traste con la existencia de un dios personal, o lo relega al misterio de los creyentes. En cambio, el mal arbitrario, radical, absurdo, tiene sentido en un orden del mundo. Y tiene sentido porque el mundo es como es y sigue sus leyes. Ahora bien, esto no implica que adoptemos una actitud conformista, que más bien es evasiva y esconder la cabeza debajo del ala, sino que nos pone ante la tesitura de elegir. Elegir, precisamente, consentir el mal, o no consentirlo, aunque sea sólo denunciándolo porque uno no pueda llegar más lejos, o no tenga ni más capacidad, ni fuerza, ni valentía. Pero, la cuestión, es que el mal consentido es una connivencia con el mal. Todo esto no implica una flagelación, no, todo lo contrario, cuando nos flagelamos, lo que está sucediendo es que asumimos el papel de la culpa, nos consideramos culpables y así lavamos nuestra consciencia, que queda igual de manchada, o más. Y, la culpabilidad, es una forma de domesticarnos, nos impide actuar. Por el contrario, ser consciente, tomar consciencia del mal en el mundo e ir, en nuestra medida contra él, es nuestra responsabilidad. Y es en esa responsabilidad en la que emerge la acción inspirada en la posibilidad de un mundo mejor. Luego, el universo, transcurrirá como tenga que transcurrir, pero no nos hemos contado ninguna historia, ni científica, ni religiosa, para consentir lo que no soportamos sentir. Creo que esto es un buen principio para acción ética universal.
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El mal del que yo he hablado era el mal radical, fundamentalmente, el hacer daño al otro desde el odio. El mal es algo que además de producir daño al otro te lo hace a ti, porque nace de tu carencia; es decir, del vicio moral: odio, envidia, ira...todo mal moral es un malestar de uno consigo mismo y, de ahí su proyección en los otros. Pero ese malestar de uno consigo mismo, el vicio moral, es un desconocimiento, una idea inadecuada de las cosas, de los otros y de sí mismo. Aquí sigo a Sócrates y Spinoza, aunque no solo. El mal nace de la ignorancia, pero no sólo es ignorancia, no basta el conocimiento para salir del mal, sino que es necesario, también, el valor o la valentía, el esfuerzo y, después, el hábito y la costumbre.
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"De niño me sentía solo y todavía me siento así, porque sé cosas e insinúo cosas que otros parecen no conocer y que la mayoría no quiere saber.
La soledad no consiste en no tener personas alrededor, sino en no poder comunicar las cosas que a uno le parecen importantes, o de callar ciertos puntos de vista que otros encuentran inadmisibles." C.G. Jung
Llevo muchos años hablando de la soledad, viviendo la soledad,... y ahora me encuentro con lo que siempre he querido decir, palabra por palabra. Y, es curioso, esto me viene de la mano de Jung al que he estudiado a fondo ya pasados los cincuenta años y con el que me he sentido identificado en sus teorías sobre el mundo y la psique humana, pues ahora me siento aún más identificado con su sentimiento de soledad. En términos de Jung, una sincronicidad.
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El tema es despertar. El cómo es hacerse consciente, pero eso es lo mismo, cómo nos hacemos conscientes. Y, la cosnciencia es ya de por sí un acto de rebeldía contra todo, evidentemente. Para despertar, para hacerte consciente por lo general necesitas de un estímulo externo, ya sea de alguien despierto, un axccidente, una enfermedad grave o terminal, la muerte de un ser querido,...es decir, algo que te haga tomar consciencia que quiela "vida es sueño", que estás interpretando un papel. entonces, en el momento de despertar, de tomar consciencia te das cuenta de que interpretas un papel, te das cuenta de tu identificación. Tomar consciencia, darse cuenta, o caer en la cuenta es desidentificarse de uno mismo, del papel que interpreta.
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Nos solemos juzgar con dureza, o solemos tener una imagen de nosotros muy distorsionada y que tiende a la falta de confianza e, incluso, el desprecio. Generalmente procede de un intento competitivo de proyectar ante los demás una buena imagen, por un lado, por otro, el creernos el centro de todas las atenciones. En este sentido las palabras afectuosas que nos pueden decir los demás y que nos tenemos que decir a nosotros mismos son importantes porque nos ayudan a tener un conocimiento más adecuiado de nosotros y a querernos, incluidas nuestras limitaciones que pueden ser inevitables y otras de las que nos podemos responsabilizar. Otra parte importante es no considerarnos el centro de ninguna atención, no juzgar lo que creemos que pueden estar juzgando de nosotros, probablemente los demás van a lo suyo sin percatarse de nosotros. Y no juzgarnos, observarnos para aceptar lo inevitable y tomar las riendas de la responsabilidad de nuestra propia autoconstrucción, pero con distancia, con ironía, sabiendo que ni somos perfectos, ni lo podemos ser, que somos ignorantes e inconscientes, pero que, símplemente, darse cuenta de esto nos despierta y nos hace tomar consciencia de la ignorancia de la caverna donde estamos.
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Reflexión sobre la tecnología.
El hombre es un animal que no tiene una naturaleza fija, sino dinámica y en construcción, no es que no tenga naturaleza como dice Ortega, sino que es peculiar. Pero, a la vez, el hombre es un animal cultural y dentro de lo cultural está la tecnología, técnica, en principio. Y, ello quiere decir, que la tecnología, como el lenguaje, es algo que le va al hombre de suyo, es imprescindible, no se puede pensar al hombre sin cultura (animal cultural indisociablemente e inseparablemente y lo uno se define por lo otro y a la inversa), sería como pensar al león sin garras y colmillos. Si bien hay una diferencia, nuestra cultura, que nace del cambio biológico de la aparición del lenguaje, previamente había cultura, pero no simbólica, nos modela y modela el medio transformándolo en mundo. No hay tecnologías neutras, no hay un uso bueno o malo de la tecnología, la tecnología es una proyección, una extensión de nuestro cerebro que se extiende en nuestro derredor y nos transforma. Un móvil no es un simple móvil, es la historia de la ciencia concretizada en un artilugio y es una amplitud social; es decir, una condición de socialización, otra cosa es que nos guste o no el cómo nos socializa el móvil, pero lo hace y no hay vuelta atrás.
Y eso tiene que ver con la autonomía de la tecnología. Las tecnologías son autónomas, pero no independientes. Es decir, surgen del hombre y, en cuanto realidades emergentes tienen sus reglas y leyes, pero son impensables sin el hombre. Ahora bien, hay una autonomía de la técnica o más bien la tecnología y tecnociencia que es lo que se ha dado en llamar el "imperativo tecnológico", hace muchos años luché contra el determinismo que éste conlleva, pero creo que no lo entendí bien. En realidad, no hay un determinismo, lo que pasa es que su formulación es newtoniana y da la impresión de determinismo. Viene a decir que todo lo que se descubre y se puede aplicar, al final se aplica. Pues bien, lo que yo intentaba mantener es un debate ético por encima de ese imperativo; pero hoy me he dado cuenta de que la cuestión no es lineal: newtoniana, sino global y compleja. La tecnología transforma el mundo, ahora bien, aunque sabemos que determina la transformación del mundo y de nuestra consciencia y que nuestra consciencia a su vez determina la tecnología, no podemos predecir, en un caso concreto, porque es una relación compleja, por tanto, estocástica, qué cambia a qué y cómo lo va a cambiar. Por ejemplo, la construcción del acelerador de partículas de Ginebra dio lugar a un descubrimiento revolucionario que era impensable y no estaba previsto y fue Internet, en concreto el protocolo www, para que todos se pudiesen comunicar y el conocimiento fluyese con rapidez y todos supiesen lo que se estaba investigando en cada campo a parte en cada momento. ¿Quién iba a decir que de ahí iba a salir las redes sociales y la pornografía infantil o las revistas científicas hiperespecializadas con acceso a un clic de ratón?
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“Si uno llega lo suficientemente lejos se llega al concepto indio de Maya, que el mundo externo es como un gran escenario donde actúa nuestro inconsciente. Es un gran conocimiento o sabiduría que acaba con tu ingenua relación con el mundo. Un conocimiento que nos suele llegar con el lecho de muerte y algo que te ayuda más a morir que a vivir. Si este conocimiento tuviera efecto en la gente les haría más responsables de su propia realidad. Dejarían de pensar que son víctimas de sus enemigos, de un gobierno incorrecto etc; aceptarían una completa responsabilidad de sus destinos. Este conocimiento pertenece a la segunda mitad de la vida y si llegas a él entonces puedes beber del vaso de vino hasta la última gota, sabiendo que tampoco pasaría nada si no lo hicieras” M.L.Von Franz
El conocimiento de que lo que me rodea y yo mismo es ilusión, es Maya. Los occidentales inventamos el concepto de apariencias, devenir…Lo que ocurre es que en Occidente se olvidó que la filosofía, el conocimiento es iniciático. De lo que se trata es de llegar al Ser, a lo eterno, lo inmutable; pero no conceptualmente, como viene entendiéndose, sino vivencialmente. Por eso la filosofía es un tipo de saber que te transforma, de lo contrario no es más que erudición y palabrería.
El caso es que, si llegamos al concepto de ilusión, del gran teatro del mundo, entonces nada tiene el sentido que creemos que tiene. Ya no hay apegos, ya no hay identificaciones. De repente, nos convertimos en los Testigos que observan la tragedia humana o su simple devenir; pero si todos alcanzásemos este conocimiento, que ya digo, nos transmuta alquímicamente en oro, pues entonces, eso que es una tragedia debido a la ignorancia, la soberbia y la agresividad, ya no existiría; porque habríamos acabado con la ignorancia que es la causa del mal. Porque el ignorante está apegado totalmente a lo que tiene, ya sea material o emocional, no es capaz de desvincularse, de desidentificarse, no sabe que está apegado. Pero esa identificación con el papel que representa en el gran teatro del mundo le produce un tremendo sufrimiento y, a su vez, él produce un gran sufrimiento. Por eso, la salida de la ignorancia, la transformación desde el interior, la salida de las sombras de la caverna, con su gran impacto en nuestras almas es la transformación social, sin ella, sólo podremos contemplar sus ruinas.
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No hay más que hablar, las relaciones humanas son un infierno. Te llevan al sufrimiento. (Aunque son la vía para llevarte al reino de los cielos) Y es muy claro, te llevan al infierno porque tú ya lo llevas dentro y lo que buscas en los demás es completar tu sentimiento de carencia (tu infierno), por eso envenenamos todas las relaciones, porque lo que intentamos es dominar al otro, incluso cuando adoptamos el papel de víctima, el otro es un enemigo que queremos domesticar.
El problema es que nuestra consciencia es egoísta, demasiado pesada, incapaz de volar por encima de los intereses personales. Si queremos ser libres hemos de soltar los apegos, y me refiero a los emocionales, los otros, los de las sustancias físicas son fáciles comparado con lo que vengo diciendo. Los apegos a las personas. Y cuidado con la palabra apego, porque puede que pensemos en un apego positivo, pero, en realidad, lo que tenemos es un apego negativo. Me explico, odiamos al que consideramos que nos hace daño, que ha destrozado nuestra vida, que nos envenena. Pero, miren qué curioso, no podemos prescindir de él. El odio necesita su objeto. Por eso la cuestión es soltar, tanto si se odia, como si se ama. Y, de esta manera se es libre, porque el que ama no ama a nadie, ama a su idea, de ahí la incomprensión absoluta entre los enamorados cuando dejan de estarlo. Y de ahí los continuos reproches de unos a otros. El intento de destrucción recíproco que anida en ambas partes y el sentimiento de culpabilidad. Cuando, realmente, nadie es culpable. Ahora bien, sí hay mucha ignorancia. Y es ésta la que hay que superar. Pero cuán difícil es que la venda caiga de los ojos y, de esa manera, ser libres, entre otras cosas, porque uno se resiste a ser libre porque sabe que para ello ha de renunciar a sus apegos y deseos y eso es renunciar a su yo. El miedo nos vence. Vivir fielmente es dejar la fidelidad al yo y atender a la Consciencia, al Ser. Somos una mota de polvo indeferenciada en el océano del Ser, nuestra necesidad de imponernos no es más que una forma de locura, por tanto, de sufrimiento.
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La libertad no es meramente la libertad de expresión, ni mucho menos la libertad de opinión, que acaba convirtiéndose en la tiranía de las opiniones. Si no que, la libertad, es la liberación de los apegos, es la disolución de todo aquello que nos ata a nuestro yo. A mayores ataduras, menos libertad, más infelicidad y sufrimiento. A mayor libertad mayor felicidad, o no identificación con el sufrimiento (una construcción, no el dolor, que es real) y mayor autorealización: amor o identificación con el Ser.
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Lo que yo llamo el mito del progreso. Pensamos, creemos, que el progreso tecnocientífico y social tendrá una repercusión de la misma manera en el progreso humano y ético del hombre; por el contrario, el progreso se ha convertido en el nuevo ídolo, un nuevo dios con los pies de barro y, por doquier abunda la infelicidad que se llena por medio de los deseos, de tal manera que nos convertimos en máquinas de desear.
Los regímenes autoritarios comunistas, por ejemplo, tenían este bienestar, se alimentaba mucho menos el deseo y se cultivaban las relaciones humanas, la solidaridad, fraternidad. Cuidado, que no se me malinterprete, no estoy defendiendo el totalitarismo genocida de Stalin, sino otros países con ideología comunitaria-anarquista que fomentaban la comunidad y la cooperación frente al individualismo. Sí, eran más pobres, pero había justicia social y bienestar humano.
Pero, al final ha triunfado el monstruo del capital que se alimenta de nuestro deseo compulsivo y, a más deseo, más infelicidad, competencia, esclavitud y soledad.
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Me parece que se está abordando el tema desde perspectivas distintas, contrarias, pero no contradictorias. Por otro lado, el tema del progreso, como nuevo ídolo y que está a la base del crecimiento económico no ha sido tratado. Mi tesis era que el progreso es un mito, una creencia, además común a las dos grandes ideologías: capitalismo y comunismo. Y, como creencia es infundada y acrítica.
Pero ha salido otro tema que es la acción. El cómo cambiar la sociedad. Por un lado, está el espíritu de lucha para cambiar la sociedad, sus instituciones e incluso su estructura, por otro lado, está la defensa de que no hay una reforma social que persiga y consiga la justicia social si no es desde el ámbito espiritual; esto es si no hay un cambio espiritual en cada uno de nosotros.
A mi modo de ver son dos perspectivas y, más que nada, depende del enfoque que cada uno le dé, pues será, o no, válida. Aquel que quiere justicia social y piensa que ha de luchar contra lo establecido, contra el orden social vigente, contra las instituciones, manifestarse, practicar la desobediencia civil, pues, mientras lo haga desde una ética del respeto y la tolerancia: considerar al otro como un fin en sí mismo, no como un instrumento, pues está lo suficientemente evolucionado espiritualmente y liberado como para seguir en esa lucha e indignarse ante la injusticia que siempre es tratar al otro como un medio, como un esclavo, como un instrumento. Por tanto, este revolucionario social ya tiene su cambio espiritual realizado; que no sea un liberado absoluto, no pasa nada, tiene una realización parcial importantísima y una gran sensibilidad ética y se diferencia del hombre espiritual en una cuestión, meramente de talente.
Por otro lado, el que considera que es necesario previamente un cambio interior para que se produzca el cambio social, pues también tiene razón. Evidentemente, la inmensa mayoría de la población no tienen el nivel espiritual de libertad y compromiso ético del que quiere luchar y cambiar las cosas, sino que vive en la inconsciencia de las apariencias, en la ignorancia y en la comodidad y la pereza. Necesita Despertar. El que quiere luchar, ya lo ha hecho. Por eso la inmensa mayoría tiene primero que despertar porque tenemos la sociedad que tenemos porque la mayoría está dormida y, una de las misiones del activista social es pedagógica, despertar consciencias. Pero ese Despertar de la consciencia puede ir mucho más allá, eso sí, y llegar a un punto en el que ve la lucha como algo también del mundo de las apariencias, como un peligro de caer en dogmatismos, aunque no necesariamente y empieza a trascender el velo de Maya que es la sociedad, las relaciones humanas y el propio yo. Entonces estamos ante un Despertar muy elevado y profundo. Este que ha despertado o se ha hecho consciente de tal forma ya es un desapegado, es decir, no tiene un yo que lo ate al mundo a través de los deseos. Este hombre sólo tiene una misión en el mundo y es la de enseñar la paz, la armonía, el amor, la ausencia de realidad de lo que llamamos real, el desapego y alumbrar el camino de la autorealización. Pero, mientras, la inmensa mayoría debe llegar a unos despertares previos como son el de la consciencia de racionalidad (eliminación de mitos y creencias limitantes) y la consciencia de libertad (autonomía, aquel que se da la ley a sí mismo porque su ley es la ley del cosmos); pero, para que se produzca este salto hace falta mucho tiempo de evolución de la consciencia humana. Ahora mismo estamos en un estado de consciencia mítico-egoico; no obstante, el mensaje de una consciencia absolutamente realizada tiene milenios. Es decir que ya ha habido muchos homo sapiens que han accedido a ese estado de autorealización, como muchos han accedido a realizaciones parciales que los han llevado a la lucha por la justicia social sin imponer dogmas ni una supuesta verdad, a ayudar a morir a los moribundos, a asistir a los enfermos, a enseñar al que no sabe, a intentar despertar consciencias…en fin el universo es perfecto y no hay nada que le sobre ni que le falte. Lo que sí es necesario es que cada uno de nosotros nos conozcamos y sepamos qué lugar ocupamos, cuál es nuestra misión en él y la sigamos con honestidad y respeto a los que son todos nuestros hermanos, todos los seres sintientes.
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Pertenecer al mundo, pero no ser del mundo. La búsqueda de la libertad, de la liberación debe pasar por el proceso de la muerte. Morir para renacer. Y no me refiero a la muerte física, sino a la muerte del yo. Esa muerte es la desidentificación que tenemos con el mundo y con nosotros mismos. La identificación se produce por el deseo, que es el que produce la tensión y el movimiento para obtener lo deseado. A esto se le llama el apego. Mientras estemos apegados a nuestro cuerpo físico, a nuestros estados mentales, al mundo social,… seremos esclavos, aunque nos creamos libres. La toma de consciencia de que estamos apegados, de que aquello que hacemos, incluso aquello que hacemos que creemos es muy noble, fraternal y por los demás, no es más que para satisfacer nuestro yo, nuestro deseo; es el primer paso para desidentificarnos. Comprender este proceso y que el mundo se nos presenta según nuestra identificación y apegos, es el inicio de la liberación. Cuando uno se libera, entonces no está atado a nada, el pasado no existe y si no hay pasado, no hay nada que condicione el futuro, por tanto, sólo hay la visión desde la eternidad, pero no la visión de mi yo, sino la del Ser. Y es entonces cuando podemos decir que se permanece en el mundo, pero no se es del mundo. Se ha producido la muerte del ser para renacer en el Ser. Solo hay Paz, pero ni siquiera deseo de Paz y, si no la hay, uno no es la intranquilidad, la tensión, eso es una proyección, apariencias, sombras en las que estamos, pero no somos.
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La angustia ante la nada.
Estoy releyendo a Jung y algunos estudios sobre su pensamiento. Hay una idea que me llama la atención. Los psiquiatras y psicólogos junguianos llaman la atención sobre el gran número de personas que acude a la consulta porque, en el fondo, lo que declaran es que la vida no tiene sentido. Estas obras están escritas en la primera mitad del siglo XX, otras son más cercanas, el caso es que todo tiene que ver con una tremenda revolución que fuela causada por la muerte de Dios (su significado, el grito de Nietzsche y su Zaratustra resuena den la posmodernidad). El significado de la muerte de Dios ha producido la angustia existencial, nada tiene sentido o la neurosis de la mediana edad, según cómo lo queramos abordar. El caso es que, desde entonces para acá ha transcurrido un tiempo en el que hemos seguido el camino de pérdida de nuestra identidad y, por tanto, hemos aumentado la neurosis, ansiedad o la angustia existencial. Y ello es así porque hemos perdido el referente de los símbolos (la religión y el sustituto de la ciencia: la ciencia también es el mal desde las bombas atómica y la gran destrucción de civiles en la segunda guerra mundial) que nos unen a nuestro Ser, ya no nos representan y, claro, esto nos hace sentirnos vacíos. Y ese vacío existencial pues lo mismo se dirige a la búsqueda desesperada de sentido en una secta, en la ideología de un partido, cosa que ocurrió en la primera mitad del siglo XX: capitalismo-comunismo, o hacia la psicosis, o hacia la soledad no asumida, vivida como desarraigo, hacia el narcisismo o bien hacia el poder y su capacidad de eliminar al otro por la ira acumulada del sinsentido, o, por el contrario, al suicidio. Es interesante notar aquí como son los países “más desarrollados”, con un desarrollo de estado bienestar magnífico, los que tienen el índice de suicidios más elevado. Estos países han perdido la referencia con la luz originaria, no son capaces de ver su sombra, no se pueden autoconocer, viven como en una niebla sin sentido. Se ha confundido en la historia el desarrollo económico y el estado del bienestar con el desarrollo de la persona. Éste último requiere de un autoconocimiento, de un viaje interior para recuperar nuestra esencia, nuestra pertenencia al Ser, sin identificarnos con él (narcisismo) En la contemporaneidad estamos perdidos como islas egoicas y narcisistas, que sobreviven por el entretenimiento del consumo que ha de ser compulsivo, porque si uno para, se da cuenta del vacío de su existencia, de su desconexión con el Ser. El propio sistema se ha dado cuenta de esto y ahora procura un turismo de relax y de unión con la naturaleza, retiros de silencio y meditación, todo bien pagado y organizado, para, al final, volver a la cotidianeidad del sin sentido de la existencia actual. La muerte de Dios, como no hemos sabido adaptarnos, que sería por la vía de la espiritualidad, porque la muerte de Dios, la verdad, la superstición y el poder son índices de madurez de la humanidad, va a ser, o lo está siendo, la muerte del hombre. De ahí el discurso transhumanista que pretende trascender al homo sapiens con algo nuevo, una especie de hibrido o de IA que estará a años luz del hombre. Pero, si nos fijamos en sus discursos, sólo hablan de los aspectos funcionales del hombre y de los transhumanos, no hablan de su anclaje en el Ser. No se dan cuenta de que por mucho que aumenten nuestras capacidades, si no sabemos quienes somos, si no hemos realizado, siguiendo a Jung, nuestro proceso de individuación, que es la relación correcta entre el ego y el Sí Mismo (inconsciente personal y colectivo), siempre estaremos en un estado de vacío, de angustia existencial y, de neurosis, e incluso psicosis (que son caras opuestas de lo mismo) si hablamos patológicamente. Sin saber quienes somos nuestra crisis de la mediana edad es la angustia ante la nada y no hay solución psicológica que valga, ni biológica (pastillas, que eliminan el síntoma, el dolor y eso impide iniciar tu propio proceso de individuación porque vives en un engaño de pseudofelicidad con el consumo de soma, que diría Husley); la única manera es atravesar el desierto, o viajar al inframundo, o al infierno, depende de las tradiciones, para encontrarnos a nosotros mismos reflejados en los símbolos de la humanidad, concretados en nuestra experiencia particular. Otra opción es vivir en la mera diversión, cual autómata, pero ya sabemos lo que decía Sócrates al respecto. Una vida sin análisis no merece la pena de ser vivida. Hay una cosa que llama la atención y es que el autoconocimiento, el viaje hacia nuestro Ser, nuestro equilibrio entre el ego y el Sí mismo está plagado de sufrimiento. Sin sufrimiento no hay consciencia. Es el sufrimiento el que nos va a llevar a comprender más hondo y, por tanto al Amor y la compasión, al perdón de uno mismo y de los demás. Por eso ese sufrimiento que tenemos que pasar es una forma de transformación interior que afecta, del mismo modo, a los demás.
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“La virtud es tan difícil como rara”. Spinoza.
La virtud es muy difícil de alcanzar por eso es escasa y rara. Lo normal es la mediocridad y el vicio. La tendencia natural es hacia el vicio. Pero todo vicio, toda pasión o afecto no es más que fruto de nuestra ignorancia y esta ignorancia nos hace esclavos de la pasión. El origen de las pasiones es la ignorancia, un conocimiento inadecuado de como las cosas son. De tal manera que para alcanzar la virtud se requiere el conocimiento. Pero no sólo el conocimiento, el salir de la ignorancia nos sirve; sino que necesitamos del valor, la valentía, el coraje y la fuerza. Conocimiento y coraje son los cimientos de nuestra libertad, del salir de la ignorancia y de las pasiones. La envidia, la ira, la tristeza, la lujuria, la agresividad… son afectos que nos dominan una vez que nos hemos instalado en ellos. Lo primero que se requiere es el análisis racional y pormenorizado del origen de nuestras pasiones, saber de dónde vienen, qué carencias pretenden suplir, porqué seguimos inmersos en esa pasión. Una vez hecho este análisis y respondidas todas estas cuestiones pues hemos de basarnos en nuestro propio conatus, como decía Spinoza, nuestra intención de permanecer en el Ser, que es lo que nos define y que, además, es la alegría misma. Y, desde ahí, iniciar el camino de ascenso, por seguir a Platón, para salir, no sin esfuerzo y coraje, de nuestro vicio que se ha transformado en un hábito. Y la vida es hábito y costumbre, por ello es tan difícil enmendarse. Cuando conocemos el origen y el error de nuestros afectos negativos hemos dado el primero paso para abandonarlos porque carecen de sentido y lo que nos espera es la libertad. La libertad es autoliberación o realización de nuestro propio ser. El coraje es la virtud que funciona como un gozne entre los vicios y virtudes, es, como si dijésemos, la virtud que nos permite ser virtuosos.
El estado de virtud es un estado de conocimiento correcto y cuando hay conocimiento correcto no hay ignorancia y al no haber ésta, no hay pasiones. La virtud es libertad y equilibrio: autorealización. Aunque el ser virtuoso es encontrarse, después de un duro trabajo, de atravesar nuestro desierto, nuestra sombra, a las puertas de la auténtica liberación, que es lo que podríamos llamar la tercera fase, o tercer género de conocimiento o fase unitiva que es el reconocimiento en la divinidad o el Ser. Esto sería el amor intelectual de Dios que expresa la Unidad última, a la vez que, paradójicamente, nuestra máxima libertad.
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El estado de presencia completa es la Presencia en y del Ser, sin la implicación del yo personal y biográfico. Ser, Presencia, Esperar (en el sentido de esperanza en tanto que Ser, no en tanto que se espera algo). Si esperamos algo nos instalamos en la dualidad.
La Presencia es el fin del ego, no del mundo, del tiempo, porque el tiempo es psicológico, mental. Sólo hay Ser, luego eternidad. De lo que se trata es de comprender esto y asumirlo para serlo. Leed los evangelios, las parábolas. Todas ellas se instalan en el fin del tiempo o Reino de los Cielos.
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La cuestión de que haya otro final es que el problema es que es el final. Por eso lo del libro de Riechmann “Otro final es posible”. Ya no es: otro mundo es posible, no, se nos han acabado las posibilidades, ya sólo queda aguardar el final, ahora bien, nadie sabe cómo será ese final, pero sí podemos hacer que en ese final no se produzca un genocidio y ecocidio inmenso. El problema es que la inmensa mayoría no quiere ver, o no se da cuenta de que estamos en el final de nuestra civilización que comenzó hace unos doscientos años. Es decir, que habrá un colapso civilizatorio como tantos otros, no el fin de la humanidad, eso es otra cosa. Pero no podemos seguir viviendo así, de hecho, sólo lo hacemos unos cuantos, ni una tercera parte de la población mundial. El cambio, por supuesto que es interior, de consciencia, pero no se ve por ninguna parte. A pesar de ello no se puede quedar uno de brazos cruzados e intentar que haya un colapso lo más pacífico posible. Sólo un dato para darnos cuenta de la magnitud del cambio, porque no sólo es tener consciencia y crearla, sino estar dispuesto a que institucionalmente se lleve a cabo. Para que podamos vivir la mayor parte de la población es necesario que reduzcamos nuestro consumo energético a un diez por ciento de lo que ahora hacemos: calefacción, aire acondicionado, viajes, compras…es inmenso lo que hay que hacer. Cuando se produce un colapso lo que ocurre es que se va de estructuras sociales muy complejas y con gran gasto energético a estructuras simples, descentralizadas, comunitarias y con muy poco gasto energético, así como con una economía simple.
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La sombra de Dios es alargada. No hay sentido en el hacer, ni futuro, sólo un huir hacia adelante en una producción material insostenible que, además, nos deja vacíos. De ahí que la muerte de Dios sea nuestra propia muerte. Y cuando hablo de Dios, no me refiero a un Dios personal, que también, para el que así lo desee, mientras no lo imponga a nadie, sino a la dimensión espiritual y sagrada del hombre. La reducción del hombre a lo meramente material y mecánico lo ha empobrecido y esclavizarlo, en lugar de emanciparlo como se pensaba. Una cosa es la superstición, de la que el buen uso de la razón nos libra y otra el reduccionismo racionalista, mecanicista y materialista. Esta última filosofía nos ha llevado al colapso en el que nos encontramos.
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Me temo que el inconsciente colectivo de la humanidad es Dios y está animado por la Vida de la divinidad. Y ese inconsciente colectivo de la humanidad abarca el inconsciente cósmico, porque, a pesar de nuestros escasos 100.000 años de edad, como especie, somos fruto del origen de todo, no hay nada en nosotros que no fuese en el origen y en el origen era y siempre fue lo que llamamos la divinidad, el tao, el dharma…infinidad de nombres. En realidad, lo innombrable, porque cada parte de nuestra consciencia consciente, no es más que un resplandor de esa consciencia cósmica, de ese inconsciente colectivo hecho consciente. Y, como todo lo que conocemos es puro cambio, puro devenir, lo permanente es la consciencia, lo que está fuera del tiempo. Y todo lo que creemos que es como cosa, como suceso, no es más que una forma de autoconocimiento de lo que nos da por llamar Dios, lo INEFABLE. Todo fluye y todo permanece son una y la misma cosa. Heráclito y Parménides hablan de lo mismo viéndolo desde distinta cara. Lo paradójico es que estando en el Ser y siendo Ser, podamos ser, a la vez, Testigo. Pero las paradojas sólo tienen lugar en el nivel noético o intelectual, no en el intuitivo.
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Bueno es que la religión atrae sin si quiera saberlo. Te puede atraer como fenómeno cultural e histórico, o más fenomenológicamente; es decir, qué hay detrás de las creencias, o psicológicamente, sociológicamente...el caso es que el hombre es hombre en tanto que se hace religioso y comienza a dar sepultura a sus muertos. A partir de ahí nacen toda una serie de ritos que vertebran la socialización humana. Por eso significa tanto la "muerte de Dios" que anuncia Nietzsche; y no es que él lo mate, sino que anuncia su muerte y, tras él: el nihilismo. Estamos viviendo las consecuencias de sus palabras. La muerte de Dios es la muerte de todo su significado: psicológico, sociológico, ontológico, espiritual,... Y, cuando no hay nada de esto, pues lo sustituimos por otra creencia: política (totalitarismos), psicológicas (todo tipo de delirios), ideológicas, ontológicas (la naturaleza se reduce a un mecanismo determinista descifrable por la matemática y ya no nos hace falta Dios...) todo ello vertebrado por la creencia en el nuevo Dios: El PROGRESO POR LA TECNOCIENCIA.
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Realidad, ciencia y reduccionismo.
Y, ¿Qué es la realidad: el grapho, o el grupo físico de personas? ¿Los nodos o las personas? Desde el punto de vista matemático es muy interesante la demostración de esa teoría, que, si vosotros necesitáis varias vidas para entenderla, yo necesitaría la eternidad. Pero en la propia estructura del planteamiento de la cuestión, lo que le pasa a la ciencia, incluido la ciencia formal de la matemática, cuando no se tiene una visión más sintética (filosófica, histórica, poética, digamos) es que, sin darse cuenta confunde lo matemático con lo real. Probablemente la REALIDAD, sea matemática, pero no las teorías matemáticas que la humanidad ha inventado, porque, insisto, nuestra matemática habla de fenómenos (objetos) Como sabéis muy bien la física empezó porque se hizo platónica y comenzó a tratar a los cuerpos matemáticamente; es más, el iniciador de la física decía aquella famosa frase, que yo suscribo: “La naturaleza está escrita en lenguaje matemático, si quieres entender la naturaleza tienes que hablar su lenguaje”, suscribo, pero en parte. Es decir, que a la naturaleza a la que se refiere es a la de los objetos. Fue imprescindible y apasionante esta historia. Hoy en día cuando se enseña física o matemática aplicada a cualquier fenómeno: económico, biológico, demográfico,…pues no se piensa mucho en esa revolución cuando al inicio del planteamiento se reduce la realidad a objetos matemáticos, como puntos, o nodos, por ejemplo. Una persona, un nodo. El problema es cuando nuestra cabeza, y lo hace, y la ideología, que también lo hace, reduce a la persona a punto o nodo, u objeto con capacidad de consumir X, entonces es cuando caemos en los reduccionismos. Es apasionante leer los “Principios matemáticos de la filosofía natural” de Newton, el mayor libro de física que haya escrito y que pocos físicos conocen y menos habrán leído, y ver cómo el ingenio de Newton, después de la formulación de las leyes de la mecánica, que son los principios fundamentales de la dinámica de la física clásica, pasa a lo que él llamaba el cálculo fluxional (integral, infinitesimal) y lo adapta de tal manera que pueda abordar los problemas planteados por sus colegas, filósofos de la naturaleza, por aquel entonces, que no eran capaces de resolver. Una vez hecho eso da el paso decisivo. El nuevo método, con el que polemizaría con el filósofo y matemático Leibniz, una de las mentes más brillantes de la historia, aunque no sea santo de mi devoción, pero es admirable e impresionante, pues decía que va a aplicar el nuevo método a la realidad, pero, claro, aquí está el tema. En realidad, no se puede aplicar el método a la realidad (que ni si quiera es la REALIDAD, es el objeto o lo fenoménico, lo que nos aparece), como ya Galileo y Kepler se habían dado cuenta, sino que lo que Newton hace es decir, consideremos un punto matemático (cuidado con esto que el lenguaje de los Principia es geométrico) y ese punto es un planeta. Con un punto sí podemos operar matemáticamente, pero ese punto no es la Luna, ni Marte. Sin ese reduccionismo es imposible el milagro de la revolución científica que ya estaba en germen en Platón y que se desarrolla, por otro lado, en Alejandría, pero desapareció por cuestiones históricas diversas. Por eso los creadores de la ciencia son platónicos y pitagóricos, y esa es parte de la filosofía que está en su paradigma, además está el mecanicismo y el materialismo de Descartes o el racionalismo dogmático. El problema es que el gran mérito se convierte, a lo largo del tiempo, siempre los científicos se saltaron a Kant (profesor de matemática, física, lógica y metafísica. Defensor a ultranza de la ciencia, en concreto, la física newtoniana. Su obra fundamental es una fundamentación de por qué la física es “verdad”, él la considera un factum, un hecho el que sea Verdad, mientras la filosofía no es ciencia, por tanto es ilusión de la razón pura, lástima que esto tampoco fuese entendido bien) y a Hume, se convierte, digo en su reverso. Es decir, lo que es un reduccionismo epistemológico se convierte en un reduccionismo ontológico y se confunde el punto matemático con Marte, la persona con el consumidor (poder adquisitivo) Ahí es cuando la razón se convierte en instrumental y deja de ser razón.
El modelo que habéis puesto es tremendamente intuitivo, se capta rápido y uno está cansado de verlo en la vida cotidiana en la dinámica de los grupos sociales, desde las pandillas de amigos, con sus matones hasta los liderazgos políticos. Por eso ayer os hablé de la revolución francesa cuando salió este tema. Lo novedoso, matemáticamente, es la demostración del teorema y nada más y nada menos. El teorema no crea la “realidad” ésta ya está ahí. Ni el sistema newtoniano hace que el sistema solar se mueva, esto ya está ahí. Bueno, pues cuando se produce un reduccionismo ontológico, se produce esta barbaridad que, presentado así, va contra lo obvio y lo vemos con claridad meridiana. Os decía que la revolución francesa fue de unos pocos, y fue burguesa, es el ejemplo de los nodos que tienen mucha influencia, muchos contactos. Pero también os dije que, históricamente, es un problema el entender el cómo aquellas ideas, tan alejadas del orden establecido pudieron calar en la población y os conté la hipótesis de una historiadora que no recuerdo que intenta responder a esta pregunta por el desarrollo del arte; concretamente, la pintura y, sobre todo, la novela romántica, como la misma “La nueva Eloisa” de Rousseau, que es lo que hace posible que el pueblo cambie de consciencia y, en germen, ya el otro comienza a ser una persona y no una cosa, un esclavo. Es decir, que esos nodos, no son simples nodos, sino personas con consciencia que tuvieron la capacidad de recibir el mensaje de la Ilustración e ir a la revolución. De ahí lo del reduccionismo. Y que conste que sigo siendo un “místico de la matemática”, en el sentido de Kepler, “…el orden del mundo es matemático, dios creó el universo a través de la matemática, Dios es la misma matemática.” Ahora bien, de momento, mientras pensemos con nuestro cerebro, producto de la evolución aquí en la tierra, la matemática que construimos es una matemática que se limita a los objetos, no a lo que está más allá de los objetos, que es inefable porque el lenguaje matemático no lo puede abordar, el nuestro, claro. Todo este discurso me sirve para insistir en el tema del reduccionismo científico que da lugar al cientificismo, que es un mito, una creencia que produce un sentimiento y una acción. Y, el resultado de la acción, lo tenemos delante de nuestras narices. El fin de nuestra era. Dicho de otro modo, el mito del Progreso, basado entre otras cosas, en el reduccionismo científico: cientificismo, se ha convertido en el apocalipsis (colapso de la civilización, no fin del mundo). Y, por cierto, todo colapso, por definición es un decrecimiento, es el paso de una estructura complejas a estructuras más simples. Ahora bien, si estamos hablando de un colapso de una civilización, estamos hablando del colapso en un orden social que dará lugar a muerte, hambruna, sufrimiento…no caigamos tampoco en reduccionismos históricos.
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Leía esta mañana a Claudio Naranjo “Sanar las mentes para arreglar el mundo” sobre el viaje del héroe y cómo todo proceso de despertar tiene este esquema y cómo este esquema tiene dos partes. Una ascensión y un descenso. Y esta tarde leía un libro titulado “Jesucristo Transpersonal” y se comentan cuarenta sentencias del Jesús evangélico. El caso es que rápidamente he relacionado una de las sentencias, aquella que habla de que no debemos preocuparnos del mañana y ser como los lirios del campo y los pajarillos y demás criaturas.
El mito del héroe es la base de la estructura de la vida y de la vida bien vivida. Porque, para algo se le llama héroe, porque no todo el mundo es capaz de vivir una vida heroica que es una vida espiritual, un reencuentro con tu verdadero ser, con tu naturaleza primordial. En los evangelios hay una parábola que es la del hijo pródigo que muestra este viaje con claridad, aunque esta parábola es una parábola de parábolas. La cuestión es que el camino espiritual que recorremos para encontrarnos a nosotros mismos, el llegar a ser el que eres o el conócete a ti mismo. Tiene un momento de ascensión, que es cuando uno decide marcharse e iniciar el camino. En ese momento, como ocurre en la meditación, o la oración, o el deporte, todo es novedoso, aventura e, incluso, al cabo de un tiempo y cierta disciplina se puede llegar a tener una experiencia culmen, un samadhi, o éxtasis, el nombre da igual. El caso es que se puede producir un despertar y, a veces un despertar de la consciencia profundo en el que se produce un desapego y muere el antiguo yo, pero siempre queda algo de ese yo que se va desprendiendo en el descenso. El caso es que una vez que uno sale de la caverna, pues no se puede quedar en la isla de los Bienaventurados, sino que ha de volver al interior, a la plaza pública, a la cotidianeidad. Y es aquí donde se inicia, según la mística cristiana, la noche oscura del alma, es aquí el momento de atravesar el desierto y de sufrir las mayores pruebas. Hasta ahora todo ha sido fácil, de alguna manera, ahora al héroe se le complican las cosas, ya nada es fácil. El yo antiguo no le sirve, no se identifica con ningún yo, ni personaje, pero tiene los ojos nublados por la luz y es engañado por cualquiera, siendo el sabio e iluminado. Las tentaciones de regreso al antiguo papel pueden acechar y uno se puede perder, y es lo que ha ocurrido en muchos casos: locura, nihilismo, resentimiento, ira…pero, si se supera entonces es cuando llegamos al reino de los cielos, es decir al reconocimiento de nuestra propia naturaleza y ya no nos preocupa el mañana y vivimos como los lirios del campo y como los pájaros que cantan sin preocupación alguna. Entonces somos y somos sensación mudable, como el río de Heráclito, no hay nada, fluir, vacuidad, impermanencia, no hay un yo que observe esto, el yo es otra sensación mudable, nadie dirige nada, nadie controla nada, todo es experiencia mudable, no hay identificación porque no hay nada con lo que identificarse, ni nada que se identifique. Silencio quietud, vacío, fluir, impermanencia, meros nombres…
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La competitividad y la individualidad son ideas y creencias de la ideología del capitalismo neoliberal. Ideología sin las que el capitalismo no funcionaria, pero son falsas. La ciencia las desmiente. La evolución, que es de la teoría de la que surge nunca dijo nada de eso, ni la biología en general. Al contrario, la evolución es cooperación, el surgimiento de la vida es cooperación. La realidad es coordinación, todo está relacionado con todo. No estamos solos, ni somos los dueños de nada, ni controlamos nada, todo es universo, no nos podemos salir del universo, todas nuestras grandes creaciones son naturaleza porque surgen de nuestra naturaleza, la creencia de nuestra separación surge del mito de la caída. Pero, si tomamos consciencia debemos de recorrer el camino de vuelta a casa y reconocernos en la colaboración con los otros seres, humanos y no humanos. Esto significa un darse cuenta, un tomar consciencia. La ciencia nos ayuda a ello, la filosofía perenne, también, las tradiciones espirituales, igual. Abandonemos las falsas creencias, los pensamientos erróneos que van a acabar con la humanidad, una manifestación más del cosmos, y asumamos la idea que nos sitúa en la red de Indra de todo el universo, somos múltiples universos interrelacionados dentro de otro universo.
Cambiar la consciencia para cambiar el mundo.
Quisiera escribir esta breve nota en homenaje a Claudio Naranjo, el Psiquiatra ecléctico, filósofo, erudito, sabio y hombre autorealizado. Su obra es inmensa, pero en sus últimos años recaló, no sólo en sus investigaciones sobre la psique humana, sino sobre la relación de ésta con el mal en el mundo y cómo éste se podría cambiar. Amplía su ámbito de acción a lo social, lo ético, lo político y lo educativo. Y desarrolla todo un programa para terapeutas y educadores, fundamentalmente, aunque para todo el público en general sobre cómo llevar a cabo ese cambio de consciencia.
Hay una primera cosa importante que señalar y es que el origen del mal en el mundo lo ve Claudio Naranjo en el Patriarcado, pero no ya sólo como estructura social, sino lo que es más difícil de erradicar, como estructura mental. De ahí que sea necesario un cambio de consciencia y ese cambio tiene que venir de la mano de la educación, pero no de la educación tal y como la concebimos hoy en día, sino de una educación integral. Aquí la palabra integral no es un mero nombre de moda, sino que tiene su origen y explicación en la propia estructura del cerebro. Todo esto que vengo comentando no son más que apuntes de una obra inmensa de Claudio, que además está perfectamente sistematizada y sometida a prueba empírica, desde Jung y Ken Wilber no ha habido otro pensador igual de omniabarcativo y sintetizador. La cuestión es que el patriarcado aparece en el neolítico es una forma de violación y agresión sobre la mujer y sobre el niño. El hombre se hace con el poder con la fuerza para mantener las estructuras sociopolíticas que el neolítico va produciendo debido al sedentarismo y el crecimiento de la población. No sólo es una cultura de violencia, sino que lo es también de abuso y esclavitud. Es la máxima desigualdad a la que la humanidad ha llegado. Y todavía persiste, tanto socialmente, incluido los países “civilizados-democrático”, como en el resto del mundo y, sobre todo en nuestra psique. Sigue funcionando la idea o la creencia patriarcal, a partir de la cual estructuramos nuestro conocimiento del mundo y permitimos y justificamos el mal y la violencia, el poder de los fuertes sobre los débiles, la competencia económica, la esquilamación del planeta y de otras especies, la creencia de que el hombre es dueño y señor de todo lo existente, el antropocentrismo…todo esto, y más, son ideas que están en nuestra psique y que actúan por acción o por omisión en el orden de violencia arbitrario y gratuito establecido que es el orden neoliberal y el poder del más fuerte militarmente y del rico sobre el pobre. Este origen del mal del mundo en la mente patriarcal viene abalado por las religiones monoteístas y las políticas patriarcales con las que se aliaron en el neolítico de los grandes estados y del surgimientos de las grandes religiones patriarcales. Este paso al neolítico fue francamente un gran retroceso en la psique humana y, por ende, en la sociedad.
Pero, claro, siempre se ha pretendido cambiar el mundo cambiando las instituciones. Y no es que esto esté de más, sino que no es ni el modo, ni lo único. No podemos cambiar lo de fuera si lo de dentro está podrido, nos quedaremos con sepulcros blanqueados. Es necesario un cambio de consciencia, pensar de otra manera, sentir de otra manera, más bien sentir, porque hemos dejado de sentir para actuar como autómatas, actuar de otra manera para que la sociedad y el mundo cambien. Lógicamente, esto conlleva que a la par se funden nuevas instituciones basadas en la nueva consciencia integradora y no patriarcal. ¿De dónde ha de venir el cambio? Pues de la educación. La educación es el vehículo de transmisión de los valores del poder, en este caso de los valores patriarcales. Así que lo primero que habría que hacer no es un cambio en la educación, que es lo que se viene haciendo, sino cambiar de educación. Y esto consiste en una educación integradora. La educación que tenemos se basa en el desarrollo de una parte de nuestro cerebro que es el neocortes, la parte más nueva evolutivamente y encargada del pensamiento racional, crítico y lógico-matemático. Y este desarrollo se vio potenciado por el surgimiento de las ciencias modernas y afecta a otra parte del cerebro dando prioridad a emociones como la competitividad, el éxito, el dominio, el poder, la lucha,…emociones que tenemos en nuestro mesoncéfalo, cerebro intermedio mamífero, sede de los sentimientos y emociones: positivas y negativas, los afectos que los llamaba Spinoza o las pasiones. La educación impulsó con el desarrollo de las ciencias que se hizo posible con esta parte del cerebro, pues la conquista y el dominio de la naturaleza a lo que se le llamó Progreso, un mito, porque estaba basado en un cuento que no tenía nada que ver con la realidad y, un mito, en el sentido más profundo, porque nos cuenta una historia de la realidad que es una distopía y que debemos superar, como es el mito de Prometeo o, modernamente, faústico. La educación debe ser integral y eso significa que debe integrar las tres partes de nuestro cerebro y no hiperdesarrollar una y, por otro lado, debe armonizar los dos hemisferios para que podamos tener una visión global del universo y del hombre en el universo. La visión que nos ofrece el neocortes, muy útil e imprescindible para la tecnociencia, es fraccionada y escindida del todo. La integración de los tres cerebros, más los dos hemisferios nos situaría en un estado de consciencia global e integral, en la que los opuestos coexisten armónicamente y se complementan, como lo masculino y lo femenino, la acción y la contemplación…, sin desmerecimiento, ni de las ciencias, ni las artes, ni la filosofía, ni las relaciones humanas de cooperación, altruistas y compasivas y la dimensión espiritual: la apertura a lo nouménico, a lo inefable. Esta visión integral nos devolvería a la humildad perdida por el camino del patriarcado violento, conquistador y depredador.
“El que sufre antes de lo necesario sufre más de lo necesario.” Séneca.
A los estoicos y las filosofías en las que ha influido se las considera pesimistas. Es decir, que tienen una consideración del hombre, la vida y el mundo negativas. Para nada esto es cierto. En primer lugar, es un juicio cargado de valor, una representación del mundo, una creencia. En cambio, el estoicismo, como el budismo, que viene a defender lo mismo de otra manera lo que nos ofrece es una constatación de hechos sin valorar y, además, una forma de salir de ese sufrimiento constatado. La vida es lo que hay y aceptar lo que hay es la ecuanimidad. Cuando no se es ecuánime no se acepta lo que hay, sino que nuestras creencias dan lugar a juicios optimistas o pesimistas-nihilistas. Nada de esto se da en el estoicismo y en el budismo.
La vida es sufrimiento. Es la primera noble verdad del budismo. Ahora bien, es necesario constatar esto para aliviar e, incluso, salir, personal y colectivamente del sufrimiento. Si negamos la enfermedad, la muerte, la guerra, el genocidio, no le damos la dimensión que tienen para poder paliarlos y erradicarlos en la medida de lo posible. Pero, para ello, es necesario aceptar lo que Es, lo que viene dado.
Somos seres que nacen, crecen y mueren y, mientras, desean, tienen alegrías, pérdidas, sufrimiento, enfermedad y muerte. Todos vamos a enfermar y a morir, todos albergamos sentimientos positivos hacia nosotros y hacia los demás, pero también negativos: ira, odio, envidia,… y, precisamente, esos sentimientos, que muchas veces proceden de creencias, ideologías falsas son los que nos producen sufrimiento y los que hacen sufrir. Una cosa muy importante es que todo lo que a nosotros nos hace sufrir también está haciendo sufrir al otro. Si odiamos, sufrimos, pero además hacemos sufrir, incluso llegamos a matar por el odio u el resentimiento. Por eso es tan necesario, como sostienen los estoicos, epicúreos, Spinoza, el Budismo, sanar nuestra consciencia para sanar nuestras relaciones.
Porque, de la misma manera que, cuando sufrimos hacemos sufrir, cuando estamos alegres, la alegría fundamental de Ser, Existir, simplemente, no la de la satisfacción de un deseo particular, pues transmitimos alegría y nos encontramos en armonía con el resto de lo que nos rodea e, incluso, si la alegría es profunda, con el cosmos. Pero, para ello hemos de sanar nuestra consciencia. Y cómo lo hacemos. Pues la sabiduría perenne, tanto occidental, como oriental, que vienen a decir lo mismo desde contextos diferentes, nos ofrecen respuestas. No son recetas, sino caminos que el alma debe recorrer. Y son muy oportunos en estos momentos que corren, porque, por lo menos, desde los orígenes de la modernidad, nos hemos ido alejando de ellos. Y, simplemente, lo que hace falta es volver a ellos. Recuperar nuestra sabiduría ancestral y que somos naturaleza y, en tanto que naturaleza, cuerpos, no máquinas pensantes; sino cuerpos sintientes y que se piensan a sí mismos desde su totalidad. Se conocen a sí mismo desde el propio cuerpo y no sólo, aunque también, desde el pensamiento lógico formal.
En primer lugar, está la aceptación que es asumir la realidad de los hechos sin darle ninguna valoración. Es un hecho que enfermamos y que no nos gusta, que sufrimos pérdidas y nos produce sufrimiento…y así. Pero, claro, igual que no hay que negar, tampoco hay que regocijarse en ello, porque entonces caemos en otro juicio que nos lleva a la tristeza, el desánimo el pesimismo, el nihilismo y la inacción, muerte. No, la aceptación es una actitud activa, pero de no resistencia. Acepto mi muerte, no me resisto a ello. Si me resisto tengo un doble sufrimiento, la resistencia, la lucha y la propia muerte, como bien nos señala Séneca. No es posible evitar la muerte, tras determinados pasos psicológicos hemos de aceptarla, lo ideal sería aceptarla cuando uno está sano y olvidarse ya de ella. Por eso decía Platón aquello de que filosofar es prepararse para la muerte y Spinoza, en nada piensa menos el sabio que en la muerte. Para el sabio Spinoza la muerte, en todo caso, es una bendición, es fundirse con lo universal, dejar de ser un modo particular de lo universal. La aceptación, pues es activa porque no se resigna, eso sería caer en el pesimismo, sino que actúa en la medida de que cambia nuestra consciencia para abrazar, desde la alegría, lo inevitable y, mientras, mantener una actitud de alegría. Y, cuando uno está alegre hace cosas. Y nuestra naturaleza es la acción.
En segundo lugar, es importante no juzgar porque cada vez que juzgamos nos proyectamos en el futuro o en el pasado y recreamos una realidad que depende de nuestros deseos y miedos. De lo que se trata es de vivir en el cuerpo, sentir el cuerpo y el cuerpo es presencia, es aquí y ahora, es eternidad. En cambio, el pensamiento, las preocupaciones, no me refiero al pensar para resolver un teorema, o hacer la lista de la compra o algo similar, sino a ese ruido de fondo que siempre tenemos y que nos mueve del pasado al futuro y a la inversa. Si nos damos cuenta, ni pasado, ni futuro tienen entidad salvo en la consciencia. Son la representación de la realidad en nuestra consciencia. Y esas representaciones nos hacen sufrir y producen inmenso sufrimiento. La cuestión es pensar desde el cuerpo, es decir, vivir, sentir, no reducir el vivir al dirigente (cogito ergo sum) de la máquina del cuerpo, no, el cuerpo no es una máquina, es sintiente, lo que ha ocurrido es que lo hemos reducido desde el pensamiento lógico formal, lo hemos anulado, por eso hemos perdido consciencia. Si pensamos y sentimos desde el cuerpo experimentamos el cuerpo como presencia, sus placeres, el de estar vivo es esencial, sus dolencias, pero no proyectamos y podemos observar, como testigos, nuestros estados mentales negativos que nos afectan a nosotros y a los demás. Por eso la cita de Séneca, si anticipamos el sufrimiento lo doblamos, además de que puede herir a otro. El sufrimiento es inevitable, pero si lo aceptamos deja de ser sufrimiento y es dolor, no hay milagros, el dolor existe, pero no es lo mismo que el sufrimiento que arruina mi vida y la de los que me rodean.
Y, por último, además de la aceptación y del no juicio, es muy importante el cultivo de las virtudes; empezando por la alegría, la gratitud, el amor, el asombro, la curiosidad, el deleite ante la belleza, la magnanimidad, la generosidad,….todo ello produce bienestar en nuestro espíritu que se transmite hacia los demás. Pienso que este análisis vendría muy bien para lo que tenemos encima, que ya lo teníamos, pero no habíamos caído en la cuenta. Vivíamos una distopía creyendo que era una utopía. Pero la verdad acaba apareciendo y el colapso civilizatorio es una realidad, el fin de la civilización tal y como la conocemos es algo real, ahora bien, si lo aceptamos, entonces no tiene que ser una tragedia.
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“Sal de ti mismo a esconderte de tu tirano interior.” Paco Grande. Hendiduras. Aforismos de la individuación.