Despertar
Puede ser de otra manera:
todos los hombres deben penar.
Nada de lo que se mueve y vive sobre la Tierra
puede evitar la infelicidad.
Hasta la tumba
el madero de la cruz
golpea nuestra espalda;
más allá todo se acabará.
Con esto te debe bastar. Mailänder. En la novela del final de su vida Rupertine del Fino.
Mailänder es un poeta filósofo o un filósofo que considera que la poesía es una vía de expresión de la filosofía que es ultrapesimista. A mí no es que me guste mucho eso de encajonar al pensamiento de nadie. Bebe en las fuentes de Schopenhauer, entre otros, el llamado padre del pesimismo moderno, que a mí tampoco me parece pesimista. Pero eso es para otro tema. El caso es que en Mailänder veo yo como si dijésemos una mística negativa, no hay una negación de la vida, sino una afirmación de la nada y, para llegar a esta nada es necesaria la muerte, incluso por autoaniquilación, como hace él mismo a los treinta y cinco años tras recibir el primer ejemplar de su obra magna: “La filosofía de la redención”. Recomiendo la lectura de esta obra, como ilustración y como reto personal. Cuando hablo de leer, hablo de leer interiorizando. Un reto para tanto pensamiento débil, o líquido o, incluso, gaseoso que nos rodea: desde los coachings, los psicólogos positivos y la new age. Tal vez mirar el rostro de la nada es mirar nuestro rostro y, quizás, esa sea nuestra redención. Algo similar viene a decir el budismo. Y todo misticismo cuando afirma que para ser realmente, primero hay que morir.
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Es curioso como en todos los mitos de iniciación se hace una alusión al renacer. Es decir, para pasar a la vida adulta el niño tiene que morir, o para pasar de una forma de vida a otra, es necesaria la transformación, la muerte. No hay renacimiento sin muerte. El desarrollo intelectual-espiritual implica este renacimiento. Si no hay este renacimiento, el abandonar lo que somos en la vida, para ser otra cosa, no hay evolución de nuestras consciencia. Todos los mitos de todas las religiones de la humanidad tienen estos ritos de iniciación o de paso, como los llama Eliade, que es, junto con Campbel el que más los ha estudiado o el que los descubre y les da forma y significado más allá de lo meramente empírico.
También hay que entender el mito, no desde la perspectiva científica. Entonces, simplemente, el mito es una historia falsa, no pasa el criterio de verificabilidad, ni falsabilidad. El mito tiene una racionalidad que va más allá de la ciencia. El mito es simbólico y tiene como fin, como objetivo, dar sentido a la existencia humana y al cosmos donde el hombre habita. Todos los mistos se refieren a un tiempo primitivo, in illo tempore (en aquel tiempo), que estaba fuera del tiempo, era la eternidad, la perfección, completud. Es el mundo de lo sagrado. A ese mundo apuntan todas nuestras actividades. Y todo lo que hacemos sigue un ritual para recuperar lo perdido, o para llegar a la realización de lo sagrado dentro de lo profano. Y siguiendo estos rituales nos encontramos bien, integrados e identificados. Los ritos de paso implican un renacimiento, como dice el cristianismo, en la vida del espíritu, esto es, en la eternidad. Otra cosa es que hoy en día, tanto el pensamiento mítico, núcleo de las religiones, como las religiones, se han quedado en el mero ritual, pero la gente lo cumple y eso le da una sensación de identidad o de permanencia. Pero otra cosa que hay que tener en cuenta es que el pensamiento mítico, a pesar de la ciencia y la razón ilustrada, persiste. Y persiste, en los pequeños detalles y en los grandes relatos de la humanidad. Las ideologías se apoyan en una teofanía, en una liberación final del hombre, una emancipación por medio de un salvador, ya sea el proletario o el capital. Hoy en día vivimos esta última. El transhumanismo y el cientificismo, por su parte, creen en la salvación y redención de todos los sufrimientos, la conquista por tanto del mundo de lo sagrado, desde lo profano, por medio del desarrollo de la tecnología. Estas ideas se convierten en mitos que dan sentido a nuestra existencia y nos permiten identificarnos, lo mismo podemos decir de cualquier nacionalismo, de las nuevas religiones, las sectas, la new age, todas estas formas de pensar tienen una estructura mítica. Pero esto es así, porque el hombre tiene una estructura mítica, el hombre, no es como decía Aristóteles, un animal racional, sino, fundamentalmente mítico. Crea un mundo sagrado al que intenta imitar, ese mundo sagrado es el ideal de perfección, ya sean las grandes figuras de la moda, los grandes futbolistas, los líderes políticos carismáticos, la ciencia y la tecnología en su conjunto... El hombre no es capaz de vivir por sí mismo. No es capaz de ser libre.
Pero, curiosamente, a mi modo de ver, hay un mito que nos enseña la transformación, la muerte del viejo yo para renacer en la verdadera vida del espíritu que ya no necesita ni de mitos ni de ritos para vivir. Ha alcanzado la libertad. El verdadero Ser. Por eso se dice, en las diversas tradiciones, que para ello, primero, ha de morir. Lo escuchamos en el budismo, la impermanencia del yo, en el taoísmo, El Tao que se puede nombrar no es el Tao, el que no se puede decir, es el Tao, en el advaita, la única realidad es el Ser, que es la vacuidad, la profunda calma y plenitud, el yo Soy es Eso, no el yo psicológico y biográfico, para llegar al yo Soy el otro yo ha de morir. Y lo mismo con la mística cristiana. El místico cristiano no se reconoce ya en sí, vive fuera de sí (vivo sin vivir en mí) sino en Dios, o lo Absoluto…lo que cambia, como ven, es el imaginario cultural, la realidad de la que se habla en el renacer espiritual, como muerte de nuestro ser aparente, finito y limitado, es la del Ser. Cada cultura lo expresa a su manera, eso sí. Por eso nos dice Eliade:
“El conocimiento sagrado, y, por extensión, la sabiduría se conciben como fruto de una iniciación, y es significativo encontrar el simbolismo obstétrico ligado al despertar de la consciencia tanto en la antigua India, como en Grecia. Sócrates se comparaba, no sin razón a una partera: ayudaba al hombre a nacer a la conciencia de sí, alumbraba al “hombre nuevo” El mismo simbolismo reaparece en la tradición budista: el monje abandonaba su nombre de familia y pasaba a ser un “hijo de Buda”…Hijo natural del Bienaventurado, nacido de su boca, nacido del Dharma (doctrina)…
Este nacimiento iniciático implicaba la muerte a la existencia profana…Buda enseñaba el camino y los medios de morir a la condición humana profana (sufriente), es decir; a la esclavitud y la ignorancia, para renacer a la libertad, a la beatitud y a la ausencia de condicionamiento del Nirvana… M. Eliade. “Lo sagrado y lo profano” p. 145
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El ser humano es una casa de huéspedes.
Cada mañana un nuevo recién llegado.
Una alegría, una tristeza, una maldad
Cierta conciencia momentánea llega
Como un visitante inesperado.
¡Dales la bienvenida y recíbelos a todos!
Incluso si fueran una muchedumbre de lamentos,
Que vacían tu casa con violencia
Aún así, trata a cada huésped con honor
Puede estar creándote el espacio
Para un nuevo deleite
Al pensamiento oscuro, a la vergüenza, a la malicia,
Recíbelos en la puerta riendo
E invítalos a entrar
Sé agradecido con quien quiera que venga
Porque cada uno ha sido enviado
Como un guía del más allá. Rumi.
Aceptación, todo debe ser aceptación. El camino de la resistencia es la muerte. Solo aceptándonos a nosotros mismos nos podremos comprender y, si nos aceptamos a nosotros mismos, podremos comprender al otro. Y la aceptación no es resignación, ni dejar pasar, sino amor y comprensión. Todo lo que sentimos, lo sentimos, nos pertenece, no podemos negar las llamadas emociones negativas, es decir; los vicios: la ira, el rencor, la melancolía, el miedo, el odio, o los vicios físicos. En todo caso todos son adicciones y si los negamos no podemos ni asumirlos ni transmutarlos. El camino de la negación es el de la ignorancia y el de la aceptación, el de la sabiduría. Pero a la sabiduría se llega por el amor incondicional. Sólo desde el amor incondicional podemos aceptarnos y aceptar y sólo desde esa aceptación podremos trascender nuestro Ser. Nuestra iniciación está en la herida abierta que queremos ocultar por todos los medios, pero resulta que es la herida el camino que nos enseña la transformación. Toda iniciación es una transformación en la que se da un sufrimiento, éste es el ritual que se representa en los evangelios, por ejemplo, o en la muerte de Sócrates, aunque sean muy distintas en la forma, puesto que las culturas son diferentes, el sentido es el mismo. Para autotrascenderse es necesario morir, para morir en el yo actual hay que aceptarse y aprender todo lo que la sombra, la herida, nos enseña. Es decir, es como el viaje al inframundo. Si no hacemos este viaje, no podremos renacer transformados.
Así que considero que es muy serio el pensar sobre toda la parafernalia de pseudoespiritualidad y pseudopsicología, que sólo mencionan lo positivo, como si lo positivo tuviese existencia en sí, separado de lo negativo. Los opuestos se necesitan y coexisten. Este mensaje positivista está dirigido por el mercado para dominarnos y se extiende por todas las vías de comunicación, incluida la enseñanza, por supuesto.
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La espiritualidad, o humanidad, porque es nuestra propia naturaleza, ha sido cercenada del ser humano desde hace cuatro siglos. Desde que triunfó el modelo mecanicista y redujo todo ser a ser material y mecánico y la consciencia al yo cognoscente, al yo que conoce. Hasta que no llega el psicoanálisis no se amplia la visión y todo da un vuelco, se produce una revolución, no sólo es que toma forma la consciencia, sino el ámbito de lo inconsciente. El yo, no es sólo un sujeto inmutable, una substancia etérea que conoce, sino: emociones, creencias, estados anímicos que pueden variar desde la normalidad a las neurosis y psicosis…y el inconsciente, que es lo oculto en nuestro ser y que constituyen las pulsiones más escondidas. Pero esto no se consideró ciencia. La psicología tuvo que adoptar el empirismo y reducir la consciencia a estímulos y respuestas observables. Por su parte Jung va más allá de su maestro y postula un inconsciente colectivo y la existencia de arquetipos universales en ese inconsciente que coinciden con los sueños y los mitos. A su vez Eliade, Campbel y demás descubren el origen de la religión, Otto descubre Lo Otro, lo misterioso. La religión va tomando forma. La dimensión religiosa del hombre, también.
Por otro lado, se redescubren las religiones orientales y se abren las puertas de la percepción con las experiencias con psicodélicos. No obstante, el modelo para las ciencias, a pesar de la revolución relativista y cuántica, sigue siendo el mecanicista, materialista y determinista. Este modelo ha sido de gran provecho en la ciencia y la tecnología, pero, como idea del mundo y de cómo hay que hacer ciencia, está ya agotado. Por su parte, aparecen los medicamentos psicotrópicos, lo cual hace que la psiquiatría, que se había considerado la hermana menor de las otras especialidades médicas, remonte el vuelo y pueda aplicar el modelo mecanicista biologicista a la mente. Esto hace que desaparezcan las diversas escuelas psicoanalíticas, que la escuela existencialista y humanista sean desterradas del ámbito de la ciencia (estas escuelas se siguieron cultivando al margen y hoy tienen una enorme fuerza en las psicologías de tercera generación) y que lo mental se reduzca a reacciones bioquímicas dentro del cerebro, incluso lo psicosocial es excluido. Todo ello hace que la dimensión espiritual del hombre desaparezca y parezca una rara avis. Si a esto le sumamos la crisis, no sin razón (debido a sus mecanismos autoritarios y a la superstición y no saber integrar la modernidad), de las religiones tradicionales, pues no queda lugar ni refugio para la espiritualidad.
La espiritualidad no se reduce a la religión, está, a la par, en sus fundamentos, pero la excede o sobrepasa. La espiritualidad es la dimensión más elevada del hombre y por eso la he llamado, también, humanidad. Es lo que nos hace humanos, es la autoconsciencia. La reducción de lo humano al cerebro es lo que el filósofo Markus Gabriel denomina el neurocentrismo. Es una falacia que está de moda. De una reacción química no se deduce una cualidad y, menos, la vivencia de esa cualidad. Hay que tener una visión emergente de lo real e integradora de los distintos campos que emergen y que cada uno se regula por sus propias leyes. Lo espiritual, pues, aunque haya una base bioquímica en el cerebro, como está comprobado con los que practican la meditación, la oración, la contemplación… no se reduce a ella, sino que es una vivencia. Y las dos características fundamentales de lo espiritual son: el sentimiento de Unidad, que uno pertenece a todo lo que hay, que el yo se puede trascender en el nosotros, lo transpersonal, que el yo es el origen de nuestras pasiones porque es la sede del egoísmo y el miedo y, por otro lado, el sentimiento de compasión. Esto es el amor incondicional, la alegría de que el otro sea y ser capaz de vivir su vivencia. El desarrollo espiritual es el desarrollo de estas dos dimensiones del ser humano. No es algo que se consiga de un día para otro, pero que se va vivenciando, porque todos los esquemas del pasado van derrumbándose. Esta espiritualidad, por otro lado, no tiene nada que ver, con lo que se nos vende por ahí. Con tantas terapias habidas y por haber, con las modas de nutrición, de miles de prácticas que sanan no sé qué cosas… todo ello es mercadillo o, más bien, lo espiritual, convertido en pseudoespiritual debido a la sociedad de mercado en la que vivimos. Ahora bien, esta falsa espiritualidad es muy dañina para los que caen en sus redes por varias razones. En primer lugar, es un paso atrás, es volver a la superstición, cuando ya habíamos conquistado la racionalidad, porque sin la consciencia racional no podemos dar el paso hacia la espiritualidad. En segundo lugar, tenemos la pérdida de la libertad. Se cae en la búsqueda de una solución para nuestros dolores, emocionales o físicos, para ello se acuden a terapias llamadas alternativas, o a las convencionales, es igual, se delega nuestra responsabilidad de nuestro cuidado en otro, que es el maestro espiritual, el sanador, el médico, el profesor, el político, el chamán, el sacerdote…es decir, que nos atamos a otro porque así es más fácil. Volvemos a caer en la servidumbre humana voluntaria. Y, por último, un fenómeno muy curioso, mientras la espiritualidad disminuye nuestro sentimiento egoico, nuestro yo hasta disolverlo, la falsa espiritualidad lo que hace es lo contrario, aumenta el yo, se produce el fenómeno del narcisismo espiritual. Se confunde la meditación, que nos lleva a la impermanencia y a la vacuidad, con la pertenencia al todo, con lo que el ego se identifica con el todo. Por otro lado, el lugar de cultivar la compasión, nos miramos el ombligo y queremos sanar nuestros pequeños males y sufrimientos, entre otras cosas, porque esta sociedad no soporta el dolor. El dolor, las emociones negativas, o vicios, están ahí y ni se pueden eliminar, ni evitar, ni reprimir, hay que aprender de ellas, aceptarlas e integrarlas. No hay ni remedios, ni pócimas mágicas. Y, sobre todo, no hay que fijarse en estos males, si uno presta atención a las virtudes, por ejemplo, la alegría, estará alegre, si piensa en el bien de los demás, actuará con respecto a él y su pensamiento en el bien común se hace un hábito, si quiere la felicidad de todos los seres, vive con ese sentimiento, y lo mismo, el agradecimiento, el amor incondicional, la compasión… Y, todo ello, curiosamente, disuelve el ego. Pero la falsa espiritualidad va por el camino contrario. Es necesario más Ilustración; es decir: más conocimiento y libertad.
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“Podemos prescindir de la religión, pero no de la comunión, ni de la felicidad, ni del amor. Aquello que nos une, aquí, es más importante que lo que nos separa. Paz para todos, creyentes e incrédulos. La vida es más preciosa que la religión (y es lo que quita la razón a los inquisidores y a los verdugos); la comunión más preciosa que las iglesias (y es la que quita la razón a los sectarios); la fidelidad más preciosa que la fe o que el ateísmo (y es lo que quita la razón tanto a los nihilistas como a los fanáticos); y, en fin, y es lo que da la razón a la gente buena, creyente o no, el amor es más precioso que la esperanza o la desesperación.
No esperemos a ser salvados para ser humanos.” André Comte Sponville. “El alma del ateísmo. Introducción a una espiritualidad sin Dios”. P. 79
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“La angustiosa realidad es que la vida cotidiana del ser humano se halla atrapada en un complejo inexorable de opuestos, -día y noche, nacimiento y muerte, felicidad y desdicha, bien y mal. Ni si quiera estamos seguros de que uno de ellos pueda subsistir sin el otro, de que el bien pueda superar al mal o la alegría derrotar al sufrimiento. La vida es un continuo campo de batalla. Siempre lo ha sido y siempre lo será. Si no fuera así nuestra existencia llegaría a su fin.” Carl Jung.
Y si no aceptamos esto vivimos en la utopía, en el fanatismo de la new age y de la tecnociencia, en el pensamiento Alicia, que decía Gustavo Bueno. La realidad es completa o no es. Negar una parte de nuestra realidad es una ingenuidad que nos lleva a la guerra contra nosotros mismos y contra los demás.
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El conocimiento de sí mismo es el camino hacia la revolución política. Nada tiene que ver con el narcisismo, sino con el altruismo.
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“¿Pero de qué nos hemos olvidado? En mi opinión se trata de la enfermedad, la sombra que acompaña siempre a la luz de la salud, una sombra que nos conecta orgánicamente con el mundo, nos ratifica que la naturaleza del mundo no puede ser forzada y nos lleva a darnos cuenta de que es imprescindible concebir la salud sin tener, al mismo tiempo, conciencia de la enfermedad y, de ese modo, aceptar la enfermedad del mismo modo que aceptamos la salud.
Nuestra cultura, sin embargo, cree que podemos aceptar uno de los dos polos negando al otro, que, podemos tener lo blanco sin lo negro, disfrutar de las alturas sin descender a las profundidades, gozar de la salud sin padecer la enfermedad o del nacimiento sin la muerte. Nuestra ceguera nos hace creer que solo es cuestión de tiempo, mano de obra y de ampliación del presupuesto destinado a la investigación y consideramos que la invitación a superar el pensamiento dualista -o esto o aquello- constituye un paso atrás hacia formas de pensamiento primitivas que no concuerdan con el potencial de la edad contemporánea.
Pero no es el hombre primitivo el que no ha comprendido la naturaleza indivisible de los opuestos sino que se trata de una visión de la sabiduría perenne que pertenece a la tradición de los místicos y poetas de todos los tiempos”. Larry Dossoy. Médico en Santa Fe, nuevo México. “La luz de la salud y la sombra de la enfermedad.· en “Encuentros con la sombra. El poder del lado oscuro de la naturaleza humana.”
Esto es el resultado de una cultura dualista que contrapuso los opuestos y reprimió uno de ellos, o lo oculto, o lo racionalizó, pero la sombra siempre estaba ahí. Y siempre es necesario el viaje hacia el inframundo, la sombra, el inconsciente para pactar con él, para llegar a un abrazo reconciliador en la Unidad de los opuestos de la que hablaba Heráclito, cuando aún no se había producido el gran error. Hoy en día, el pensamiento positivo, con sus coachings y demás, la new age, la tecnociencia hiperavanzada, el capitalismo financiero… todos intentan recobrar la salud, la perfección, la luz, cuando realmente no hay luz sin sombra, no hay bien sin mal, salud sin enfermedad,… si negamos uno de los opuestos negamos la totalidad. Ese es el error y eso es vivir en la ilusión, la dualidad o la escisión. Escisión porque el opuesto, la sombra siempre aparecerá, pero no la aceptaremos y viviremos en lucha y no en armonía. Y si no aceptamos la sombra, lo opuesto no podremos resolver nuestros problemas: sufrimiento, tristeza, guerras, genocidio, odio, violencia en todos los niveles….
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El ser humano es un ser que en su propia naturaleza tiene lo que se llama "la carencia" y, en tanto que es un ser que potencialmente puede ser más, pues en esa medida siente la carencia. Por otro lado, es un ser dividido, escindido, entre sus deseos y su entendimiento. El entendimiento nos forja un yo desde que nos construimos como seres egoicos que juega el papel de guardar la herida y en torno a esa herida se va forjando nuestro inconsciente, que a su vez está inmerso en el inconsciente colectivo. Y eso es lo que constituye nuestra sombra. Pero, qué es lo que pasa, por qué ese sentimiento de carencia o soledad. Pues porque tenemos una falsa percepción de nosotros mismos, no es que necesitemos a un terapeuta, sino a un amigo. Y antes de a un amigo, a nosotros mismos. Es decir, si no tenemos amor propio, seguiremos instalados en nuestro desprecio, en lo que llaman baja autoestima. Y lo que haremos es no curar nuestra carencia, que es una ficción, no carecemos de nada, somos perfectos, pero hemos olvidado nuestro origen. Y cuando no curamos esa herida lo que hacemos es fortalecer las corazas del ego mediante el ataque a lo de fuera. Es decir, por ejemplo, mediante el juicio al mundo, la sociedad, el otro, la humanidad en general. Pero ahí no está el mal, el mal no está en ninguna parte, solo es nuestro estado mental, nuestra forma errónea de percibir las cosas y percibirnos.
"No eres realmente capaz de estar cansado pero eres muy capaz de agotarte a ti mismo. La fatiga que produce el juzgar continuamente es algo realmente intolerable." UN curso de milagros. Cap. 3
Es decir, aceptación, que es comprensión y la compresión: amor incondicional. No juzgues y no serás juzgado. Cada vez que juzgamos proyectamos nuestro sentimiento de culpa hacia nuestro hermano, o hacia el mundo o hacia la humanidad e, incluso, si estamos desesperados, hacia el cosmos entero. Entonces ese juicio se vuelve contra nosotros y nos hunde más en el sufrimiento, en la mente incorrecta, en el autoengaño, en autoconsolarse....No hay nada de esto. Si estamos en la actitud del AMOR, no pedimos nada, ni necesitamos nada, ni juzgamos nada. Desbordamos la alegría y nos identificamos con nuestro hermano, con la humanidad, con el resto de los seres y con el cosmos entero, o Dios, el Tao, el Dharma...
La muerte del físico Hawkins ha producido una conmoción social. Es raro que esto ocurra con la muerte de un científico. Está muy bien que reconozcamos los grandes méritos que las personas hacen por la humanidad, sin olvidar aquello que decía Newton de que "yo he visto más lejos porque iba a hombros de gigantes". Es decir, que nuestro físico desaparecido caminaba sobre los hombros de grandes gigantes del siglo XX, desde Planck, pasando por Einstein, Hesenberg, Pauli...y cientos de desconocidos, pero que han realizado un excepcional trabajo para desentrañar los misterios físicos del universo físico.
Ahora bien, nuestra mente mítica ensalza a algunas figuras y las convierte en ídolos; en lugar de estudiarlas, dialogar con ellas, profundizar en el conocimiento, lo que hace es idolatrar. Y los ídolos tienen los pies de barro y existen mientras que exista la debilidad humana; es decir, la incapacidad del hombre de servirse de su propia razón. Para empezar, no hay individuos separados, ya lo dije al principio, un individuo es el resultado de la humanidad, una forma que adquiere la humanidad para expresarse. Puede servirnos como ejemplo de dedicación, disciplina, orden, pasión, entusiasmo, altruismo...y múltiples virtudes, pero no podemos idolatrarlos; sino ver reflejados en él las virtudes de la humanidad; esto es, lo que yo puedo ser en tanto que soy humanidad. De la misma manera que cuando vemos el mal en otro, el mal radical, nos tenemos que ver como seres potencialmente capaces de realizar ese mal, porque es humano. Y, entonces, surge la compasión o compresión profunda. Ser mayor de edad es ser libres y ello conlleva el ser capaces de trascender nuestro ego particular en la humanidad total. Aceptar la humanidad en lo cual somos común. Por el contrario, si ensalzamos sólo las individualidades lo que estaremos es creando una sociedad competitiva, no colaboradora y, recordemos, el hombre, homo sapiens, ha sobrevivido por su capacidad de colaboración. Y se está yendo al traste por su competitividad, contra él mismo y contra la naturaleza.
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“No sé si fue Walter Benjamin o Giorgio Agamben quien acuñó por primera vez la frase “el campo es el mundo”, refiriéndose a los campos de concentración nazis. Ha sido Jon Sobrino quien dejó como herencia a la teología futura el eslogan “honradez con la realidad”. Esa honradez es la que nos obliga a sostener, como punto de partida de todo pensar teológico (y añadiría yo, de todo pensar simplemente humano) la visión de Auschwitz como una parábola de nuestro mundo. Un mundo poblado por infinidad de “campos de exterminios” cuya enumeración sería inacabable: en casi todo África (por causa del coltán en la franja que va desde Ruanda hasta el Congo; por causa de los diamantes en Sierra Leona; por causa del petróleo en Guinea… y, simplemente, por causa del hambre en los mil desesperados que acaban tantas veces muriendo en el intento de una travesía alucinante hasta Europa); también en casi toda América latina; en casi toda Asia, pese a algunos crecimientos económicos tan espectaculares como deformes en cuanto a su distribución. En las mil guerras de Irak, Afganistan, Somalia,… En la serie de genocidios que han poblado el pasado siglo y que sus autores se niegan a reconocer, como el de los kurdos en Turquía, el del Pol Pot en Camboya, el de los palestinos por Israel… Y en la crisis económica mundial que hoy nos envuelve, la cual tuvo lugar por tanto triunfo de los malos… y amenaza a resolverse de modo que casi no afecte a los más malos, sino sólo a sus víctimas.” José Ignacio González. “Otro mundo es posible…desde Jesús.” pp 342-343
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La leyenda de la dualidad tiene una larga historia. Una historia en la que se mezcla la filosofía, la religión, el poder y la política. En realidad, lo que hay es todo lo que hay, el Ser. Y el Ser es cuerpo y alma a la vez, todo Ser, y todos los seres. La separación conlleva la demonización del cuerpo y, a través de ello, un sistema de control de los hombres. Eso sí, cuando hablamos del cuerpo, no nos referimos a la reducción mecanicista, determinista y materialista de la ciencia. Tampoco la resurrección es la del alma, ni sólo existe la mente, que dice la new age, lo que hay es el Ser. Es la Naturaleza, o Dios, que tiene infinitos atributos o modos, uno de ellos es lo mecánico determinista, pero no todo el Ser es eso, otro es el ánima, pero no todo es Alma, sino que todo es la unión de los infinitos modos de ser que tiene el Ser, o Dios, o el Tao. El triunfo del espíritu sobre la carne que se predica con la resurrección es la expulsión del cuerpo, cuando en realidad, la resurrección es el símbolo, el Arquetipo, de la trascendencia, de la transmutación, de la incorporación de la Unidad de lo diverso o de lo diverso en la Unidad.
Políticamente esta escisión ha significado la esclavitud del hombre por parte de todos los poderes, y lo sigue siendo. Sin materia no hay espíritu y sin espíritu no hay materia. La vida consiste en la unificación de estos opuestos en nuestros actos. Por eso dice el evangelio de San Juan “En el principio fue el Logos (el Verbo, la palabra) y el logos se hizo carne (encarnación y unificación de los opuestos) y habitó entre nosotros…” Esto es, Cristo es el arquetipo de la encarnación del Logos en la materia, es decir, de la armonía entre los opuestos. Y siempre hay que considerar a los opuestos como en armonía, o en tensión, pero no excluyentes, no puede existir el espíritu sin la materia, el bien sin el mal. La encarnación del Logos es la trascendencia del espíritu y de la materia, su transmutación en lo no dual (no dos, que no es lo mismo que Unidad indiferenciada.)
Y resulta que todo esto ocurre y me lo encuentro (Sincronías diría el propio Jung) mientras leo a Jung, y descubro estas dos citas. En Gálatas II se nos dice: “Vivo, pero ya no yo, sino que Cristo vive en mi”. Y es esto precisamente la transmutación, la autotrascendencia, la alquimia, el rencontrar lo no dual, la Unificación. Por eso también dice Jesús en los Evangelios, yo estoy en el mundo, pero no soy del mundo. El Ser trasciende nuestro pensamiento parcial del mundo. Es necesario la unificación de los opuestos, la gran alquimia del Tao, innombrable, para que se obre la transformación. Esa transformación es la resurrección, lo demás son cuentos infantiles, es lectura literalista con intenciones de sojuzgar. Es necesario, e imperioso, una vuelta a la lectura gnóstica y neoplatónica de los evangelios, para eliminar el dogmatismo teológico-filosófico y la pseudoalegría de la new age y la psicología positiva.
Y la siguiente cita que me encuentro leyendo a Jung, es de Mateos XIX, 11 y ss. “No todos comprenden esta palabra, sino sólo aquellos a los que les es dado…hay castrados que se han castrado a sí mismos por amor al reino de los cielos. El que pueda comprenderlo que lo comprenda.” Está bien claro que no se puede entender literalmente los evangelios, sino metafóricamente. Ya se nos dice que el reino de los cielos está dentro de uno, por eso dice Agustín de Hipona que no hay que salirse fuera de uno para encontrar la verdad, porque la verdad habita dentro de uno. No hay que mutilar el cuerpo, ni despreciarlo para encontrar el reino de los cielos (la Paz, la calma, la no violencia….) sino integrarlo; ese es el sentido de la encarnación, la armonización por el Logos de los opuestos. El Logos mismos es la armonía…
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El estar anclados en el mundo conlleva a los deseos, es ser esclavo. Es identificarse con lo que es la tierra, con lo que poseemos: bienes materiales, emociones, sueños, fantasías, opiniones, creencias… Todo nos condiciona y nos hace no ser libres. Ahora bien, el desapego total no es posible en la medida en la que estamos en la tierra y de lo que se trata, no es de negar todo aquello que nos condiciona, consciente e inconsciente, sino de trascenderlo transmutándolo como un alquimista. La metamorfosis es el símbolo. Primero hay que morir para renacer. Y, en ese sentido, permanecemos en la tierra, pero sin ser de la tierra. Una manera de hacer esta transformación es por medio del amor fati del que habla Álvaro (Nietzsche), es decir, la aceptación de todo, la rendición última y el querer último de todo lo que es y me hace (consciente o inconsciente.) Hay que recorrer el camino de hacer consciente todo lo que me es dado inconscientemente y así podemos desprogramar el condicionamiento. La liberación, metamorfosis, muerte-resurrección, es un hacer consciente lo inconsciente.
Otra cosa es lo de la realidad. El mundo conocido es el mundo representado por nuestro cerebro. Creemos que ese mundo, científicamente descrito, es la realidad, pero no es así, es una representación de la realidad a través de nuestro cerebro. Es la misma representación para todos, porque todos tenemos le mismo cerebro por ley evolutiva. Ahora bien, la reducción de la realidad, a la representación que de ella nos hacemos es un reduccionismo (Markus Gabriel lo llama “neurocentrismo”). En nuestra sociedad es el reduccionismo que impera y que ha eliminado la riqueza de la realidad y los muy diversos modos de acceso a ella: desde los mitos, los sueños, el arte,…la meditación, el chamanismo. La consciencia ha ido evolucionando, como lo ha hecho la cultura, pero somos inconsciente de la riqueza de nuestra consciencia debido a este reduccionismo que marca el origen de la modernidad que, a su vez, se sostiene en un mito, inconscientemente, que es el del progreso.
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Este texto de Jung es de 1936 y es clarividente. Es un fragmento de un artículo titulado: “El yoga y Occidente.” Lo que se dice se puede generalizar a muchos otros ámbitos. Y no se debe entender una superioridad de Oriente sobre Occidente, esto nunca lo diría Jung, hay una tensión y complementariedad de opuestos. Lo que sí ha sucedido es que, históricamente, la cultura que se ha globalizado ha sido la occidental y, Occidente se ha olvidado de su alma, de su sí mismo, o de su inconsciente. De ahí que su máxima expresión actual sea la tecnociencia en su versión más economicista. Y ello le ha llevado al nihilismo, ya anunciado por Nietzsche.
“El occidental no necesita superioridad alguna sobre la naturaleza interior y exterior. Disfruta de ambas con un grado de perfección casi diabólico. De lo que carece, empero, es del reconocimiento consciente de su inferioridad con respecto a ambas naturalezas (de ahí la destrucción de la naturaleza y su propia autodestrucción. El paréntesis es un añadido mío), y lo que debe aprender es que no puede hacer todo lo que se proponga. De hacerlo, su propia naturaleza lo destruirá (ya casi lo ha hecho. Es mío el paréntesis). El occidental no conoce su alma y ésta se amotinará suicida contra él.
Puesto que el occidental puede hacer de cualquier cosa una técnica (es el caso de la meditación convertida en mindfulness. Es mío), en principio, todo lo que tenga el aspecto de un método supondrá una amenaza o se verá abocado al fracaso. En lo que tiene de higiene, el yoga le será al occidental tan útil como cualquier otro sistema. Pero en su sentido más profundo el yoga no alberga un objetivo higiénico, sino una meta de muy superior envergadura: si lo he entendido bien, el desligarse y la liberación definitiva de la consciencia de toda atadura objetiva y subjetiva. Sin embargo, dado que no es posible liberarse de nada que no se sea consciente, el europeo tiene primero que familiarizarse con su propia subjetividad. Dicha subjetividad es lo que en Occidente recibe el nombre de inconsciente.” Jung, “Escritos sobre espiritualidad y trascendencia.” P. 173
Ahora bien, el inconsciente es lo que precisamente no conocemos y de lo que hemos sido vaciados en el proceso de tecnificación que no ha sabido integrar lo interno con lo externo. Por eso ahora vamos, como zombies (Filosofía zombi) buscando llenar ese vacío en cualquier cosa por medio de un consumo compulsivo (neurótico) de ella, ya se trate de algo “espiritual” o material…en fin, una integración de nuestro inconsciente, no una huida hacia Oriente, que no es más que una mascarada new age, ni sectas fundamentalistas de las religiones tradicionales… sería un camino para sanar nuestra herida e integrar nuestra sombra. Es decir, volvernos hacia dentro, como ya se nos dijo en la antigüedad, pero ahora con la riqueza del viaje al exterior que hemos realizado. No se trata de negar ni de renunciar a nada, sino de autoconocimiento.
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El que habla solo
Espera hablar a
Dios un día.
- Machado.
El texto que sigue de Jung es muy clarificador sobre nuestra consciencia, nuestro proceso de integración y unificación y la forma de encontrar el sentido, tanto individualmente, como desde la ayuda de un psicoterapeuta. El problema con el que nos encontramos es que occidente ha negado su subjetividad, su interioridad y, por ello, su inconsciente, la sombra y la herida. El occidental ha vivido para el exterior y lo ha dominado. Eso es evidente, incluido su cuerpo, pero el interior que constituye además su consciencia es un perfecto desconocido. De ahí el gran miedo que tenemos a la soledad, necesitamos continua actividad, entretenimiento, que decía Pascal, necesitamos llenar nuestra cabeza de información pasajera, sin sentido y que es absolutamente prescindible. Todo, con la clara intención de no asumir que hay una voz dentro que nos habla. Dice Jung:
“El hombre es la pareja de dos Discursos, en la que uno es mortal y el otro inmortal (aquí se refiere al inconsciente colectivo); que están siempre juntos, sin llegar a convertirse nunca en unidad. Los procesos de transformación pretenden acercar a ambos, y la consciencia siente que se resiste a ello porque al principio el otro aparece como un extraño e inquietante y porque no podemos acostumbrarnos a la idea de que no somos el único que manda en casa. Preferiríamos ser siempre yo, solo yo y nada más. Pero estamos confrontados con el amigo o enemigo interior y depende de nosotros el que sea nuestro amigo o enemigo.
No hay que ser un enfermo mental para oír su voz. Es, antes bien, lo más sencillo y lo más natural. Uno puede, por ejemplo, plantearse una pregunta a la que él da una respuesta. El proceso mental continua como una conversación normal. Se le suele llamar “serie de asociaciones” o “soliloquio”, o una “meditación” en el sentido de los antiguos alquimistas que llamaban al interlocutor…, alguien distinto, interior…
El juicio que nos merece la voz interior no conoce término medio: o se la considera un perfecto dislate o ni más ni menos que la voz de Dios. A nadie se le ocurre pensar que tal vez haya una cosa intermedia digna de ser tenida en cuenta…Del conflicto de ambos puede salir verdad y sentido, pero sólo si el yo está dispuesto a hacerle justicia al otro y concederle personalidad…” C.G. Jung “Escritos sobre espiritualidad y trascendencia.” pp. 270-271.
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La equivocación de Mailänder, me parece, es que hace una ontología negativa que no le deja abierto el camino de vuelta. El Ser trascendente se desarrolla en la inmanencia que es diversidad, hasta ahí, bien, pero no ve la posibilidad de reconocimiento del Ser en la diversidad. Éste seré el camino de la mística, o una interpretación de la parábola del hijo pródigo, el que vuelve a casa después de sufrir y aprender la diversidad. Si alguien tiene un poco de rechazo por la vía mística, pues lo encontramos en el gran Spinoza, en su Ética, concretamente, en el capítulo cinco con el "Amor intelectual de Dios". De esa manera surge el afecto de la alegría de Ser, y no la única salida lógica de Mailänder, que es el suicidio. Cuando uno ha perdido totalmente el contacto con su Ser originario sólo le queda el suicidio. Eso es lo que le pasa a la sociedad actual, tanto individual, como colectivamente. Hay más muertes por suicidio que por accidentes de tráfico. Y, la sociedad, en sí, está generando un ecocidio que expresa claramente la escisión o separación o alienación de su Ser originario y que le lleva a una autodestrucción colectiva. Sólo una vuelta a nuestro Ser original, individual y colectivamente, nos puede salvar de la encrucijada.
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No es por fastidiar, pero eso que se dice tanto de la meditación (tantas virtudes, paz, salud, armonía) es una parte de la meditación, no alcanzaremos la paz, mientras no integremos nuestro yo interior, nuestro inconsciente. Lo demás es crearse un paraíso artificial. Es cierto que si meditas te sientes mejor, mejora tu salud, etc. Pero éste es sólo el comienzo del viaje. Ciertamente es agradable y saludable, pero queda mucho por recorrer y vislumbrar, de uno mismo y de la humanidad. Una vez iniciado el camino de la meditación vendrá después el diálogo interior y éste, que es sanador, por supuesto, no es tan agradable porque en él aparecen los fantasmas que tenemos escondidos, aparece con fuerza lo reprimido por el ego, lo que somos, pero no queremos saber que lo somos. El ego se aferrará a los apegos para no dejar de ser, incluido, al ego mismo, lo cual nos llevará a un abismo al que no nos atreveremos a mirar, porque es nuestra muerte. Muerte necesaria para el renacimiento. Y, sin conocerlo, no tendremos paz. Por eso hay que atravesar el desierto (en todas las culturas existe esto, por ejemplo, Jesucristo va al desierto a enfrentarse con los demonios, que son interiores, claro) para alcanzar la Paz definitiva. Es decir, la Resurrección. Por eso primero hay que morir, y el proceso no es nada agradable, es como un gran desengaño, un fiasco y un desprogramarse. Hay que ir eliminando todos los condicionantes que nos hacen esclavos para liberarnos. Ese es el sentido de la Paz y el Renacimiento, la liberación (libertad.) La meditación entendida hoy en día en occidente está descontextualizada y es un instrumento al que se le pide eficacia, pero eso no tiene nada que ver con meditar.
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“Hemos heredado dos mitos que surgieron en el siglo XII. El mito del Grial habla de la relación entre la individualidad y la búsqueda espiritual, el mito de Tristán e Isolda, nos muestra el poder del amor romántico. Ambos sugieren la existencia de una nueva forma de experimentar a Dios. Lo que todavía no hemos comprobado es si esta experiencia tan intensa puede ser asimilada. Antes de la aparición de estos dos mitos, el mundo occidental siempre había considerado el poder de Dios de forma colectiva. Dios habitaba en el tabernáculo de la iglesia y no ejercía una influencia directa en la vida de cada individuo. Se adoraba a Dios utilizando gestos y expresiones que denotaban nuestro minúsculo tamaña y valor. Era un ritual de protección y seguridad, y aun sigue vigente en muchas culturas. Sin embargo, en el siglo XX consideramos seriamente la increíble posibilidad de entrar en contacto con el alto voltaje de Dios. En estos dos mitos la humanidad dice: “Tal vez a Moises se le prohibió que viera directamente a Dios, pero yo lo haré.” Comprender estos dos mitos es comprender el dilema de la sociedad moderna. Un auténtico mito permite tomar el pulso a una cultura entera, descubrir sus características y su destino.” Robert Johnson. “Aceptar la sombra de tu inconsciente.” P. 53
Estos mitos vertebran la cultura moderna y nos muestran el camino de la lucha de los opuestos y cómo la integración de ellos es su superación. La tensión u oposición es el estado de lucha, alienación, escisión, separación, la integración es la paz. Pero, si nos ponemos a pensar un poco, no hemos conseguido la integración de los opuestos que estos dos mitos nos ofrecen. El amor romántico nos lleva al fracaso en la mayoría de los casos: separación o asumir que el otro se nos hace insoportable, pero es más cómodo seguir así. Es decir, no aprendemos la verdad del otro, ni nuestra verdad a través del otro. No somos capaces de bajar el amor divino a lo humano. La proyección que hicimos no ha sido capaz de ver a dios en el otro, ni de ver nuestra divinidad en el otro. Esa es la experiencia de Dios. La aceptación del otro como otro yo.
Y, en cuanto a la búsqueda del Grial, creo que se ha transformado en el mito de Prometeo. La conquista de el Grial se ha convertido en el conocimiento científico técnico. Y, en lugar de integrar lo otro lo que estamos haciendo es reprimirlo a través de la dominación técnica. No vemos a Dios en lo otro, la naturaleza y el universo, no nos reconocemos en lo diferente, que es nuestra mismidad, sino que lo intentamos someter y dominar. Y en ese proceso de sometimiento de la naturaleza va implícita su destrucción y, de paso, la nuestra. De modo que es necesario volver la vista a nuestros orígenes. Ayer tuve una visión en la que preguntaba sobre mi naturaleza. La respuesta vino por la propia destrucción que yo había causado (se me mostraron partes de mí pasado), pero esa destrucción era la naturaleza de la humanidad que se me presentó como un gran monstruo tecnológico que iba destrozándolo todo a su paso. Esto es, si queremos trascender nuestra alienación, hemos de asumir nuestro poder, pero no como forma de destrucción, sino de ser capaz de retornar a nuestra esencia, que es la misma que la de la naturaleza. Después se me ofreció tocar un árbol y allí noté toda su fuerza y todo su sufrimiento. El árbol me unía a la historia de la tierra, me disolví en todo lo que es el árbol, la tierra y el universo. Una luz verde nacía del interior del árbol y lo invadía todo. Mi yo se disolvía en todo lo que compone el universo y su historia, Es decir, que la enseñanza de esto es que el poder es la gran tentación que tiene el hombre, dominar está en su naturaleza. Pero su dominio es por medio de la destrucción. La sabiduría reside en la aceptación de que somos parte de lo otro; es decir, que no somos dominadores y todo gira a nuestro alrededor (antropocentrismo), sino que somos seres de la naturaleza que deben, en su conocimiento y sabiduría, estar en equilibrio con ella (ecocentrismo y cosmocentrismo.) Y ahí está nuestra visión o experiencia de Dios. Dios es un nombre que tiene muchas connotaciones culturales, prefiero llamarlo el Ser, o Todo Lo que Hay.
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“Si tenemos una intensa experiencia de una mandorla (figura cristiana de la Edad Media, que representa una unión de los opuestos) ¡qué gozo sentiremos!, podemos estar seguros de que será breve. Después deberemos regresar al mundo de las dualidades, del tiempo y el espacio, para reanudar nuestra vida cotidiana. La sombra vuelve a cubrirlo todo, y se necesita una nueva experiencia de transformación. Los grandes personajes de la historia sólo tienen destellos momentáneos de plenitud y ellos regresan rápidamente al mundo del enfrentamiento ego-sombra. Un proverbio hindú dice lo siguiente: Aquel que piense que está iluminado, es seguro que no lo está.” Robert Johnson “Aceptar la sombra de tu inconsciente.” p. 90
Exactamente, pero cada vez que se tiene esa experiencia se vuelve al mundo de la sombra y la dualidad con menos sombra y con el potencial de reducir la sombra de tu alrededor. Dejas de proyectar, de juzgar. Por eso, esa transformación, ese renacer interior es un trabajo interior espiritual que aumenta el nivel de consciencia y nos lleva a la integración de la sombra o el inconsciente colectivo, por tanto, a la disminución del odio, la guerra, la destrucción del planeta y la autodestrucción. Sin transformación interior no hay revolución. Y esa transformación interior no viene de un mirarse el ombligo, sino de verse, sentirse y ser en el sufrimiento del otro.
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Jaja, menuda pregunta, cómo vamos a saber lo que somos y menos desde el punto de vista de la ciencia. La ciencia estudia objetos, entonces el objeto de estudio y lo estudiado coincide con lo cual nos encontramos una paradoja. Por otro lado, el conocimiento científico es conocimiento de objetos, no de la cosa en sí o la realidad. Pero, en fin, estas son limitaciones del conocimiento científico. Tampoco tiene que venir la ciencia a decirnos que somos emocionales. Evidentemente, Aristóteles se equivoca, o no tanto, cuando dice que el hombre es un animal racional. Digo que no tanto, porque no es lo mismo lo que quería decir Aristóteles con racional, que es algo que está unido al corazón (razón cordial, que lo llama Adela Cortina), es decir, no hay elección sin emoción, que lo que entendemos hoy en día, desde el Renacimiento para acá, por razón, que es la razón mecanicista, matemática y reduccionista, que hizo posible el surgimiento de la ciencia, pero que cometió el error, que, por lo demás, se ha convertido en creencia, de pensar que lo real es la verdad científica. Esto es demostrado como error desde el mismo Kant, que buscaba un fundamento de la verdad científica y de lo que se puede conocer científicamente. Y, ciertamente, hay un conocimiento universal y necesario que es el que nos proporciona la ciencia, pero no es el de la realidad en sí, sino el de los objetos. Y los objetos surgen de la constitución del sujeto universal del conocimiento. Un sujeto a priori que constituye el objeto. Pues bien, este sujeto, con sus conceptos puros a priori y sus formas puras de la sensibilidad y esquematismos de la imaginación, constituye al objete. Es, pues, condición de posibilidad del conocimiento, pero, a la vez, límite, del mismo, porque constituye al objeto desde la forma a priori y, entonces, la realidad en sí se le escapa. Hasta ahí está todo muy bien, lo malo es que la ciencia y el positivismo científico, una ideología que se desprende de una pseudofilosofía, la de Comte y se retroalimenta con la revolución industrial y el éxito del dominio de la naturaleza por medio de la ciencia, pues confunde el objeto con la realidad…
Cuando se usa razón en el mundo griego, es Logos, y el Logos es lo común a lo distinto, lo que sustenta el orden y hace que lo que Es sea Ser, Cosmos, no Caos. Y, entonces, no se divide al hombre entre lo emocional y lo racional, van unidos. Sólo hay que ver el mito del carro alado de Platón o la Ética de Aristóteles, o de los estoicos y demás helenistas. El mismo Epicuro decía: “Más bella que la filosofía es la Prudencia…” Por otro lado, tenemos una joya en la modernidad, en la que vemos, claramente, cómo la razón y los afectos van unidos, y ésta es la Ética de Spinoza, curiosamente subtitulada: demostrada según el orden geométrico. En el capítulo V se nos dice que el tercer género de conocimiento es el conocimiento de Dios o naturaleza y ese conocimiento es el “Amor intelectual de Dios”, no es nada racional, por cierto, sino, místico. De ahí que el renombrado neurofisiólogo Antonio Damassio se haya fijado en la ética spinozista como hoja de ruta para la investigación científica de los sentimientos y emociones.
Por lo demás estoy totalmente de acuerdo con lo que expones de la teoría de la disonancia cognitiva, pero tampoco es nada muy nuevo, si no, expuesto científicamente, no por ello más verdadero. La ciencia es lo que puede ser falsado, o lo que encaja en un paradigma.
Y, por último, coincido contigo, somos emocionales, pero, cuidado, nuestra emoción está unida a la razón, es más son indisolubles. La emoción es discernimiento, lo cual es una propiedad atribuida a la razón. Lo que no somos es computadoras, ni reptiles, con un cerebro meramente reptiliano o límbico. Cuidado con las exageraciones por ambos lados. Muchas gracias por tu aportación. Un saludo.
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Efectivamente, después de tantos años y tantas vueltas, de tantos libros leídos y escritos, de tanta reflexión y activismo. Pues al final estamos convencidos de que la solución al problema global para superar la gran prueba de la supervivencia de la civilización es una “conversión”, nada más y nada menos. No se trata ni de más ciencia, ni de más técnica, ni de otras instituciones, ni de otros modelos políticos e ideologías, ni de nuevos dioses que sustituyan a los viejos, ni nuevos credos, ni una nueva ética. Se trata de una autoconstrucción después de la destrucción o descomposición para reconvertir; esto es, una conversión. Y eso tiene que ver con lo íntimo y con lo universal de la naturaleza humana. Me alegro coincidir con mi amigo Jorge Riechmann.
“Quizás el único objetivo que cabe proponerse es el de ser santo.
Cuidado, no estoy diciendo ser yo un santo…en la misma medida que yo creyese ser o poder aproximarme a ser un santo estaría alejándome de ese objetivo (el viejísimo pecado de soberbia que tan bien han identificado los buscadores espirituales de todas las culturas)…si buscase santidad no existiría un ego como soporte de la misma: a las notas definitorias de la santidad pertenece precisamente la disolución o superación del ego.
Así que el objetivo digno podría reformularse con “que haya santos”; o mejor todavía: que exista santidad. Podemos decir “que exista santidad” de la misma manera que decimos “que exista comunidad”: serían objetivos de rango equivalente.
Esta noción de santidad se vincula, creo, con aquella otra -tan importante para mi desde hace años- de lo “necesario imposible.” Que haya santidad: que superemos la dominación y la crueldad, que escapemos de las trampas de los fines pervertidos por los medios, que nos abstengamos de todo daño innecesario a cualquier ser vivo, que el ser humano sea sagrado para el ser humano. Eso que buscaron: Buda, Jesús o Gandhi. Nada más y nada menos. Simone Weil nos advertía: “Todo bien verdadero comporta condiciones contradictorias y, por consiguiente, es imposible. Aquel que de verdad mantenga fija su atención en esa imposibilidad y actúe, hará el bien.”
La cuestión, claro, es que para ello hace falta, de alguna manera, fracturar al ser humano y recomponerlo otra vez…” J. Riechmann, ¿Vivir como buenos huérfanos? pp. 224-225.
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La injusticia, la desigualdad, la muerte, el sufrimiento, el genocidio y ecocidio; todo ello son producto de un estado de conciencia separada. Es esa conciencia separada la que genera el miedo y es el miedo el que nos hace atacar como modo de defensa. El miedo nos hace diferentes, nos vemos diferentes al otro y lo culpamos de nuestros males. Es el miedo y la consciencia fracturada, separada y escindida la que tenemos que superar. Pero, para ello hay que pasar a la consciencia transpersonal o transegoica. El ego, el yo, es una construcción cultural y biográfica, no es ninguna realidad ontológica y su fundamento, para poder seguir existiendo, es el miedo y ese miedo se llena con prejuicios ideológicos, religiosos, políticos que lo mantienen separado del otro. Pero esa separación, al fundarse en el miedo, genera el odio y al producir el odio, genera violencia y exterminio del otro. Y, desde el miedo y el odio, como bien señalan todas las filosofías sapienciales y mi querido Spinoza, el otro es inaccesible, pero necesario para mantener nuestra existencia mientras seguimos odiando nos identificamos con ese yo que odia y los contenidos que le damos: políticos, ideológicos, religiosos, raciales,... Si queremos encaminar los pasos para evitar, en lo posible, el ecocidio y genocidio en el que ya estamos es necesario trascender el ego, el yo, meramente cultural, y pasar a una consciencia expandida o transpersonal en la que, sin perder nuestra autonomía, individualidad y libertad, seamos fraternos, es decir, nos reconozcamos en la humanidad y, aún más, en la naturaleza. Cuando veamos lo común y se disuelva nuestra consciencia de diferenciación, entonces caminaremos hacia un mismo fin y el otro será no mi enemigo, sino mi espejo en el que me reconozca, para bien y para mal. En definitiva, siempre para bien, porque será una forma, la única, de autoconocimiento y posibilidad de transformación. Porque el conocimiento de sí mismo es a través de los demás y el de los demás a través de sí mismo.
“No hace mucho, un amigo chileno me contaba que, cuando fue a visitar a algunos parientes aymaras, de los pocos indios que quedan en el norte de Chile, se apresuraron a decirle: "Por favor, no nos impongas tu idea europea de felicidad".
En ese nuevo estado de conciencia, al que accedemos por la meditación, el Todo predomina sobre las partes y el otro, cualquier otro, es percibido como lo que es en realidad: no-diferente de mí. Sólo esta nueva conciencia hará posible una nueva ética. Nuestro problema básico no es técnico ni económico, sino espiritual.
Tiene toda la razón Jesús cuando dice que cualquier cosa que hagamos a los demás se la hacemos a él (Mt 25, 40). Y se la hacemos a Dios y nos la hacemos a nosotros mismos. Jesús hablaba desde esa nueva conciencia donde "El Padre y yo somos uno" (Jn 10, 30). Porque cuando no hay "yo", se es la realidad entera. Sin duda, Jesús vio a todas las personas como a sí mismo, a todos los seres humanos como parte de él. Y de este mismo modo lo han vivido y lo han visto los místicos de todos los tiempos.” Enrique Martinez Lozano.
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El ser humano ha perdido la esperanza, luego se ha quedado sin futuro, ha borrado, tergiversado y olvidado el pasado, luego ya no tiene presente. Pende de un hilo en el abismo. Digamos que es como si hubiese perdido pie y está con el agua al cuello. Nietzsche dijo que el hombre es un puente tendido entre la bestia y el superhombre. Pues nos hemos quedado sin puente porque no hemos conservado lo que tenemos de bestia (naturaleza), sino que hemos arremetido contra la naturaleza y no hemos sido capaces de trascender nuestra egoicidad, por eso el superhombre, el ser transpersonal y transegoico, anunciado ya en la época axial, se nos va de las manos, pero es a lo único que nos podemos agarrar.
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“De nada sirve hacer filosofía si no puede ayudar a curar los males individuales.” Epicuro.
Y curar los males individuales es curar los males sociales. El pensamiento de Epicuro es de una gran actualidad. De lo que se trata es de perseguir la mesura, no el placer desmedido ni la hybris (desmesura) descontrolada y dominadora. El placer es la felicidad. Pero el placer está en lo pequeño, en los placeres naturales y necesarios y estos, escasos, pues, de lo contrario, se vuelven objeto de deseos. Es un placer ascético, digamos. Y luego están los placeres de la contemplación. Hemos de cultivar estos placeres: el del conocimiento por el mero hecho de conocer (admiración, maravillarse…), el de las artes y el de la mera contemplación estática o en comunión con la naturaleza. Una ética y antropología para un momento histórico que se nos presenta como el final de la civilización. Una ética que apunta al espíritu y sus placeres y no al placer de dominar y poseer lo material.
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“De eso trata el chamanismo, de llevar luz y vida a los lugares oscuros. Una vez que enciendes una pequeña luz, se expande inevitablemente. La luz trae calidez, la calidez trae vida, la vida trae conciencia, la conciencia trae conexión, la conexión trae una visión más verdadera de la realidad. Una visión más verdadera de la realidad trae paz mental y la paz mental trae amor. Y por supuesto, el amor es espiritualidad”.
Baghramian, Arvick. La magia del chamanismo (Spanish Edition) (p. 124). Guid Publicaciones. Edición de Kindle.
Somos canales y estamos llenos de canales. Hay que estar conectado a todo (exterior e interior, es lo mismo) a través de lo que se llama el canal mundo. Es una visión chamánica que es más pictórica que las abstracciones de UCDM. Debemos desviar nuestra atención hacia ese canal que nos hace sentir el mundo.
No se trata de decir: soy la flor; sino de sentir ser la flor. Es decir, desaparición del ego y del entendimiento y el pensamiento. Eso es lo que nos permite el canal mundo: unirnos a todo. Lo mejor es probar con los seres de la naturaleza: animales, plantas y rocas. Y, también con los elementos.
“La salud es mantener la comunicación con animales, plantas, minerales y estrellas. Es conocer tanto la vida como la muerte y no ver ninguna diferencia entre ellas. Es la mezcla y la fusión, la búsqueda de la soledad y la búsqueda de compañía para entender las muchas personalidades que uno tiene. A diferencia de las nociones más “modernas”, en las sociedades chamánicas la salud no es la ausencia de sentimiento y no es tampoco la ausencia del dolor. La salud es la búsqueda de todas las experiencias de la creación y darles vueltas una y otra vez, sintiendo su textura y múltiples significados. La salud es ir más allá del estado de conciencia individual de uno mismo, para experimentar las ondas y las olas del universo.”
Baghramian, Arvick. La magia del chamanismo (Spanish Edition) (pp. 137-138). Guid Publicaciones. Edición de Kindle.
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La soledad es la puerta abierta hacia la comunión entre todos los seres.
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“Sólo tú puedes tomar la decisión adentrarte en la senda del corazón,….Tu vejez te ayudará a recordar que nada es más importante. Después de todo, no posees nada excepto tus propios impulsos internos. Tus percepciones son la única cosa que realmente te pertenece. Quizá sólo la vejez relativiza la importancia que das a las opiniones de otras personas, y te permite darte cuenta que la cosa más importante que puedes hacer es dar valor a lo que percibes y sientes. Si tu camino no tiene suficiente corazón sufres, y en el fondo tienes la sensación de vivir sin sentido.”
Mindell, Arnold. El Cuerpo del Chaman: Un nuevo chamanismo para transformar la salud, las relaciones y las comunidades (Spanish Edition) (p. 161). DDX Expresiones de Democracia Profunda. Edición de Kindle.
Cuando aquí se nos habla del corazón es nuestra intuición, pero no esa intuición intelectualizada, sino la intuición como un sentir profundo que nace de dentro cuando suspendemos los juicios, cuando eliminamos de todo nuestros pensamientos todas las ataduras, todos los prejuicios (los que podamos, se entiende, lo ideal es todos, claro.) La vejez es una gran maestra que hoy en día está absolutamente desprstigiada. La vejez nos enseña que nada importa demasiado, o más bien, nada. Cuando la muerte es cercana, es palpable, es una evidencia, entonces suspendemos el juicios sobre los demás y sobre nosotros mismos y nos dejamos sentir, dejamos a un lado los prejuicios del entendimiento y de las comparaciones y empezamos a ocuparnos de lo importante, es decir, de lo que nos teníamos que haber ocupado antes. Pero estamos hechos así. Si a lo largo de nuestra vida escuchamos el sentir de nuestro corazón, pues lo mejor es no abandonarlo, de lo contrario, nos daremos cuenta que nada tiene sentido, porque el sentido reside en lo que se vive desde el corazón. Lo ideal sería, ya lo decían los griegos, unificar nuestro corazón con nuestro intelecto, no había que esperar a estos de la inteligencia emocional y tal…Para Platón el alma es la armonía entre la razón y las emociones. Para su discípulo, la Prudencia (sabiduría) rige la vida moral y esa sabiduría es la unión entre las virtudes morales: valor, templanza,…) y las intelectuales (Ciencia y Filosofía)
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Y, de repente, contemplé una bola de cristal. La bola era el universo y un gran ojo que se reflejaba en la bola me miraba a la misma vez que yo la miraba. Después era yo el que me había introducido en la bola de cristal, el Universo, a través de su mirada y, de pronto podía contemplar todo lo que había dentro y a mí mismo, todo se hizo inmensamente grande, inabarcables, todo tenía una enorme plenitud de Ser, y “yo” lo percibía todo y todo me percibía. Hasta que me di cuenta de que infinitos ojos me miraban como desde fuera del cristal de la bola, del Universo, pero, a su vez, mi mirada se reflejaba en esas innumerables miradas. Era lo mismo ver que ser visto. Y, como si alguien sostuviese la bola, unas enormes manos, se soltaron y la bola cayó y cayó por una interminable oscuridad como la nada, no era un caer, sino un no estar, No Ser. Y se estrella contra un suelo negro absoluto, o, símplemente, estalla y se hace miles de millones de pedazos, miles de millones de bolas. Y mi mirada está en cada una de esas bolas que puede verse a sí mismo y a las demás y observa que las demás la observan, la ven, la sienten. Todas son distintas, pero son la misma. Y todo está siendo observado por un Testigo, que a su vez se funde con lo observado en un sentimiento de plenitud, de gracia, de bendición. Y en esa eterna fusión tiene lugar el fin de la dualidad.
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“El chamán desarrolla tres dones que adquiere a lo largo de sus iniciaciones. Todos juntos le ayudan a liberarse de la idea del tiempo lineal y del miedo a que se agote, y a sentir su inmortalidad. El cerebro prehistórico tan solo entiende el hoy, no el futuro. Funciona en presente de indicativo. El nuevo cerebro, en cambio, abarca pasado y futuro, incluida la clase de tiempo descrita por los físicos cuánticos, que crea túneles atrás y adelante como los gusanos. En las tradiciones chamánicas a esta experiencia del tiempo se la denomina “infinito.”
Los tres dones son: el de la valentía, el de la paciencia y el de la sensatez, los cuáles te permiten ir más allá del mundo de los depredadores y las presas, donde el tiempo es un artículo de lujo que siempre escasea. Estos dones te proveen de todo el tiempo del mundo y te garantizan la libertad necesaria para dejar de preocuparte por el transcurrir del tiempo. Evitan también que te pierdas en los dramas y traumas del pasado, o en los sueños sin cumplir del futuro, poniendo, totalmente en línea las capacidades del neocórtex.” Alberto Villoldo. “La Iluminación. Sanación de los chamanes.”
“La necesidad de arreglarlo todo “ahora mismo”, está arraigada en la incapacidad para sentir la perfección en la esencia de las cosas. Añorar un lienzo enorme cuando tienes otros pequeños disponibles, en cualquier momento, no es excusa para no pintar. Desear la paz en el mundo no es excusa para ser desconsiderado con tus vecinos. La sensatez hace que dejes de personalizar los problemas y te erige como noble salvador.
Todas las grandes tradiciones de sabiduría tienen el concepto del observador que no se identifica con nada de lo que sucede, que tan solo observa, ya se trate de una tragedia o de una comedia. La imagen del anciano sabio que chasquea la lengua ante la locura humana nos enseña que debemos mantenernos alejados y ver cómo se dirige la vida a sí misma con una pequeña ayuda de nuestra parte. Como le dijo Krishna al reluciente guerrero Arjuna en el Bhagavad Gita, no podemos triunfar en la vida o en el sendero espiritual evitando los retos y sin actuar. Debemos participar en la vida conforme a nuestra naturaleza, pero con indiferencia -sabedores de que algo mayor actúa a través de nosotros- identificándonos con la obra que se desarrolla ante nosotros como si fuera la única realidad.” Alberto Villoldo. “La Iluminación. Sanación de los chamanes.”
Los tres dones y virtudes que debemos cultivar son la valentía, la paciencia y la sensatez. Aquí se hace mención a la última, la sensatez, que es la sabiduría misma. Es la aceptación de lo que es, sin identificación, ahora bien, sí con acción. Es necesario actuar. Hay que reconocer que la vida misma y el camino espiritual está lleno de obstáculos y dificultades y que es necesario ejercitarse en la paciencia y ser valientes, no esconder la cabeza debajo del ala, no recluirse en el narcisismo egoico, ni en la soberbia espiritual…sino contemplar lo que Es, desde la humildad y el amor universal, dejar que las cosas ocurran, con desapego, pero, no sin acción. Aquello que nos dice el taoísmo: Wu Wei, la acción sin reacción, el centro del taoísmo y de las artes marciales que surgen de esa filosofía. Hay que actuar cuando hay que actuar, pero no se debe ni notar si quiera. Porque, en el fondo, nuestro actuar, es facilitar el propio devenir natural de las cosas. Pero, lo que hacemos, generalmente, es actuar en contra del orden superior establecido, eso es locura, insensatez, cosa de necios, y, entonces, pues nos irritamos, nos aparece la ira, la envidia, el rencor y todos los demonios que encerramos dentro. No podemos luchar con ellos, tenemos que dejarlos ser, aceptarlos. Los hemos producido y desatado nosotros. Sólo con el amor los podemos tratar. El amor nos permite la acción, nos permite el trabajo de alquimia de transmutación de nuestros demonios en ángeles, o de nuestros vicios en virtudes. Cuando sintamos ira, debemos dejar que entre el ángel del amor y el respeto al otro, cuando sintamos avaricia, dejemos que entre el ángel de la generosidad. Y así con los siete vicios fundamentales, que se identificaron como los siete pecados capitales y que se corresponden con los siete chakras… y esta transmutación alquímica se hace desde el amor incondicional, ésa es la piedra filosofal, el secreto alquímico.
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“Tú no eres un diagnóstico. No eres una imagen por resonancia magnética. No eres una biopsia. Eres una manifestación viva del Espíritu. Eres un milagro vivo.” Dr. Villoldo. “Las milagrosas herramientas con las que curan los chamanes.”
Esto resume lo que es el chamanismo y su práctica: la sanación. Somos Espíritu, no nos reducimos a la idea que tenemos del cuerpo. Una de las ideas que tenemos del cuerpo es la que la ciencia nos da. No es que sea falsa, ni que no exista, sino quie no nos reducimos a ella. Es una perspectiva, pero no toda la realidad. El problema es el de la creencia. Cuando nos identificamos con el diagnóstico, nos convertimos en él, creamos nuestra enfermedad, entonces estamos en manos de la enfermedad, nos hacemos duales. La enfermedad es un proceso de la vida, como la misma muerte. La enfermedad dice más que lo que nos dicen las pruebas médicas, porque estas van encaminadas a conocer el objeto, pero no todo el proceso de la vida, o el Espiritu que somos. Y todos somos manifestación del Espíritu, de la vida, del Tao, el Ser o Dios. Y esta manifestación es infinita y, en ella, está también la muerte, como transformación. Por tanto, se trata de cambiar nuestra percepción, de ser capaz de soñar con el cuerpo que sueña, es decir, de no identificarnos con nuestro cuerpo e ir más allá de él, recreando nuestro propio cuerpo como parte del Ser, o el Espíritu. Por que ahí somos unidad en comunión con lo que hay. Y no se trata de entender estas palabras, sino de trascenderlas, de ir más allá, de sentirlas, o soñarlas.
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“Las religiones, las filosofías, las artes, las formas sociales del hombre primitivo y del hombre histórico, los principales descubrimientos en ciencia y tecnología, los mismos sueños que surgen al dormir se cuecen en el anillo mágico del mito.” Joseph Campbell
El mito en un sentido amplio parece omniabardor. En última instancia lo que podemos decir es que el hombre es un ser que da sentido y la forma de dar sentido es el mito, pero el mito, en su versión restringida, es evaluado como verdadero o como falso. Es una herencia del positivismo científico, de la reducción cientificista. El mito va más allá de lo verdadero y lo falso; es más, la ciencia concebida como visión unilateral del mundo es un mito en el sentido restringido de la palabra. Pero, también lo es en su sentido más amplio. Por medio de la ciencia, de nuestra idea de dominio tecnocientífico y progreso nos forjamos una imagen mítica del hombre y del mundo. El mito está en nuestras entrañas y emerge del propio lenguaje y nuestra propia evolución neurofisiológica. Nuestro cerebro se adapta de tal manera al mundo que hemos podido sobrevivir gracias a estas adaptaciones. Hay varias etapas en esa adaptación, por señalar dos muy importantes tenemos: el cerebro llamado reptiliano, dentro de un sistema más complejo que es el sistema límbico en el que se dan las emociones. En la parte más antigua tiene lugar la caza y la huida. Es el estado de miedo y de guerra permanente, nos permitió sobrevivir, sin la huida y la caza hubiésemos muerto a manos de los depredadores. Pero también tenemos la aparición del neocortes y el lenguaje. El lenguaje, además de mediatizar la empatía del homo sapiens hizo posible la construcción del mundo, dar sentido al mundo y a nosotros mismos. El sentido del mundo viene dado por el lenguaje. El lenguaje es la base de todo sentido y, el lenguaje, nunca es la realidad, es una figuración de ésta. Es mítico. De ahí que el mito anide en todo lo humano.
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“Curar es eliminar los síntomas, mientras que la sanación funciona a un nivel mucho más profundo, tratando las causas del desequilibrio que conducen a la enfermedad. Y mientras que la cura es el resultado ideal de la intervención médica, la sanación es el producto de un viaje en el que todos los aspectos de la vida de uno se transforman, -incluso si se termina muriendo…” Dr. Alberto Villoldo. “La medicina del espíritu.”
La sanación tiene que ver con nuestro equilibrio entre cuerpo, psique y espíritu. Los tres forman una unidad y, a su vez, una unidad con los otros, la naturaleza y el cosmos. Conseguir ese equilibrio es un viaje de sanación que podemos hacer durante nuestra vida, o podemos olvidar. No es la curación médica, según el paradigma médico actual, que actúa sobre los síntomas y de forma mecánica. El objetivo de la medicina es salvar la vida, no sanar a la persona. Pero la vida y la persona son cosas distintas. La persona es el todo, mientras que la vida es una parte de la persona, generalmente referida a la vida física y mecánica. Por eso se habla de morir en paz. El fin de la vida es una vida digna, es decir, alcanzar la paz. Y, alcanzar la Paz es conseguir la armonía con el Todo, pero no de forma egoísta, sino, como comunidad de personas, como sociedad, como civilización y como especie. La sanación no se acaba en mi ser limitado, sino en el reconocimiento del Ser en los otros. No puedo sanarme si la sociedad está enferma a mi costa. Mi sanación pasa por el cuidado del otro, por querer el bien, la justicia y la felicidad de todos los seres, pero desde el corazón, desde cada una de la comunidad de células que me componen (porque cada uno de nosotros somos una multitud), no desde el entendimiento abstracto. En última instancia, la sanación es la Comunión con todo lo Real (y que cada cual le llame a eso como quiera.) Este ideal trasciende el paradigma mecanicista y determinista que rige toda nuestra sociedad y dirige todas nuestras instituciones y áreas del saber. Hemos de optar por el camino de la sabiduría y no quedarnos en el camino de la información y el conocimiento, que son imprescindibles, pero no la meta. Hemos de integrar la información y el conocimiento, que son visiones parciales, en una visión más elevada, la visión del Espíritu, que intenta comprehender a todos los seres como relación y procesos, no como cosas u objetos.
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Escuchar el sonido del silencio es escuchar la voz que susurra el universo. Si nos alejamos del ruido, del ruido exterior y del interior, conectamos con nuestro verdadero Ser. Ahí encontramos la Paz del silencio, el silencio sonoro, la forma sin forma, la vacuidad de la plenitud, la armonía de los opuestos. El fluir de todas las cosas. Nos transportamos y nos transformamos en el silencio y en el sonido arrullador del Ser.
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Hola, muy buenos días. Espero que ya hayáis empezado a procesar toda la inmensa experiencia del sábado pasado. En primer lugar, dar las gracias a todos por la asistencia y la implicación que tuvimos entre todos en la tarea que estábamos llevando a cabo. En segundo lugar, os comenté que os daría alguna bibliografía y alguna reflexión final que no pudimos hacer.
En cuanto a la bibliografía pues lo que yo recomiendo es seguir a algún autor y no mezclar demasiado, hasta que no se asimile la información, porque nos puede llevar a equívocos. Recomiendo a dos autores, más la que citó Raquel en su presentación del chamanismo. Los autores que yo recomiendo son: Maichael Harner y Eduardo Villoldo. El primero sólo tiene dos libros traducidos, lo demás está en inglés. Pero su último escrito es fantástico y recomiendo que se empiece por el final; es decir, por la práctica, para no contaminarse de las visiones que otros hayan tenido. De Eduardo Villoldo lo recomiendo todo. Y todo está en español. Claro, sus últimos libros son más sintéticos y prácticos. Sirven para iniciarse en el chamanismo de forma absolutamente directa e iniciar la autosanación y aprender la sanación, aunque esto es mejor que se deje para cuando uno haya completado en parte de sanación.
En todo caso, podéis seguir a muchos otros autores, e incluso cursos que hay en España de chamanismo esencial, (pero no es necesario) debéis usar el discernimiento, hay mucha basura y engaño, aunque se haga sin mala intención, en todo lo que es el “mercado” de la espiritualidad. Por eso, tanto lo que os puedan decir estos libros y otros, como lo que os comunicó Raquel, u os pude comunicar yo, no son más que una guía para que encontréis vuestro maestro interior. No busquéis en nadie, ni en un libro a un maestro, encontraréis a personas más sabias que vosotros, aprended de ellas, pero no os apeguéis, de lo que se trata es de ser libres, de caminar la senda del Chamán, que es la senda del guerrero, el sanador y el sabio. Hay que empezar por la del guerrero y luchar contra nuestros demonios internos, que son nuestros vicios y apegos, que proceden de esta vida o de otra, eso no tiene importancia, el caso es que los vivenciamos ahora y es ahora cuando hay que sanarlo y consisten en el fundamento de nuestra historia personal o ego. Y esa sanación no es el fin, no es más que el comienzo para que os trascendáis y abandonéis vuestra historia personal y seáis consciencia transpersonal y una con la Naturaleza, el Ser o el Espíritu. Buscad el silencio, a través de la meditación, o en contacto con la naturaleza, y en la soledad. Dedicad tiempo a la soledad, el silencio para que se reinicie el Despertar de la consciencia que empieza por la recapitulación: el recuerdo de vuestra vida. Haced ese ejercicio.
Buscad a vuestro animal de poder, o animales de poder, y dejaros que os guíen. Pedid consejo, para ello deberéis tener apertura, confianza y dejaros llevar. Da igual como los llamemos: energía, inconsciente colectivo, reacciones bioquímicas del cerebro, espíritus, no importa, eso es cuestión de palabras. En realidad, tienen existencia y la capacidad de interactuar con nuestro cuerpo físico a través de nuestro cuerpo energético o de luz. Y así podemos seguirlo y trascender hasta la Fuente. Invocad a vuestros guías y ancestros, que os lleven a reconocer vuestros demonios interiores y a sanarlos. Son seres de luz que ya se han purificado, solo transmiten lo que son y lo que somos, nos ayudan a recordar lo que somos, seres de luz. Y la Luz es el amor incondicional. Limpiad vuestros chakras de todo lo negativo y expandid el chakra del corazón. El objetivo no somos nosotros, eso es narcisismo, el objetivo es la humanidad. En un principio, el chamán cuidaba de la tribu, el clan; ahora la enorme misión del chamán, junto con muchas otras personas por distintos caminos, es cuidar a la humanidad, sanarla, ponerla en contacto con su verdadero Ser, pero esto no lo podremos hacer si antes no nos hemos reconectado nosotros y, con ello, hemos transcendido nuestra consciencia egoica. Para ello hay que aprender a amar. Y amar es olvidarse de sí mismo, para ser Sí Mismo: Uno. Equilibrad el corazón con el cerebro. En realidad, son uno, pero el desarrollo de la cultura y nuestra biografía los han separado, nuestra tarea es unirlos. Y estad siempre agradecidos, no carecemos de nada. Cuando caigáis en el sentimiento de carencia, que os lleva a la tristeza, el sufrimiento y el dolor, transmutar la tristeza en alegría por medio del amor. Mirad qué es lo que os hace estar tristes. Es un apego, seguro, que genera una emoción negativa y que procede de un trauma de esta vida, o incluso de la gestación u otra vida. No penséis las sucesivas vidas en la línea del tiempo, el tiempo lineal es una construcción psicológica, no existe, pero es una creencia persistente. Todas nuestras vidas se dan de una vez en la eternidad, son formas de manifestarse el espíritu y a través de esas manifestaciones, autoconocerse.
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La meditación sobre la muerte es la meditación definitiva y única. Nos saca de la concepción lineal del tiempo, de la identificación con el ego y nuestra historia personal y nos traslada a la mirada desde la eternidad. O desde el tiempo cíclico. Entonces adquirimos la mirada del águila, que dice el chamanismo, o la mirada del sabio. Ya no hay apegos una vez que hemos muerto para renacer en el Espíritu.
Al que no le guste la meditación sobre la muerte es el que más necesitado está de ella porque es el que más atado está a su ego y su historia personal, el que más apego tiene. Así que no está mal, aunque nos pueda costar, empezar a meditar sobre la muerte. Estamos muriendo desde el momento en el que fuimos concebidos. Pero si miramos con más amplitud, la muerte nos lleva a una consciencia más amplia de nosotros mismos que no se ciñe al yo egoico, sino a la consciencia pura e infinita. Por eso, meditar sobre la muerte nos lleva a la vacuidad, la impermanencia y el desprendimiento del ego.
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El tiempo, una puerta que se abre y se cierra. La eternidad. La transformación de la crisálida en mariposa en un instante. El tiempo se encierra en el Despertar. Despertar que procede de la transformación, de la alquimia interior. De trascender lo inconsciente a lo consciente. El tiempo es el viaje interior que hacemos en el que salimos de un sitio para volver a él siendo otro, y habiendo dejado de ser todos los que somos, o creíamos ser. Un viaje que nos lleva hacia el infinito insondable del Ser, a los confines de lo que hay, sin moverse, porque el infinito tiene el centro en todas partes y el límite en ninguna.
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"Adentrarse en el Alma Ancestral es adentrarse en la memoria. Odín, una de las figuras clave de la tradición chamánica del Norte de Europa, se da cuenta de que para descubrir quiénes somos de verdad, tenemos que beber del pozo de los recuerdos, pues si bebemos y nos adentramos lo suficiente en ellos, podemos recorrer hacia atrás todo el camino de nuestro linaje ancestral hasta llegar al inicio de los tiempos, al momento en el que se originó ese misterio al que llamamos Vida." Jez Hughes. "El corazón de la vida. Iniciación y curación chamánica en el mundo moderno.”
Al fin y al cabo se dice lo mismo desde el chamanismo nórdico que lo que dice Jung, que, a su vez es lo mismo que la sabiduría griega del conocete a ti mismo o la autoindagación. El conocimiento del alma ancestral nos lleva al conocimiento de que somos Uno, pero con una particularidad. Somos Uno y diversos. Vamos de lo singular a lo universal y no se puede olvidar nuestra singularidad. de ahí el hincapié que hace el chamanismo en el enraizamiento en la tierra y en nuestros ancestros.
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La tristeza es una idea inadecuada de nuestro Ser, una falta de conocimiento. Conlleva un apego, un sentimiento de carencia. Se está triste porque se considera (o se quiere) poseer algo que no se posee, ni tiene por qué poseerse. De ahí la sensación de carencia. La tristeza deviene, pues del amor mal entendido, de la creencia de que aquello que nos apetece es nuestro. A la vez que esclavizamos a aquello que nos apetece, (cuando es el caso de una persona) nos esclavizamos nosotros. Esa tristeza es el fundamento del amor romántico (y de todo amor limitado e interesado), que es un amor posesión. La tristeza disminuye la potencia y el poder del alma, nos enajena. Frente a la tristeza tenemos la alegría. Ésta es expansiva, no quiere, ni pretende, poseer, se transmite a los demás seres de la naturaleza, humanos o no humanos, se desborda. Por eso la alegría aumenta nuestro contento de Ser, nuestra potencia de Ser. La alegría engendra la perpetuidad en la Unidad, mientras que la tristeza, engendra la autodestrucción. La alegría se da en la eternidad, la tristeza, en el tiempo. Tristeza y alegría son opuestos y se necesitan en la armonía cósmica, no conoceremos la alegría sin la tristeza, pero la tristeza es lo que tenemos que aprender para llegar a la alegría. Y siempre, en la parte limitada, finita y física de nuestro ser habrá un punto de tristeza en la alegría a pesar de haberla podido trascender. Sólo el amor de Dios, o el Ser, o la Naturaleza,… nos da la perspectiva de la eternidad y el conocimiento de nuestro Ser ilimitado. No obstante, en una realidad que consiste en un equilibrio de opuestos, en la que no existe dualidad, es imprescindible sentir la ira, la vergüenza, la rabia, la tristeza, la belleza, la cordialidad, la generosidad. No podemos negar las emociones o afectos del cuerpo son parte del autoconocimiento de Dios, y es el amor hacia ellos el que obra la magia de la alquimia. La negación sólo nos lleva, o al materialismo, o a la represión, o a una enajenación espiritual que niega el cuerpo (narcisismo espiritual.) Es el sentir en el cuerpo lo que nos lleva a lo universal. ¿Cómo podríamos aprender el desapego si no hemos vivido, sentido, amado y aceptado ese apego? Es necesario sumergirse en lo que el cuerpo nos dice y aprender de ello para poder trascenderlo, que no eliminarlo, ni integrarlo. Todo es luz y es la lección que hemos de aprender, puede doler, pero hay que abrazar el dolor, sin caer en el narcisismo, evidentemente. Desde la aceptación.
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Agradecer es la forma de acceder a la unidad que somos. El agradecimiento es la puerta de entrada a la visión desde la eternidad. El agradecimiento nos une a todas las criaturas en la esencia común que somos. A través del agradecimiento olvidamos nuestra historia personal, nuestra separación, dejamos de identificarnos con la pesadilla que hemos creado a partir de nuestras creencias que se convierten en ideas limitantes que nos construyen. El agradecimiento nos permite soñar desde el Ser, trascendiendo nuestra particularidad. Agradecer es tomar consciencia de nuestra comunión con todo lo real.
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La esperanza podríamos decir que es una virtud a medio camino o un camino hacia la realización y el estado de Gracia. La gracia, la beatitud es la forma suprema de la virtud por la cual conocemos a Dios, la divinidad, la luz, el Espíritu,…de forma directa e inmediata, a la vez que es un autoconocimiento. Una identificación, un recuerdo de quiénes somos, de nuestro Ser real viviendo una experiencia material. Por eso la esperanza se sitúa aún dentro del tiempo, mientras que la gracia, o el amor a dios, que diría Spinoza, se da en la eternidad (ausencia de tiempo), de ahí su inmediatez. Pero la esperanza es necesaria y anima y alumbra la búsqueda, porque es una potencia del alma. Produce alegría, ahora bien, es necesario el coraje para mantener la esperanza y no caer en la desesperanza, en el miedo, la tristeza y la desidia que ensombrecen el alma y eliminan su potencia. La esperanza es soñar y para soñar hace falta valor. Pero cuando el sueño se da en la eternidad, entonces es pura espontaneidad. En tal caso es cuando estamos en el estado de Gracia o beatitud. Y esto es nuestro Ser, por ello todo consiste en recordar y recordamos a partir de la facultad de ensoñar con valor. Y para ensoñar con valor es necesario desidentificarse de todos los roles que uno tiene o ha tenido; es decir, eliminar nuestra historia personal o el apego e identificación que a ella tenemos.
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Nuestro problema es que no sabemos quiénes somos. El asunto es el olvido. De ahí que nuestro sentimiento es el de carencia y separación y que el problema sea un problema de conocimiento. Y, por eso, UCDM, nos dice que de lo que se trata es de cambiar nuestra percepción. Y, cuando cambiamos la percepción, no nos percibimos como el yo que creemos ser, el yo físico, psicológico y biográfico. No nos identificamos con él. Mientras nos sintamos identificados con el ego, sufriremos, nos sentiremos especiales, culpables, víctimas o salvadores. No nos habremos redimido de nuestra historia personal. No habremos expiado ni practicado el perdón. Pero cuando nos reconocemos en el Ser que verdaderamente somos, se acabó la escisión, la soledad, el sufrimiento. Nos reconocemos como la divinidad que somos. De lo que se trata es de creer con intención. Cambiar nuestra percepción es aplicar, como dice el chamanismo, la segunda mirada, es decir, ver desde el Espíritu y no desde el ego. La arrogancia del ego es la arrogancia del ignorante; es decir, la de no reconocer que hay más de lo que su mente ha fabricado para sobrevivir.
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Estar en el mundo, pero no Ser del mundo. Esto es el estado de Iluminación o Despertar. Es la Paz en el mundo porque no hay identificación con ningún papel, simplemente, se Es. Se está, porque es la forma que tiene el Ser de experimentarse. Pero esa experiencia o autoconocimiento nos enseña la autoliberación. Desde que nacemos tenemos una gran lección que aprender, vivir las pasiones, afectos o emociones, para liberarnos de su servidumbre, no para eliminarlas. La liberación de la servidumbre de los afectos es la Alegría suprema, la vuelta a casa, al Hogar, el reconocimiento y recordar de nuestro Ser. De ahí que podamos seguir estando en el mundo, las apariencias, los entramados del ego, pero no Ser de él. El mundo, tal y como se nos presenta, es una fabricación del ego, es una falsa percepción. Hay que cambiar la mirada para trascenderlo, no para ocultarlo y autoengañarnos. El viaje es necesario. Es la única manera de aprender quiénes somos realmente. Y no podemos ocultar el mundo porque, en realidad es sabiendo mirar al mundo y a todos sus seres: piedras, plantas, animales y hombres, como nos reconocemos en el Ser.
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El apego al ego es la implicación en nuestra historia personal. Es la creencia de que somos lo que es nuestra biografía. La cuestión para trascender esta dualidad y conseguir la Unidad y nuestro reconocimiento de quiénes somos es la de reconocer quiénes no somos. A lo largo de la historia hay una serie de arquetipos (universales) que funcionan para todo el mundo con los cuáles se identifica. Son de esos arquetipos de los que nos tenemos que desidentificar. Hay muchos, tanto universales, como particulares (de la biografía individual), pero los tres que anuncio son los más generales y permean toda nuestra vida. Sería importante ser capaz de identificarlos en nuestra biografía y ser capaz de trascenderlos, que, insisto, una vez más, no es ni negarlos ni integrarlos, sino de conseguir desidentificarse y hallar la armonía de los opuestos. En el fondo todo es Luz y en ello es en lo que debemos de confiar. Esos tres arquetipos son: el de víctima, el de verdugo o el de salvador. Todos nos identificamos de alguna manera con estos arquetipos, aunque siempre con uno más que con otro y, además, varía a lo largo de nuestra vida. El trabajo consiste en desidentificarse de los tres. Para ello es necesario una recapitulación de nuestra vida e identificar los momentos en los que nos hemos sentido: víctimas, verdugos o salvadores (para los que crean en la reencarnación, tienen que ver también las vidas pasadas.) La cuestión es identificar el estado y aceptarlo por medio del amor incondicional y, después, dejarlo ser. La aceptación puede ser difícil, puede que uno no admita, que se resista. Esto es señal de que está atrapado en ese papel. Es ahí donde tiene que bucear en los hechos, cómo interpreta los hechos, los juicios que hizo y que hace, sus emociones, de entonces y de ahora y, poco a poco, con amor ir aceptando y soltando (desidentificarse: eres eso, pero no sólo eso, no te identificas con ello, pero no lo niegas) Es el proceso de individuación, que llama Jung, o de hacer consciente lo inconsciente.
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En última instancia todo se reduce al miedo a la soledad. Todo apego no es más que una forma de no sentirse solo. Pero, la soledad, es una ilusión, nadie está solo porque todos y todo está interconectado, no somos cosas aisladas, sino Unidad y Unidad en relación. El problema de la ilusión de la soledad es pensar que algo o alguien llenará aquello que nos falta. El asunto, entonces, es el sentimiento de carencia, que vuelve a ser una ilusión. No se carece de nada cuando se está conectado con todo. Ahora bien, cuando se vive escindido, separado, aparece el sentimiento de carencia, soledad y, ello, produce un intenso sufrimiento y desasosiego que es el del desamparo. Todos hemos sufrido, en mayor o menor medida, este sentimiento, en última instancia es una herida que todos tenemos de la infancia, el habernos sentido solos y abandonados por un ser querido, principalmente, la madre. Pero, incluso, no siendo así, todos hemos sufrido la herida del nacimiento. Por eso todos tenemos el sentimiento de desamparo, de expulsión del paraíso, de incompletud y de vuelta al útero materno (siempre y cuando allí estuviésemos bien, que es lo normal, pero no siempre.) Así, la soledad, el sentimiento de desamparo es la expresión de nuestra desconexión con el Todo, de escisión, de conciencia egoica. Para trascender este sentimiento, primero hay que sanar la herida (identificarla, analizarla, observarla, perdonar y perdonarnos…) y después transmutar la carencia, la soledad, desde el agradecimiento y el amor incondicional. Mientras que el sentimiento de carencia nos empequeñece, el Agradecimiento nos engrandece y nos permite entrar en sintonía y conexión con todos los seres. El agradecimiento es desprendimiento y, por tanto, ausencia de apego y, ello significa, que no hay miedo. Y cuando no hay miedo es que la ilusión de la soledad ha desaparecido. Pero, si buscamos cosas o personas, en definitiva, es que estamos huyendo de nosotros mismos, de nuestra soledad, tenemos miedo y estamos bajo la dinámica del deseo. Paradójicamente, la Búsqueda es un no buscar, aceptar y Ser.
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“Cuando el padre engendró a todas las criaturas me engendró a mí y yo emané con todas las criaturas y, sin embargo, permanecí dentro del Padre.” Eckhart, Sermón, 22, siglo XIV. Nosotros ya estábamos en él, y estábamos de una forma real, verdadera, cada uno de nosotros, pensados eternamente por Dios, y pensados para volver a Él. De ahí nuestra nostalgia, nuestra pena, nuestra separación, el Alma llora, en definitiva, por la separación porque sabe que no está donde tiene que estar.
Dice Echhart: “El nacimiento del Hijo se produce de la siguiente manera: El Padre engendra a su Hijo, como a su igual, y lo engendra en mi alma, así, mi alma se convierte en una celestial morada de la deidad eterna.” Y luego, le lleva a decir una frase que ha sido una de las discutidas y terribles frases de Eckhart: “De que Dios sea Dios, yo soy la causa, si yo no existiese, Dios no existiría.” ¿Qué está diciendo Eckhart con esta frase que nos deja aturdidos, que nos deja sobrecogidos? Silesius, repite en el siglo XVI una frase idéntica: “Sé que sin mí, Dios no puede vivir ni un minuto. Si me vuelvo nada Él ha de entregar el alma.” Es decir, ese Dios impasible, eterno, ajeno a la Creación, no hubiera sido nunca si el alma no lo hubiera realizado como tal Dios; es en el alma donde Dios se expresa, se enamora de sí mismo, nosotros somos el vehículo del amor que Dios se tiene a sí mismo. Cuando nosotros hablamos del amor de Dios…no es un “de Dios”, de Él, sino un amor de Dios de nosotros, nosotros nos amamos a nosotros en Dios, y Dios al amarse a él, nos ama a nosotros. No se pueden separar ambos amores. Cuando esto se entiende bien, toda la explicación afectiva, hacia fuera, sobra. Porque si en el amor que Dios se tiene a sí mismo, reside el amor que yo soy, y al amarme a mí lo amo a Él porque Él al amarse me ama a mí, sobra absolutamente cualquier otra motivación para amar…
…el amor de Dios es el ser del mundo. No es algo que se le añade al mundo, no es que Dios ame al mundo, es que Dios es el amor del mundo, es su fundamento, su realidad.
Por eso, cuando el hombre busca su fundamento, allí, es donde encuentra a Dios. Por eso, el único camino posible es la interiorización, la búsqueda del fondo del alma, la búsqueda del interior del alma, donde Dios está siempre y está por esencia, está porque Él es eso, está porque está esperando a que yo sea, mientras tanto no es.” María Toscano y Germán Ancochea. “Místicos neoplatónicos. De Plotino a Ruisbroeck.” pp. 86-90
Pero, más que reflexionar, los textos de los místicos son invitaciones a la acción. Son una muestra de que el estado de iluminación es posible, que ya lo estamos, pero lo hemos olvidado. Que de lo que se trata es de recordar, o de cambiar la percepción, o salir de la caverna.
En la búsqueda espiritual se cae como en una autoflagelación. Lo primero que uno se dice es que él no puede, es un alimento estupendo para el ego, para aferrarse. No es eso, en cuanto uno comienza el camino, empieza a ver la luz, aunque a fogonazos y no puede recuperarla, se le va de las manos, pero sabe que está ahí. Entonces hay que confiar. Hay que tener apertura y reconocer a Dios en nuestro interior y en todos los seres. Para ello lo que hace falta es la interiorización. Y a esta interiorización llegamos por la meditación (oración el que quiera) y el silencio, mucho silencio y soledad. Hay que acallar el ruido externo, primero, y, luego, más difícil, el ruido interno (la mente) y saber que estás en la consciencia, en la plenitud de la consciencia. Experimentar esa consciencia siempre que podamos, cada día más, hasta que se haga habitual. Experimentar el amor como gratitud.
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Un fragmento de uno de los padres de toda la mística cristiana en el que podemos observar la comunidad que hay entre toda mística (no así en las religiones que se diferencian y entran en guerra) y, una cosa muy curiosa. Ahora que se habla tanto de desapego, pues es el camino que propone Dionisio basado ya en Platón y los neoplatónicos: Plotino, Porfirio, Proclo. Yo recomiendo bucear siempre en los orígenes. Mientras más al fondo vayamos, más nos daremos cuenta de que las cosas ya estaban inventadas y de que hay una comunidad o universalidad en lo que creemos diferente.
“Dioniso nos muestra en su Teología Mística, un camino, una forma de penetrar en esa Tiniebla Luminosa, en que acaba toda búsqueda. Tiniebla, pero Luminosa, conocimiento que se traduce en una Luz que, a fuerza de ser toda Luz, se entenebrece:
“…dejando el ejercicio de los sentidos y de las operaciones intelectuales, y no solo lo que es sensible e inteligible, sino aquellas cosas que son y aquellas que no son, para que de manera indemostrable, en cuanto es posible, puedas unirte mediante el no-conocimiento con Aquel que es anterior a la esencia y a todo conocimiento; y así, saliendo de ti mismo, y abandonando todas las cosas en un impetuoso impulso, libre y puro, seas elevado hacia los rayos de tinieblas sobre-esenciales de la divina obscuridad, después de haber todo abandonado y de haberte despojado de todo.” Teología Mística. De María Toscano. “Dionisio Aeropagita. La Tiniebla es Luz.” P. 208
Visión chamánica. Vacuidad, plenitud, luz, obscuridad. Todo es lo mismo y diferente. La armonía de los contrarios.
Mi maestro interior me muestra múltiples cosas. Un paseo por la infinitud, por el Ser. Recalamos en un arroyo de aguas cristalinas, se sienta, me siento a su lado. Yo soy un niño, él es un anciano, pero ágil, sabio y risueño. Mira el arroyuelo y permanece serio reclamando mi mirada. Yo miro y veo el agua correr. De pronto entiendo. Soy agua…todo fluye. No somos cosas, somos procesos en relación. Nuestros propios cuerpos a los que damos un nombre y una biografía son miles de millones de seres vivos que a la vez están constituidos de miles de millones de otros seres. Un viaje hasta el infinito de lo pequeño que me lleva al infinito de lo grande, pero ya no se distingue. Lo infinito es, pero no se puede decir, ni contemplar, excede todo, sólo sentir. Cada bocanada de aire Ilumina el cuerpo con la totalidad (infinitud) del universo.
¿Quién soy yo? ¿Cuál es el referente de los contenidos de mis pensamientos? Sólo son papeles, interpretaciones, sombras. ¿Quién está detrás del yo (Juan Pedro) que pregunta? LA NADA O EL TODO, ¿Quién detrás de un pensamiento cualquiera (tú, por ejemplo) del yo (Juan Pedro) que pregunta? NADA Y TODO. Nada está en todo y todo está en nada. Eso es la vacuidad, la impermanencia, el interser.
El viejo maestro sonríe: todo es Alquimia. Todo es Luz, todo participa de la Luz, que es el Bien y el Amor. Su sonrisa es la expresión del bien y su carcajada la ironía frente a mi ignorancia y con la que me enseña.
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El final de un sueño tremendamente clarificador. Sólo cuento el final porque es lo que lo dice todo y por la contundencia que lo sentí, pues llegó a despertarme. En el sueño me encontraba en un debate con mi maestro interior, o el arquetipo del sabio, o el sí mismo, todos funcionan en la psique de la misma manera, de carácter filosófico-teológico y experiencial (es una irrupción del inconsciente en el consciente que trata de decir algo. El sueño es particular, pero cuento este final porque, aunque tenga un mensaje personal, también el mensaje es universal) El centro del debate, lógicamente era yo, en tanto que consciente, como ocurre en todos los sueños. Pero en éste no había ninguna simbología, hablaba directamente con el inconsciente y el debate termina de forma contundente. Oí y sentí las siguientes palabras por todo mi ser que dieron fin a la conversación y me desperté, pero como en un sueño lúcido, siendo consciente, del sueño. Esto es una práctica, que no he conseguido realizar, salvo en raras ocasiones y muy limitadamente, como ahora, en la que se trata de ser consciente de tus sueños, se llama el yoga del sueño y es muy practicado en el Tibet, budismo tibetano. Cuando uno lo consigue plenamente es consciente, aunque duerma, las veinticuatro horas del día. Aunque hay un momento muy interesante, que es la fase fisiológica del sueño profundo o sueño sin sueño, entonces la consciencia es de Nada, es la oscuridad no dual de la que habla el Advaita o la vacuidad del budismo. En fin, el caso es que la frase que me despertó, o con la que me desperté fue la siguiente: “Dios sólo habla a los guerreros.” Fue contundente, definitiva y con ella se acabó todo debate. Y es muy curiosa porque mezcla el cristianismo, o el concepto de Dios, no de la religión, sino en el sentido espiritual-místico, con el guerrero (chamanismo.) Y el guerrero es una de las sendas del chamanismo. Hay cuatro: el cazador, el guerrero, el sanador y el sabio. Todas van juntas, pero la que las dirige es la del guerrero, porque la del guerrero es la del valor, sin valentía, sin fuerza, no se pueden recorrer las otras sendas. Es decir, que Dios, que el camino espiritual, sólo se va a abrir al valiente, al que se atreva, al que sea capaz de dejarlo todo (desapego, o desasimiento o desprendimiento) El guerrero no representa la lucha, sino el valor, es más difícil poner la otra mejilla, que devolver el golpe. El guerrero no lucha, sino que fluye con el opuesto. Y eso es más difícil, requiere valentía. Luchar, atacar, es sentirse herido, sentir la carencia. No luchar es aceptar y la aceptación requiere valor. Sólo por medio del cultivo del valor Dios nos habla, es decir, encontramos las señales que podemos seguir en nuestro camino espiritual particular. Curiosamente el concepto de guerrero espiritual es más universal de lo que parece. En el budismo existe este concepto. Incluso hay un libro que lleva ese título: El guerrero espiritual. En el cristianismo también, el camino espiritual es simbolizado como una actividad de guerrero, como lo hemos descrito antes. En definitiva, el camino espiritual es la transmutación de nuestros demonios, vicios, a través de los ángeles. Es una guerra interior. Por eso se dice que todo hombre lleva el infierno dentro: está en guerra.
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Desmontando mitos.
Estamos en la que podemos llamar la tercera oleada de espiritualidad. La primera tuvo lugar en los años sesenta del siglo pasado con los movimientos pacifista, la liberación sexual, los movimientos antisistema, la recepción popular de las filosofías orientales, las drogas y su uso masivo… La segunda tuvo lugar centrada en el fin de milenio. Y la tercera, en la que estamos, surge a partir de la crisis económica del 2007 y alcanza su cenit centrándose en los acontecimientos previstos por el calendario Maya en el 2012. El problema de estos movimientos, independientemente de sus grandes beneficios y que ya, de entrada, son una resistencia al sistema injusto de organización social, es que no están enraizados en sus orígenes, en primer lugar (esto habría que explicarlo por extenso) y, en segundo lugar, que hay una ignorancia inmensa sobre la espiritualidad como dimensión universal del hombre y se mezcla la espiritualidad, con la sanación, la sanación con la alimentación, ésta con el culto al cuerpo, otros niegan el cuerpo, otros lo utilizan (el poder de la sexualidad), en última instancia es que al faltar conocimiento, falta libertad, porque no hay libertad sin conocimiento. Pongo un par de ejemplos:
Se utiliza mucho el término fluir, lo cual está bien. Pero está bien si el fluir se refiere al wu wei del Taoísmo; esto es, a la acción sin reacción. El fluir es la no resistencia, no el eludir responsabilidades. En muchas ocasiones se utiliza este magnífico concepto como un ocultamiento de nuestra responsabilidad, lo cual es una renuncia clara a nuestra libertad. Porque, si renunciamos a la responsabilidad nos hacemos esclavos de los deseos y confundimos deseos con el fluir, cuando el fluir es, fluir ante la adversidad, no rehuir.
En segundo lugar, el espiritualismo de gran parte de la new age es “autocentrado”, es decir, narcisista. Lo que tiene en cuenta es la salvación de uno por medio de cualquier técnica, escuela, sanación, gurú… esto, para empezar, da lugar a la pérdida de libertad, por un lado y, por otro anteponer el yo al nosotros; es decir, la espiritualidad es el paso a lo transpersonal, ahora bien, el narcisismo es quedarse en lo egoico. La espiritualidad tiene su punto de mira en la humanidad, en el nosotros, no en el yo egoico que solo se ve a sí mismo. La tarea del héroe, del guerrero es luchar contra sus demonios para estar al servicio del hombre. Esta dimensión la vemos claramente en la filosofía (Sócrates y sus segyuidores) y en las religiones: el cristianismo (la misión heroica es mostrar el camino de la salvación del hombre que reside en el interior de cada cual) y el budismo (lo importante no son los logros de la meditación, ésta, sin la compasión, no es nada, es una burbuja en la que uno se esconde. De ahí la figura del Bodhisava que antepone su iluminación a la felicidad, el bien y la paz de todos los seres del universo.
Lógicamente estos errores surgen de nuestra sociedad que es, de por sí, esclava y egoista. Ahora bien, cuando empieza a recorrerse el camino espiritual hay que analizar las ideas que nos sostienen e ir eliminando todas las que son una mentira, un engaño urdido con otros fines, generalmente, el de dominarnos y convertirnos en rebaño y extirpar la posibilidad de la soledad que es amenazada por el miedo, en lugar de ser fomentada. Ahora bien, hay una cosa importante, no habrá cambio de la sociedad mientras no se produzca el cambio en nuestro interior, un cambio individual, y éste conlleva el de la conquista de la libertad y, para llegar a ella es necesario autoconstruirse y, autoconstruirse requiere de la soledad y la autoindagación. Una comunidad humana verdadera está constituida por hombres libres que tienen como fin lo universal (la humanidad), no los límites de su ombligo.
Otro error muy extendido es el del relativismo. Es heredado directamente de la Modernidad que trae como réplica la posmodernidad. La Modernidad se alza como una verdad única basada en la razón y que se expresa científicamente. Esta verdad excluye cualquier otro discurso. Frente a este totalitarismo de la razón, con tremendas repercusiones sociopolíticas (totalitarismos, genocidios) se alza el posmodernismo que niega la existencia de ninguna verdad y lo reduce todo al sujeto individual. En tal caso lo que se nos dice es que todo vale, que no hay verdad o que todo es verdad. Que cada cual sigue su camino y su camino es tan válido como cualquier otro. A esto es a lo que se le llama relativismo. Pero, lo curioso del relativismo es que, en el fondo, es un autoritarismo, el de la relatividad de las opiniones. Es la tiranía de la opinión frente a la crítica racional que nos libera de la superstición, el error, el poder arbitrario, el autoengaño, la autocomplacencia y nos eleva hacia la libertad. Pero, claro, eso cuesta y es más fácil permanecer en la llamada “zona de confort” y no pensar, sino considerar que lo que ya se sabe, lo que le han dicho a uno, todo el bagaje del inconsciente colectivo, que ni conoce, es válido. Pues, ¡no!, esto es la tiranía de la ignorancia. Si queremos dar el paso hacia la libertad hemos de usar nuestra propia razón. Para llegar a los estados sutiles de consciencia, a la no dualidad, no podemos saltarnos ningún paso en la evolución de la consciencia, como tampoco lo hacemos para llegar a ser homínidos. Pero hoy en día existe un gran vacío emocional, del que hablaremos en otro punto, que nos lleva a agarrarnos a cualquier cosa como a una tabla de náufrago. Pero no hay que olvidar que, dicha tabla, no es más que una tabla. No hay muchos caminos, hay solo un camino, eso sí, se recorre de diferentes maneras y eso sí que depende de cada uno. El único camino es el de la Vida o la Realidad. Su afirmación y la fusión con ella es lo místico, la espiritualidad. Y esto es ya una vivencia y de la vivencia sólo se puede guardar silencio.
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La filosofía como forma de vida.
“El discurso filosófico no es filosofía…Las teorías neoplatónicas filosóficas están al servicio de la vida filosófica…La filosofía de la época helenística y romana se nos presenta pues como un modo de vida, un arte de vivir, una manera de ser. De hecho, a partir de Sócrates al menos, la filosofía antigua había adoptado este carácter…La filosofía antigua propone al hombre un arte de vivir, al contrario que la moderna que aboga en primer lugar por la construcción de un lenguaje técnico reservado al especialista.” P. Hadot, citado por Arnold Davidson en “Religión, razón y espiritualidad” p. 152
Hoy más que nunca, y como en todo momento de crisis y crítico como éste. Más bien último, pues es necesario volver a la vieja sabiduría olvidada y olvidarnos de las promesas de la pseudosabiduría que, mal o bien intencionadas, no nos curan de nuestros males, sino que nos hunden cada vez más en las tinieblas y en nuestro propio exterminio, como comunidad humana y como individuo.
La filosofía nació y se ejerció como un discurso inseparable de kla vida, era una reflexión sobre la vida y el mundo inseparable de la praxis, es decir, que de la reflexión surgía una forma de estar y ser en el mundo, así como de una forma de estar y de ser en el mundo surgía una reflexión. No había, pues, esa macabra diferencia entre lo práctico y lo teórico. Una teoría estaba llena de vida, sino no le interesaba a nadie. No se discutían teorías, es más la discusión, el diálogo, la contemplación, la ascesis, eran formas de estar en el mundo. Las teorías no estaban separadas de la vida, emergían de ella y después, al pasar por la experiencia vital, volvían a la vida modificadas, integradas, validadas, modificadas. Pero todo era una experiencia vital. La teoría no estaba separada de la vida, sino no podemos entender el propio término de filosofía. la filosofía es el amor de la sabiduría, del conocimiento. No se puede separar amor y conocimiento. Al conocimiento llegamos por el amor y, mientras más conocemos y reconocemos nuestra ignorancia, mayor es nuestro amor y agradecimiento. El conocimiento es inútil por definición, es práctico, que es distinto. Es más, es una praxis, una forma inteligente de vivir. Y una forma inteligente de vivir es entregarse con todas las fuerzas a la Vida. El conocimiento es vida y el amor es la forma de vivir el conocimiento, es entrega.