09 de noviembre de 2009
Sigo siendo de la opinión de que la crisis en la que estamos inmersos es una crisis sistémica, es decir, una crisis en el sistema de producción. No saldremos de esta crisis mientras que no cambiemos dicho sistema y éste pasa por el cambio a un sistema de decrecimiento, como he ducho ya, económico y de población. Pero por más que pienso y me informo veo más nubarrones en el horizonte. Uno de los más importantes es el de la pérdida de la capacidad de movilización de la ciudadanía. Los ciudadanos han perdido la conciencia de clase y, con ello, su incapacidad de hacer consciente el estado de alienación y miseria en el que han vivido. A ello hay que sumarle la pérdida de convocatoria que los sindicatos tienen. Quiero decir con ello, que los propios sindicatos han renunciado a ser sindicatos de clases, como si realmente las clases sociales hubiesen desaparecido y como de verdad ocurre, hablar de clase social sea políticamente incorrecto y, a la larga, no rentable, ni política ni económicamente. El propio sistema capitalista se ha encargado de engullir tanto a la ciudadanía en general sumergiéndolos en un mundo de apariencias homogeneizados en el que el consumo y el individualismo antisolidario son los valores primarios, como a los sindicatos convirtiéndolos en auténticos farsantes que bailan al son del poder político y económico. Los sindicatos ya no representan ni a los trabajadores ni a los explotados, se mantienen por las subvenciones públicas, no por los afiliados. Tienen, pues, un dueño político claro. Y su existencia está vinculada al tráfico de dinero que los puede mantener. Los sindicatos son hoy en día casi obsoletos. Es increíble que con la crisis económica que vivimos, la gran recesión en la que estamos, ver como los sindicatos participan del gran engaño para seguir manteniendo el mismo sistema de producción que nos ha llevado a donde estamos y lo que nos queda por ver. Porque quizás, como dicen algunos economistas bastante serios, y yo en mi ignorancia sospecho, no estamos más que al principio. Así que los sindicatos no tienen poder de convocatoria, ni pueden porque pierden su existencia. Los ciudadanos han sido, por su parte, domesticados, de tal forma que han perdido su conciencia de clase. Por medio del aumento del consumo se ha creado una clase media ficticia –que realmente no es más que la clase de los proletarios u obreros, oprimidos por el sistema- en la que el ciudadano ha podido disfrutar de altas cotas de consumo que lo han desanclado de su situación real en tanto que clase productiva explotada. Esto, el consumo desmesurado, basado en los créditos e hipotecas, que han favorecido el aumento del consumo y el crecimiento económico como un gran espejismo, les han impedido ver su propia realidad social. La gran clase media, los trabajadores, somos los que hemos pagado ya con el dinero público ahorrado la crisis de los grandes bancos, pero solo hemos empezado a pagar. Las cosas son mucho peores, el paro aumenta inexorablemente, el poder adquisitivo disminuye, los salarios se congelan o disminuyen, el consumo cae en picado, el estado no tiene para mantener el estado de bienestar, se plantea ya el congelamiento y la reducción de los salarios de los funcionarios. La gran recesión no ha hecho más que empezar. Pero la clase obrera sigue en el limbo del falso ser que es el del consumo. Nunca volveremos a vivir como lo hemos hecho, es el final de un sistema. Sólo nos queda el decrecimiento y para ello es necesario un acuerdo político internacional relacionado, como hemos apuntado ya, con los problemas del cambio climático, la superpoblación y el agotamiento de los recursos. Pero mi pesimismo y escepticismo aumenta cuando no veo esa conciencia de clase que es necesaria para la rebeldía. En tanto que todos somos capaces de comer del pesebre del consumo nos obnubilamos y perdemos la capacidad de reflexión. Es el mejor sistema autoritario que ha inventado el capitalismo ultramoderno. Pero éste no se podrá mantener por mucho tiempo. Espero estar en el error y que ocurran dos cosas. Que emerja una conciencia de clase y que los políticos a nivel mundial sean capaces de poner las medidas para salir de esta gran recesión desde los principios de la filosofía del decrecimiento. Así sea.
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