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Filosofía desde la trinchera

Pensamientos contra el poder

04 de junio de 2010

 

Instantes. Jorge Luís Borges.

 

Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.

Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,
sólo de momentos; no te pierdas el ahora.

Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.

Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.

Pero ya ven, tengo 85 años...
y sé que me estoy muriendo.

 

 

            Esto si que es ser un sabio. A los 85 años, y muriéndose, todavía reconoce sus errores y volvería a empezar. Y esto último es ser vital. El problema es que la vida es un dejar. Toda elección, y eso suponiendo que sean elecciones, deja infinidad de mundos posibles en la cuneta de nuestra biografía para ser objeto de nuestra nostalgia. Borges decía que estaba más orgulloso de lo que había leído, que no fue poco, probablemente el hombre que más haya leído, que de lo que había escrito. Esta sentencia es demoledora en boca de Borges. Quién osa seguir escribiendo después de haber leído a Borges...o a cualquier otro clásico.

 

 

                        04 de junio de 2010

 

            El significado de la historia. Sociedad cerrada y actualidad.

 

            La historia no tiene ningún significado como hemos mantenido a lo largo de estos escritos. Intentar dar un sentido a la historia entra dentro de lo mítico. Y es, precisamente, a partir de los mitos como se intentan forjar ideas generales de la historia que al pasarlas a la práctica se convierten en fascismos: sociedades cerradas. Las sociedades cerradas intentan eliminar al individuo y, con él, la libertad. Se sostienen en ideologías, creencias. Necesitan de la obediencia y la sumisión. Los ciudadano quedan instrumentalizados en pos de unas ideas utópicas de justicia, bien y felicidad. Pero en la consecución de estas ideas se arrastra al hombre. Toda sociedad cerrada tiene a la base el mito del progreso y del hombre nuevo. Podemos llegar a la regeneración del hombre y con él de la sociedad. El progreso es inevitable, lo que hay que saber es cuál es el sentido, la dirección y el significado de la historia. Todo lo demás vendrá dado. Pero como no existe ni un sentido, ni un significado de la historia, como no existen leyes históricas, lo que ocurre es que las inventamos. Por eso la teoría del significado de la historia no es ciencia, sino ideología y creencia.

 

            El problema en la actualidad es que hemos creído que vivíamos en sociedades abiertas. Las llamadas sociedades liberales y democráticas. Craso error. Las sociedades liberales democráticas han sido la coartada de una visión tecnocrática y capitalista de la historia y que tiene a la base la idea de progreso, para engañar a la ciudadanía haciéndoles creer que viven en libertad, cuando, realmente, son instrumentos del poder. Las sociedades liberales se han encargado, por el bien del poder económico (acumulación progresiva de riqueza), de engañar a la ciudadanía haciéndoles pensar que vivían en libertad. Su única libertad ha sido la libertad de endeudarse. Se les ha imbuido un mundo de valores en el que el centro es el consumo, el tener. Es el hambre, que dice Santiago Alba Rico en Nihilismo y capitalismo. El hombre de las sociedades de consumo es un hombre que necesita consumir para existir. Es esclavo de su propia hambre. Consume y desecha compulsivamente. No tiene capacidad de pensar en nada más. Y ésa es su libertad, consumir una marca u otra. Su conciencia ha sido vaciada de contenido moral y político y así es fácilmente manipulable desde el poder. La educación ha sido un instrumento en manos de este poder. La educación no ha producido la libertad del ciudadano, sino que lo ha adoctrinado en el sumo bien de la sociedad de consumo. De ahí que las reformas educativas están dirigidas a la eliminación progresiva de los conocimientos en pos de las competencias, habilidades para adaptarse a la sociedad creada por el poder del capital. Y se nos ha engañado también desde la idea de que esta sociedad archidesarrollada nos lleva a un mundo mejor; que además, ese proceso es imparable. Lo que se ha llamado el imperativo tecnológico. Pero, como hemos dicho, no hay leyes de la historia. El imperativo tecnológico no es más que tecnobarbarie. El que piensa de otra manera es considerado un hereje, un disidente, un antisistema radical y violento, que se suele decir ahora. Pero el violento, el radical, el dogmático es el neoliberal que aplicando sus creencias deja en la cuneta millones de muertos. La ideología del progreso mata, hemos dicho más de una vez. Por eso, podemos concluir que nuestra sociedad no es una sociedad abierta, sino cerrada. Se ha anulado la libertad del individuo, incluso se ha eliminado al sujeto. Se alimenta del mito del progreso: en nuestro caso el progreso técnico-científico y económico. La estructura del poder es el fascismo económico que arrastra tras de sí millones de muertos y de miseria. El progreso y la libertad de las sociedades liberales democráticas es un espejismo, es Matrix. Vivimos en el mundo de las apariencias, somos controlados, peones. Pocas posibilidades nos quedan porque generalmente hemos elegido las apariencias a la realidad. Otra vez volvemos a la paradoja de la libertad. Preferimos la obediencia a la libertad, aunque valoremos la libertad como el máximo bien. La libertad es tarea y creación, sólo está al alcance de unos pocos. Necesitaríamos mucho ocio para fomentar la libertad. Aún así, la propia estructura tribal del hombre nos llevaría a la sumisión, necesitamos líderes, mitos, creencias. Nuestra racionalidad, que se vincula a la libertad, es tremendamente limitada.

 

            En fin, creo que la tesis popperiana sobre la sociedad liberal como sociedad abierta se viene abajo desde sus propios argumentos, como hemos demostrado aquí.

 

04 de junio de 2010

 

            Firmo todo esto y mucho más. Las causas profundas de la crisis no son los partidos políticos. Estos no han sido más que comparsas del poder económico. El ataque al estado es un programa iniciado hace cuarenta años. Ahora estamos llegando a sus últimas consecuencias. Pero, por otro lado, no es más que un desarrollo más del capitalismo. Es el conocido proceso de acumulación de la riqueza. El peligro actual se centra en dos conceptos. Nihilismo y fascismo. El nihilismo es el estado de conciencia al que nos ha llevado el capitalismo por medio de la sociedad de consumo en la que el sujeto ha quedado instrumentalizado en tanto que mercancía. El fascismo se levanta sobre la nada de estas conciencias por medio de la eliminación consentida del estado. El problema es que la acumulación de la riqueza no puede ser ilimitada. Si se inicia una pauperización progresiva de la ciudadanía puede ser que tenga lugar una revolución social que tenga como lema la justicia redistributiva y la socialización de los medios de producción. El estado tiene que poner coto a la economía financiera y a la banca. Si la banca aprieta para que les paguemos lo que les hemos dado...siempre se puede nacionalizar... ése sería el inicio de la socialización. Un estado de emergencia nacional y europea. Pero al poder político, que tienen nombres y apellidos, no les interesa porque tienen intereses en el poder económico. Y éste es el engaño al que hemos sido sometidos por nuestra desidia. La democracia burguesa ha sido la gran cuartada del poder del capital. El fascismo empezó hace tiempo, ahora nos queda o la revolución social, o el fascismo desenmascarado. En último término, nuestras sociedades se deteriorarán colapsando a sociedades más simples. Y éste será el decrecimiento forzoso. Al menos que la fuerza política, o el pueblo, que lo dudo, pasen a la acción y tomen las riendas del poder y emprendan un decrecimiento progresivo y sostenible.

 

            El mundo es una poca vergüenza. La condición humana no da para más. Nuestro progreso moral y político es sólo accidental. En cualquier momento lo podemos perder. El estado del mundo es una locura organizada. En eso consiste su racionalidad.

 

 

                                   07 de mayo de 2010

 

Empirismo, relativismo y posmodernismo. La eliminación de la enseñanza.

 

            El artículo de Antonio Gallego Raus ha señalado lo que, a mi parecer, es una relación muy interesante entre el empirismo como filosofía de la ciencia y el relativismo de la posmodernidad. Quisiera abundar un poco en esta tesis con la intención de señalar los orígenes epistemológicos del mal en la educación. Por su puesto, y esto va de suyo, estas cuestiones epistémicos van ligadas a cuestiones ideológicas que, aunque alguna vez se toquen de pasada no son el centro de este artículo.

 

            Pero antes de comenzar esta reflexión interesante, pero difícil quiero señalar dos puntos que han aparecido, uno en el artículo de Raus y otro en el debate. El primero de ellos es la cuestión del poder. ¿Quién ostenta el poder? ¡son inteligentes los que lo ostentan o son, más bien, listos, trepas y aprovechados? La verdad es que hay de todo. No se puede responder a estas preguntas con un reduccionismo. Ahora bien, y sin caer en  una teoría conspirativa de la historia, creo que al poder económico y político, fundamentalmente el primero, le interesa un tipo de ciudadano (esclavo o borrego.) Con ello quiero decir que las cosas están muy bien pensadas desde hace tiempo. El poder político que nosotros vemos no son más que los acólitos de poderes superiores. Ellos también viven en el engaño. Han sido en parte consciente de él pero están sometidos a él. Aunque pertenezcan a la clase del poder, de los dominanates, viven esclavos de la ideología del poder. De ahí su empecinamiento a la hora de defender ciertas posturas: en nuestro caso es la educación, pero de forma más general, en la economía y su creencia en el mito del progreso que se plasma en la idea del crecimiento ilimitado. Y esto último a lo que he aludido aquí tiene mucho que ver con el tema de la enseñanza. Por eso he dicho siempre que el mal de la educación, aunque nosotros tenemos que aportar vías concretas de solución, y la primera es hacer que se tome consciencia del mal, viene de una marea de fondo de carácter social. Existe una ideología social dominante desde hace cuarenta años que afecta a todos los sectores de la sociedad. El de la educación es especial porque es precisamente el vehículo de la ideología del poder. De ahí que muestren tanto empeño y que intenten confirmar su ideología (falsa conciencia y falso pensamiento no argumentado) con pseudoteorías científicas de origen psicopedagógico. El engaño es global y se extiende a través del llamado pensamiento único que se vehicula por lo que se llaman las democracias liberales que no son ni democracias ni liberales. No son democracias porque son partitocracias oligárquicas en las que realmente el poder lo tienen los grandes monopolios. El poder político es comparsa e intermediario entre estos y el pueblo. Tampoco es liberal porque realmente lo que menos se defiende es la libertad, salvo la del enriquecimiento de unos pocos. Al contrario, es una sociedad cada vez más burocratizada. Una sociedad que vive en el engaño de la neolengua al estilo orwelliano, del doble pensar. Si hay un pensamiento único no hay pensamiento, porque el pensamiento es diálogo. No se admiten desde el poder las heterodoxias ni las disensiones. Por eso no hay libertad. La libertad es la libertad ilustrada: atrévete a saber, atrévete a pensar por ti mismo, a usar tu propia razón. El conocimiento es la libertad. Por eso la enseñanza elimina el conocimiento y la diferencia. La enseñanza es ideología. El poco conocimiento que hay está perfectamente dirigido. Vivimos en Matrix (bienvenido al desierto de lo real) o en la caverna platónica. Pensando que sabemos cuando no sabemos, creyendo que somos libres cuando no lo somos. Los medios de comunicación nos hacen creer que somos felices y libres, que podemos movernos donde queramos. En definitiva lo que están haciendo es moldear nuestras conciencias con determinada escala de valores que generan después un tipo de acción o de conducta. Nuestra libertad es una ficción y responde a los intereses del gran poder económico. Lo que sucede es que un estado orwelliano puro nunca es posible. Por eso existen los disidentes, los herejes (los que piensan de otra manera) los que se atreven a discrepar, los hombres libres que ven el nihilismo al que va abocada esta civilización. Lo peor es que al nihilismo le sigue el fascismo. Si el ciudadano se convierte en un autómata que sólo mira su propio bienestar, que no tiene conocimiento ni criterio es un esclavo. Y ahí es donde emerge el fascismo. Fascismo en el que ya creo que estamos inmersos. Por ejemplo, cuando hablamos de relativismo estamos habando de una forma de fascismo. El relativismo implica que todo vale. Y ello significa la muerte del pensamiento. Porque para poder pensar es necesario el diálogo y éste se ejerce cuando hay algo en común, la razón, el logos. Es decir cuando admitimos que el otro puede tener más razón que yo o toda la razón, que yo puedo estar equivocado. Que el diálogo es aprender. Que aprender es abandonar la opinión personal para ascender a un conocimiento mejor probado y fundamentado, más universal y común. El relativismo, al negar todo esto, que es la base del pensamiento critico, niega el pensamiento y de aquí es de donde surge el fascismo. No olvidemos que la pretensión del sistema de enseñanza es la de educar en el relativismo de las opiniones con la máscara de la democracia y la libertad de expresión, pero esto es un error, otro engaño de la ideología del poder. Y en qué consiste entonces el fascismo. Si todas las opiniones son equivalentes entonces la que se establece como verdad es la del más fuerte, la del poder. Y en esas estamos, tanto a nivel político, militar, como económico. La fuerza es la que otorga la razón. Y, el ciudadano, engañado en la dinámica del consumo, obedece sumiso y obediente, sin conciencia, ni siquiera, de su estado de sumisión. La barbarie tecnocientífica y tecnoeconómica en la que vivimos, y que nuestro sistema educativo reproduce (éste es el mal de fondo al que me quiero referir) se ha transformado en religión. Una religión débil, sin ética. Sólo mito y ritual. Una religión formal y vacía que ni siquiera reconocemos como tal, pero en la que participamos en cada acto de consumo y en la creencia en el progreso de la humanidad. Es esta idea de progreso, un mito, el sustrato de toda la ideología en la que vivimos. Y esta religión es opio para el pueblo. Mantiene a la ciudadanía adormecida sin capacidad de reflexión y de toma de consciencia del estado oprimido en el que se encuentra. A lo peor, tampoco le interesa. Porque ya decía Kant que el hombre es autoculpable de su minoría de edad (su esclavitud), por dos vicios, la pereza y la cobardía. El optimismo ilustrado nos hacía pensar que el hombre ayudado por los doctos, y con las condiciones políticas apropiadas podría alcanzar la libertad, pensar por sí mismo. Dos siglos después tenemos que ser escépticos al respeto. Puede más el vicio, la pasión que la razón. Sólo la pasión de la libertad lo sobrepasa. Pero, quizás, éste es mi pesimismo antropológico, que lo apoyo en la etología y la evolución, la condición humana no dé más de sí. Somos seres gregarios por naturaleza. La democracia es una construcción para eliminar injusticias y producir igualdad y libertad, pero también es una forma de vida que tiene que ver con los ideales ilustrados, y esto, quizás, no esté al alcance de todos. Como se ve, el tema del poder es más complejo de lo que parece. Por eso me he alargado un poco en la reflexión. Además he querido unir el mal en la enseñanza con el problema del poder y la sumisión. Esto es la paradoja de Hume. Este autor decía que la paradoja del hombre es que nada valoraba más que la libertad, pero que en cuanto podía delegar en otro su uso, prefiere la comodidad del obedecer, mientras esté seguro y tranquilo. Y esto lo sabe el poder. Por eso nos distrae con la apariencia de la libertad que es el consumir. Por eso la rebeldía cada vez es menor y el fascismo sutil en forma de democracia mayor. Y por eso los políticos que nosotros vemos están inmersos en esta ideología y son los más esclavos de ella: es su catecismo, su religión.

 

            Y con estas reflexiones, más extensas de lo que quería, enlazo con el segundo tema previo. La famosa frase de Ortega. Como bien señala Raus, la ha utilizado con la intención de ligarla, como vulgarmente se hace, al relativismo, como podía haber utilizado cualquier otra. Pero me ha gustado la aclaración de que ésta es la mitad de la sentencia orteguiana. Yo soy yo y mis circunstancias, si las salvo a éstas me salvo yo. Es bien sabido que la teoría de Ortega es el perspectivismo, una forma débil de relativismo, nada de radical y nihilista, como el posmoderno. La segunda parte sugiere que la vida es tarea. Y una de las tareas para Ortega es la de conquistar la paradoxa, es decir, la filosofía. Filosofar (entiéndase pensar libremente) es trascender la opinión propia y vulgar. El relativismo es la defensa de la opinión propia. Pero cuando defendemos nuestras propias opiniones sólo por el hecho de ser las nuestras (ideología dominante) lo que sucede es que las opiniones se convierten en nuestras tiranas. El relativismo nos hace esclavo de nuestras propias opiniones. Ahora bien, dudar de nuestras opiniones es la tarea de la libertad y del conocimiento. El conocimiento como ejercicio de la libertad. ¿Por qué se fomenta el relativismo en la escuela y se disminuye el conocimiento? Pues para producir ciudadanos borregos o esclavos del sistema de producción. En suma, replicantes, clones. Nuestro sistema educativo se ha ido convirtiendo, progresivamente, en un sistema fascista de pensamiento único en el que el objetivo es extirpar la libertad y producir ciudadanos moldeables y maleables con la intención de ser personal perfectamente adaptado al sistema prevalente. Individuos poco conflictivos y autosatisfechos. Y aquí enlazo con otro punto de Ortega. La democracia, es el gobierno de la mayoría, pero la mayoría es amorfa, es la de los señoritos satisfechos. Aquellos que sólo son capaces de mirar su ombligo, los que no tienen ni pasado ni futuro. Funcionan como autómatas. Nuestros sistemas de enseñanza eliminan las ciencias básicas y las humanidades. Armas indispensables para conocerse a sí mismo. Se sustituye el conocimiento por las competencias básicas, un saber hacer pueril, pero perfectamente adaptado a la sacrosanta sociedad de la comunicación en la que vivimos. (Nótese aquí el mito del progreso que está a la base de todo, aunque no puedo analizarlo en este artículo.) Ortega fue un gran crítico de la democracia y defensor de la meritocracia porque veía que podíamos acabar en éste nihilismo en el que nos encontramos. De ahí que la segunda parte de la sentencia de Ortega sea tan importante. Porque requiere de la tarea y del esfuerzo que es la libertad. Y, precisamente, esta tarea y este esfuerzo son los que superan el relativismo radical posmoderno en el que nos encontramos.

 

            Y vamos ahora al tema del empirismo como origen del relativismo. El asunto hay que rastrearlo, a mi manera de ver, en el origen de las ciencias psicológicas y pedagógicas. Y, a mi entender, hay un error en el estatus científico de estas supuestas ciencias. El paradigma en el que se encuentran estas ciencias es el empirista o neopositivista. La filosofía neopositivista de principio de siglo lo que pretendía era demarcar lo que era ciencia de lo que no lo era. Y encontró el criterio de la mano de Wittgenstein (aunque éste tenía otras intenciones) y el Círculo de Viena, en el criterio de verificabilidad. Los enunciados científicos son aquellos que son verificables. Los únicos enunciados con sentido son los verificables. Así, se separa la ciencia de la no ciencia. La ciencia es el conjunto de los enunciados con significado o con sentido; es decir, los verificables. El criterio de sentido es un criterio de demarcación. Pero el neopositivismo fue superado por Popper y por Kuhn. En la primera mitad del siglo XX la psicología y la pedagogía pretenden alcanzar el estatus de ciencia, de modo que para obtenerlo pretenden mostrar que son ciencias empíricas y que cumplen con el criterio de verificación. Y de ahí viene el mal de la psicología y la pedagogía. El empirismo en estas ciencias nos ha llevado a lo que se llama la teoría de la caja negra. Si nosotros queremos investigar el comportamiento humano sólo nos podemos fijar en lo observable. Es decir, siguiendo el esquema de la psicología empírica, el estímulo y la respuesta. Lo que ocurra dentro del cerebro no nos importa. Eso es una caja negra a la que no podemos acceder en psicología. Aquí encontramos precisamente el origen de la teoría de motivación. Si lo observable son los estímulos y las respuestas y nosotros, según la ciencia psicológica, nos dice, podemos modificar la conducta modificando los estímulos, entonces la enseñanza debe alzarse bajo el pilar de la motivación. Todo aquello que es inobservable, como la voluntad, cae fuera de la ciencia psicológica y es un sinsentido. Esto ha sido un tremendo error de la psicología que la pedagogía ha seguido a pié juntillas y que ha dado lugar a uno de los mayores fracasos educativos de la historia en España: la LOGSE-LOE. El fundamento epistemológico de la pedagogía que subyace a estas leyes es la teoría de la motivación. La modificación del comportamiento y la capacidad del aprendizaje se basan en la motivación. Entonces, el papel del profesor es el de animador. Además del error epistémico que esto conlleva, esta visión de la ciencia psicopedagógica, lleva aparejado un error ético-antropológico tremendo con una profunda carga ideológica. Si lo único que nos interesa es la motivación y los resultados de ésta, que es lo únicamente empírico, entonces convertimos al alumno en un instrumento, un objeto. Es decir, estamos violando el principio ético máximo: el de la dignidad. El hombre es un fin en sí mismo, no un medio. Ahora bien, si introducimos el factor de la voluntad, que no es observable, entonces estamos considerando al individuo como un sujeto. Es decir, estamos actuando desde la perspectiva de la ética. Pero, claro, para los psicopedagogos, anclados en el paradigma positivista o empirista, la ética es un discurso sin sentido porque sus enunciados no son verificables. Y ésta es la ideología del cientificismo de la que somos herederos y a la que le debemos muchos de nuestros males educativos. En cambio, si educamos no sólo basándonos en la motivación, sino teniendo como centro la voluntad, entonces estamos tratando al alumno como un sujeto. Porque la voluntad es la libertad. Me explico. La voluntad es la capacidad de dominar mis pasiones. Mis pasiones me hacen esclavo. El dominio de mi voluntad me hace dueño de mis pasiones, me hace libre. Pero, para eso necesito interiorizar la autoridad. La educación de la voluntad requiere de la autoridad y de la disciplina, no de la motivación. Ésta última, en todo caso, es superficial. Esta autoridad es la que vamos interiorizando hasta que la hacemos nuestra y nos convertimos en sujetos autónomos. Aquellos que se dan a si mismo la ley y que la obedecen. Ideal kantiano de la ilustración. La ilustración es pensar por sí mismo, es decir, darse a si mismo la ley, ser nuestra propia guía, ser sujetos, fin en sí mismo, no objetos. Y esta obediencia a la ley, nuestra voluntad, es lo que nos hace libres y autónomos, sujetos únicos e irrepetibles. Pero, claro, nada de esto le interesa al poder. A éste le interesan los clones, lo maleable. De ahí que la motivación anula la libertad y nos hace esclavo de las pasiones. Cuando se dice que hay que enseñar divirtiendo y eliminar toda autoridad y disciplina, lo que se está diciendo y promoviendo es la esclavitud de las pasiones. La motivación funciona siempre a nivel emocional, no racional. La libertad, en cambio, requiere de la reflexión. Sobreponerse a las emociones y las pasiones. Requiere esfuerzo. Educarse es una tarea de la voluntad que intenta sobreponerse por todos los medio a la tiranía de las pasiones. ¿Por qué el relativismo tiene que ver con esto? Si la base de la educación es la motivación resulta que todas nuestras acciones son igualmente válidas porque proceden de la motivación previa. Nuestra conducta procede de las diferentes motivaciones. Pero los juicios de valor sobre lo empírico: estímulo-respuesta, exceden el ideal empirista de la ciencia. Toda conducta es, por tanto, defendible. Ahora bien, la conducta que se promocionará será la que al poder le interesa. En nuestro caso la de las competencias básicas. Por otro lado, el relativismo se introduce para minar las bases cognitivas de la educación. Si todo vale, todo conocimiento es trivial. Lo importante es aprender ciertas destrezas, todo lo demás es cuestionable. El conocimiento, que se basa en la reflexión, excede el esquema empirista, por tanto no es válido, sólo el que necesitemos para las competencias básicas. El conocimiento ha pasado al último plano en la enseñanza porque no cuadra con el esquema empirista de aprendizaje por motivación y con el relativismo que de ahí, junto con la ideología posmodernista que viene a coincidir con él, se sigue.

 

            Pero, claro, el empirismo es una filosofía de la ciencia errónea, cosa de la que no se han dado cuenta los psicopedagogos. Ya Popper lo superó con su teoría de la refutación. Lo científico no es lo verificable sino lo falsable. Pero, además, la demarcación entre lo falsable y lo no falsable no es una demarcación de lo que tiene o no sentido. Tanto sentido tiene la ciencia, como la ética, lo que ocurre es que los enunciados de la ética no son falsables. La ciencia queda destronada. Pero, además, Popper nos dice que no hay hechos puros. Todo hecho es interpretado a la luz de una teoría. Y toda teoría es una hipótesis o conjetura, no verdad definitiva. En el esquema motivación-conducta cuando lo observamos se introducen nuestras ideas previas, nuestras teorías.

 

            Y aquí enlazamos con Kuhn que nos va a llevar al posmodernismo. Toda ciencia está sujeta a un paradigma. Todo paradigma se compone de varios elementos, el primero de ellos, que es el que nos interesa a nosotros es el conjunto de ideologías, filosofías, visión del mundo, que tiene el científico y de la cual, generalmente es inconsciente. Ésta es la base que está más allá de la ciencia empírica en un paradigma pero que hace que el científico vea las cosas de una manera o de otra. Así, la observación de los hechos y la ciencia en su conjunto, no sólo está cargada de teoría, sino de ideología. Y aquí entramos en el terreno de la posmodernidad. Resulta que, curiosamente, como sugiere Antonio Raus y que espero que pronto desarrolle, aquí el empirismo y el posmodernismo se unen desde la perspectiva del relativismo. El relativismo: todo vale, aunque tiene sus orígenes filosóficos (los sofistas) y antropológicos, no es actualmente una teoría, es una ideología de dominio por parte del poder, como hemos analizado antes. La posmodernidad predica la muerte de los grandes relatos de la humanidad, la muerte de la ilustración y de la ciencia. Y establece como máximo principio el del relativismo y el pragmatismo. Aquí surge una contradicción en la filosofía posmoderna. El relativismo se hace radical. Con lo cual es lo mismo que decir que se hace absoluto. Es decir, que el relativismo se establece como verdad absoluta. Es una ideología, un estado de conciencia. Ahora bien, el relativismo, como hemos demostrado, interesa al poder. Y la educación es el vehículo de la ideología; por tanto, el relativismo tiene que establecerse en la educación. Y, el esquema de la motivación lo hace perfectamente viable. El sistema de educación emerge de la ideología posmoderna-nihilista-fascista en la que nos encontramos y produce replicantes de esta ideología. La cosa es más grave de lo que parece. Espero, en el futuro, seguir analizando este difícil y espinosos tema.

 

 

                                   06 de mayo de 2010

 

            Utopía y neoliberalismo.

 

            Releyendo la obra póstuma de Popper, Después de la sociedad abierta, he recordado algunas reflexiones que ya hace tiempo hiciera sobre el pensamiento único. He mantenido siempre que el establecimiento del pensamiento único en las sociedades democráticas, las que Popper denominó sociedades abiertas, da al traste con estas democracias convirtiéndolas, precisamente, en sociedades cerradas. Si mantenemos que sólo hay una forma de pensamiento verdadera, una única forma de organizarse en la sociedad; y que, precisamente, a esto lo llamamos democracias liberales, entonces estamos anulando la base de la democracia. La base de la democracia es el dialogo y para que exista tal, es necesario la posibilidad de disentir. Pero cuando se disiente lo que sucede es que hay formas alternativas de pensamiento. Lo importante de las sociedades abiertas es que garantizan la libertad de los individuos a través del uso libre de la razón, es decir, la crítica. El pensamiento racional o el racionalismo crítico es la base epistémico de las democracias. Y el racionalismo crítico es la aceptación de la ignorancia socrática. O, la llamada por Nicolás de Cusa, la Docta ignorancia. Al partir de este presupuesto estamos abiertos al debate y el dialogo entre pensamientos distintos e incluso enfrentados. La democracia debe garantizar, institucionalmente, que este debate tenga lugar. Además, esta actitud genera una virtud eminentemente democrática: la tolerancia. La base epistémico de la democracia es la aceptación de que nadie tiene la verdad y de que yo puede ser que sea el equivocado; por tanto, tengo que atender a los argumentos del otro para confrontarlos con los míos y buscar una verdad compartida y consensuada que surja del diálogo. Es decir, de la razón que es lo que tenemos en común. Y esta base epistémico tiene también un fundamento ético como hemos dicho: el de la tolerancia. Tolerar no es aguantar el error del otro, sino admitir su posible verdad. Es decir, que la tolerancia es la virtud que exige del respeto del otro. Y éste es su fundamento ilustrado. Por eso las sociedades abiertas son las que defienden la libertad de los individuos y esto es lo mismo que defender su dignidad. Y con ello queremos decir la consideración del otro como un sujeto no como un instrumento. El reconocimiento del imperativo kantiano de que el hombre es un fin en sí mismo. Esto es lo que nos garantizan las sociedades abiertas. Todo sistema político que no considere al ciudadano como tal; esto es, como fin en sí mismo, está instrumentalizando al hombre y lo convierte en objeto. Y esto es lo característico de los totalitarismos. Toda acción política o del poder que tome al ciudadano como instrumento es una acción totalitaria. Pero esto nos lleva a un tema delicado. En democracia también se puede instrumentalizar a los individuos por parte del poder. Es más, se hace continuamente. Cuando los partidos políticos buscan el poder y no el bien común están instrumentalizando a los ciudadanos. Cuando el poder político engaña, y lo hace excesivamente está atentando contra la dignidad humana. Está considerando al ciudadano como un instrumento para obtener sus fines que son, precisamente, los de alcanzar el poder. Y todo esto tiene mucho que ver con las sociedades neoliberales de hoy en día y con el pensamiento único. Éste último anula la posibilidad de disentir, por tanto, elimina la característica propia del hombre que lo convierte en un sujeto dotado de dignidad y de libertad. Es decir, elimina la capacidad de criticar, y usar libremente su propia razón. Por tanto se lo convierte en un esclavo, un instrumento.

 

            Pero el pensamiento único va ligado también con el utopismo. Precisamente, una de las características fundamentales del pensamiento utópico es la creencia de que poseen la verdad última sobre el cómo deben estar organizadas las sociedades para alcanzar la justicia y la felicidad plena. Es decir, las utopías muestran un único pensamiento que todo ciudadano debe aceptar. Por eso las utopías, al intentar llevarse a la práctica conducen a regímenes totalitarios, tiránicos y violentos. Porque, en última instancia, hay que eliminar al disidente. Ahora bien, ¿en qué situación nos encontramos hoy en día? Pues sencillamente en una visión utópica del sistema político. Si las democracias neoliberales defienden un pensamiento único, éstas se convierten en sociedades cerradas y utópicas. Cerradas, porque eliminan la libertad, con lo que ello conlleva de pérdida de la dignidad y la instrumentalización de los ciudadanos. Y utópicas porque lo que se nos viene a decir no es sólo que existe una única manera de organizarse; sino que esta forma neoliberal de entender la sociedad nos llevará a la sociedad perfecta: la eliminación del sufrimiento, la pobreza y la consecución de la libertad y la justicia. Pensamiento utópico perfectamente consolidado que, además, se ve fuertemente alimentado por el desarrollo tecnocientífico: una nueva religión. Por eso, las medidas que el neoliberalismo considera que toda sociedad debe adoptar se han convertido en un catecismo. El catecismo neoliberal, que lo llama el economista Stigliz. Pero un catecismo es un conjunto de verdades dogmáticas que no admiten crítica: un sistema cerrado de creencias, una religión, en última instancia. Por eso el modelo neoliberal es una religión económica y social que no admite la menor crítica, un pensamiento cerrado y utópico que, como todos, genera una sociedad totalitaria. Popper nos advirtió de los peligros del totalitarismo. También nos dijo que la democracia era el mejor sistema para echar a los gobernantes sin utilizar la violencia. Y nos dijo que las sociedades democráticas eran las sociedades abiertas que garantizaban la libertad y la dignidad de los hombres. Pero también, en una línea kantiana, nos advertía, y a pesar de su defensa de la ilustración, de que los progresos ético y políticos no garantizan, de ninguna manera, la exención de retrocesos. Toda conquista es accidental y depende del esfuerzo de la ilustración: del atrévete a pensar por ti mismo, a ser, en fin, libre. Pero lo que ha ocurrido, curiosamente, es que nuestras sociedades democráticas se han convertido en totalitarismos encubiertos, incluso podríamos hablar de fascismos. Esto último lo digo porque el neoliberalismo parte de la idea del crecimiento ilimitado, pero cuando esto se lleva a cabo se hace a costa de otros. Esto es, que el crecimiento mata. Y esto es un axioma. Para que pueda haber riqueza de unos cuantos hay que producir un desequilibrio que produce miseria y muerte del que está fuera de la órbita de los países ricos y de las generaciones futuras. Por eso el crecimiento mata. Las ideas tienen consecuencias y la idea del crecimiento ilimitado es una idea asesina, además de esclavista. Crecemos a costa del mal del otro.

 

            Como decía, las democracias son totalitarismos encubiertos porque tras la cáscara formal se esconde un pensamiento único excluyente y utópico. El totalitarismo se ejerce por la promulgación de un pensamiento único incontestable, como toda buena religión. Y al pueblo, para tenerlo adormecido, se lo instrumentaliza por medio del consumo, que es lo que mantiene el crecimiento ilimitado del sistema. Que no es el enriquecimiento de todos, sino la acumulación de las riquezas en pocas manos. El consumo es, actualmente, el opio del pueblo.

 

 

                        04 de mayo de 2010

 

            Ciencia y religión en Popper.

 

            Estoy leyendo un libro póstumo de Popper en el que se recogen artículos, correspondencia, conferencias que no habían sido nunca publicadas. Sobre todo en temas relacionados con las ciencias sociales y la filosofía política. Lleva por título Después de la sociedad abierta. Me encuentro con una conferencia dedicada a las relaciones entre ciencia y religión. Popper es bastante conservador en esta polémica. Considera que el enfrentamiento en el siglo XIX fue más ideológico que científico. Basándose en su criterio de demarcación, y aquí lo sigo y considero que no se equivoca, considera que no se pueden relacinar la ciencia y la religión porque son ámbitos distintos. Y esto es cierto. La ciencia intenta explicar el mundo basándose en el método hipotético deductivo. Procede por ensayo y error. Intenta decirnos qué es el mundo. En cambio, el ámbito de la religión es el del deber ser. Y aquí también estoy de acuerdo con Popper. Ahora bien, resulta que la religión no se reduce a la ética. La religión tiene una serie de mitos fundantes que dan una explicación del mundo de la que se sigue una donación de sentido a la realidad y a nuestra existencia. Y éste es el fondo de lo que será después la ética o la moral religiosa. Y éste primer ámbito del mito es el que choca con las explicaciones del mundo por parte de la ciencia. Por mucho que la ciencia no sea la verdad es un acercamiento a ella huyendo del error. Los mitos, aunque den sentido, son explicaciones erróneas del mundo que afectan a nuestra cosmovisión y a nuestra acción. Ahora bien, la explicación racional y crítica del mundo por parte de la ciencia, contradice estos mitos, es una carga de profundidad contra ellos. El caso más palmario es el de la teoría de la evolución. Ésta nos pone en nuestro lugar, elimina el antropocentrismo y a dios de nuestra perspectiva. Y esto es inevitable. Ahora bien, esto no es un argumento definitivo contra la existencia de dios. Porque, en última instancia, la existencia de dios depende de nuestra creencia, es un estado de ánimo. Pero , el mundo no es el mismo después de las explicaciones de la ciencia. Debajo de las teorías científicas hay toda una metafísica u ontología, una imagen general del mundo, una cosmovisión, que contradice de forma radical y absoluta los mitos fundantes de la religión. La carga de la prueba pertenece a la religión, si bien, el ateismo no elimina la fe o la creencia privada. Pero esto está dentro de la intimidad. De todas formas cada vez pienso más que las creencias son delirios colectivos.

 

            Soy ateo, pero acepto el agnosticismo en la medida en la que nos dice que no se puede demostrar la existencia o no existencia de dios. Aquí soy kantiana. Dios es una idea de la razón, o sinrazón, y sólo tenemos conocimiento de los objetos, de modo que de dios no podemos hablar. Lo que si es cierto es que la religión ha funcionado como ideología y como institución para justificar el poder de los más fuertes y ha sido utilizada como arma de exterminio. Aunque también es cierto que el mensaje ético de la religión secularizado nos ha llevado a los derechos humanos. La unión entre el cristianismo y el estoicismo dio lugar a la noción de hombre universal, o universalidad humana. Y, después, en la ilustración, Kant le daría el carácter de dignidad (partiendo de la religión, pero desde una ética autónoma) al hombre.

 

            Popper prefiere no hablar de dios y cuando se tropieza con el mal radical que Kant definió (hacer daño al mejor de los hombres hasta que pierda su humanidad, no pudo ni imaginar en lo que ocurriría en el siglo XX) duda de que pueda existir. De todas formas, Popper sigue anclado, a pesar de su conocimiento de la teoría de la evolución, en el antropocentrismo, idea de raíz religiosa. La evolución nos arranca de esta creencia y la etología nos permite comprender la capacidad de exterminio que tiene el hombre. Creo que admitir todo esto, y comprenderlo nos puede llevar a forjar un nuevo humanismo, no antropocéntrico, que nos permita caminar hacia un mundo mejor, que fue siempre el ideal ilustrado de Popper.

 

                                   04 de mayo de 2010

 

            En torno a una crítica en un escrito mío sobre educación de la “mariconada”

 

            Ya sé que el lenguaje está cargado de valores y tiene sus significados sexistas y homófobos, pues así ha sido y es nuestra tradición cultural de base, fundamentalmente, cristiana. Pero cuando he utilizado este calificativo no quiero darle ningún significado de este estilo. Defiendo las diferencias y el derecho y la identidad de cada cual. Pero no podemos caer en la trampa de un lenguaje aséptico porque eso no existe, además, de ser otra forma ideológica de poder. Y eso es lo que está pasando con los libros de literatura infantil cuando son abrazados por lo políticamente correcto. De todas formas, estoy dispuesto a cambiarlo, aunque creo que es necesario fijarse más en los contenidos que en lo meramente formal. Pido disculpas si mi calificativo hace daño a algunos. Pero, insisto, hay que ir más al fondo…

 

Pues claro...el Nirvana. Toda la mística, occidental y oriental tieneden a la anulacion de la conciencia...el nirvana budista e induista o la disolución en dios del cristianismo. Y todas las filosofías prácticas tienden a la eliminación del deseo como fuente del dinamismo del yo; es decir, la eliminación del yo por la eliminación del deseo...

Venimos de la nada, vivimos en las apariencias y vamos a la nada. Bonito viaje, ¿no?...a disfrutarlo...