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Filosofía desde la trinchera

04 de junio de 2010

 

            Firmo todo esto y mucho más. Las causas profundas de la crisis no son los partidos políticos. Estos no han sido más que comparsas del poder económico. El ataque al estado es un programa iniciado hace cuarenta años. Ahora estamos llegando a sus últimas consecuencias. Pero, por otro lado, no es más que un desarrollo más del capitalismo. Es el conocido proceso de acumulación de la riqueza. El peligro actual se centra en dos conceptos. Nihilismo y fascismo. El nihilismo es el estado de conciencia al que nos ha llevado el capitalismo por medio de la sociedad de consumo en la que el sujeto ha quedado instrumentalizado en tanto que mercancía. El fascismo se levanta sobre la nada de estas conciencias por medio de la eliminación consentida del estado. El problema es que la acumulación de la riqueza no puede ser ilimitada. Si se inicia una pauperización progresiva de la ciudadanía puede ser que tenga lugar una revolución social que tenga como lema la justicia redistributiva y la socialización de los medios de producción. El estado tiene que poner coto a la economía financiera y a la banca. Si la banca aprieta para que les paguemos lo que les hemos dado...siempre se puede nacionalizar... ése sería el inicio de la socialización. Un estado de emergencia nacional y europea. Pero al poder político, que tienen nombres y apellidos, no les interesa porque tienen intereses en el poder económico. Y éste es el engaño al que hemos sido sometidos por nuestra desidia. La democracia burguesa ha sido la gran cuartada del poder del capital. El fascismo empezó hace tiempo, ahora nos queda o la revolución social, o el fascismo desenmascarado. En último término, nuestras sociedades se deteriorarán colapsando a sociedades más simples. Y éste será el decrecimiento forzoso. Al menos que la fuerza política, o el pueblo, que lo dudo, pasen a la acción y tomen las riendas del poder y emprendan un decrecimiento progresivo y sostenible.

 

            El mundo es una poca vergüenza. La condición humana no da para más. Nuestro progreso moral y político es sólo accidental. En cualquier momento lo podemos perder. El estado del mundo es una locura organizada. En eso consiste su racionalidad.

 

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