Editorial
A mi padre,
In memoriam.
Agradezco desde esta editorial a todos los que hacen posible esta publicación. Tanto a los que escriben, como a aquellos que gestionan la posibilidad de que estas páginas vean al final la luz. Agradezco el esfuerzo desinteresado de todos. La enorme tarea y esfuerzo que realizan para que esta amalgama de pensamientos puedan ver la luz. En definitiva, agradezco a todos los que participan el hecho de que, de alguna manera, crean en el proyecto que anima a Esbozos. Es el esfuerzo, como ya he señalado en muchas ocasiones, de la ilustración. Desde estas páginas pensamos que sólo la razón, su uso crítico y, por tanto, limitado, nos puede llevar al acuerdo y al diálogo y a un provisional progreso ético político. Es decir, creo que el pensamiento nos puede hacer mejor. Tengo confianza en el uso crítico de la razón. Que no desdeña, en absoluto, la dimensión afectiva y ética del hombre. Es más, creo, y coincido con ello con José Antonio Marina, que ha tenido la deferencia de concedernos una entrevista, que el proyecto más importante de la humanidad es el proyecto ético. Es un proyecto en el que andamos envueltos desde los orígenes del hombre. Pero, a pesar de creer en este gran proyecto, soy crítico con la idea de progreso. El progreso no es más que un mito y una creencia. En definitiva, no es más que la secularización de la idea de la historia cristiana, como historia de la salvación de la humanidad. La historia como escatología. La historia con un principio y un final. La historia como redención del mal del hombre. El discurso científico y político han sustituido al religioso. La idea es la misma. La concepción escatológica de la historia en la que el mal del hombre será redimido al final, o bien, por la política (discurso mesiánicos y utópicos, el último se analiza en estas páginas, el fin de la historia y el choque de civilizaciones); o bien, por el saber técnico-científico. Se nos promete un mundo mejor que llegará con el desarrollo científico-técnico. Pero éste no tiene nada que ver con el desarrollo moral del hombre. Y esta idea se ha extrapolado también a la economía. Las teorías económicas hegemónicas prevén que un crecimiento económico de la sociedad que se basa en el libre mercado nos lleva a un máximo bien y a la eliminación de las diferencias. A la vista está lo que ha ocurrido con esta idea. Me sumo aquí al pensamiento de Poul Krugman, Premio Nobel de economía, y señalo, con mucha insistencia, que las ideas tienen consecuencias, a veces, nefastas. Como ha sido precisamente el caso de la idea-creencia de progreso.
Pero a pesar de la crítica a la idea de progreso, tenemos confianza en que podemos mejorar. Existe un progreso ético de la humanidad, pero que no depende del progreso tecnocientífico, ni de las utopías políticas y religiosas; sino de la confianza en la razón y sus límites. Y este progreso es absolutamente contingente. Requiere de la virtud, entendiendo ésta por fuerza y esfuerzo. El progreso ético de la humanidad no se garantiza, de ninguna de las maneras, de forma automática y necesaria, sino como una tarea sometida a las diversas adversidades y accidentes, incluyendo, por supuesto, la propia condición humana, que, para ser sinceros, quizás no dé demasiado de sí. La historia de la humanidad está sembrada de cadáveres fulminados por el dogmatismo, la creencia en la verdad absoluta, en el progreso necesario. Y nuestro desarrollo tecnocientífico ha aumentado nuestra capacidad de autodestrucción. Sólo nuestro esfuerzo basado en la razón y el reconocimiento de sus límites nos puede llevar hacia un mundo mejor, en el que nada, desde luego, está absolutamente garantizado.
Por eso Esbozos es una forma más de luchar en pos de este gran proyecto ético de la humanidad. Y esto se realiza por medio de la crítica racional a toda forma de fanatismo y de poder irracional. La palabra, el Logos, es un arma contra el poder. Todo poder es una forma de opresión y de engaño, de justificación de la injusticia. La tarea de la razón ilustrada es la de esclarecer estos engaños. Deshacer entuertos, que diría el Caballero de la Triste Figura. Y éste es el empeño a la hora de realizar Esbozos. A pesar del fracaso educativo en el que creo que vivimos, todavía sigo creyendo en el Logos. En la razón ilustrada, en la posibilidad de alumbrar un mundo más libre y más justo. Todo apunta a lo contrario. Las democracias se deterioran, la historia se tergiversa, los medios de comunicación son comprados por el poder político-económico. La verdad accesible es el pensamiento único que regurgitan los medios de comunicación. La educación se ha convertido en ideología con el fin de adoctrinar. Los alumnos se han convertido en instrumentos en manos del poder económico-político. Se les concede una vida de hedonismo en la que confunden la libertad con la satisfacción inmediata y egoísta del placer. El poder ha sabido utilizar, hoy más que nunca, la servidumbre voluntaria del hombre. El hombre, aunque aprecia la libertad como el máximo de los bienes, renuncia a ella en pos de la seguridad y los placeres inmediatos y egoístas. Ésta es parte de la condición humana. El hombre es también un depredador. Un depredador que se ha hecho global y pone en peligro su propio ecosistema. Hay que luchar contra todo esto. Estamos en un momento límite. La tierra no nos puede sostener de esta manera. Somos un virus para la ecosfera, un mal resfriado, pero no acabaremos con ella, la tierra es más fuerte. Sólo podemos precipitarnos en nuestro propio final.
Por eso es necesario recuperar el proyecto de la ilustración, como proyecto inacabado que es y reconducirlo. Hay que criticar el relativismo de las opiniones y de las ideas. Esa apariencia de libertad. El respeto a las opiniones no es la libertad, esto es la tiranía de las opiniones. Si todas las opiniones son válidas, todo se puede defender y la que prevalece es la del más fuerte. Que, a su vez, puede ser el más estúpido o el más ambicioso. La crítica de las opiniones es la libertad. Si fuésemos capaces de recuperar este ideal socrático e ilustrado, la docta ignorancia, daríamos un gran paso hacia la regeneración de la democracia y, con ello, la recuperación, de los ideales de igualdad, libertad y justicia. Pero en su sentido auténtico, no desde la demagogia política. Esbozos, y de ahí que se lo agradezca a todos los que colaboran en ella, es un granito de arena más en este gran proyecto de la humanidad. Y así lo muestran la diversidad de artículos y temáticas de hondo compromiso social, en la que han tenido a bien participar profesores universitarios y celebridades del pensamiento español, mi más sincero agradecimiento a todos. La base del proyecto ético del que hablamos está en la educación. Y es ahí donde deben realizarse todos los esfuerzos. Desgraciadamente vamos por el camino inverso, por el adoctrinamiento, en lugar de la crítica, la pseudociencia de la pedagogía, en lugar del arte de enseñar y transmitir valores y conocimientos desde la excelencia del profesorado. Mucho tiene que cambiar la educación si queremos recuperar la democracia.
Por último, quisiera dedicar estas palabras a mi padre, recientemente fallecido. Tenía que haber redactado estas palabras hace quince días, pero su enfermedad y su cuidado no me lo permitieron. El desenlace fue su muerte, para mi ejemplar. Si hay un verdadero tema filosófico y humano es el de la muerte. A pesar de las enormes diferencias de ideas que teníamos, la vejez y la cercanía de la muerte lo hicieron más sabio, siendo capaz, incluso, de bromear, momentos antes de su fallecimiento, sobre nuestras diferencias religiosas. Una noble actitud de tolerancia y serenidad que lo honran y que merecen mi más sincera admiración y respeto.
Juan Pedro Viñuela
Marzo de 20010
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