La educación es un vacío burocrático. Lo único que importa es el rellenar papeles que no indican ni sirven para nada. Rellenar guiones absurdos con palabras absurdas pseudocientificas y sinsentido. La memoria final de un curso no sería rellenar un guión. Sino una reflexión seria y argumentada sobre el acontecer del curso. La memoria es una forma literaria cercana al ensayo. Pero estos partidarios de la burocracia educativa –porque no tienen nada más que ofrecer- que vacían de contenido la enseñanza, quieren que rellenemos un guión, en donde la literatura y el pensamiento brillan por su ausencia. Si la realidad educativa es la de los papeles es, entonces, una realidad vacía. A nadie le importa, ni eso es evaluable, el momento mágico de la enseñanza, de la transmisión de conocimientos y valores. Sólo quieren papeles y más papeles. La burocracia ha matado la excelencia, ha aborregado a los profesores y les ha robado el pensamiento. La burocracia educativa ha sido un arma de adoctrinamiento y eliminación del pensamiento crítico. Poca cosa nos queda hacer ya en la educación, salvo enseñar en el reducto de nuestra aula y declararnos en desobediencia civil, siguiendo nuestra libertad de cátedra, ante la barbarie de la burocracia. La burocracia educativa es un sistema de control fascista que pretende perpetuar la ideología obsoleta del poder.
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