Leo un libro del excelente economista y pensador Vicenç Navarro escrito en el 2002 y reeditado en el 2004 “Bienestar insuficiente, democracia incompleta. Hace un análisis de que el estado del bienestar en España es precario y que todas las políticas que se han hecho no han sido las de aumentar el estado de bienestar sino la de moderar el gasto público, en comparación a los países de la UE. Esto lleva aparejado, a su vez, un déficit democrático, que consiste en una derechización de la política, una eliminación de la izquierda y del pensamiento alternativo. Llama la atención la actualidad del análisis, porque, precisamente, lo que ha ocurrido estos años es que la política le ha seguido el juego al capital. La crisis que sufrimos es una crisis financiera que ha repercutido en al economía real. Pero, verdaderamente, la causa es política. Son las decisiones de los políticos, que han terciado a favor del capital y reducido el gasto público y el estado de bienestar, los que han generado esta crisis del capital. Una economía del bienestar regulada por el estado evita los ciclos económicos. La desregulación nos lleva a las crisis cíclicas que cada vez se hacen más profundas. Y para más Inri en la reunión del G-20 la receta que se da unánimemente es la de reducir el gasto público. O yo, y muchos economistas infinitamente más sabios que yo, no nos enteramos de nada, o la clase política tienen dudosos interesas en el capital. A no ser, que no lo puede ser, que el determinismo económico de la historia sea verdad y no podamos hacer otra cosa. No lo es, porque el neoliberalismo no es ciencia, sino ideología. Y además las predicciones en historia sólo pueden vaticinar tendencias. Pero, si lo fuese, desde luego que iríamos abocados a la catástrofe final. Es curioso cómo la crisis económica primero hizo pensar sobre una refundación del capitalismo, se relacionó también con el problema de los recurso energéticos y con el cambio climático. Hoy en día, los medios de comunicación no dicen nada de esto. Es más, se proclama la sumisión del estado al capital y el triunfo del neoliberalismo capitalista más salvaje. Los políticos ceden a los mercados y los dos grandes problemas a los que se enfrenta la humanidad ya ni se mencionan: el cambio climático y el agotamiento de los recurso energéticos. Esto me lleva a pensar en la concepción conspirativa de la historia, aunque no soy partidario de ello, porque es renunciar a la racionalidad y la libertad. ¿Y si todo está bien requetepensado para que sólo unos dos mil millones de personas, esto siendo optimistas, puedan sobrevivir al final del siglo XX? De momento rechazo esta interpretación histórica y me aferro a la esperanza de la libertad.
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