El velo, la libertad y el conflicto de civilizaciones.
Creo que lo que subyace a la prohibición del velo y del burka, aunque hay que hacer distinciones, es una cuestión política. Y esta cuestión política se refiere a la identidad. La discusión se intenta llevar al ámbito del laicismo, la libertad de expresión y el respeto a la dignidad y la persona. Todas estas cosas son muy importantes. Pero el asunto de prohibir o no el velo islámico para las mujeres es una cuestión política identitaria. Una cuestión ideológica y, errónea, por lo demás. Europa se identifica, erróneamente, con el cristianismo y esta identificación se hace frente al Islam y el judaísmo. De lo que se trata es de una confrontación ideológica de identidades que intentan definir civilizaciones. Las políticas de la identidad son mitos que intentan aunar el sentimiento de las personas para fomentar el patriotismo y el odio al otro o diferente. Fomentan la creencia de que todos los males proceden del otro, aíslan la posibilidad de comunicación, se basan en creencias irracionales y niegan la historia. Estamos asistiendo desde hace unas décadas a una guerra de occidente contra el Islam y en esta guerra la estrategia es demonizar al otro y forzar un discurso de la identidad occidental falso e ideológico. Las religiones del libro son todas iguales, no hay mayor desarrollo de una sobre las otras. Pensar esto es un grave error y un desconocimiento de la historia de las religiones y del pensamiento. Se intenta identificar el origen de occidente con el Cristianismo. Esto es una aberración histórica. El primer origen occidental se encuentra en Grecia; pero, a su vez, la cultura griega, el llamado milagro griego: el surgimiento del pensamiento racional, hunde sus raíces en las culturas egipcias, babilónicas, persas e indúes, fundamentalmente. No negamos que exista una emergencia de algo nuevo que aglutina todo lo anterior en la cultura griega. Pero, desde luego, no procede de la nada. El Cristianismo se extiende por occidente en dos niveles. En primer lugar entre los esclavos y los débiles, los desheredados del imperio. La clase oprimida y, por supuesto, la más supersticiosa e ignorante. Un segundo nivel de transmisión del cristianismo es a través de la filosofía y las religiones mistéricas del mediterráneo. Aquí aparece un cristianismo culto y mistérico. Por un lado se une con la tradición platónica y estoica y, por otro, con la religión de Mitra, Orfeo y Dionisos. Dioses, todos ellos, muertos y resucitados. Y esto da lugar al gnosticismo. Durante cuatro siglos hay una batalla entre la interpretación gnóstica y la literalista de las escrituras. La victoria al final es para la visión literalista que defiende una interpretación literal de los textos. Textos, que, por otro lado, habían sido transformados durante cuartrocientos años. Esto daría lugar, poco a poco, a la dogmática cristiana, que queda fijada en el concilio de Nicea allá por 356 d.c. Pero este golpe nunca hubiese sido fructífero si el imperio romano no se hubiese convertido, desde la cabeza, el emperador, al cristianismo. Y eso es lo que ocurre con Constantino. A partir de ahí, se prohíben todas las escuelas filosóficas, toda actividad científica, (biblioteca de Alejandría) y el culto a cualquier religión, que fueron llamadas paganas, pero sobre las que se monta la idolatría del santoral cristiano. Lo que se abre entonces es un camino de oscuridad, superstición, fanatismo y violencia.
Entre tanto, en el siglo VI, aparece el Islam, que es necesario vincular también, como en el caso de la secta del nazarenos, con las condiciones históricas, en este caso de guerras tribales y afán de expansionismo. La expansión árabe e islámica corre como la pólvora y llega hasta los Pirineos. En España se establece lo que se llamará Al-Andalus. Y es aquí donde se desarrolla plenamente la cultura árabe: arte, literatura, ciencia y filosofía. Podemos considerar el siglo XI como el siglo de la ilustración árabe, con su sede en la ciudad de Córdoba. Europa estaba sumida en la ignorancia y la superstición. Los árabes españoles y también los judíos, aunque en menor medida, conocían la cultura griega y la habían hecho avanzar, como demuestran Vernet y Koyre. Los árabes eran los únicos que en Europa sabían griego y, además, tenían acceso a las fuentes filosófico-científicas. Estudiaron estas obras y las tradujeron al árabe y al latín. Mantuvieron, Averroes, la teoría de la doble verdad: la científica y la del Corán. Fundamental esto para el surgimiento de la tolerancia. Desde el siglo XI al siglo XIV va transmitiéndose este acervo cultural, griego y árabe, a Europa, y es en ese momento cuando empieza a resurgir la cultura europea, pero siempre de la mano de los árabes. Además toda la intención de la teología racional cristiana, con su máximo representante, Tomás de Aquino, fue sojuzgar la verdad de la razón a la de la fe. Averroes, siendo el vehículo de transmisión de la ciencia y la filosofía aristotélica, sobre la que se funda la filosofía cristiana, fue declarado anatema en toda Europa. De lo que se trataba era de demostrar que su teoría de la doble verdad era una herejía que ponía en peligro la verdad literal de la Biblia. De ahí que el aquinate proclamase, aún en vigor hoy en día, la teoría de la subordinación de la razón a la fe. Véase, si no “Fe y Razón” de Juan Pablo II. Y toda la polémica entre la ciencia y la religión desde el renacimiento hasta ahora reside en esta interpretación intolerante que, unida al poder, generó cientos de miles de víctimas. El primer eco en la ciencia de la tradición ilustrada musulmana, especialmente Averroes, lo tenemos en el famoso juicio de Galileo. El físico y astrónomo universal, en su defensa pronunció una frase celebre, que le serviría de poco, pero que nos muestra las fuentes ilustradas en las que bebía: “la astronomía nos dice como van los cielos, la Biblia, como ir al cielo” A esto se le ha llamado la teoría del doble lenguaje, lo mismo que la de la doble verdad. En el fondo está la discusión entre la filosofía gnóstica y la interpretación literalista, cosa que los árabes españoles habían superado a través de Averroes y es precisamente lo que permitió la primera ilustración europea, en España. Las vicisitudes históricas hicieron que judíos y musulmanes fuesen expulsados de España. Ahí comienza un retroceso histórico, como ocurrió con los griego y los latinos. El hecho de alcanzar un alto progreso cultural: científico, ético-político y jurídico, no garantiza una vuelta atrás catastrófica. Estos retrocesos están marcados siempre por la intolerancia. Europa se va abriendo camino, desde el renacimiento hasta la ilustración, a través del legado griego y árabe en la conquista de la tolerancia. Pero, entre medios está el fanatismo de la inquisición y las tremendas guerras de religiones que asolaron Europa durante cien años. Y a estas guerras se pondría fin a partir de la paz de Wesfalia, ésta abolía la vinculación o unión entre el trono y el altar. Es decir, se proclamaba el laicismo. Siempre que la religión ha estado unida al poder político su destrucción sobre el disidente ha sido brutal. Y este fenómeno no es exclusivo del Islam. En la tradición europea ha durado dieciocho siglos, hasta la ilustración. Esto, en cuanto a los hechos porque la influencia sigue siendo vigente. Como muestra un botón. La ilegalización de la eutanasia tiene su fundamente moral en el cristianismo: no somos dueños de nuestra vida, se la debemos al creador. Mientras que no cambie este prejuicio teológico, enmascarado de paternalismo del estado y de la medicina, no se conseguirá la consecución del derecho ilustrado sobre la vida. Si tengo el derecho a la vida, tengo el derecho a renunciar a ella. En los cuarenta años de dictadura hemos vivido en un régimen ideológico denominado nacionalcatolicismo. En esta triste y sangrante historia de España las mujeres estaban absolutamente sometidas a la voluntad del hombre. No podían abrir una cuenta bancaria, no podían acceder al mercado laboral sin permiso, no podían sacarse ni el carnet de conducir sin previo permiso del padre o marido…y esto sin narrar la miseria de la opresión y explotación en el hogar. Todo ello alimentado y justificado desde la ideología cristiana. Todo lo que vengo diciendo lo que nos muestra es, primero, que el origen cultural de Europa u occidente no es el cristianismo y que éste, no es superior a ninguna otra religión del libro. Recuerdo aquí también los crímenes contra la humanidad: genocidio y etnocidios cometidos en la destrucción de las Indias en nombre de la religión católica. Todas las religiones del libro son igualmente intolerantes, fanáticas, violentas y peligrosas, porque consideran que son la verdad absoluta. Así que fundar un discurso de la identidad europea en el cristianismo es una aberración y un mito.
De lo que se trata, entonces, para preservar la mayor libertad posible de todas es fomentar la ilustración entre todos los ciudadanos. Para empezar esto conlleva el principio de igualdad y no el de diferencia que es el que se fomenta al prohibir el velo. La ilustración persigue la libertad de los individuos a partir del conocimiento. El conocimiento es el que nos libera de las supersticiones. Si alguien, después de cierta ilustración, decide llevar el velo, o hacerse monja o monje de clausura, pues allá él. Esa es la libertad: ser poseedor de nuestra propia existencia. No se puede hablar de que las mujeres musulmanas no son libres, probablemente no, pero, ¿son libres las mujeres u hombres, es igual, occidentales? Me temo que no. Fátima Mernisi, musulmana no practicante, catedrática de antropología en la universidad de El Cairo, titula el último capítulo de uno de sus libros: “El velo de occidente es la talla 38”. Lo dejo ahí para que se medite… Hay que dejarse de hipocresía y de grandes palabras como libertad, cuando en definitiva lo que hay es un fin político, eliminar al diferente. Es curioso que las primeras escaramuzas procedan de Cataluña, un pueblo profundamente nacionalista e identitario con una gran inmigración musulmana. La cuestión que hay que defender desde un laicismo del estado es la pluralidad de creencias y prácticas religiosas, siempre que no atenten contra la dignidad de la persona. Y esto es lo que habría que discutir, por eso decía lo del burka, pero, insisto, que es discutible. La educación tendría que ser ilustración pública en los valores ilustrados y democráticos. Pero los políticos lo que hacen es utilizar las palabras para engañar y fomentar, en nombre de la libertad, el choque de civilizaciones. En definitiva, porque en el mundo árabe hay una gran reserva energética. El problema es de subsistencia económica, no ideológico. El laicismo, y España constitucionalmente lo es, aunque hable de aconfesionalidad, que es lo mismo, exige la separación del estado y la religión. En nuestro país esto no se cumple de ninguna de las maneras. La religión católica se sostiene con fondos públicos y los actos de estado se realizan bajo la tutela del clero. No se puede venir ahora, en nombre de la libertad, a prohibir el velo. Por lo demás, prenda que nuestras abuelas solían llevar. A mayor ilustración mayor libertad, menos superstición y menos religión. Ése es el camino, no la prohibición, que genera enfrentamientos.
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