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Filosofía desde la trinchera

 

            La organización del mundo es una locura de nuestra razón instrumental. La naturaleza humana instrumentaliza todo lo que le rodea, eso, junto con su ser social lo han convertido en la especie que es y, hasta el momento, desde el punto de vista evolutivo ha triunfado puesto que se ha adaptado. Pero esa adaptación, paradójicamente, supone un ecocudio y el colapso civilizatorio de la humanidad. De todas formas creo que no se soluciona nada con la misantropía. El odio al hombre es otra forma de perversión. Mantener los sueños es la esperanza del hombre y de la humanidad. El hombre es un ser de esperanzas. Esa es una de las peculiaridades de nuestra estructura cognitiva. No podemos vivir sin esperanzas y sueños, de lo contrario nos suicidaríamos. Lo que sí es necesario es tener cuidado con que nuestros sueños y esperanzas no se conviertan en pesadillas. Eso es lo que ha ocurrido con todas las utopías. Y hoy en día, precisamente, estamos emboscados en la utopía neoliberal y tecnocientífica. Y es esta utopía, el sueño de que la economía y la tecnociencia, por sí misma, llegarán a solucionar los problemas y conseguiremos la paz y la justicia, el que se ha convertido en la pesadilla del ecocidio al que asistimos y el fin de la civilización humana. Pero refugiarse en el odio al hombre, odio por resentimiento, no es sano moralmente. El odio no es bueno, decía Spinoza, es una idea inadecuada. El odio es la carcoma del alma.

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