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Filosofía desde la trinchera

Ya, lo que sucede es que la educación actual va dirigida precisamente a la aniquilación de lo genuino y a la desinformación. La educación pretende el ideal de la adaptabilidad, es decir, potenciación del hombre objeto frente a la persona. Lo genuino, lo creativo, cae fuera del sistema. Si acaso se queda en las palabras de los políticos. Hoy en día por ejemplo, se identifica a los emprendedores con los empresarios, en virtud del pensamiento neoliberal, emprendedor es algo mucho más amplio y que abarca todo el mundo de la cultura, la ciencia, las relaciones humanas y, también, por supuesto la economía. La educación desperdicia lo genuino y la genialidad. El desastre es generalizado y la solución es, como digo, una enmienda a la totalidad. Esto es así por que lo que se ha considerado una teoría educativa no es ciencia, sino creencia y, por eso no es refutable, no se puede mejorar. Como las religiones, o se niegan en su conjunto, o somos creyentes. Y toda ideología o creencia es un enmascaramiento de la realidad, aliención…

 

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            Nietzsche hablaba de la triple transformación que tenía que sufrir el hombre para llegar a ser superhombre. De camello en león, el camello soporta sobre su joroba todo el peso de la moralidad y las costumbres, el león se rebela y dice: ¡no!, pero es esclavo de su rabia y del tiempo. Éste tiene que transformarse en niño. El niño recrea el mundo en cada acto. El juego es su vida, y el juego cambia de reglas continuamente, pero con toda la seriedad del mundo. Y ésta es la inocencia. El niño es el creador, el artista, el que vive instalado en la eternidad del instante. Curiosidad, juego y creación coinciden en él.

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