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Filosofía desde la trinchera

Siempre he defendido que la iglesia tiene un doble rasero moral. Que es hipócrita. La iglesia ha luchado siempre contra el placer. Este elimina el dolor, sin dolor ni sufrimiento no hay dios que valga. Creemos en los dioses porque somos seres indigentes y contingentes. Creamos a los dioses, como defiende el ateismo más antiguo, según nuestras necesidades. Pero también he defendido que la iglesia, como institución, es un poder que intenta controlar las consciencias y el pensamiento. La hipocresía de la iglesia a la que me refiero ahora es a la valoración moral que realiza sobre los males morales de sus sacerdotes. La pederastia entre los curas que se han realizado y se realizan en colegios, internados, residencias, son calificados como deslices e intentan ocultarse por todos los medios. Pero lo que señalo es que, escandalosamente, se les presta poca atención y son considerados de poca gravedad. En cambio, la crítica dentro de la iglesia, el disentir, el discutir los dogmas, todo ello es declarado anatema. A todo aquel que intenta discrepar se le amenaza con la excomunión. La dogmática es férrea. Lo importante es la supuesta verdad de la misma, no la inmoralidad intrínseca ni de la iglesia ni de los sacerdotes. Esta institución, a no ser que se regenere, está podrida de inmoralidad. Debe ser bien conocida para aprender de ella. El mensaje ético evangélico es impresionante, aunque tiene sus contradicciones. Frente a una ética social, también se ofrece una ética escatológica: abandónalo todo y sígueme, pues el fin de los tiempos está cercano. Son las contradicciones de un mensaje construido durante los cuatrocientos primeros años de la iglesia. Pero es muy aprovechable. En cambio, lo que la iglesia realiza y ha realizado es una auténtica connivencia con el crimen. Una auténtica colaboración con el genocidio del que nunca se ha arrepentido. Tenemos el ejemplo de la segunda guerra mundial, el nacionalcatolicismo en España, la destrucción de las indias, los crímenes sexuales contra niños. Pero lo que a la iglesia le importa es que sus teólogos no discrepen, no cuestionen la moral ni la dogmática. Es la ausencia de pensamiento de todo régimen totalitario. Y, de paso, la hipocresía moral de la iglesia, es también relativismo moral. Lo cual es rizar el rizo. La iglesia pretende luchar contra el relativismo moral de las sociedades posmodernas y ahí, como he señalado, coincido, pero no se aplica sus principios, relativiza su propia moralidad y valores. Lo importante es el dogma, la institución. El mal, la injusticia social y la miseria, le importan poco. Es el precio que tienen que pagar para seguir siendo una institución con poder. Estos señores son poco creíbles y poco de fiar, a no ser que sean tan cínicos de ser los mayores ateos e inmorales de la historia. Lo cual es una posibilidad muy probable. Cuidado, que ser ateo no implica ser inmoral, como nos quieren hacer pensar ellos. Lo que ocurre es que ellos, en pro de la institución y la obediencia a la jerarquía, atropellan los propios valores del cristianismo. Y como conocen que el pueblo es supersticioso y tiene miedo a la libertad pues atropellan sus propios principios.

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