Contra el cambio Michel Caparrós.
Leo muy sorprendido esta excelente obra. Algo entre ensayo y libro de viajes. Desconocía al autor. Pero su literatura es para deleitarse y no exenta de profundidad. Además, crítica, valiente y provocadora. Pocos escritos reúnen todas estas características. Su literatura, te lleva en volandas, aún sin coincidir con muchas de las tesis que defiende, o, al menos, cuando crees que habría que matizar. Una unión fantástica entre fondo y forma.
Esta obra es un libro de viajes en la que se reflexiona sobre el cambio climático y el hambre en el mundo como opresión o injusticia. El autor viaja por una decena de países deprimidos y a raíz de su experiencia reflexiona sobre los problemas apuntados. Una de sus tesis fundamentales es políticamente incorrecta y esto da que pensar. Viene a decirnos que el problema del cambio climático no es el mayor de los problemas. Que detrás de ese discurso hay un discurso apocalíptico y esto lo relaciona con el hecho de que el hombre siempre ha necesitado de ideas apocalípticas para vivir. El cambio climático es el nuevo Apocalipsis que se cierne sobre la humanidad, la que está bien asentada en la opulencia y el derroche, para crear un estado de resignación y culpabilidad, que, en el fondo, son los instrumentos que el poder va a utilizar para seguir manteniendo el orden mundial, que no es mas que el de la permanencia del hambre y la enfermedad en más de la mitad del mundo. Para Caparrós, el problema real es el hambre. Y éste permanece oculto por el del cambio climático. No es que dude de que exista, lo que sospecha es que existen intereses detrás de la propaganda de este problema. Y estos intereses son políticos, geoestratégicos, y económicos. La idea de Caparrós es sugerente. Es la política de la distracción y el miedo para controlar a la ciudadanía. Es algo antiguo y que tiene que ver con la propia naturaleza humana.
De paso, también hace una crítica al discurso ecologista. Considera que el ecologismo, con su Apocalipsis se puede, y en muchos casos así ha sido, convertir en una nueva religión, una creencia. De ahí que lo políticamente correcto hoy en día es ser ecologista, que los partidos recojan en sus programas el discurso del ecologismo, discurso verde. Es algo asumido como natural. Pero, mientras tanto, el problema más importante está por resolver, el de la miseria y el hambre en el mundo. Es muy cierto esto de que el ecologismo es lo políticamente correcto, que crea una falsa conciencia y que distrae nuestra atención y sensibilidad, porque siempre lo vemos desde nuestra perspectiva de ciudadanos acomodados. Además, el hecho de que el ecologismo se haya convertido, y esto lo añado yo, en un discurso políticamente correcto, lo ha domesticado, ya no es el discurso radical que sí es necesario, como veremos.
Yo creo que el problema de Caparrós, independientemente de los certeros análisis que hace, es de perspectiva y de poner la atención en un fenómeno u otro; además, es un error el separar problemas que van unidos. El discurso ecologista se ha convertido en una religión con su Apocalipsis y todo y en el discurso políticamente correcto. Esto es cierto, pero no hay que perder de vista su raíz y radicalidad. El problema del hambre es el mayor de los problemas, pero no hay que olvidar que está íntimamente unido al problema ecológico. Me explico con más detenimiento.
No se puede desligar el problema ecológico del problema del hambre porque ambos proceden de un mismo sistema de producción, el capitalismo. Además, el problema ecológico no se puede separar de su causa, es un problema antropogénico. Es decir, que la solución del problema ecológico es la solución de un problema humano. Para mí el problema ecológico es un problema humano. Creo que, lo que le ocurre a Caparrós, es que está instalado, como también a los políticos y al pensamiento comúnmente aceptado del ecologismo, en el paradigma del capitalismo como sistema de crecimiento ilimitado. Las bases de la economía que sustentan la ideología capitalista son, epistémicamente, erróneas. Es necesaria su revolución para alcanzar un nuevo paradigma en el que las ciencias económicas participen del principio de entropía. Eso, por un lado, por otro, las políticas de desarrollo económico no tienen que tener como fin el aumento de la riqueza sino el bienestar del hombre. Es decir, que en ese nuevo paradigma, el lugar del crecimiento ilimitado debe estar ocupado por la ecosfera, sin la cual es imposible el desarrollo equilibrado y justo del hombre. La pobreza y el hambre surgen del paradigma del crecimiento ilimitado regido, sólo, por las leyes del mercado. El nuevo paradigma es integrador. De lo que se trata es de que, para la supervivencia del hombre, el centro no es el crecimiento económico ilimitado, sino la naturaleza, como la casa en la que vive el hombre. El problema ecológico es un problema ecosocial y sistémico, el hambre es una de sus consecuencias, la que más nos puede hacer sufrir, porque son nuestros semejantes los que mueren. Cuidar del hombre es cuidar de la naturaleza. Lo que debemos de entender es que sin naturaleza, no hay vida humana digna. Si queremos la dignidad, la igualdad y la libertad, debemos preservar la naturaleza, pero no porque ella, como la religión ecologista dice, tenga un valor en sí, sino porque tiene un valor para nosotros. Ni siquiera la especie humana tiene un valor en sí mismo, el valor que tiene el hombre es el que él mismo se otorga. Pero nuestra propia naturaleza conlleva la empatía, por eso no podemos soportar el sufrimiento del semejante, prójimo/proximus, el cercano. Para empatizar con el otro lejano, tenemos que pasar de las emociones a la razón, es necesaria la abstracción. Igual ocurre con la naturaleza, defender el valor de los animales es un esfuerzo de la razón que viene impulsado por la emoción, empatía, que siempre es menor que la que podemos tener con los seres humanos. Por eso los valores son una conquista de la humanidad, hacer el bien sólo nos viene condicionado en nuestra herencia genética, con respecto al cercano. Valorar al otro como un ser independiente y sujeto de dignidad es una conquista ética, valorar a la naturaleza como algo con valor en sí mismo es una abstracción mayor y más difícil. Una segunda ilustración, que diría Riechmann.
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