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Filosofía desde la trinchera

Estimada Judit,

Yo no he visitado tu blog, por tanto no sé si lo que usted vierte allí son sus impresiones o no. Lo que sí sé es que lo que yo escribo en el mío en los tres apartados, digamos de autor, Pensamientos contra el poder, publicado recientemente en papel 364 pp, Reflexiones de un francotirador, en fase de publicación y Reflexiones marginales, son fundamentalmente filosofía. En algún caso, sobre todo en el primero y el tercero, son impresiones particulares. En el primero porque se trata de un diario filosófico y en el tercero porque son al margen de algo, generalmente, comentarios. Y digo que son fundamentalmente filosofía porque son paradoxa. Es decir, la doxa es la opinión particular y consuetudinaria, la filosofía es paradoxa, el intento de trascender la opinión, particular, que viene a ser general. Pero, de todos modos, en mi quehacer filosófico aprendí que no se debe discutir sobre términos, sino sobre problemas. En cuanto a sus últimos comentarios creo que no ha entendido lo que yo digo, porque al final viene a coincidir en parte con lo que denuncio. Creo que usted no ha entendido mis dos artículos y que no maneja bien el principio de no contradicción, porque me acusa, en su primera intervención de violarlo, cuando no es realmente así. Por otro lado, y antes de entrar en el comentario de su intervención, le tengo que decir, que el debate no está en la calle, sino que actúa como modelo educativo. Y que la piedra angular de mis artículos es que lo de la inteligencia emocional no es algo nuevo, sino muy antiguo. Ahora bien, que hoy en día contemos con un amplio respaldo de las neurociencias, pues, por supuesto. Yo mismo he citado a ciertos autores imprescindibles. Por otro lado, usted creo que no entiende que la educación, y esto también está a la base, es un sistema de control. Y se controla por las emociones y sentimientos. Y conste que no le tengo reparo a estas palabras. No hay inteligencia ni conocimiento sin emociones y sentimientos. También tiene que aprender a distinguir, tanto en el ámbito neurológico, como en el filosófico y psicológico, lo que son los sentimientos de lo que es lo emocional. Además, insisto, en la psicología no se contempla el estudio de la voluntad, por la propia metodología de la psicología. Y como todo modelo pedagógico actual se basa en ésta, pues ha quedado fuera de la enseñanza, produciendo un tremendo daño, y esto no está en la calle, sino en la escuela. La voluntad: querer o no querer, no es el objeto de la educación, sino la motivación y dinamización. Todo ello basado, primero, en el conductismo y luego en el constructivismo. He dedicado dos artículos extensos en este blog a desentrañar los problemas epistemológicos de todo ello y a rastrear sus raíces en el pasado.

Pero vamos con su intervención. Dice usted que he montado un ruido del que he revestido mi artículo sobre los psicopedagogos. Pues, claro, es de estos de donde viene la farsa de la inteligencia emocional. Y llamo farsa porque es algo ya muy conocido. No hay educación ni conocimiento sin emoción y sentimiento. Y esto lo he probado y nadie me lo ha falsado. No pongo en cuestión las neurociencias, al contrario, he encontrado una base empírica, como hace Damasio, para el estudio de las pasiones. Cuestión fundamental en la ética. Ya el viejo Aristóteles decía que la ética no es un conocimiento teórico, sino práctico, depende de la acción. Saber qué es la virtud no te hace virtuoso, es necesario el ejercicio. Pero para este ejerció es necesario la valentía, la voluntad. Fuerza. Y todo ello va, como dices, de dentro a fuera.

Primero, no entiendo esa paradoja que señalas. Yo digo que la educación es la consecución de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Y ello requiere del dominio de las pasiones. Usted dice que todos estos valores son sentimientos. Efectivamente, lo son, pero no emociones. Las emociones son primarias y animales, residen en el sistema límbico. Los sentimientos son producto de la interacción con los lóbulos frontales, por tanto, de la educación. Pero, además, te proporciono un argumento más, pragmático histórico. Los valores, que asumimos por los sentimientos, de fraternidad, libertad…son una conquista histórica y biográfica. No nacemos con estos sentimientos, requieren de la educación. Y el conocimiento, de la historia, la filosofía, la literatura, las humanidades en general, así como la historia de la ciencia, nos acercan a esos sentimientos, emociones domesticados. Son más que sentimientos, valores. Por eso forman parte del ámbito de la filosofía, la ética, en concreto, no de la psicología. Son valores porque son guías de nuestra acción. Pero, primero debemos aprehenderlos. He puesto la h porque es decisiva.

La segunda contradicción, o error fundamental es, simplemente, un invento de usted. Vamos a ver, yo sostengo que la escuela es el vehículo de, digámoslo así, domesticación. Ahora bien, mi ideal educativo es que la educación debería perseguir la ilustración, con todo lo que ello significa. Su error grave es que confunde, o no es capaz de distinguir, dos niveles en la lectura. Por eso, luego, viene a mantener lo que yo digo, pero mal expuesto. En fin. Después, estando, como digo de acuerdo con lo que expone, viene a insistir en lo de máximas cuando habla de libertad,… mejor prefiere llamarla metas. Ahí estamos de acuerdo. Pero, como le digo, tienen un nombre y se llaman valores. Los valores son accesibles de dos formas, intelectualmente y por mimesis. Ambos métodos tiene a la base los sentimientos, por el hecho, simplemente, de que el hombre es un animal social. Pero, insisto, es ineludible el estudio del conocimiento, a nivel de conceptos, para que sean accesibles estos valores. El conocimiento, por sí mismo, muestra esos valores.

Y mi tercer error. No me entero, ahora resulta que el defensor de la inteligencia emocional soy yo. No es eso, se confunde usted de nivel. Precisamente lo que es el gran proyecto de la humanidad es el proyecto ético en el que estamos embarcados desde los griegos y que recuperamos en la ilustración. Y le insisto, la ética es conocimiento, emociones, sentimientos y valores. Insisto, el hombre es fundamentalmente pasional. La razón, que siempre, por el paradigma científico que se inaugura en el renacimiento, se ha entendido como lógico-matemática es mínima y, además, ésta también está calada de sentimientos. Sólo basta echar un vistazo a las biografías de los máximos científicos. La razón es más amplia que la razón matemática y la culminación de la razón es la razón ética. El gran proyecto de la humanidad, en el que por supuesto participa la ciencia, la tecnología, la política, la jurisprudencia…es el proyecto ético.

Y usted dice:

La educación emocional pretende encontrar el equilibrio entre el razonamiento y la emoción, porque lo que sí está científicamente demostrado a través de la neurociencia y del empirismo es que ambos interactúan en nuestra vida cotidiana.

Su error grave, no el de los estudiosos, neurocientíficos, es separar razón de emoción. Hay unión, lo que sucede es que la educación, y debido a la plasticidad del cerebro, va modelando, digámoslo así, el cableado, y creando y recreando nuevas redes neuronales. Su error procede de una visión de la razón anclada, como le dije, en el paradigma de razón matemático-lógica. (En las primeras páginas de Inteligencia emocional de Goleman esto queda absolutamente claro. Pero, mejor, leer a José Antonio Marina) Tampoco me gusta lo de científicamente demostrado. Eso es una coletilla que, permítame, debe obviarse. Se puede hablar de contrastación, grados de corroboración y, además, hablando de niveles neurofisiológicos y bioquímicos. De ahí, a una generalización psicológica y una ideología, que pretende pasarse por científica, pedagógica, va un trecho importante que el método científico impide.

Y, por último, como parte de un error hace usted un gazpacho entre libertad y libertinaje, igualdad, egoísmo, en fin, que no es necesario comentar. Pero es curiosa una cosa. Coincidimos en los valores falsos que proliferan en la sociedad y que la educación debe resolver. Lo que ocurre es que su perspectiva, como he señalado, no es innovadora y que sería mejor un regreso a la ética de Aristóteles, Spinoza y Kant. No por muertos y viejos tienen menos razón.

Y termino con un texto del viejo Aristóteles en el que habla del origen de la ciencia. Usted misma puede juzgar si se puede separar el conocimiento de los sentimientos.

“Que no es una ciencia productiva resulta evidente ya desde los primeros que filosofaron; en efecto, los hombres -ahora y desde el principio- comenzaron a filosofar al quedarse maravillados ante algo, maravillándose en un primer momento ante lo que comúnmente causa extrañeza y después, al progresar poco a poco, sintiéndose perplejos también ante cosas de mayor importancia…Ahora bien, el que se siente perplejo y maravillado reconoce que no sabe…Así pues, si filosofaron por huir de la ignorancia, es obvio que perseguían el afán de conocimiento y no por utilidad alguna.” ARISTÓTELES. Metafísica.

Llevo veinticinco años comentando este texto con mis alumnos.

P.D. Siento decírselo pero mi lectura sobre inteligencia emocional no fue superficial. Como filósofo de la ciencia leo asiduamente a los científicos y el tema de la vida y la inteligencia ha sido una de mis constantes.

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