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Filosofía desde la trinchera

Vamos a ver, lo que aquí sucede es que se confunde la clase magistral con dictar apuntes. Y eso no es así de ninguna de las maneras. La clase magistral motiva por sí misma. Es una transmisión de conocimientos, valores y pasión. Otra cosa es, como señala Maricruz, que haya que tener entretenidos a todos los alumnos. Pero eso es otro problema, no de la clase magistral, ni se soluciona con las nuevas tecnologías. Ése es el problema de la obligatoriedad de la ESO hasta los dieciséis años y prorrogable y de nuestro sistema de promoción. Es decir, que el error viene de la ideología LOGSE  de fondo. El repudio de las clases magistrales, y digo en el sentido magistral, no dictar viejos apuntes o leer un libro de texto, es una consecuencia del propio sistema. De lo que se trata es de mantener entretenidos, de enseñar entreteniendo, porque, para lo que hay que enseñar, pues es suficiente. Por eso la clase magistral, que es la mejor manera de transmitir conocimientos de una forma rápida y homogénea, como dice Jesús San Martín, es denostada por todos. Ya no se trata de conocimientos, sino de meras competencias vacías y con una intención clara de instrumentalización del alumno para el futuro. Lo que, por otra parte, es un atentado contra la dignidad de las personas. De lo que se trata es de convertir a los ciudadanos en instrumentos, de ahí lo de la adaptabilidad y las competencias, eso es un todo. La clase magistral es un vehículo de transmisión del saber irremplazable y absolutamente necesario, y que exige del profesor un conocimiento profundo de su materia. Un conocimiento que siempre debe ir actualizándose. Es un deber de nuestra profesión, no la formación psicopedagógica, eso es adoctrinamiento. No entiendo ese comentario sobre la filosofía, mis clases han sido siempre magistrales, en cuanto al método, no sé en cuanto a calidad, –y utilizo las nuevas tecnologías como el que más- pero mi explicación de Platón, de ahora, muy poco tiene que ver con la explicación cuando terminé mis estudios universitarios, que no son más que una mera introducción. El profesor que ejerce la clase magistral no es un papagayo, tiene como fin provocar al alumno, utiliza el dialogo, la mayeútica, y las tecnologías modernas si vienen al caso también. Pero el error logsiano es confundir los fines con los medios. Creer que la utilización de las nuevas tecnologías o el aprender a aprender es el fin. Pero no es así, eso no son más que medios. El fin es la transmisión de conocimientos, valores y pasión, todo lo demás son pamplinas. Pero ya lo sabemos, el problema es de fondo y lo hemos discutido mucho. Esto no interesa a la ideología LOGSE que emana del poder que quiere convertir a los ciudadanos en instrumento, meros números del mercado, tanto del consumo, como del trabajo. La defensa de las clases magistrales es la defensa de la ilustración. El conocimiento es el vehículo de la libertad. Y ésta es entendida como autonomía. Y la autonomía es la capacidad de pensar por uno mismo. Pero no se puede pensar desde la nada, primero son necesarios los conocimientos. A medida que estos van incrementándose el alumno puede ir soltándose e iniciar su propio caminar: relacionar, investigar; pensar, en definitiva. Pero, claro, este ideal ilustrado, está muy lejos del posmodernismo, que hunde sus raíces en la antiilustración: en el relativismo y el nihilismo. Si el conocimiento es relativo, no merece la pena transmitirlo, porque cualquier opinión es equivalente y válida. Y esto nos lleva directamente al vacío del nihilismo. Por eso las nuevas pedagogías no son más que formalismo, pura cáscara, tautologías mistéricas, como eso de aprender a aprender y otras máximas del oráculo. Ya decía Kant que a la paloma le gustaría que no existiese el aire para así poder volar más libremente, pero, en realidad puede volar porque el aire ofrece una resistencia. Lo mismo sucede con el aprender. Necesitamos de unos conocimientos para poder pensar por uno mismo, desde la nada y el vacío no se aprende nada. Además, señor Gilles, si usted se da cuenta, lo que he hecho en todo el escrito es una actualizacin de los clásicos a los que usted cita, para desenmascarar el engaño de los psicopedagogos y el poder. Disculpe mi arrogancia, pero usted no conoce a esos clásicos ni la psicopedagogía y yo, como filósofo –que llevamos dentro el ser educadores, el germen socrático- he pretendido darle una clase magistral, disculpe mi osadía, simplemente sigo a Sócrates, el gran pedagogo. Un saludo a todos.

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