La historia de la humanidad y de su pensamiento, incluido el pensar racional científico y filosófico no tienen un sentido fuera de sí mismos. Son productos emergentes de la evolución biológica. Mecanismos adaptativos. Mientras que funcionen, pues bien, sino, pues caen en la nada. El problema es que tendemos a ver, por una adaptación biológica, desde el prisma de la intencionalidad, lo cuál hace de nuestro pensamiento un pensamiento antropocéntrico. Ése es el problema. El mal y el bien son categorías históricas de origen trascendental. Hay que sacar las consecuencias de Nietzsche (dios ha muerto, de ahí lo de “historia de un error”) y de Darwin, el hombre es una especie más entre miles de millones. Adiós antropocentrismo. No estoy tan lejos de lo que dijo Reguera, lo que pasa es que yo, ante el nihilismo, hago un planteamiento provisional, ofrezco una tabla de náufrago. Y, además, soy capaz de indignarme, como le ocurría a él, de ahí su contradicción, porque somos seres dotados de empatía. Y de ésta, que es estrictamente biológica, emerge la ética.
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