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Filosofía desde la trinchera

Vamos a ver, Antonio. Creo que tienes problemas a la hora de distinguir entre el hombre y las máquinas. Lo que creo es que tu noción de máquina y hombre están ancladas a un paradigma antiguo. El hombre como un ser dotado de finalidad, sus acciones se dirigen a un fin en concreto. Esto es lo que se llama la intencionalidad. Por su parte, la máquina es entendida en la versión dieciochesca. La máquina como un mecanismo de relojería. Ninguna de las dos cosas son ciertas. La concepción de máquina cambia con la concepción de lo que sea la materia y ésta tiene que ver con la nueva física y la nueva biología, así como cono la teoría de la computación. Podemos entender la máquina en términos cuánticos, principio de incertidumbre y en términos bioquímicos, estructuras disipativas. También en términos informáticos o cibernéticos, información. Y, en última instancia, todos los niveles del universo son información, en distinto grado y complejidad, pero información. Es éste otro baluarte que hay que derribar para evitar el antropocentrismo. Los seres humanos no son los únicos dotados de finalidad, voluntad y libertad. Algo de esto existe también en los animales superiores, la diferencia es de grado. Pero no es esto lo que yo quería tratar, éste es otro tema. Lo que entendemos por voluntad humana y su finalidad, hay que acudir a los últimos estudios de las neurociencias, como Llinás o Francisco Rubia o Antonio Damasio, por mencionar a los más importantes y divulgativos, para conocer en qué cosiste el cerebro y cómo desde su distribución bioquímica podemos entender eso de la voluntad, la intencionalidad y la libertad. Se reduce a información. Y, además, desde la teoría modular del cerebro, resulta que esa información actúa como fabulación de situaciones. El cerebro es un gran fabulador, de él emerge lo que llamamos la realidad y nuestra conciencia de ella y de nosotros mismos. El cerebro, por otro lado, es una chapuza de la evolución, por muy mágico y misterioso que sea, pero obedece a la evolución. Se ha ido generando parcheando inadaptaciones, permaneciendo lo más antiguo dentro de lo nuevo, todo lo que el cerebro es capaz de hacer es una adaptación. El hecho de que seamos capaz de construir música y teorías científicas, y pinturas, no es ningún objeto evolutivo, es un efecto colateral. El cerebro evolucionó para sobrevivir. Y el punto de inflexión fue el lenguaje. Y del lenguaje emerge el mundo de la cultura, que constituyen nuestras garras y dientes para la subsistencia. La voluntad y la libertad son mecanismos de supervivencia. Lo de la libertad es muy curioso porque es un anticipo de algo que el cerebro ya tiene decidido. De todas formas la mecánica cuántica también tendría algo que decir aquí.

 

            En fin, que lo que nos diferencia de una máquina, hoy por hoy, son dos cosas, de momento las maquinas cibernéticas están construidas con silicio, nosotros con carbono, en segundo lugar nuestra complejidad es mayor. La cuestión de la complejidad es cuestión de grado, carece de importancia. La cuestión del material, también carece de importancia porque ya se trabaja en la creación de vida artificial, en ordenadores cuánticos y biológicos.

 

            Tu posición es estrictamente antropocéntrica. Tienes que tener en cuenta que, desde el punto de vista evolutivo, lo único que tiene importancia en nosotros es la información genética. Pero sí señalas una cosa importante. Creo que cuando te refieres a que cuando las máquinas piensen o sientan será el fin del Hombre, lo pones con mayúsculas, te refieres al orden establecido. Podría ser. Y entra dentro de las leyes evolutivas. Tenemos tres formas de evolucionar, la natural, que sigue siendo imparable, pero lenta y dos artificiales, por la ingeniería genética que acabaría produciendo a un nuevo hombre más allá del homo sapiens y la evolución de los ciborg, organismos humanos y cibernéticos, una simbiosis. Toda especie tiene su comienzo y su evolución y unas se transforman en otras y no pasa nada.

 

            Ahora bien, hay una cosa que sí me interesa señalar. Aunque seamos información, y nuestra voluntad y libertad se pueda explicar desde ella, eso no implica que la libertad no sea un hecho, desde el punto de vista ético y político. Si pensamos lo contrario estaremos favoreciendo la aparición de totalitarismos de tinte tecnocientíficos al estilo de Un mundo feliz. El hecho de que el sabor de una copa de vino se pueda reducir a información no elimina mi sensación placentera, lo que llaman los filósofos de la mente, los cualia. Pues lo mismo ocurre con la libertad. Pero aquí la cosa es más importante, porque no sólo se trata de mi libertad como sensación y como construcción personal; sino de mi libertad como derecho político del ciudadano. Los regímenes políticos deben respetar esta libertad y fomentarla. No podemos confundir niveles. Y estas reglas tendrían que ser reglas de la robótica también, como los principios de la robótica de Asimov.

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