El gran engaño mundial y la pantomima del poder.
No es que yo quiera fastidiar, ni sea un cascarrabias, ni que no considere a Bin Laden un terrorista. Por su puesto que lo es. Lo que me sorprende, y la capacidad de sorpresa y de asombro se está perdiendo por la domesticación del pensamiento y el hartazgo de información, es que, precisamente, en este momento se le da caza, o mejor se mata a este terrorista sanguinario. Me sorprenden dos cosas. La primera es el momento. Resulta que las revueltas árabes nos muestran un mundo que no es el que nos habían pintado. No es el fundamentalismo lo que reina en el mundo árabe. Las revueltas tampoco persiguen estrictamente la democracia, esta es una vía de resolución de los problemas. El pueblo se rebela porque pasa hambre, porque está en la miseria y reconoce que los culpables son una serie de sátrapas que han usurpado el poder durante décadas, manteniendo al pueblo oprimido, pero no sólo ya, en lo que se refiere a las libertades y derechos sociales. Si no que de la opresión de la que hablamos es la miseria y el hambre.
Esto ha puesto en entredicho, por dos razones, a la comunidad internacional, y en especial a Europa. En primer lugar, lo que he dicho, no se puede identificar el Islam con el fanatismo, ni el mundo árabe con el Islam. El choque de civilizaciones es un engaño y una patraña que tuvo como objetivo mantener las conciencias occidentales tranquilas y sumisas porque se les había fabricado un enemigo a su medida. Enemigo inventado, lo que en el fondo había es un control geoestratégico de los recursos energéticos. En segundo lugar, resulta que las revueltas de los pueblos oprimidos nos muestran una ciudadanía más viva, más libre, más demócrata y valiente que la sumisa y obediente ciudadanía europea. Nos han dado una lección. Nosotros somos participes de su mal, eso en primer lugar, y en segundo lugar, aceptamos las condiciones que el fascismo capitalista nos impone, sin mover un dedo. Parece que estamos esperando, porque no nos lo creemos, que la miseria llame directamente a nuestras puertas para indignarnos y reaccionar. Pero entonces será demasiado tarde. El mal viene desde hace cuarenta años, desde la crisis del petróleo. Pero el camino que se siguió, no fue precisamente el que aconsejaba el Club de Roma con su Informe sobre el Crecimiento de la Tierra, sino, todo lo contrario, se escuchó a los neoliberales. Y la economía neoliberal, como señala Stiglitz, se convirtió en un catecismo, una creencia. Nuestros representantes políticos son tremendamente culpable de ellos. Pero no menos culpables somos los ciudadanos que les hemos dejado hacer y hasta los hemos votados manteniéndolos en el poder con todos su privilegio y su connivencia directa con el poder económico.
Y otra cosa que me sorprende de la noticia de primera hora, sólo hablo del titular, supongo que después habrán enmendado el asunto, pero la primera impresión es la que cuenta. Más o menos el titular en todos los periódicos venía a decir que el terrorista más peligroso del mundo había sido abatido y su cadáver arrojado al mar. Vamos, esto es de película. Titulares a nivel mundial con esta rigurosidad, ¿dónde está el periodismo? Parece como si el poder político tuviese prisa por mostrar la muerte del terrorista y, además, señalar su peligrosidad y su condición de musulmán, árabe y fanático. De esa manera volvemos a recuperar el imaginario colectivo que identifica al árabe con el fanático y el terrorista. No son tan buenos los musulmanes. El choque de civilizaciones sigue en pie. Se nos estaba cuestionando y hay que reafirmarlo. La inmigración es peligrosa, los refugiados no son reconocidos como tales. Vamos, independientemente de la verdad, que no lo dudo, porque no lo sé, pero sí que es un auténtico montaje ideológico chapucero. Y encima eso de que el cadáver ha sido arrojado al mar. Y quién lo ha identificado, y cómo ha sido la operación, no se ha podido detener y ser sometido a un juicio. Y, además, el terrorista más peligroso del mundo. Hombre, pues yo diría que George Buhs ha sido bastante más sanguinario. Sólo en la guerra de Irak se cobró un millón de muertos. Eso sin contar con los episodios, nada anecdóticos, sino sistemáticos de tortura, pero eso sí, bajo la legitimación de la trampa legal. Y esos otros más que terroristas, genocidas, como Franco y sus secuaces que aún siguen sin juzgarse y que el juez que instruyó la causa, con el amparo de una tímida ley de memoria histórica, más política que eficaz, con más interés político que ético, está siendo juzgado precisamente por eso. Con todos los problemas legales que envuelven al caso, pero el sentido común es apabullante. No se puede entender. Y esto no le indigna a nadie, que las calles de los pueblos sigan llevando los nombres de los genocidas, que en los colegios públicos siga habiendo crucifijos en las aulas, que las autoridades políticas vayan a las procesiones cristianas y católicas. Esa religión que tuvo bajo palio al genocida aún no juzgado. Es increíble e indignante. No es de recibo. Hay que despertar y no dejarse engañar. Insisto, el posmodernismo, el fin del pensamiento, la ausencia de la verdad, el relativismo que acaba en absolutismo del más fuerte, es la posibilidad de la justificación de la barbarie y el engaño. La posibilidad de construir la realidad que al más poderoso le interese. La posibilidad de rehacer el pasado y controlar el presente. Las verdades deben ser desveladas y lo políticamente correcto debe ponerse en cuestión, porque es una mordaza, que con buenas palabras, lo que hace es impedirnos hablar.
Me alegro que un terrorista menos esté en el mundo, aunque me hubiese gustado que fuese detenido, pero lo que no se puede admitir es la falsificación de la historia y, mucho menos, la distracción del pueblo para que el poder tenga las manos libres.
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