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Filosofía desde la trinchera

No creo que sea como usted dice, siguiendo a Mill, un efecto de la aplastante mayoría. Creo que se trata de algo más serio de lo que lo primero es el síntoma. Esa aplastante mayoría la produce el propio sistema de la democracia formal que acaba en el bipartidismo y los nacionalismos. Lo que ocurre es más profundo y preocupante. La libertad de expresión y manifestación de ésta a través del voto existe y, además, es muy perseguida por los partidos, porque sino carecerían de legitimidad. Ahora bien, lo que no hay es libertad de pensamiento. Por qué, simplmente porque se ha ido generando un pensamiento único. Y esto por muchas razones. En primer lugar porque los partidos se han hecho con todos los poderes del estado, y además son prácticamente intercambiables, salvo matices epidérmicos. Y, en segundo lugar, porque históricamente, el enfrentamiento entre dos potencias se entendió también como el enfrentamiento entre dos visiones de la sociedad. Desaparecida una de ellas, el socialismo real, en realidad un sistema totalitario inspirado en el satalinismo, desaparecen las ideologías y de ahí la defensa del fin de las mismas y del pensamiento único.Eso es lo que nos han hecho pensar y lo que en realidad representan los partidos, todos, insisto, son esencialemente iguales. El pensamiento único en realidad es la ausencia del pensamiento, porque el pensamiento es diálogo, dialéctica, confrontación. De ahí que hay definido a la democracia, y ése es el título de un artículo mío sobre el tema, que la democracia es disidencia. Es decir, que entiendo la democracia como la capacidad de disentir y esto es pensar, no expresarse. Porque un mismo pensamiento se puede expresar de múltiples formas.
 

            Por otro lado estoy de acuerdo con usted, y aquí soy popperiano hasta la médula, que la democracia formal es el mejor de los sistemas, que es el que mejor garantiza los derechos humanos, sociales y laborales. Efectivamente. Pero esto no tiene nada que ver con la libertad de pensamiento, sí con la de expresión. Popper, en resumen, defendía la democracia como una forma de gobierno en la que se podía eliminar al gobernante sin derramamiento de sangre, cuando considerábamos que lo habían hecho mal, que no es poco. Y, además, sostenía que el gran invento de la democracia es el de las instituciones que son las que garantizan todo eso que usted dice. Por eso la democracia es el mejor de los gobiernos. Pero el problema es que nuestras democracias formales se han convertido en formas de dictaduras de partidos. En plutocracias: partitocracias oligárquica. Pero, también, siguiendo a Popper, la democracia, frente a cualquier otro gobierno es el único perfectible, aquel que podemos mejorar. Las instituciones son las que salvaguardan la libertad política, por eso es muy importante que las instituciones no caigan completamente bajo el poder de los partidos. Pero la tendencia, y ese es el problema, es ésa precisamente. Por eso es necesario, antes de acabar en democracias, contradictoriamente, totalitarias, refundar los partidos. Y aquí entramos en el último punto. En este sentido coincido con usted. Yo no defiendo una revolución, sino una transformación profunda. En el sentido kantiano. Una revolución cambia a unos tiranos por otros, en cambio, el uso público de la razón, la ilustración de la ciudadanía, conlleva la transformación de la sociedad. Ahora bien, quizás, en ocasiones, sin caer en la violencia y la revolución, sea necesaria la desobediencia civil. Por supuesto, siempre será legítima frente a la tiranía. Gracias y un saludo.

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