No se trata de mezclar. Aunque haya medios que lo hagan y tengan interés en ello. Pero tampoco se puede mezclar la institución de la iglesia con la religión, ni la ética universal de los derechos humanos con la ética eclesiástica. Ni la supuesta universalidad de la iglesia “católica” con la universalidad de los derechos humanos. La iglesia como institución de poder y con mucho poder todavía es éticamente hipócrita, porque el poder los es por necesidad. Eso nos lo enseñó Maquiavelo con su realismo político en “El príncipe”. Por tanto, o se sigue la ética universal de la caridad cristiana, una parte de la ética de los evangelios, porque hay otra apocalíptica, o se sigue a la iglesia. Si se hace esto último y se cree en los principios éticos cristianos, se cae en una especie de esquizofrenia, como es el caso de la teología de la liberación, o se le da una salida cínica e hipócrita y se asume la necesidad de que para que viva el mensaje es necesario, como mal menor, la institucionalización de la comunidad de creyentes. Un difícil problema para el auténtico creyente y practicante. Para el no creyente la cuestión es exigir justicia social y denunciar las injusticias. No se le puede exigir a nadie ser un héroe moral, ni un mártir. Saludos.
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