No, nada de hablar demasiado. Creo que haces una buena descripción de la sociedad patriarcal y cómo es una perversión. Yo lo comparto perfectamente. Y, siempre lo he dicho. Lo que pasa es que no he hablado de sociedades patriarcales hasta conocer tus teorías. Luego haces una descripción somera de las diferentes épocas de la historia basándote en el patriarcado y el dualismo y creo que estás acertada y que no te gusta mirar por esas gafas. Que las de Ciorán son muy pesadas. Aquí hay un punto en el que no coincido. Sería muy extenso, pero voy a ser muy breve porque lo podemos ir tratando poco a poco. (Es que eres un surtidor de ideas y lo que nos pasa a los filósofos es que cada una de ellas las analizamos hasta la saciedad. Suelo decir que el método de la filosofía es en espiral pensar sobre lo mismo siguiendo un camino en forma de espiral. Por eso parece que estamos diciendo siempre lo mismo, pero no.) pero antes una cosa que me ha gustado que has dicho, lo de H Hesse y Sidharta. Pues la imagen que utiliza es precisamente la del eterno fluir siempre de lo mismo del filósofo griego, presocrático, Heráclito. Que nos decía, que todo es un eterno fluir, que nada permanece, que el mundo, fíjate, es la unidad de los opuestos. Y, cosa curiosa. Nietzsche arremete contra toda la cultura occidental destrozándola a martillazos “Ecce homo o de cómo se filosofa con el martillo” Declara a Platón el gran impostor, realmente es el que inventó el dualismo. El mundo de las ideas frente al mundo de las apariencias, cuerpo y alma y así sucesivamente. Y al cristianismo: platonismo para el pueblo. Y el cristianismo, donde el pensamiento dualista, patriarcal, moralidad de los débiles (porque la moral es el triunfo de los débiles, el hombre superior está por encima del bien y del mal, otro dualismo) es la mayor mentira, el mayor engaño, la mentira universal de occidente, lo que ha producido mayor dolor y sufrimiento en la historia de la humanidad. Y el origen de todo se encuentra en la tragedia griega. Por eso su primera obra es “El origen de la tragedia”. Allí rastrea cuál es el origen de la tragedia, porque en un principio había una unidad. Pero, poco a poco, se va produciendo la escisión, con la separación entre los personajes y el coro (que representa la voz del pueblo, el super yo o la conciencia moral). Y esa escisión es debida al triunfo de Apolo (el dios de la razón, la mesura, la sabiduría, la filosofía), frente al dios Dionisio (el espíritu de la danza, la alegría, la noche, los contrarios, la embriaguez, la confusión, la vida, en definitiva). Desde entonces andan en lucha el espíritu apolíneo sobre el dionisiaco. En el segundo no hay ni dualidad, ni moral, ni patriarcado, ni tiempo (teoría del eterno retorno). Lo que hay es vida. Por eso afirma que el hombre para llegar al superhombre (el artista supremo) debe sufrir tres transformaciones (En “Así habló Zaratustra”): primero es un camello y lleva todo el peso de la moral (la dualidad) en su joroba, después se transforma en león y dice ¡No!, es cuando toma conciencia del engaño y reniega de él, pero aún tiene que sufrir la última transformación. El león debe hacerse niño: jugar. En el niño no existe el tiempo, no hay reglas y todo es juego y todo lo que hace es una recreación del mundo y placentero. En el niño sólo hay deseo, pero no hay ni bien ni mal, ni tú, ni yo, ni naturaleza y yo. Hay una unidad en continua recreación de sí misma. Ése es el superhombre (nada que ver con el nazismo como se le ha achacado), la ausencia de dualismo, el que en cada acto se crea a sí mismo. Pues al único que salva de todos los filósofos es a Heráclito. Con todo esto quiero decir que hay una corriente de pensamiento no dualista en occidente y una defensa del cuerpo y los deseos. El cuerpo y los deseos empezaron a ser negados por Platón y el cristianismo los extirpó. Pero Grecia y Roma eran tremendamente hedonistas. Por eso, Epicuro, el defensor del deseo “No hay vida feliz sin placer” ha sido siempre anatema para el cristianismo. Y esto tiene que ver con lo que me preguntas de la virtud. Cómo va a ser la castidad una virtud, en todo caso una perversión, eso es moralina cristiana. Al cristianismo sólo le ha interesado el sexto mandamiento, lo de no matar, no robar, eso se les ha olvidado. El cristianismo es la moral de la hipocresía y del resentimiento, de ahí la negación del cuerpo y de los deseos de éste.
Schopenhauer y Cioran son los dos grandes pesimistas, pero no por ser ni patriarcales ni dualistas. El primero fue precisamente el que trajo el budismo a occidente. Y fue el budismo el que lo hizo pesimista y el segundo era un estudioso de las religiones, compañero de M. Eliade, el mayor historiador de las religiones del mundo y el mejor conocedor de las religiones orientales. Eran íntimos amigos aunque acabaron discrepando. Lo que pasa es que, tanto uno como otro, han buceado en las profundidades de la naturaleza humana y han visto sus fantasmas, su lado oscuro. El hombre es un ser limitado, a medias. Que se intenta terminar de construir a través de la cultura, pero no lo consigue nunca, ni lo conseguirá. Es su sino. Simplemente es que somos así. Nuestra vida es un haz de momentos felices y momentos desgraciados rodeados de indiferencia y, en el peor de los casos, aburrimiento: la enfermedad mortal, tedium vitae. La cultura no nos acaba de colmar nunca. Por eso queremos volver al seno materno. Y muy bien que nos lo enseñó Freud. Por eso estoy contigo y pienso que una sociedad matriarcal seria inmensamente más feliz. Estaríamos más cercanos a la naturaleza, no habría prácticamente ni violencia, ni dualismo. Pero no puede existir una sociedad matriarcal perfecta porque eso significaría que seríamos sólo animales, pero resulta que somos animales culturales y esa es nuestra condena. Mientras, podemos recuperar e intentar construir una sociedad matriarcal. Provocar ese cambio revolucionario de paradigma. Pero sin olvidar que nuestro ser es la autoconciencia y ésta nos hace darnos cuenta de nuestra incompletud, lo que significa sufrimiento. Eso sí, hay que buscar los modelos de vida que produzcan menos dolor y sufrimiento, tanto a nivel individual como social.
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